miércoles, 21 de mayo de 2014

“EL SULTAN...EL PERRO DE DOÑA CLOTI...FUE UN PERRO MANDADERO”.


            “Allá va el perro de Doña Cloti, la fotógrafa”, decía la gente al verlo caminar gallardamente con un ojo al gato y otro al garabato, con la canasta en el hocico atascada de carne y hueso, o de verduras y otras cosas...por aquellas callecitas de La Paz de antaño...por el barrio “La isla de Cuba”...en el marco de perfumadas flores, las que abundaban, los ruidos propios de aquel acontecer diario, y de las notas musicales que escapaban de las rocolas de las cantinas y billares de la época...cómo la de Don Goyito Chávez, Chula Vista y la de la esquina de la alegría, la lonchería y billares de Don Conrado de la Peña, en donde siempre estaba la perica en la puerta en espera de alguna eventualidad, y la que nunca cerraba sus puertas y la música siempre estaba tocando entre aquellos aromas de exquisito menudo, pozolada, café de talega y pan calientito.
            El sultán el perro mandadero era de ancho pecho, de gruesas patas y fuerte musculatura...sus ojos pelones parecían cargados de tristeza...tenía el fino pelaje de color café obscuro como con unos brochazos dados al descuido de color café mas claros...una mancha blanca plasmada en su grande y chata cabeza le recorría por entre pecho y  panza,  y la colita era larga y tiesa...el perro mandadero imponía respeto...no era ni fino ni corriente, mas bien parecía un boxer con sus orejas semi paradas
La nobleza e inteligencia del perro eran excepcionales...fue educado por Benito el indio zapoteco...el sultán fue un perro mandadero muy célebre, quien llegó a formar parte de la familia Rodríguez ...y fue el causante de anécdotas y cómicos comentarios en las tertulias familiares...el perro mandadero era de magnifica estampa... compañero  y seguro guardián de los niños que compartía sus juegos infantiles...Doña Cloti la fotógrafa del pueblo, le daba la canasta con el dinero y la nota del mandado dentro de ella, y le ordenaba: “ ¡Sultán ve con Don Pepe Brooks al mandado!”, y el perro muy obediente agarraba con el hocico la canasta y con su colita parada muy garboso,  al rítmico vaivén de la canasta, llegaba al tendajón de Don Pepe y haciendo cola entre el público consumidor se paraba sobre las patas traseras y ponía las delanteras sobre el mostrador dejando la canasta y pegaba un suave mugido, como diciendo “despácheme por favor”...y Don Pepe conociendo esta gracia del perro surtía la nota, acomodaba el mandado y la feria en la canasta y el noble animal se iba derechito a la casa de Doña Cloti a cumplir la encomienda.
            Los tendajones que el Sultán visitaba muy orondo para hacer las compras con su canasta en el hocico era, además de la de Don pepe Brooks, “el chamaco”, la de el gavilán, la de el rancherito, la de don Salomón Díaz la de Don Plácido Cota y el mercado Madero, principalmente las carnicerías. Doña Cloti nomás le ordenaba tronándole los dedos...” Sultán ve con fulano”...y a su regreso, al perro lo premiaba con una caricia, un hueso carnudo y un puño de galletas abetunadas que tanto le gustaban; el perro, era muy celoso con el mandado...cuentan los mayores que una vez, unos perros le quisieron armar pelea y quitar el canasto con la carne, y el sultán dejando ésta en el suelo, pelando tamaños dientes   para hacerles frente y la defendió metiéndoles buen susto a los perros callejeros, los que huyeron despavoridos...también no faltó quien quisiera pasarse de listo y quitarle el dinero al canasto pero con la mirada fulminante que el perro les echaba, con eso bastaba para que se les quitaran las intenciones.
Otras de las peculiaridades del popular sultán, el perro mandadero, era que, se traía a Benito, el indio zapoteco de las cantinas, nomás le quitaba el sombrero y corría con él  en el hocico, se lo soltaba en un trecho y lo volvía a coger y así se iba llevando hasta la casa de Doña Cloti, y Benito Furibundo tenía que venirse porque todo le podían quitar, menos el sombrero. El perro mandadero de Doña Cloti, siempre estaba en el zaguán donde no dejaba entrar a nadie. Todos tenían que entrar derechitos por la puerta del negocio de fotografía. El sultán, además de hacer los mandados y cuidar la casa, también cuidaba los niños. El perro siempre acompañaba al mercado a Jesús Salgado el cocinero de Doña Cloti y cuando éste no podía ir por alguna causa, entonces el perrito iba solo hasta el mercado a la carne. El sultán vivió muchos años con Doña Cloti en el barrio La isla de cuba, catorce o quince años según se dice, pero una aciaga mañana de invierno, el perrito amaneció triste, no se levantó de su tapete, tenía catarro...Doña Cloti lo curó con un collar de siete limones tatemados ensartados en un alambre de cobre, pero de todos modos el perrito se murió; quizá porque ya estaba viejito...lo cierto es, que este perrito fue muy popular y dejó un buen recuerdo y gran pesar en la familia Rodríguez y quienes vivieron su época.
…Y por aquellas añoradas callecitas de La paz con su canasta en el hocico…El sultán, el perro mandadero muy garboso caminaba al rítmico vaivén de la canasta rumbo al mercado madero…

“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”


  

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