viernes, 21 de julio de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“EL TUNEL DE LOS ACAPULES, Y SUS LEYENDAS...DE TESOROS DE AHORCADOS Y APARECIDOS”.


·         LOS ACAPULES ERAN LOS UNICOS ARBOLES DE ESA NATURALEZA EN TODA LA PENINSULA...ESTABAN PLANTADOS EN SAN JOSE DEL CABO...Y EL HURACAN JULLIETE SE LOS LLEVO.



Los legendarios árboles de más de cuatrocientos años, los que fueron plantados por los piratas según las leyendas, se los llevó el huracán Julliete...los arrancó de cuajo y ni sus rastros dejó. Simplemente ya no existen...la furia del viento y de las aguas los arrastró...eran enormes, estaban de lado y lado del camino, que parecían que pasaba uno por un túnel rumbo a la playa...sus troncos eran anchísimos como de diez metros o más cada uno y de 20 a 30 metros de altura....su espejo follaje era muy peculiar...las raíces les nacían de los brazos y se iban sepultando en la tierra, quedando como fuertes troncos dando la impresión que eran personas ahorcadas, por eso le decían el túnel de los ahorcados...ahora ya no existen, gracias a Julliete. Estos árboles eran un atractivo turístico y estaban protegidos por el INAH. Ahí se ve la magnitud de la violencia del huracán Julliete. Estos históricos árboles habían resistidos todos los huracanes que azotaron la península y que se tenga memoria registrada por los padres Jesuitas son: en 1716, en que el padre Juan de Ugarte pasó 24 horas sobre una peña durante el fuerte huracán que devastó todo lo construido hasta entonces. En 1740, hubo otro huracán el que abnegó toda la California y sus fuertes vientos arrebataron a un joven de 16 años llamado Mateo, según el último de los gigantes que quedaban en la península, así como hundió 4 embarcaciones que andaban en la pesquería de perlas y que según el padre Ugarte en 30 años que tenía en la península nunca había habido un huracán de esta magnitud y para esa fecha ya estaban plantados los acapules por los piratas allá en San José del Cabo, la tierra del rebelde pericú.

     Estos hermosos árboles resistieron también el embate de los ciclones de 1895, el cordonazo del 04 de Octubre de 1911, el de 1918, los que se creen que fueron los más devastadores, entre otros antes de Julliete. Durante una visita que realicé al paradisiaco San José del Cabo el anterior mes de Agosto, tuve la fortuna de tomarles algunas fotos a estos hermosos árboles de leyenda...ahora quedaron para la historia. Aquella cálida tarde de verano, Don Manuel Salvador Castro Saiza, nativo de San José del Cabo, propietario de los predios donde estaban los Acapules, dijo, que su abuelo Don Teodoro Ruiz quien murió de 120 años, fue el dueño de estas tierras también y le contaba que su padre, o sea, su bisabuelo, conocía la historia de los legendarios acapules, sus espantos y sus leyendas. Que eran los tiempos aquellos en que los mares del Golfo de California y el Mar de Cortéz surcaban galeones piratas en busca de la nao de China y otras flotas españolas e inglesas para abordarla y hurtar sus riquezas...así como venían atraídos por la leyenda del país de las perlas, del oro y plata de mujeres amazonas. Cuentan que en una ocasión el temible pirata Tomás de Covendish con un negro historial pirático había navegado a lo largo de las costas de Chile, Perú y la Nueva España, donde había consumado grandes saqueos hundido más de 20 embarcaciones, saqueado e incendiado todas las villas y pueblos que había visitado. Covendish, con una flotilla de 3 galeones habiendo doblado el extremo austral de la América subió por toda la costa cometiendo toda clase de atentados sin lograr gran cosa en esa ocasión; pero que en el mes de Octubre de aquellos años llegó a Cabo San Lucas y se quedó a camelar al galeón de Manila, el Santa Ana, al que asaltó con sus corsarios y el que traía un valiosísimo cargamento de 700 toneladas en efectos y metálicos.

Cuentan que el Santa Ana era una verdadera fortaleza, pero venía tan cargado, y como con 400 pasajeros que no pudo maniobrar la defensa. El asalto de los piratas fue un éxito, y el barco con su valiosísimo botín fue llevado a San José del Cabo, antes la aguada segura, o esa, el estero de San José, el que era habitado por indios pericues. Allí fueron bajados a tierra como 200 supervivientes, y murieron en la batalla otro número igual de pasajeros. Ante el asombro de españoles e indios los piratas cargaron sus tres galeones con el fabuloso botín. Pero era tanto, que no cupieron todas las riquezas y tuvieron que dejar bastantes. Cuentan que los temibles piratas llenaron con oro, plata, perlas y otras cosas preciosas montones de barricas, baúles y grandes jarrones de bronce, los acarrearon en hombros, perdiéndose entre los acapules de los esteros. Que echaban y echaban viajes a ocultar los tesoros, pero que de pronto Covendish se dio cuenta que una de las pasajeras cautivas que venía procedente del Brasil, otros dicen que del Perú, traía dos hermosos árboles muy raros, que eran los acapules, los que cuidaban celosamente cubriéndolos con su manto y el pirata le arrebato el manto con lujo de violencia diciéndole ¿ que os esconder ahí?, y la joven sin contestar sin una palabra los cubría más con su cuerpo y ante la sorpresa del pirata eran los acapules, los que le arrebató; y dijo, estos árboles raros serán la señal de donde están sepultados mis tesoros. Y como la mujer se resistía a soltar los árboles ordenó que se la llevaran también rumbo a los tulares donde estaban enterrados los tesoros para plantar los árboles sobre ellos y como la mujer seguía ofreciendo resistencia y venía maldiciendo al pirata diciéndole que nunca encontraría sus tesoros y que ante su vista los árboles desaparecería, que estas riquezas serían encontradas por una persona de corazón noble.

     Esto enfadó tanto al cruel pirata, que tomándola de los cabellos, la colgó en un árbol que estaba en la vera del camino junto a donde plantó los acapules, los que eran pequeños en ese tiempo, hace casi cuatrocientos años atrás. Cuentan la leyenda que Covendish, después de consumar el espantoso crimen, enterrar sus tesoros y sembrar los árboles, incendiaron el barco, y levaron anclas  quedando la gente abandonada entre los indios, quienes afortunadamente no eran hostiles, y los ayudaron a sofocar el fuego y a la reparación del Santa Ana, en el que después de un tiempo pudieron regresar a su lugar de origen y contar los hechos. Entre estos pasajeros iba Sebastián Vizcaino quien en ese tiempo era comerciante y quien después de algunos años conociendo el camino, volvió para bautizar con el nombre de La Paz a este bello puerto.

Dice Don Manuel Salvador que a través de los siglos estos tesoros de los acapules fueron afanosamente buscados por piratas y aventureros, pero que los árboles tenían como un encantamiento, o quizás era la maldición de la mujer ahorcada, por cierto la primera ejecutada por ahorcamiento en la península, ante el asombro de los indios que no conocían esta manera de morir. No todos los que buscaban el tesoro del pirata tenían la fortuna de encontrar los árboles y los que lo hacían escarbaban y no encontraban nada, incluso el mismo Covendish los buscó durante toda su vida y se le perdía el camino, y así fue trascendiendo la leyenda de los acapules a través de los tiempos. Otros cuentan que a los cautivos de los galeones asaltados por piratas, los colgaban en estos árboles por ser tan grandes y raros, en tiempos de revueltas y revoluciones, los acapules era el lugar de las ejecuciones, fueron muchos los colgados en esos árboles, que hasta los mayores contaban que las raras lianas que colgaban de sus brazos eran las almas de ahí colgados y que en noches de luna simulaban sus cuerpos. El túnel de los ahorcados les decían a los acapules...fueron muchos los espantados por esos caminos a través de los tiempos...Don Manuel Salvador cuenta que una noche de luna andaba regando la huerta...eran como las doce de la noche, y de repente entró un fuerte y helado airecillo...los perros aullaban lastimeramente, y de pronto entre los troncos de los acapules se escuchaba un lastimero llanto y luego unos estertores agónicos, soltó el azadón y se quedó expectante, la piel se le enchinaba y el corazón parecía que se le salía del pecho...se quedó como hipnotizado viendo los acapules...de pronto, de entre los árboles salió una alta mujer vestida de largos y blancos ropajes envuelta en un manto blanco también que lo volaba el viento...fue cosa de instante...era una figura etérea que sus pies no pisaban el suelo...se fue metiendo entre los troncos de los acapules y desapareció...los perros callaron y todo quedó en silencio, nada más escuchaban el ruido del agua y el silbar del viento...fue una experiencia que nunca ha podido olvidar.

 Dijo Don Manuel Salvador que él no se quedó conforme porque aquello le hizo sentir miedo y decidió convencerse que no era cierto lo que había visto, y seguía regando la huerta a la misma hora, con la oscuridad de la noche y de lunas plateadas daba la impresión de que las lianas colgantes eran cuerpos ahorcados, pero él se mantenía firme, quería volver a ver la aparición y que no lo agarrara por sorpresa...pero a los pocos meses de aquel suceso venía él de San José del Cabo y forzosamente debía de pasar por el túnel de los acapules...todavía era temprano, apenas las penumbras y el ya no se acordaba de aquello...cuando de pronto la divisó....la mujer iba flotando dentro de él...el caminaba un trecho  y se paraba y la mujer se detenía también entonces él caminaba más recio como para dejarla atrás, pero también ella arreciaba el paso, hasta que llegaron a donde está una virgencita y la mujer se paró allí y él también y pensó no voy a parpadear porque se me va a perder...clarito escuchaba el palpitar de su corazón de pronto sintió una fuerte y rara comezón en los ojos que se tuvo que rascar y en ese parpadeo se le perdió junto a la virgen.

Otra experiencia de terror en el túnel de los acapules le paso a son Jesusito. Aquella tarde, ya a la oscurezca, don Jesús venía del pueblo rumbo a su rancho, llevaba las mulas cargadas de mandado, cuando pasaba por los acapules las lianas se empezaron a mover con el rítmico vaivén de los ahorcados, lo raro era que no hacía viento luego se escucharon estertores agónicos y una tronazón de huesos que caían al suelo. Las mulas salieron despavoridas, y a Don Jesús lo agarraron entre dos piratas y lo azotaron en el suelo una y otra vez hasta que lo soltaron. Jamas volvió a pasar de noche por ese lugar y prometio poner una virgen a la orilla del camino. Promesa que cumplió. Dice don Manuel salvador que en otra ocasión estaba sentado en las trancas del corral mientras regaba, cuando de pronto escucho un estruendo muy fuerte y no le hizo caso...los acapules estaban llenos de frutos, y luego pego otro ruido mas fuerte y a los pocos minutos vino un fuerte remolino que dio varias vueltas a los acapules hasta que cayeron al suelo haciendo un gran estruendo desconocido para el...que era como vaciaron montones de metales al tiempo que llantos, lamentos y ruidos de huesos, esa vez se asusto tanto al ver los arboles en el suelo con las raíces para arriba, que salió huyendo despavorido, y conto en su casa que los raros arboles habían sido derribados por el viento. Otro día que fue a la huerta cual seria su sorpresa que los acapules estaban en su lugar tan erguidos y hermosos como siempre pero todo el fruto estaba regado en el suelo parecía una gruesa alfombra. Son muchas las leyendas que cuentan de los acapules y muchos son los espantados que han intentado encontrar el gran tesoro del pirata Covendish hubo valientes incrédulos que pasaban la noche retando al mas allá pero otro día los encontraban con los cabellos encanecidos hablando incoherencias...de los aventados que pasaron la noche ahí cuentan que hubo uno que vio fondeado un gran galeón de cinco mástiles y otro que se incendiaba sorprendido se quedo oteando la lejanía y de repente saltaron a tierra una procesión de hombres vestidos como piratas con baúles y barricas en los hombros dirigiéndose a donde el estaba y al frente de ellos traían una mujer envuelta con un manto blanco...no lo penso dos veces y puso pies en polvorosa. Otro día fue a buscar rastro de los barcos y de los piratas pero no había nada.

Son leyendas muy bonitas pero lo cierto es que los acapules en San José del cabo ya no están...se los llevo el huracán Julliete.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
 


*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*



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