viernes, 6 de enero de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“MUJERES DE NIVEOS ROPAJES, DE PASOS SILENCIOSOS...DE AYER...Y DE HOY”.



            Las mujeres californianas parían sus hijos solas en el monte, colgándose de un árbol y en cuclillas, solo con la bendición de Dios. En el siglo antepasado, se inauguró el Hospital Salvatierra, antes, había instalaciones modestas que hacían la función de hospital, donde es ahora el Palacio Municipal, y los heridos o enfermos los trasladaban en carretones que la hacían de ambulancia, y eran atendidos con la invaluable ayuda de la enfermera empírica. En épocas pasadas, los mayores por tradición de familia dominaban el conocimiento de la medicina herbolaria. En cada pueblo, ranchería o barrio había la curandera, y la partera o comadrona...pocos médicos se conocían, y los que había, diagnosticaban con exactitud por el iris del ojo, y recetaban medicamento herbolario, cucharadas, preparadas con polvos, y pomadas, después recetaban las cafiaspirina y la zulfadiacina. De las enfermeras mas antiguas que se recuerdan y que sin duda antes que ella hubo muchas, con la misma entrega y calidad humana, doña DIONICIA VILLARINO ESPINOZA, “la coronela”, mujer heroica que prestó valiosos servicios de inteligencia a la patria en épocas de la Revolución Mexicana. Doña Nicha, como cariñosamente se le llamaba, es sin duda alguna la exponente de la mujer sudcaliforniana, y tal vez fue la primer enfermera y partera empírica en la península que obtuvo un reconocimiento oficial, lo que viene a ser un título de enfermera, difícil de obtener en aquella época.

            La patriótica Doña Nicha, ayudaba y curaba a los heridos en batalla, era la partera de las soldaderas durante la revolución de los Orteguistas en 1913. En 1932, el Delegado de Santa Rosalía le extendió un certificado de conocimientos prácticos de obstetricia.

            Mujeres de blanco, de pasos silenciosos, de dulce mirar, de ayer y de hoy, las que cuando salió al mercado la penicilina por primera vez por la década de los 40 recorrían de casa en casa inyectando enfermos cada tres horas con su cajita de inyectar con jeringas de vidrio, las que previamente hervían en encaladas hornillas entre humos de tizones, por que no había la comodidad de la estufa de gas, ni jeringas desechables. Mujeres de blanco, por dentro y por fuera, quienes con sus atenciones y palabras de aliento arrancaban vida de las garras de la muerte, o como los mismos ángeles los reconfortaban a bien morir. Lo mismo era en lujosas mansiones como en humildes chozas o en el campo, que al rasgar el vientre de aquellas valientes mujeres, el dolor quedaba acallado por el llanto del niño que rompía el silencio naciendo a la vida, quedando plasmado para siempre en el corazón de la madre, que con la ayuda de las morenas y hábiles manos de la partera o comadrona estaban prestas a recibirlo; quienes después de un recorrido de grandes distancias con la sonrisa a flor de labios para cumplir con la noble vocación de servir recibiendo gozosas a cambio de sus valiosos servicios alguna moneda, un guajolote, pollos y demás productos propios de la región...y si la ocasión lo ameritaba simplemente se conformaban con recibir la gratitud de la madre.

            La yaquecita Doña María Ignacia Chávez de Cienfuegos, fue la primera partera del barrio El Esterito, así como de  los fundadores del mismo barrio, quien trajo incontables niños al mundo. Doña Lucrecia Amador, Chayito y doña Natalia Beltran, las comadronas que vienen a mi mente de la época de oro de Sudcalifornia, cuando las mujeres parían en la comodidad de su hogar.  Mujeres de níveos ropajes de silenciosos pasos, que con su sonrisa y palabras de aliento hacían sentir seguridad al enfermo...mujeres que con sus finas manos y atenciones salvaron vidas o en su caso cerraron los ojos de quienes llegaban al final de su destino en la vida...ángeles en la tierra a través de la mano de Dios. Por la década de los 20, la tuberculosis se enseñoreaba en la península, principalmente en esta ciudad de La Paz...por esos mismos años, el hermoso edificio de piedra donde antes fue el sobarzo, luego Delegación, después estación de bomberos y en la actualidad es Biblioteca, fue construido por esos años, por el general Mezta, y sirvió de hospital para atender a los enfermos de tuberculosis de la época, posteriormente, se construyó el preventorio antituberculoso donde se atendía a los hijos de quienes padecían este terrible mal, luego se fundó el hospital Blanco Roberto Coch, donde actualmente está el Hospital Salvatierra, y los enfermos también, eran atendidos por las abnegadas enfermeras  empíricas que a riesgo de su vida les prodigaban amor. Vienen a mi mente aquellas mujeres de blanco, tan queridas y respetadas por todo el pueblo: Magdalena Verdugo, Toñita Meza, Enriqueta Cardoza, Encarnación Ojeda, María Luisa Cabrera, Esperanza Rivera, las madres carmelitas, Lucia Angulo, Leonarda Larios, María Mercedes Victoria, María Gómez, recientemente fallecida, María Piñuelas, Carmelita Sandoval, Alejandrina Lizardi, quien fue la partera de las mujeres de los trabajadores de la Tenería Suela Viosca, en aquella época al lado del doctor Augusto Olguín Emilia Geraldo, Adelina Flores y Anita Ruibal Cosca, quienes adquirieron sus conocimientos prácticos de los doctores: Pedro Dominguez, Corsen, De Los Cobos, Federico Cota, Armando Serrano, Rodríguez Cota, Enrique VonBorstel, Ajuria, Francisco Cardoza Carballo, Romeo Gamboa y Vallarino Kelly, entre otros ameritados médicos.

            Nuestra bella tierra peninsular es cuna de luchadoras e incontables mujeres con un valor moral, bondad y espíritu de lucha inquebrantable a toda prueba, quienes por diferentes caminos han desempeñado un papel importante y trascendente en beneficio de quienes mas lo necesitan; pero la que abraza la sacrificada y noble profesión de enfermera, son como los mismo ángeles en la tierra guiadas por la mano de Dios quien plasma en su corazón la bondad y en su mente el entendimiento. Debido a las necesidades y crecimiento de la población, se fundó en esta ciudad capital el 12 de noviembre de 1958, “LA UNION MEDICA” por el rumbo de donde es la chilera, y ahora es un hotel, iniciando con 19 camas, 6 cuneros y 6 camitas, dirigida ésta unión médica por el doctor Enrique Vonborstel Labastida. Así nació el Instituto Mexicano del Seguro Social en La Paz, al frente de éste prestigiado instituto el mencionado doctor Vonborstel y la siguiente plantilla de médicos, enfermeras y demás personal que fueron los fundadores: Francisco Cardoza Carballo, Eduardo Ajuria, Romeo Gamboa Navarro, Carmelita Rodríguez, Guillermo Vallarino, quien estuvo poco tiempo; Armando Serrano, Juan Manuel Ansaldo Oliva. Como anestesiólogo Juan Angel Cordero, químico laboratorista Manuel Siurob; primer médico interno Carlos Cornejo Luna. Como secretarias Gloria Moreno Romero, quien tenía 14 años. Como Almacenista, Cecilia Ramírez Gastelum. Farmacia, Rosalba Díaz, la popular “chata”, y Socorro Angulo Hirales. Las cocineras: Alta Gracia y tula Orozco, así como Socorro Ortega.

            La primera ambulancia del Instituto Mexicano del Seguro Social era una antigua Willi y sus choferes fueron Ricardo Valadéz y Humberto Zárate; en mantenimiento eran José Flores y Refugio Hirales “El Curucho”. Mujeres de blanco, de pasos silenciosos de tierno mirar, que hicieron sus prácticas en el Hospital Salvatierra, excelentes enfermeras fundadoras del IMSS, con amor y calor humano al servicio de los demás: Adelita Gutiérrez Marquez, Lucia, Rosario y Amalia Angulo Hirales, Marta García Collins (partera), Gloria Alfaro, Tomasita Orozco Agúndez, Cecilia Angulo, Cecilia Hinojosa y la inolvidable Olga Rochin. El Supervisor lo fue el Doctor Corsen Luna y el administrador Miguel Galvan de la Mora. En el archivo, el eficiente e inolvidable Manuel Taylor “Manelichi”. Importante era también la limpieza del naciente instituto y los activos muchachos que realizaban esta noble función fueron Berta Arreola, Cecilia Murillo, Gabina y Ramona Carballo, Angelita Avilés, y Francisco Martinez, así como en Lavandería estaba Juan Alvarez. Adelita Gutiérrez, enfermera jubilada fundadora del IMSS recuerda que la primer paciente de la UNION MÉDICA fue una señora con achaques que estaba embarazada.

            Cuantas anécdotas y experiencia se han vivido a través de los años en las diversas instituciones de salud, donde la enfermera es el punto clave para el trabajo efectivo del medico...mujeres de blanco, de silenciosos pasos que inundan los pasillos de hospitales y clínicas, que son un bálsamo para el sufrimiento del ser humano.

            Muchas felicidades a la licenciada Silvia Salazar Salazar quien recientemente acudió al llamado del Señor, fundadora de la Escuela de Enfermería en La Paz. Felicidades asimismo a todas las enfermeras, y enfermeros de todo el Estado de Baja California Sur y de todo el mundo.

...mujeres de blanco...de pasos silenciosos... y tierno mirar…


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir


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