domingo, 15 de septiembre de 2019

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
“LA PITAHAYA…FUE EL ALIMENTO POR EXCELENCIA DE LOS ANTIGUOS CALIFORNIOS”
• LA FIESTA DE LA COSECHA, FUE UNA DE SUS TRADICIONES…EN ELLAS REALIZABAN MATRIMONIOS Y REPARTOS DE PIELES DE ANIMALES A LAS MUJERES; ASI COMO DE SEMILLAS Y OTROS ALIMENTOS…
• DIVIDÍAN EL AÑO EN SEIS ESTACIONES CLIMATOLÓGICAS SEGÚN EL ILUSTRE HISTORIADOR CLAVIJERO, Y ENMARCABAN SUS FESTIVIDADES CON MAS DE TREINTA DANZAS CON SUS PROPIOS INSTRUMENTOS MUSICALES, ASÍ LO DICE SALVATIERRA, ELABORADOS POR ELLOS MISMOS CON MATERIALES DE LA REGION.
• EL HERMOSO TRAJE REGIONAL QUE NOS IDENTIFICA COMO SUDCALIFORNIANOS FUE ELABORADO EN LA ESCUELA DE ENSEÑANZAS ESPECIALES NUMERO 27.
• LA SEÑORITA MATÍLDE AVILÉS MODELO EL TRAJE REGIONAL FLOR DE PITAHAYA EN EL CONCURSO CONVOCADO POR EL GENERAL OLACHEA EN 1950, QUE SE LLEVO A CABO EN LA GLORIETA DEL MALECON… EL TRADICIONAL KIOSCO.
Los antiguos californios fueron seres excepcionales, sobrevivieron en estas tierras por milenios con sus propios recursos naturales, y en armonía con la naturaleza, sus tradiciones y costumbres, entre otras muy importantes la cosecha del exquisito fruto… la pitahaya, su alimento por excelencia que además de nutritiva, es altamente medicinal, contiene todos los elementos que el cuerpo humano necesita para su perfecto funcionamiento, es por ello que los californios eran fuertes y sanos hasta la llegada de los europeos en la que empezó su decadencia. Según crónicas, en un principio a la llegada de estos, a ojo de buen cubero había de 40-50 mil californios y en setenta años casi se habían extinguido hasta la expulsión de los jesuitas el 3 de febrero de 1768.
Ellos, los californios, legítimos dueños de estas tierras peninsulares según Clavijero dividían el año en seis estaciones que correspondían a las variaciones climáticas de la península.
PRIMERA ESTACION: la llamaban “MEJIBÓ”; era la más agradable a causa de la cosecha de las pitahayas dulces. Era la estación en que a veces empiezan las lluvias de verano, empezando en junio y termina a mediados de agosto.
SEGUNDA ESTACION: la llamaban “AMADA APÍ”; empezaba en agosto para terminar en octubre. Aunque más calurosa que la precedente, dice, era también muy agradable para los californios; por ser la época que se cosechan las pitahayas agrias, así como otros frutos y granos comestibles. En esta época ocurrían las lluvias abundantes que produce la estación más vigorosa.
TERCERA ESTACION: la llamaban “AMADA APÍ GALA”. Comprendía parte de octubre, noviembre, y parte de diciembre. Era periodo en que la vegetación nacida en la estación anterior comenzaba a secarse.
CUARTA ESTACION: la llamaban “MEJIBEL”, era la más fría y comprendía parte de diciembre, enero, y parte de febrero. Es el periodo del año en que reinaban los monzones de invierno, y en que la temperatura bastante baja está sujeta a bruscos cambios.
QUINTA ESTACION: la llamaban “MEJIBEN”; que empezaba en enero y concluía en abril. Era el principio de la sequía.
SEXTA ESTACION: la llamaban “MEJIBEN MAAJÉ”; era la época mala por excelencia; la sequía era extrema, ya no había cosecha posible; se Vivian de la reserva de la pesca en las costas, y de la casa, eran los medios más seguros para procurar la subsistencia; empezaba en mayo y terminaba a mediados de junio.
La exquisita pitahaya es símbolo de sudcalifornidad, es fuente de inspiración, tiene su canto, cuya autora de la letra fue la insigne maestra señorita Concepción Casillas Seguame; tiene su bonita leyenda símbolo de paz, y sobre todo su traje regional, el hermoso vestido que fue diseñado y trazado por el ilustre profesor Manuel Torre Iglesias, elaborado por la modista y profesora de corte y confección Alejandrina Cota, y bordado artísticamente por la artesana y maestra de manualidades la triunfeña Doña Ignacia Estrada; “Doña Nachita”; de gratos recuerdos todos ellos. El hermoso y tradicional vestido regional fue elaborado orgullosamente en la escuela de enseñanzas especiales número 27, y fue modelado para su concurso por la señorita Matilde Avilés, siendo este el ganador.
…y en aquella época, los antiguos californios caminaban felices largas distancias, cosechando el exquisito fruto, la pitahaya…su alimento por excelencia…
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…


LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.
“LA GLORIETA DEL COROMUEL...UN BALNEARIO DE LEYENDA”.
Aquella cálida tarde de verano le di la vuelta al risco donde lentamente revienta su soberbia las olas, y quedé frente al mar ¡que maravilla de la naturaleza! las verdeazules y cristalinas aguas me hicieron recordar por un instante gratos momentos de mi vida, de aquella feliz infancia, en esta maravillosa tierra de Dios...me senté en el risco de cantera esculpido, y volaron mis pensamientos al vaivén de las olas...voces del pasado...recuerdos, vivencias...la leyenda y la historia se confunde en esta hermosa tierra peninsular...toda ella es leyenda...es historia...!es tan bello recordar!, por la década de los 50, aquella fresca mañana, después de tomarnos un café con pan en la lonchería de Don Conrado de La Peña, mi abuelita dejó encargada la canasta del mandado en el puesto de Don Lucio en el interior del Mercado Madero...el alegre pregón del baratero cumbre se escuchaba de puerta a puerta y mi abuelita me dijo, casi como en un susurro, te voy a dar una sorpresa.
¡Que me vas a dar abuelita! Te voy a llevar a la piedra zurrada, pero tenemos que apurarnos porque se nos hace tarde...mi perro viejo el pachuco, paró las orejas y movió su colita de contento...él sabía que andando con la abuela, aprenderíamos muchas cosas...caminamos a prisa, los largos ropajes de mi abuelita perfumados a cernada y jabón de pan, nomás volaba con el viento por la calle 16 de Septiembre, seguida de mi perro y yo...hacía viento aquella madrugadita...Nanita, le dije, señalándole donde es ahora Dorian’s, que bonita está esa casa y que hermosas flores tiene en su jardín...si hasta acá se siente el olor...si, dijo, ahí vive la familia Sosa y Silva. Llegamos hasta el kiosco, el que estaba sobre el malecón y 16 de Septiembre, y levantándose el sombrero de alta copa tejido de cogollo de palma, señaló a la distancia...tenemos que caminar todo aquello... ¡Que hermosura se ofrecía ante nuestros ojos!...el mar estaba crecido y sobrepasaba el malecón. “Abuelita por qué nunca vamos al Coromuel”, “Uy, esta playa es nomás para los ricos.” “Y nosotros, pues ¿que no somos ricos?” “¡Que ricos vamos a ser muchacha simple!, te quiero decir que a esa playa del Coromuel van los que tienen carro, porque el camino está por encima del cerro de la calavera, y si te traigo esta mañana es para que conozcas los esteros tan bonitos que hay por aquí, el estero del Esterito, el estero de Palmira y la piedra cagada; pero como está tan alta la marea, a ver si la podemos ver.”
A esa hora de la mañana, las personas barrían los frentes de su casa desde la calle como era la costumbre...la fronda de los árboles de la India, inundado de pájaros canores oscurecían más el camino...las cristalinas aguas mecían a ritmo de canalete la barca de la Francesa, la señora Hoppen, a quien acompañaba su inseparable perra negra, quien al ver al pachuco empezó a ladrar y ella muy amable luciendo una amplia sonrisa bajo el sombrero le ordenó al animal, ¡Quieta Vicky!, y muy obediente la perra se sentó en la punta de la canoa viendo a la distancia...en la lejanía se divisaba la lucecita del faro, los pescadores alistaban sus barcas para salir a la faena diaria, y el pachuco correteaba ladrando a la gran cantidad de gaviotas y pelicanos que se echaban clavados al mar comiendo los cardúmenes de sardinas, los que iban huyendo de los pejegallos que parecían que también volaban. ¡Que panorama tan bonito!, había tanto pejegallos en aquel tiempo que inundaban nuestra bahía.
Nanita linda, parece que fuera a llover...No se ve así por la neblina o la brisa del mar, y ya casi se presenta la alborada, parece que el sol tiene una fuerte lucha con las nubes que no lo dejan salir. Abuelita, quiero juntar caracoles y conchitas, No, dijo mi nanita, ahora no se puede porque la marea está crecida, será en otra ocasión, y aprieta el paso, porque si no, no llegamos a donde vamos. Apretamos el paso y la abuela me iba señalando el nombre las playas, porque decía que la costumbre entre los pescadores era ponerle nombre a cada cuadra frente a la playa según la familia; esta es, dijo, la playa de la 16. La gente no se baña aquí porque desembocan los caños; esta otra es la playa de los canalizos, la que sigue, es la playa del cocol, esta otra, es la de David León, la de más allá es la de los Puppo, y esta es la de los Lizardi...y así sucesivamente ella iba señalando; nanita, y ¿usted conoce a toda esta gente?, No pero a las playas así les dicen, son puntos de referencia.
Al fin llegamos al Estero del Esterito...había tanto palmar donde es ahora el Seguro Viejo...que bonito estaba todo, pasamos por el puente de madera y por debajo de él pasaba el agua del mar y entraba muy lejos y creo que casi hasta el panteón. Por aquí, dijo mi abuelita, al otro ladito está el rastro y por este puente pasan las recuas de vacas, los carros y la gente, y ese troquectio de redilas que viene allí seguramente viene del rastro y lleva las reses destasadas rumbo al mercado...empezaba a clarear y pasamos cerca de la piedra cagada...era una gran piedra dentro del mar que estaba zurrada por las gallinetas, gaviotas y pelicanos. Nanita y ¿por qué le dicen la piedra cagada?, pues por eso, porque está cagada; mi perro viejo asintió con la mirada. Al fin pudimos llegar al Estero de Palmira...mis ojos de niña no podían creer de tanta hermosura...había tanto manglar y dentro de su espeso follaje matizado por los rayos del sol que ya empezaba a salir, se escuchaba como un suave arrullo el graznar de las aves...el agua estaba como azul marino matizadas por el sol...el perro empezó a ladrar como loco...yo creo que de gusto porque las aves estaban todavía entre los manglares.
Mi abuelita cameló el gusto que yo sentía porque me quedé pasmada al ver tanta belleza de la naturaleza...nos quedamos en silencio como en un encantamiento... nada más se escuchaba el cucuyo de las aves, los ladridos del perro y el reventar de las olas sobre las piedras...yo sabía que este estero te iba a gustar, por eso es que te traje, para que no te cuenten. Dijo mi adorada abuelita. Al fin salí de mi encantamiento y pude balbucear; ¡Que bonito está todo esto abuelita!, ¡pero me da tanto miedo ese cerro de la calavera!, ves, y así quieres ir al Coromuel. Bueno, por lo menos cuénteme nanita que sabe usted del coromuel. Te contaré lo que he escuchado, sentémonos en esa piedra a descansar un ratito para luego emprender el regreso. El pachuco se echó a nuestros pies porque también le gustaba escuchar “En la antigüedad los legítimos dueños de estos mares y tierras con todas sus perlas y riquezas, fueron los californios. Eran tribus guaycura, ichuties y pericues, eran personas muy sanas que estaban asentados en la rivera del mar, cuentan los que saben muchos que eran magníficos pescadores, nadadores y buzos, también cazaban y recolectaba raíces para alimentarse.
Cuentan que los peces los sacaban con la mano de tantos que había, ellos eran libres y vivían muy felices, hasta que llegaron los europeos con religión, cultura distinta a la de ellos, y también enfermedades, y según cuentan que en menos de 100 años se acabaron los californios. Estos mares estaban asolados por los piratas que atacaban los galeones españoles y las naves que llegaban de filipinas que llegaban por Los Cabos desde la Europa para quitarle sus riquezas, oro, perlas, perfumes, sedas y tantas cosas preciosas, y se escondían por estos rumbos para enterrar sus tesoros. Entre tantos piratas hubo uno muy osado que se llamo Cronwell, este acostumbraba que después de sus ataques entraba por la bahía a vela tendida con el viento, y se escondía por estos lugares. Los californios se acostumbraron a verlo, y a esperar ese airecillo fresco que deslizaba el galeón del feroz pirata, cuando entraba por las tardes ese fiero y misterioso hombre y gritaban al verlo “ya viene el coromuel” y se tumbaban en la arena a esperar el coromuel.
Por eso se dice que se hizo la costumbre de generación en generación entre las familias de La Paz, salir por las tardes a la banqueta, sacar las poltronas y hacer tenderetes en el suelo e incluso en las mismas orillas de la playa a esperar el coromuel. Ese pirata Cronwell dio origen a esa costumbre, y como por la glorieta del coromuel se metía le pusieron coromuel a ese balneario. Nanita linda ¿usted como sabe tantas cosas? no, no se tantas cosas, lo que pasa es que se aprende con la convivencia familiar, y eso que te cuento no lo leí, lo he escuchado en las reuniones con tu tía chuy que va esa gente culta y de todas las clases sociales y me gusta escuchar y observar para aprender, y así como yo te cuento a ti, mi abuela me contaba a mi, es por eso que los conocimientos se van heredando de generación en generación. La vida es una gran escuela, claro, por el buen camino.
…Y entre la bruma de aquel hermoso amanecer en La Paz antigua… La abuela, la niña y su inseparable amigo el perro, caminaban rumbo a la glorieta del Coromuel…
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.ALARÁZ
“HEROICA MULEGE...2 DE OCTUBRE DE 1847”.
Mientras que en el castillo de Chapultepec, el 13 de Septiembre de 1847 la gesta heroica de los niños héroes caían envueltos en el pendón patrio regando con su sangre la tierra, en defensa de México contra la invasión extranjera, en esta península se libraba una heroica batalla contra la invasión norteamericana, defensa encabezada por hombres valientes como el capitán Manuel Pineda entre otros ilustres sudcalifornianos que demostraron con amor, arrojo y valor patrio como se defiende nuestra soberanía nacional.
El 1 de octubre de 1847, la corbeta “Dale” y la goleta “Libertad” llegaron a las costas de Mulegé y con engaños izaron el pabellón ingles y ya dentro del puerto levantaron la bandera norteamericana, apresaron la goleta Magdalena y exigieron la rendición. La respuesta por el valiente capitán Manuel Pineda no se hizo esperar. “Impuesto de las instrucciones que usted pasó al juez de este pueblo, debo decirle que esta plaza está sostenida por fuerzas mexicanas que tengo el honor de mandar y que jamas será neutral ni verá con indiferencia la guerra injusta de los Estados Unidos a la República Mexicana a la que pertenezco, a más del puerto de La Paz que dentro de cinco o seis días deberá tomar posesión por la fuerza de toda arma que saldrá de este puesto. Protesto contra usted ante las naciones de Europa que no debió tener usted su bote en el agua y fondearlo en este puerto con el pabellón inglés, aunque después mandó izar el de los Estados Unidos de la nación a la que pertenece, por cuyo motivo no pude tener mis fuerzas inmediatas para escarmentar a usted y no concluyendo los tratados de parlamento. Si el ex jefe político Don Francisco Palacios Miranda que por su cobardía se mostró neutral con el gobierno de ustedes, y hoy día de la fecha estarán reunidos con las fuerzas que se hayan en La Paz, esta comandancia Pral. Será todo lo contrario, conservará toda comunicación con su gobierno mexicano, aunque toda la flota de los Estados Unidos quiera impedirlo. ESTA COMANDANCIA CON LOS VALIENTES SOLDADOS QUE TIENE A SUS ORDENES, SE DEFENDERA Y SOSTENDRA SUS ARMAS HASTA DERRAMAR LA ULTIMA GOTA DE SANGRE”. DIOS Y LIBERTAD, Mulegé, Octubre 01 de 1847. Manuel Pineda (rubrica).
Para ejemplo de las juventudes lo que es el valor patrio en defensa de nuestra soberanía nacional, transcribo integro el parte informativo del Capitán Manuel Pineda, de lo que pasó en la heroica Mulegé aquel glorioso 02 de Octubre de 1847. Tomado del libro de Pablo L. Martínez “Historia de Baja California”.
“Comandancia Pral. De Baja California.
Tengo el honor de poner en el superior conocimiento de V.S. lo ocurrido en el puerto: el día 1 del presente se me dio parte que se hallaba una vela grande por el rumbo de La Paz en donde se hallan los enemigos; inmediatamente mandé al Comandante de Caballería don Vicente Mejía con treinta hombres pie a tierra, marchara y formara tres emboscadas en el cerro Amarillo, distante a una milla de este puerto, y dejando las emboscadas se pusiera en la playa con su ayudante, el alférez de guardia Nacional don Francisco Fierro, a observar las operaciones de dicho buque. Y del resultado se impondrá V.S. por la copia que acompaño marcada con el número 1”.
“El día a cubrí el costado derecho del subteniente Jesús Avilés, con la fuerza que se impondrá V.S. por la copia número 2. El costado izquierdo lo cubría el comandante de caballería Don Vicente Mejía con la fuerza que V.S. verá por la copia marcada con el número 3. Como a las ocho, estando revisando las emboscadas, me dio parte el vigía que estaba en una loma, que había venido un bote a la playa con bandera blanca: marché llevando al comandante de las guerrillas de la derecha don Jesús Avilés, al que comisioné se presentara en el Parlamento. Dentro de un momento se presentó con las instrucciones que el comandante de la fragata enemiga mandaba al Juez de este pueblo, de las que remito a V.S. copia marcada con el número 4.
“Impuesto de su contenido, le mande al comandante de dicha corbeta la comunicación que va marcada con el número 5. Serían las nueve de la mañana cuando se me dio parte que habían echado de dicho buque embarcaciones al agua con gente armada: al momento recorrí las guerrillas arreglando la tropa, y me llené de mucho placer de ver el entusiasmo tan grande de los S. Oficiales y tropas para batirse con el enemigo. Entradas las lanchas al punto llamado “El Sombrerito” , desembarcaron cosa de sesenta hombres: dicha fuerza se dirigió por la loma izquierda protegida por una pieza y otra volante, por tierra. Al aproximarse a nuestras guerrillas, rompió la corbeta sus fuegos, la lancha y la pieza de tierra, sobre nuestros valientes soldados, el mismo que se le contesto con mucha viveza. La dicha corbeta tiró 135 tiros de metralla, bala rasa y granadas, y las lanchas treinta y tantas; pero los valientes mejicanos que defendían la emboscada veían con el mas alto desprecio los fuegos de la artillería e infantería del enemigo. Y solo se les oía gritar con semblante muy alegre: “Viva la República Mejicana!”, en fin señor Comandante General, desde que comenzó la acción, que serían las nueve de la mañana los SS. Oficiales y tropa de la Guardia Nacional del heroico pueblo de Mulegé se disputaban a echarse sobre el enemigo. Entre las cuatro y cinco de la tarde corrió el enemigo vergonzosamente con toda su artillería y la fuerza que habían echado a tierra, a pesar de ser una muy superior a la que yo tenía a mis ordenes; por estar muy fatigada la tropa y el terreno no lo permitió, me retire con la fuerza para el cuartel, con la gloriosa satisfacción de haberle dado un escarmiento”.
“Recorría las guerrillas con el pabellón mejicano, que llevaba un dragón que me acompañaba. Son dignos de toda recomendación de V.S. y del Supremo Gobierno. Los comandantes de las emboscadas de la derecha y de la izquierda, por su valiente comportamiento, y el entusiasmo con que se arreglaban la tropa de su mando para que entraran al combate. Igualmente recomiendo a V.S. y al Supremo Gobierno a mis ayudantes alféreces de caballería de la Guardia Nacional don Jesús Ríos y don Matías Flores, que comunicaban mis órdenes a mi entera satisfacción, en medio de los fuegos de la artillería y fusilería del enemigo. Es de mi deber recomendar al capitán de infantería don Trinidad Díaz y a los alféreces de caballería de la Guardia Nacional Don Manuel Castro y don Francisco Fierro. Que no dejó que desear su brillante comportamiento. El alférez de artillería de la Guardia Nacional de este puerto, don Jesús Rodríguez que mandaba la pieza, cumplió con todas mis órdenes. También es digno de consideración el muy I. Ayuntamiento de este pueblo, que no lo desamparó ni un momento, y con mucha serenidad presenció el combate, y auxiliaron en cuanto estaba a su alcance a sus hermanos los mejicanos. El señor Domingo Aguiar regidor 2do estaba presenciando el incendio de su casa que el enemigo había hecho, con la serenidad del valor mejicano, y solo atendía a auxiliar a sus hermanos y numerosas familias, quedándose este buen mejicano y sus deudos con solo la ropa que traían puesta en el cuerpo. El señor Juez de Primera Instancia don Tomás Zúñiga, don José Padilla regidor decano, y don José María Salgado, son los que componen este I. Ayuntamiento. La corbeta permanece a la vista, trayendo a remolque a la goleta nacional “Magdalena”, que con su infame traición hizo prisionera, la que era de la propiedad del alférez de la matrícula don Jesús Avilés, que mandaba la guerrilla por la derecha".
“igualmente recomiendo a V.S. para que se digne hacerlo el supremo Gobierno, al M.R.P. Vicente Sotomayor, que no se separó en ningún momento durante la acción. Esta ocasión me proporciona el ofrecerle a V.S. mi consideración y respeto”.
“Dios y Libertad , Mulegé, octubre 3 de 1847”.
“Manuel Pineda”.- rubrica
Por el placer de Escribir…Recordar…y Compartir...