lunes, 29 de enero de 2018

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZÁRRAGA ÁLCARAZ
“LOS CARNAVALES DE ANTAÑO...CASCARONES CONFETIS Y SERPENTINAS”.
El carnaval, es uno de los festejos tradicionales más antiguos con raíces en Europa medieval. Fiesta pagana que antecede a la cuaresma. Aparece este festejo según crónicas europeas a partir del siglo XVI, como la adoración de la carne y el licor; también conocida como “carnestolendas”. Estas fiestas fueron celebradas en la antigüedad en las mansiones de las altas esferas sociales, que así se preparaban para la ausencia de la carne de toda clase en la semana mayor. En el estado de Baja California Sur los carnavales lo instituyeron los franceses a su llegada a Santa Rosalía desde 1885, cuando llegaron a la explotación de sus minas en el boleo, toda una época de historia en la península.
Y en La Paz se tiene memoria del primer carnaval que inicio el 14 de Febrero de 1904 con el programa escrito por el poeta sudcaliforniano don Filemón C. Pineda; siendo el primer numero el domingo 14 a las cuatro y media de la tarde con la llegada de “Torote Ciruelo” rey del carnaval, y la reina, la hermosísima señorita María Labastida, acompañada de su corte real formada por la señoritas Jesús Moreno, Margarita Silver y María del Carmen Sánchez Ordaz, así como de los jóvenes Gilberto Isais, Reynaldo Ojeda, y Lucio Salgado. El acto se verifico en la escalinata del muelle fiscal donde descendieron de la carroza real, la que fue adornada por el capitán de la marina mercante don Adolfo Labastida, y remolcada por el barco el “París”. Según el periódico semanario, la Baja California del 20 de febrero de 1904. Desde entonces esta costumbre de las fiestas carnestolendas se arraigo en la paz. Y cuentan los antiguos, que los festejos del carnaval de la reina y su gran comitiva llegaba por el mar, y luego Y según cuentan los mayores, los festejos de carnaval se realizaban siempre en la plazuela o Jardín Velasco; era y es la fiesta más importante del año en La Paz, donde todo era sana alegría, no había tiempo de dar cabida a la tristeza...la música y las mascaritas inundaba todo el pueblo desde temprana hora. En mis tiempos, época dorada de la década de los 50, de romance, de serenatas, de barcos mercantes, molinos de viento y tantas cosas bellas, en la mayoría de los hogares había gallineros repletos de gallinas ponedoras...gallinas contentas cortejadas y pisadas por el gallo, que dormían tranquilas, y desde luego el huevo era muy sano, lo que era el desayuno diario de las familias sudcalifornianas, y el cascarón era celosamente cuidado para las tradicionales fiestas carnestolendas, y en la gran canasta tejida de cogollo de palma colgada estratégicamente en la viga del techo del corredor arropado de perfumadas enredaderas y emparrados, lucía atascada de cascarones durante todo el año...los que serían preparados por toda la familia en vísperas del carnaval...!y que carnavales señores!...tan sanos, tan alegres que se realizaban en la plazuela o jardín Velasco.
En los carnavales del ayer era una tradición que en la mayoría de los hogares se arreglaban los cascarones pintándolos con palo de Brasil y cascaras de granada y lomboy, lo que era motivo de convivencia familiar, era muy divertido, participaban en este tradicional arreglo de cascarones desde la abuelita hasta el perro el pachuco que se echaba a sus pies a observar la labor que se realizaba. Los adultos preparaban la tinta de palo de brasil, y el engrudo; y los niños se encargaban de retacar los cascarones de confeti y cubrirlo con un pedazo de papel de china pegándolo con engrudo. Cuando las cajas de cascarones estaban repletas, se repartían entre los miembros de la familia y generalmente les tocaba a cada quien una gran bolsa de papel estraza llena de cascarones, los que debían alcanzar para todos los días de carnaval, de aquellos añorados tiempos carnavaleros que los chamacos no entendían por qué eran estas fiestas tan bonitas de sano disfrute familiar, el que empezaba con elegir las candidatas a reinas y el rey feo.
Conseguir el permiso de los padres de la candidata a reina era todo un reto. Generalmente eran dos candidatas, una jovencita de la alta sociedad y otra de clase media, porque antes no había gente tan pobre en La Paz, una quedaba de reina y la otra era su princesa. Mediante colecta de dinero en toda la ciudadanía, comerciantes y clubes de servicios, como Los 20-30 y Cámara Junior, los que se esforzaban en presentar los más bonitos carros alegóricos y comparsas...algunas que se recuerdan “Las bastoneras”, “biruta y capulina”, “Blanca nieves y los siete enanitos”, y “La tremenda corte”. Cada semana Se hacían el conteo de los votos, el que empezaba un mes antes del carnaval. Bonitos bailes se organizaban cada semana en el palacio de gobierno frente a la plazuela, mediante la venta de claveles a los muchachos, se recababan fondos y así tenían derecho a bailar con las jóvenes, estos estaban amenizados con las bandas de don Rafael Castro y Don Luis Gonzalez y demás músicos del ayer, donde presentaban a las candidatas con el fin de recabar votos, ya que se organizaban concursos de baile, y canto y acudía toda la gente del pueblo a esta fiesta de sana diversión hasta que el cuerpo aguantara, y al final, hacían el conteo de votos y eso era lo emocionante para la próxima semana y la que recaudara más dinero, era la que salía de reina y princesa electas.
El sábado de mal humor era fiesta en toda La Paz. Desde temprana hora paseaban el mal humor con estruendosa música carnavalera por todos los barrios, seguidos de mascaritas, chamacos, las bandas de música y hasta los perros y se les iba uniendo la gente hasta llegar al palacio de Gobierno donde lo colgaban en el balcón y el que era quemado después que la máxima autoridad daba lectura al cómico testamento, el que era publicado en los diarios locales. La plazuela lucía atascada de gente, las calles 16 de Septiembre, Madero y Revolución eran cerradas hasta la 5 de Mayo, luego empezaba el baile, el que se ponía a todo dar, amenizado por las famosas orquestas de Mariano Mercerón y Ramón Márquez así como las ya mencionadas de Don Rafael Castro y de Don Luis González y la música se escuchaba por toda La Paz...hubo ocasiones en que presentaron artistas de renombre como Amalia Mendoza, Lola Beltran, José Alfredo Jiménez y los Tres ases, entre otros de gran prestigio. Las fiestas de carnaval eran un sano esparcimiento familiar. No se vendían bebidas alcohólicas. Frente a la plaza había un restaurantito, “Mi preferida”, de doña Pachita Díaz de Espíndola, madre de los tres reyes magos, Gaspar, Melchor y Baltazar, respetable señora muy estimada por la sociedad porteña y famosa por el exquisito menudo que vendía. Estaba también el güero Wilson con sus sabrosas tortas y taquitos dorados y enmarcaba aquella alegría la romancera y tradicional nevería Flor de La Paz, de gratos recuerdos. ¡Que carnavales señores! El domingo por la mañana era coronada la reina electa, en el Teatro Juarez, así como sus princesas. Y desde el domingo, lunes y martes, era alegría total en todas las familias de La Paz. Todos andábamos muy felices. Venían gentes de los ranchos y demás poblados aledaños a disfrutar el carnaval. Todo mundo estrenaba ropa nueva.
Sastres y costureras tenían mucho trabajo. Por lo menos un vestido diferente para cada día de carnaval se estrenaba toda la familia. En casa vendían hasta las gallinas para la compra de telas y moños y otras cosas para esas fiestas carnavaleras, que no se necesitaba mucho dinero para divertirse sanamente ya que no había vendimia de tanta cosa, se acostumbraba que al salir a cualquier baile, la gente se iba con la barriga llena. En la Nevería La Flor de
La Paz, se compraban exquisitas nieves si acaso, se iba a bailar y a divertirse, no a comer.
A las cuatro de la tarde paseaban la reina y su corte por toda La Paz, en hermosas carrozas adornadas con flores naturales de buganvilia, zinnias y sempazuches así como papel de china y crepé, y la gente sacaba a las banquetas las rechinadoras poltronas para verlos pasar. Había verdaderos artistas que arreglaban los carros alegóricos bellamente, entre ellos, la inolvidable Doña Nachita Estrada y el mazatleco Don Alfonso Cornejo...carros que iban seguidos a pie de la cochi, orquestas, comparsas, mascaritas, uniéndose la gente hasta llegar a la plazuela donde se daban cita toda la gran familia sudcaliforniana y empezaba el baile por los cuatro lados de la plazuela con sus debidas orquestas; y mientras que los abuelitos y los padres estaban en las bancas con un ojo al gato y otro al garabato, las muchachas daban la vuelta en el jardín por el lado izquierdo y por el derecho los varones quebrándose cascarones mutuamente y tirándose serpentinas y confeti entre coqueteo y coqueteo, quedando el piso como colorida alfombra de serpentina y confeti, mientras que los niños hacían su agosto con su bolsa de cascarones. Había un señor llamado don Basilio, que era sordo y rentaba sillas de extensión a 20 centavos la hora, así como vendía cascarones a 3 por diez, serpentinas y espanta suegras. La mujer de lunitas y la señora Flores, rentaban disfraces. También se jugaba a la lotería y había puestos de pan, gorritos, y mascaras. Recuerdo una leyenda que decía en un gorrito que traía una muchacha “para todos hay, pero se pide”.
Su majestad la reina estaba sentada en el trono aventando serpentinas con toda su corte, mientras la gente bailaba. Había concursos de bailes y de disfraces; las mascaritas bailaban en grupos, y a las doce de la noche se quitaban el disfraz. Desde las calles 16 de Septiembre, Madero y Belizario Domínguez, hasta la plazuela, estaban inundados de gente esas arterias de La Paz. En aquellos días de carnaval, se escuchaba la tambora y la cochi por todos lados, así como dentro de los primeros autobuses del pueblo, la panochita y el panochón iban los músicos tocando; y por la tarde era costumbre que los grupos de mascaritas andaban por los barrios y hasta las hornillas de las cocinas se metían y decían “no me conoces mascarita?” y era un corredero de chamacos que a modo de juego, los asustaban. En el Carnaval del Ayer, no venían vendedores de otras partes, no había limosneros en La Paz, no había borrachera ni fritanga, ni drogadicción mucho menos. No se conocía esa palabra. La palabra droga era cuando estaban endrogados, o sea, que pedían fiado, tenían una deuda, eso era lo que la gente conocía por droga.
Los carnavales de antaño eran para divertirse no para negocio y borrachera, y gracias a algunos coordinadores de comités de carnaval, que se recuerda, se pudo gozar de ese sano esparcimiento, los señores: Jesús Gibert, Enrique Cunninghan Gastelum, Rogelio Olachea Arriola y Jesús Murillo Aguilar entre otros; y la chispa de alegría la ponían personajes como Don Manuel Toledo, Pedrito Mercado Romero, Manuel Amarillas, Jaime Tuchman, Ruben Castro, Víctor Zazuela, Hugo Taylor, Don Anselmo Romero, Ricardo y Beto Yuen así como Francisco Yee entre otros que escapan al recuerdo. El martes de carnaval, hasta las 11 de la noche nada mas era el permiso, porque a las doce y un segundo el miércoles iniciaba la cuaresma con el miércoles de ceniza, y el domingo chiquito era carnaval para los niños. También había reina infantil con su corte, pero como estabamos en cuaresma, a ese carnavalito no nos daban permiso de asistir. Eran otros tiempos....Cascarones, confetis y serpentinas.
Y en aquella paz de antaño de gente sin tantas preocupaciones, en las enramadas, la canasta colgante tejida de cogollo de palma, de las que hacían las muchachas Jordán Camacho, lucia cargada de cascarones puestos por gallinas contentas.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…

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