jueves, 30 de marzo de 2017


LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.

“UN FORJADOR EN LA PAZ...DON RAMON BRISEÑO...FUNDO EL PRIMER MOLINO DE NIXTAMAL, LA PRIMER TORTILLERIA Y MUCHO MAS”.


Por la década de los 30...el pequeño buque “El Blanco” perdía su velaje en el embravecido mar, transportando a esta ciudad de La Paz, al señor Ramón Briseño, su esposa Lupita Rodriguera y sus hijos, procedentes de Mazatlán Sinaloa. Venia a ocupar el puesto de celador de aduana...eran tiempos de bonanzas, de perlas, oro, plata, cobre así como la ganadería y el comercio estaban en su apogeo. Atraídos por esta tierra de misterio, promesas y leyendas, llegaban gentes de todas partes, principalmente de Nayarit, Sonora y Sinaloa, a sepultar sus raíces y unirse a su desarrollo, económico, social y cultural.

            Don Ramón Briseño fue un hombre muy entusiasta y emprendedor. Al llegar a La Paz, luego luego se dio cuenta que trabajando también en otras cosas se podía hacer dinero y vivir mejor. Le compro la concesión de la primer fábrica de hielo en La Paz a don Arturo C. Nalh. Puso su negocio donde es ahora el estacionamiento de La Perla de La Paz; y como ya tenia el hielo, también fundo la primer refresquera, “kiss” se llamó el refresco que elaboraba, y en una carreta con la ayuda de Jesús Mendoza “el cu – cu” vendía el hielo y el refresco de casa en casa así como en los tendajones de la época. La caja de refrescos de sabores de fresa, naranja y piña con 25 “burritas” costaba 0.25 centavos...y cada refresco ya helado a 0.5 centavos. Fue un alboroto en La Paz, el hielo y los refrescos...además, Briseño les dio la idea a los carpinteros del ayer como fabricar cajones forrados con láminas para que sirvieran como hieleras, las que retacaban de aserrín para enfriar refrescos. Luego salió la cerveza, decreciendo la venta de “burritas y medias de tequila” aunque en menor escala. Cuando don Ramón Briseño salía de su trabajo de celador de la aduana, entregaba el hielo a domicilio con la ayuda de sus hijos bajo la vigilante mirada de doña Lupita, su fiel esposa.

            Debido a la demanda del hielo y refresco, el señor Briseño compró una “troca” ya que vendía el hielo y el refresco Kiss hasta las poblaciones aledañas, como Los Planes y Todos Santos. Las barras de hielo las metían en costales retacadas de aserrín para conservarlas. En 1936, se inauguro el antiguo Mercado Madero y debido a las necesidades de la época, Briseño también fundó una fábrica de velas y veladoras...carruajes, carretas, caballos, recuas de mulas, así como algunos troquecitos y carros modelos T, aquellos de “cran”, circulaban por las empedradas y polvorientas calles de La Paz...y cuando se escaseaba el hielo en La Paz, Briseño lo traía vía marítima en los barcos mercantes de Topolobampo y Guaymas. Motivado por la segunda guerra mundial, como en todas partes del país, había crisis en La Paz, aunado a las enfermedades como la tuberculosis y la muerte de los placeres perleros...y era poco el dinero circulante, pero don Ramón Briseño realizaba el comercio del trueque. Cambiaba sus mercancías, por productos propios de la región, como perlas, oro, plata, guacales de panocha, quesos, carne seca, bolas de cera de panal de miel de abeja, flores, fruta y hortaliza de los huertos familiares, bordados, canastas tejidas de palma, gallinas y pollos, chivos y hasta puercos, los que a su vez vendía en el mercado Madero, o de casa en casa.

            Luego, para sorpresa de los habitantes de La Paz, don Ramón puso la primer paletería “Briseño” y La Paz fue creciendo...y don Ramón también fue creciendo con sus empresas familiares...los hijos del matrimonio Briseño Rodriguera son: Guadalupe, Ramona, José Ramón “El Chepe”, California y Rosalba; quienes al parejo con su padre ayudaban en las labores de estas industrias. De la ciudad de Guadalajara, Jalisco, don Ramón se surtía de materias primas para las necesidades de sus negocios; maquinaria, colorantes, pabilo, gas butano, corcholatas, parafina, etc.

            Con gran regocijo, las mujeres sudcalifornianas de la época recibieron la grata noticia de que don Ramón fundó el primer molino de Nixtamal en La Paz, “El sinaloense” se llamó... ¡qué hermosos recuerdos me traen ese molino!!...”¡nanita, nanita, dice la gente que  hay molino de nixtamal con Briseño!” gritaban mis hermanas muy contentas, pues ya no molería tres bateas de masa para las tortillas cada una en el molino casero. Desde entonces, al morir la tarde, sobre el pretil de la encalada hornilla quedaba el balde lleno hasta los bordes de nixtamal tapado con una servilleta de manta, bordada de lindos arreglos florales a punto de cruz, y bajo las cenizas en la hornilla el rescoldo de encendidas brazas que prenderían la lumbre al amanecer del día siguiente...y a un lado del pretil custodiando celosamente el balde de nixtamal dormía mi inolvidable y fiel amigo, compañero de juegos de infancia, mi perro viejo “EL PACHUCO” de gratos recuerdos y abundantes anécdotas en la familia. El canto del gallo nos sorprendía a mi abuela, el perro y yo por aquellas empedradas callecitas de La Paz...a esa hora de la madrugada...los techados humeaban y entre olores a café de grano las mujeres del ayer, con las escobar elaboradas de varejón de dátil, barrían las calles, frentes y patios de sus hogares, por que esa era la costumbre...y el tong tong de los molinos de viento y el chirriar de rondanillas jalando agua del pozo, apagaban el ruido de nuestros presurosos pasos sobre la hojarasca...íbamos al mercado Madero a la compra diaria, el que abrían a las 4 de la mañana y al novedoso molino de nixtamal El Sinaloense; no sin antes de pasar a la lonchería de Don Conrado de La Peña a tomar un vaso de café de talega con nata y pan calientito...entre aquellos aromas a menudo, pozolada, tamales, machaca y empanadas, enmarcados de lindas y modernas canciones en la rocola.

            La lonchería siempre estaba abierta y con la música tocando...era la esquina de la alegría en La Paz...tiempos que no volverán. Interminables colas se hacían en el molino de Don Ramón Briseño...a mis escaso 5 años, temblorosa de frío, metida entre los largos ropajes de mi abuelita, olorosos a ceniza y tabaco, y el pachuco echado a nuestros pies, esperábamos turno...!que tiempos tan bonitos!...toda la gente de La Paz era como una gran familia...todos se conocían. El punto de reunión a esa hora de la mañana para la gente de todos los estratos sociales, era el mercado Madero y el molino de nixtamal El Sinaloense. En el marco de aquellos ruidos mañaneros propios del mercado, el zumbar del molino, el grito del baratero cumbre que se escuchaba de puerta a puerta del mercado... ¡pásele marchantita!... Hermosas telas a 3 pesos el corte, tápalos y medias de canutillo a tostón, franelas, cabezas de indio y tuzor...afiladas de cuchillos de los carniceros, golpes de machetes sobre los huesos en un tronco, arrastre de cajones de frutas, verduras y guacales de panocha, el zumbar de licuadoras de chocomiles del español y el cepillo de don Trino Osuna raspando hielo...el estira y afloja de los precios, entre humos de cigarros y olores a café de grano y pan calientito.

            Don Ramón Briseño, originario de Nayarit, fundó así mismo en La Paz la primer tortillería “Briseño”, la primer florería, la primer vulcanizadora, el primer salón de belleza, y el primer yonque “El Chepe”...72 años tenia don Ramón Briseño cuando la madre tierra le cobro su tributo a quien le amó tanto, dejando imborrable huella, y gratos recuerdos en los habitantes de La Paz de ayer y de hoy.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…



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