miércoles, 1 de octubre de 2014

“EN EL CUARTO NUMERO SIETE...VOCES Y APARICIONES DE ULTRATUMBA”.

         “ ¡Límpiame!... ¡límpiame!... ¡lávame!... ¡qué me laves te digo!”...son voces que se escuchan en el cuarto número siete, en penumbras en cierto hospital de prestigio...son varios los espantados...de repente, sienten un escalofrío que les enchina la piel y les recorre todo el cuerpo como si les levantaran la piel hasta la nuca...es el miedo...sienten una presencia dentro de la habitación y de pronto se empieza a aparecer a los pies de la cama del enfermo la fantasmal y encorvada figura etérea de una ancianita de blancos cabellos vestida de color azul a cuadritos y muy airada señala con la mano al tiempo que dice ¡límpiame!... ¡límpiame!, ¡lávame y límpiame!, ¡qué me laves te digo!...con pasos lentos camina dentro del cuarto por unos instantes, y se va encaminando hacia la puerta metiéndose  al baño.
Esta terrorífica y escalofriante experiencia la vivieron hace pocos días, madre e hija, Seferina y Juliana, quienes estuvieron por varios días internadas en el cuarto número siete, ya que Juliana fue intervenida quirúrgicamente y su señora madre, como es lógico, cuidaba de ella. incrédula, con el rostro descompuesto, muy espantada, cuenta Doña Seferina aquellos amargos momentos vividos en ese cuarto número siete. Eran altas horas de la noche...todo estaba en silencio en aquel hospital de pasillos en penumbras y silenciosos pasos...ella se encontraba descansando en el sofá con el rostro semi cubierto con un chal...observando el cuerpo de su hija; atenta al goteo del suero, contemplaba la palidez de su rostro y el rítmico latir de su corazón...de pronto, de las sombras que cubrían el cuarto número siete, se apareció a los pies de la cama de la enferma la fantasmal figura de una viejecita encorvada de cabellos blancos vestida de color azul a cuadritos, con el rostro descompuestos por la ira...moviendo los ojos y labios al tiempo que una mano, como si ordenara algo, pero Seferina no alcanzaba a escuchar que decía.
Horrorizada, temiendo que su hija se despertara y se asustara con aquella tétrica aparición, se levantó rápidamente rumbo al baño, y ante su sorpresa, la pequeñita mujer la seguía...cuando Seferina abrió la puerta del baño la ancianita le ganó, y atravesándose a través del cuerpo de Seferina, ésta se metió al baño hasta la cortina del mismo; entonces, Seferina rápidamente cerró la puerta y no entró, quedando la viejecita dentro del baño. Todo pasó en un instante que a Seferina le parecía siglos...angustiada y temerosa, sin comprender todavía por qué pasaba esto que estaba viviendo, ella que no creía en estas cosas de aparecidos, y hasta se burlaba cuando escuchaba comentarios sobre el tema y sacando fuerzas de su amor de madre, para no asustar a su hija se acostó nuevamente echa bolita, tapándose la cara encomendándose a Dios, rogándole que no permitiera que pasara una noche más en ese cuarto, y pidiéndole por esa alma en pena. Al fin amaneció, y la claridad del nuevo día iluminó cuartos y pasillos de aquel hospital. Desde luego, no le dijo nada a la enferma ni a nadie, para que no se filtrara el comentario sobre este macabro suceso y se asustara la muchacha.
Añade Doña Seferina que al pasar por la recepción la tarde de ese mismo día, estaban varias enfermeras cuchicheando entre ellas, muy quedito, pero que alcanzó a escuchar que una de ellas, muy airada haciendo gesto con la mano decía “ ¡Les digo que aquí espantan muchísimo y no me lo quieren creer!”. Al pasar ella, la joven bajó la voz, temerosa de que la escuchara...y Seferina pensó...”Si supieran la noche que yo viví tampoco me lo creerían”. Al fin dieron de Alta a Juliana la tarde del día siguiente, pero al llegar a su casa, la muchacha le dijo a Seferina “Mamá, gracias a Dios que ya estamos en casa; no te quería asustar, pero en ese cuarto número siete del hospital, ¡espantan!.
¡Pero cómo!”, le dijo sorprendida la señora Seferina a su hija, sin contarle lo que ella vivió. – Fíjese mamá que hoy al mediodía que usted se fue a comer a la casa de mi tía, ¿recuerda que le hablé por teléfono urgiéndole que se viniera pronto y me trajera una prenda de vestir?, ¡pues era puro pretexto!, porque tenía mucho miedo; pasé unos momentos muy terribles y estaba muy solita, operada, con el suero y todo, sin poderme mover, no quise decirle nada en el hospital para no asustarla, pero le pedía a Dios que ya no pasara un día más en este cuarto número siete y llegara la noche porque no lo iba a soportar.- ¡Pero que viste hija!. –Eran como las tres de la tarde de aquel terrible día...el cuarto estaba a obscuras  y el televisor apagado...de pronto ante mis asombrados ojos se apareció a los pies de mi cama una viejita que se fue caminando junto a mis oídos con el rostro churido de coraje diciéndome al tiempo que señalaba con su mano muy airada, ¡lávame y límpiame!, ¡que me limpies te dijo!, ¡límpiame y lávame!.
Cerré mis ojos para no ver...y en silencio me puse a orar...no podía creer lo que estaba sucediendo, en pleno siglo XXI, y que yo una profesionista a mis escasos veinte años viviera esta macabra experiencia. Estaba rezando con los ojos cerrados y la orden se seguía escuchando, hasta irse apagando poco a poco...luego, todo quedó en silencio...no quería abrir los ojos...así me quedé por un buen tiempo...después de un rato que me pareció una eternidad, la puerta se abrió y escuché la voz más hermosa y amada de mi vida que deleitó mis oídos, alegró mi corazón y volvió la calma a mi alma. – Ya estoy aquí hija...aún así no abrí los ojos...y usted creyó que yo dormía...pero no era así me aguanté de no decirle nada para no asustarla. Así es que, mutuamente, madre e hija que vivieron esta experiencia, no se querían asustar.

...Por las dudas...ten mucho cuidado con los cuartos números sietes en los hospitales...más vale que te vayas persignado, no te vayan a espantar...

“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”


Este trabajo fue publicado, hace más de 10 años en el periódico “El sudcaliforniano” revista “Compás” y programa de radio “Contacto directo”







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