viernes, 4 de mayo de 2018

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“5 DE MAYO DE 1862...MEMORABLE Y GLORIOSA BATALLA DE PUEBLA”
Habiéndose restablecido el orden en el país con el triunfo del Partido Liberal y la entrada del Sr. Presidente Lic. Benito Juárez a la Capital de la República en enero de 1861, el Primer Mandatario dispuso la suspensión por dos años, de los pagos de cuantiosas deudas contraídas con 3 países europeos, Francia, España e Inglaterra, en tanto el país se reponía, ya que las guerras civiles y los abusos de gobiernos anteriores habían ocasionado grandes gastos y pérdidas a la Nación. Enterados de ello, los gobiernos de esos tres países protestaron, se unieron. Y enviaron sus escuadras y representantes a reclamarnos y a exigir el cumplimiento de esos compromisos, y desagravios para sus súbditos ofendidos. Al comenzar el año de 1862 llegaron a Veracruz los ejércitos invasores apoderándose del Puerto y del Castillo de San Juan de Ulúa. Un alevoso ataque, sin previo aviso, El General español Juan Prim, el inglés Sir Charles Wyke, y los franceses de Saligny y Jurien de la Graveare se reunieron con las fuerzas de invasión.
Poco tiempo antes el Gobierno de Juárez se había expresado así: "Declarada la guerra entre España y México, sostendremos por la fuerza de las armas, el honor, la independencia y la libertad de la Nación" El Presidente Mexicano, deseando resolver el conflicto por medios pacíficos, primero suprimió la ley que había ocasionado tales dificultades e hizo saber a los extranjeros que entraría en arreglos si las tropas eran reembarcadas. No obstante los invasores Para discutir sobre tan delicado asunto el Sr. Juárez envió a su Ministro de Relaciones Exteriores. Don Manuel Doblado quien se entrevistó con los representantes extranjeros en un lugar de Veracruz llamado “La Soledad" y allí surgió un tratado que lleva ese nombre. Por medio del cual se fijaba que México no necesita ayuda extraña para organizar su gobierno; se reconocían las justas reclamaciones de pago se permitía el acuartelamiento de las fuerzas de invasión en Córdoba y Tehuacán, sólo durante el tiempo que duraran las negociaciones, ya que una epidemia tropical las acosaba; y se precisaba que en caso de declararse la guerra las tropas regresarían a Veracruz. Habiendo descubierto los verdaderos propósitos de conquista que animaba a los franceses y comprendiendo que la justicia amparaba a nuestro gobierno, los representantes de Inglaterra y España resolvieron deshacer su alianza y regresar a sus respectivos países, no así Saligny, quien rompiendo el documento del pacto dijo: "Mi firma vale tanto como el papel en que está escrita". Con la llegada a Veracruz del General en Jefe del Ejército Francés, Conde de Lorencez, se comprobaba la intención del Emperador Napoleón III de apoderarse de México e imponerle un Monarca, tal como se lo habían pedido algunos malos mexicanos. Declarada la guerra, el Lic. Don Benito Juárez, dictó las medidas necesarias y confío la defensa nacional al General Ignacio Zaragoza, Jefe del Ejército de Oriente, y aguerrido militar de 33 años de edad, quien por sus relevantes méritos, a pocos años de servir en el ejército, había ascendido hasta ocupar el cargo de Ministro de Guerra. Un alevoso ataque sin previo aviso de los franceses a nuestros batallones mexicanos en las cumbres de Acultzingo reveló al General Zaragoza parte de la táctica de los invasores. Las tropas francesas avanzaban sobre Puebla y al mismo tiempo por el sur de la Ciudad se acercaban 7,500 renegados mexicanos capitaneados por el General Leonardo Márquez. Dura lucha: contra extranjeros y contra traidores, El Jefe del Ejército de Oriente mandó una brigada de 3,800 hombres a contener el avance de Márquez, entre ellos iban los mejores cuerpos de caballería. Así, con un reducido ejército de 5,500 hombres, se movilizaron hasta Jalapa y Orizaba. Puso a resistir y vencer a 6,500 franceses, con armamento notablemente superior. El 4 de mayo quedó improvisada en la ciudad una ligera fortificación y en el cerro de Guadalupe se levantaron parapetos y abrieron fosos. El General Zaragoza no quiso esperar el ataque dentro de la Ciudad y salió al frente con la mayor parte de sus tropas dejando al General Santiago Tapia con 600 soldados para la defensa de la plaza. Formó 5 columnas: 4 de infantería con 1,000 hombres cada una, aproximadamente y una de caballería con 550 bajo las ordenes de los Generales Miguel Negrete que ocupó los cerros de Guadalupe y Loreto formando una línea de batalla entre los dos fuertes; Porfirio Díaz y Francisco L. Madrid. A los que apostaron sus tropas en el barrio de los remedios. El General en Jefe estaba con ellos; Antonio Álvarez que con su regimiento de caballería se situó al pie del cerro de Loreto; Felipe Berriozábal se colocó a distancia de la fortificación de Guadalupe, en la Plazuela de San José. Formando parte de la brigada del General Negrete, el General Juan N. Méndez con su sexto Batallón Guardia Nacional de Puebla, integrado por valientes indígenas de la sierra Poblana Tetela, Xochiapulco y Zacapoaxtla, quedó en la falda del cerro a unos 600 metros fuera de los parapetos y el más próximo a las tropas enemigas Partiendo del cerro de Amalucan, los franceses -Cazadores de Vincennes, Zuavos, tiradores de Marina y la 99a de línea habían situado su campamento provisional en el rancho de Rentería eran las 10:45 de la mañana del 5 de mayo de 1862, preciso instante en que el sonoro tañer de una campana de la Catedral de Puebla anunció la hora de combate, de inmediato atronó el ámbito un cañonazo que partió del cerro de Guadalupe; había iniciado la que sería una de las epopeyas más gloriosas de nuestra patria. El enemigo desprendió sus columnas de ataque lanzando la primera carga. Una Columna de 4,000 hombres avanzó hacia el fuerte de Guadalupe y otra más reducida hacia el frente. La Guardia Nacional de Puebla fue la primera en cruzar sus armas con los invasores. El General Zaragoza ordenó reforzar rápidamente los dos fuertes. La artillería francesa disparaba incesantemente. El enemigo ascendía al cerro; el General Negrete aguardaba impasible con 3 batallones, sin disparar solo un tiro. Una vez que tuvo a los extranjeros a escasos cincuenta pasos, quitóse la gorra y gritó a sus huestes henchido de fervor patrio: “¡¡Soldados en nombre de Dios y por la Patria, cargad Sobre el enemigo!!", y un enjambre de valientes, con indomable brío cayó sobre los franceses. Estos sufrieron enormes bajas y huyeron hacía Rentería. Rechazado el primer ataque, intentaron el segundo; se dividieron en tres grupos y avanzaron rápidamente, pese al nutrido fuego. Los nuestros mantuvieron a raya a dos de las columnas fuera las fortificaciones, pero la tercera, de Zuavos y Cazadores, llegó salvando los fosos, a las trincheras de Guadalupe y hasta las piezas de artillería, librándose allí cruenta lucha cuerpo a cuerpo en la que el arrojo y bravura de los mexicanos desbarató a sangre y fuego nuevamente las columnas extranjeras. Tres cargas intentaron los franceses y en las mismas fueron rechazados con valor y bizarría. En la última, la caballería situada a la izquierda del fuerte de Loreto, se lanzó contra ellos con denuedo y coraje, destrozándolos casi totalmente. En el fragor del combate, los pendones patrios que enarbolaban los distintos batallones mexicanos, ondearon orgullosos, entre ellos el de los Ligeros de Toluca.
Largas horas duró la lucha, enconada y terrible, ante los dos fuertes el General Zaragoza con valentía y gran talento militar dirigía las operaciones. Eran las 3:30 de la tarde, y en un desesperado intento el Conde de Lorencez ordenó la cuarta carga. Una sola columna de
3,000 hombres maltrechos, se dirigió hacia el cerro de Guadalupe. Mientras avanzaba se desató una fuerte tempestad; furiosas descargas recibieron a la columna; los atacantes buscaron refugio y comprendiendo su derrota huyeron a su campamento. Allí les presentó batalla el General Zaragoza, pero lo esquivaron. Se retiraron después a Álamos perseguidos muy de cerca por el General Díaz. Las armas nacionales se habían cubierto de gloria, aquel 5 de Mayo de 1862 venciendo al ejército más famoso en de aquella época.
Grandiosa victoria para México y grave lección para quienes, guiados por los intereses mezquinos de un Emperador, intentaron ofender la soberanía de nuestro país, amante de su independencia y baluarte de libertad y justicia.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…

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