sábado, 18 de mayo de 2019

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA ALCARAZ

“DON MANUEL VERDUGO CONTRERAS...DEL RANCHO EL ANCON VIGOROSO RANCHERO...PILAR DE SUDCALIFORNIA”.
Los cactus en imploración perpetua y desértica vegetación a la vera de agrestes y pedregosas brechas de bellos contrastes, iban quedando atrás...a lo lejos se miraba el ondulante camino, los frondosos árboles palo verdes en flor, y en la cumbre de una loma blanqueaba la estructura de la capillita “Sagrado Corazón de Jesús”, construida con el esfuerzo de los habitantes de esa comunidad, dando la bienvenida al visitante con el alegre tañer al vuelo de las campanas...esa tarde soleada de primavera en “El Ancón” pintoresco y risueño poblado fundado como rancho desde el siglo antepasado por la familia Verdugo, y que al paso de los años se ha convertido en un progresista pueblito, donde habitan unas 75 gentes compuestas de 18 familias.
Aspirando el aire fresco con aroma a flores silvestres, don Oscar López Arvizu, su esposa Alicia y quien escribe, llegamos al rancho. A la entrada del Ancón, sobre una pequeña loma esta enclavado el hogar de don Manuel Verdugo Estrada, y su apreciable familia, su hija Lucia, su nieto y su esposa de Ramón Arturo, María Luisa, así como sus bisnietos: Sebastián, y dos lindas y perfumadas flores del campo las señoritas Sonia y Carmelita, además de la encantadora Alejandra de 2 años de edad que hacen la alegría de Don Manuel y demás miembros de la familia en el acontecer diario en esa vida sencilla y campirana. Don Manuel, muchacho de la tercera edad, digno exponente del ranchero sudcaliforniano, honrado, hospitalario, bromista, con el chiste o anécdota a flor de labios, con un sentido del humor que asombra, de una lealtad a toda prueba y respetuoso de la palabra empeñada, así es el hombre del campo, el auténtico ranchero sudcaliforniano que gracias a ellos que han soportado con estoicismo las adversidades, han forjado nuestra patria chica.
La familia Verdugo Avilés encabezada por don Manuel y doña Lucia, nos recibió con gran alegría, demostrando el cariño que sienten por don Oscar y su esposa, ya que los unen fuertes lazos de amistad de muchos años. En ese ambiente de sincera cordialidad, entre fumarolas, aromas a café de grano y té de damiana, con añoranza don Manuel Verdugo dijo que él ve pasar los días, meses y años tranquilamente sin sobre saltos en su rancho El Ancón, con sus recuerdos de mejores tiempos, paseando su mirada contemplativa y sus pensamientos en estos montes y valles, raras veces sacudidos por ciclones, otras veces por sequías, donde deambulaba el inquieto pericú, el industrioso Guaycura, y el pacífico Cochimi al vuelo de las flechas, cazando venados y recolectando raíces y frutos silvestres para su alimento diario; así como todos sus antepasados perdiéndose sus huellas y voces entre serranías y bosques. Rancho, que quiere tanto, donde nació un día de la Independencia de México, 16 de septiembre de 1913, y ha vivido toda su vida ya que fue fundado por su tatarabuelo en el siglo antepasado.
Continuó diciendo don Manuel, que antes había mucho ganado en la región, y era muy llovedor, vistiéndose el campo en pocos días de verde y florida alfombra, y convirtiendo cada rancho en ríos de leche que la habilidad de los rancheros transformaba en quesos sabrosos y nutritiva mantequilla y todos sus derivados. Estas sequías que se viven ahora, no las había tan fuertes en otros tiempos. En tiempos buenos, se daban el lujo de matar una res para consumo familiar cada 15 días, y el menudo y las vísceras hasta las tiraban. Con plena satisfacción, don Manuel dice que él fue delegado de El Ancón durante 40 años...son muchos los gratos recuerdos y vivencias; había en aquel tiempo 75 gentes, pero en todas las comunidades aledañas al ancón; ahora son 75 gentes, pero solamente en el Ancón y pura familia Verdugo. Suspirando exclama don Manuel ¡que vida tan sana y tan bonita la del ranchero...y más en aquellos tiempos, sin muchas complicaciones!
Una de las debilidades del ranchero sudcaliforniano, es tomar café de talega, acompañado de galletas marineras y jugar malía y al póker, mas en tiempos de lluvia mientras se escucha el alegre chipi chipi en los techados...acariciar las cuerdas de la guitarra y entonar hermosos corridos bajo los árboles o bajo la lápida celeste tachonada de estrellas enmarcados con el canto del grillo y aroma a flores serenadas por el rocío...la ambición del ranchero solo exige de la madre naturaleza lo mas elemental para subsistir que es un pedazo de tierra para plantar su vivienda y enterrar sus raíces y el corazón y que tenga suficiente agua; lo demás lo pone Dios a través del esfuerzo y el ingenio del hombre. Dándole una larga chupada a su cigarro, recordó entre tantas anécdotas de su largo peregrinar en la vida, algo muy gracioso que le sucedió: resulta que hace muchos años visitó el Ancón un falluquero, y de entre todas las cosas que vendía, traía café crudo, el que ellos no conocían su procedimiento para tomarlo, ya que estaban acostumbrados a tomar el té de damiana, el que crece generoso en ciertos lugares de la región. Le compraron un kilogramo de café al falluquero, y su esposa Elena lo puso a cocer como si fuera frijol, pues nunca se coció el mentado café por más cargas de leña que le metían. A los ocho días que volvió el falluquero, todavía no se cocía el café.
El vendedor no lo podía creer. Atacado de la risa tuvo que enseñarles su proceso, y desde entonces no le pierden el gusto al café de talega. Fue una cómica anécdota muy comentada entre los rancheros, que todavía algunos recuerdan esta puntada. Cuenta también, que había un profesor que daba clases en la escuelita rural de “Las Calabazas”. Este maestro acostumbraba a viajar en una bicicleta y se distinguía por su puntualidad, pero en una ocasión, los niños esperaban al profesor bajo el árbol inútilmente, ya que éste no llegaba, cosa rara en él. A media mañana fue llegando el maestro todo revolcado con la bicicleta en el hombro, pues había chocado con un coyote que se le atravesó en el camino. Los alumnos no se la acababan de la risa, así como los padres de familia de los alrededores.
Don Manuel Verdugo y su familia, desde sus mayores son personas de aquellas que se rigen por el cumplimiento de la palabra empeñada, quienes en lugar de una firma en el papel, se arrancaban un cabello del bigote y lo dejaban en prenda. Son de los rancheros que se han entregado por generaciones en cuerpo y alma a la ardua tarea de poblar de ganado montes y valles preservando para su beneficio una riqueza de muy precaria subsistencia, pero que no pierden la fe. Con una sonrisa juguetona don Manuel contesta cuando le preguntan ¿cómo está don Manuel?, yo bien, jodidos otros. El ranchero sudcaliforniano merece respeto y admiración. Es vigoroso pilar de sudcalifornia, por su obra callada y persistente, por su constancia ejemplar en la tarea de hacer patria en los lugares más inhóspitos y apartados, dando vida a los sitios mas increíbles que no abandona por razones de comodidad, sino cuando la subsistencia es ya imposible. El ranchero sudcaliforniano es y ha sido el más firme sostén de nuestra dignidad, y el más apasionado defensor de la libertad. Rancheros fueron los hombres que brindaron su apoyo al gran patriota Mauricio Castro, que acaudilló la lucha en contra de los invasores norteamericano en 1847 (aunque Valadez dice otra cosa); rancheros fueron los integrantes del Ejercito que al mando de Manuel Pineda y José Antonio Mijares, derrotó a las huestes norteamericanas, en la acción de armas de cerro amarillo en el pueblo de Mulegé en la invasión ya citada. Rancheros fueron también los hombres que han defendido la península de piratas y filibusteros. Rancheros fueron los que a las órdenes del general Manuel Marquez de León se levantaron en contra del porfiriato. Rancheros fueron quienes a las órdenes del general Félix Ortega se levantaron en armas en contra del traidor Victoriano Huerta. Por mencionar algunos de los rifleros Hilario Pérez, Martiniano Nuñez y Manuel Gonzalez entre tantos bragados hombres que se la partieron en defensa de nuestro nacionalismo, y también la guerrillera Catalina Gutiérrez de Nuñez.
El ranchero es excelente jinete y buen amansador de bestias, profesa un gran respeto hacia todas las formas de parentesco, pero ninguno es tan grande como el que siente por quienes son sus compadres. Es de sonrisa franca y mano extendida. Los ahijados quieren y respetan a sus padrinos como si fueran sus padres, y lo más importante que los distingue es esa cultura que tienen de venerar con respeto y consideración a los ancianos. La soledad del monte ha forjado su espíritu, y moldeado su carácter; además de su familia, ama todo lo que le rodea, las montañas, el cielo, su casa, los árboles, el aguaje, los pájaros, el corral, y sobre todas las cosas quiere entrañablemente sus bestias de montar y a los ganados que le dan la vida, aunque ahorita están pasando muy malos momentos por la sequía. Don Manuel Verdugo a sus 87 años de edad se conserva gozando de cabal salud, tomando su tecito de damiana, endulzado con panocha, y dice que lo único que le estorban a él son los años.
La tarde empezó a morir, dando paso a las penumbras...el canto del grillo se escuchaba...de pronto, se ofreció un espectáculo maravilloso ante nuestros ojos en el firmamento, el refulgente disco dorado de la luna llena, parecía que emergía de las aguas en la inmensidad del mar...el cielo se empezó a tachonar de centellantes estrellas...luego, emprendimos el regreso a nuestro lugar de origen...como sombras fantasmagóricas el caserío dormido del rancho el Ancón iba quedando atrás. Divisándose a nuestras espaldas como un punto lejano la hermosa capillita sobre el lomerío iluminado a la luz de la luna. Por si no lo sabían o no lo recuerdan, el primer domingo de marzo fue el día del ganadero o ranchero sudcaliforniano ¡felicidades tardías a todos los rancheros del Estado!

…y a la luz de la luna bajo el cielo tachonado de estrellas, el ranchero sudcaliforniano rasga las cuerdas de su guitarra, enmarcado con aquel ambiente campirano aflorado con las florea silvestres…

…por el placer de escribir…recordar…y compartir…

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