“EN EL CUARTO NUMERO
SIETE...VOCES Y APARICIONES DE ULTRATUMBA”.
“ ¡Límpiame!... ¡límpiame!...
¡lávame!... ¡qué me laves te digo!”...son voces que se escuchan en el cuarto
número siete, en penumbras en cierto hospital de prestigio...son varios los
espantados...de repente, sienten un escalofrío que les enchina la piel y les
recorre todo el cuerpo como si les levantaran la piel hasta la nuca...es el
miedo...sienten una presencia dentro de la habitación y de pronto se empieza a
aparecer a los pies de la cama del enfermo la fantasmal y encorvada figura
etérea de una ancianita de blancos cabellos vestida de color azul a cuadritos y
muy airada señala con la mano al tiempo que dice ¡límpiame!... ¡límpiame!,
¡lávame y límpiame!, ¡qué me laves te digo!...con pasos lentos camina dentro
del cuarto por unos instantes, y se va encaminando hacia la puerta
metiéndose al baño.
Esta terrorífica y escalofriante experiencia la vivieron hace
pocos días, madre e hija, Seferina y Juliana, quienes estuvieron por varios
días internadas en el cuarto número siete, ya que Juliana fue intervenida
quirúrgicamente y su señora madre, como es lógico, cuidaba de ella. incrédula,
con el rostro descompuesto, muy espantada, cuenta Doña Seferina aquellos
amargos momentos vividos en ese cuarto número siete. Eran altas horas de la
noche...todo estaba en silencio en aquel hospital de pasillos en penumbras y
silenciosos pasos...ella se encontraba descansando en el sofá con el rostro
semi cubierto con un chal...observando el cuerpo de su hija; atenta al goteo
del suero, contemplaba la palidez de su rostro y el rítmico latir de su
corazón...de pronto, de las sombras que cubrían el cuarto número siete, se
apareció a los pies de la cama de la enferma la fantasmal figura de una
viejecita encorvada de cabellos blancos vestida de color azul a cuadritos, con
el rostro descompuestos por la ira...moviendo los ojos y labios al tiempo que
una mano, como si ordenara algo, pero Seferina no alcanzaba a escuchar que decía.
Horrorizada, temiendo que su hija se despertara y se asustara
con aquella tétrica aparición, se levantó rápidamente rumbo al baño, y ante su
sorpresa, la pequeñita mujer la seguía...cuando Seferina abrió la puerta del
baño la ancianita le ganó, y atravesándose a través del cuerpo de Seferina,
ésta se metió al baño hasta la cortina del mismo; entonces, Seferina
rápidamente cerró la puerta y no entró, quedando la viejecita dentro del baño.
Todo pasó en un instante que a Seferina le parecía siglos...angustiada y
temerosa, sin comprender todavía por qué pasaba esto que estaba viviendo, ella
que no creía en estas cosas de aparecidos, y hasta se burlaba cuando escuchaba
comentarios sobre el tema y sacando fuerzas de su amor de madre, para no
asustar a su hija se acostó nuevamente echa bolita, tapándose la cara
encomendándose a Dios, rogándole que no permitiera que pasara una noche más en
ese cuarto, y pidiéndole por esa alma en pena. Al fin amaneció, y la claridad
del nuevo día iluminó cuartos y pasillos de aquel hospital. Desde luego, no le
dijo nada a la enferma ni a nadie, para que no se filtrara el comentario sobre
este macabro suceso y se asustara la muchacha.
Añade Doña Seferina que al pasar por la recepción la tarde de
ese mismo día, estaban varias enfermeras cuchicheando entre ellas, muy quedito,
pero que alcanzó a escuchar que una de ellas, muy airada haciendo gesto con la
mano decía “ ¡Les digo que aquí espantan muchísimo y no me lo quieren creer!”.
Al pasar ella, la joven bajó la voz, temerosa de que la escuchara...y Seferina
pensó...”Si supieran la noche que yo viví tampoco me lo creerían”. Al fin
dieron de Alta a Juliana la tarde del día siguiente, pero al llegar a su casa,
la muchacha le dijo a Seferina “Mamá, gracias a Dios que ya estamos en casa; no
te quería asustar, pero en ese cuarto número siete del hospital, ¡espantan!.
¡Pero cómo!”, le dijo sorprendida la señora Seferina a su
hija, sin contarle lo que ella vivió. – Fíjese mamá que hoy al mediodía que
usted se fue a comer a la casa de mi tía, ¿recuerda que le hablé por teléfono
urgiéndole que se viniera pronto y me trajera una prenda de vestir?, ¡pues era
puro pretexto!, porque tenía mucho miedo; pasé unos momentos muy terribles y
estaba muy solita, operada, con el suero y todo, sin poderme mover, no quise
decirle nada en el hospital para no asustarla, pero le pedía a Dios que ya no
pasara un día más en este cuarto número siete y llegara la noche porque no lo
iba a soportar.- ¡Pero que viste hija!. –Eran como las tres de la tarde de
aquel terrible día...el cuarto estaba a obscuras y el televisor apagado...de pronto ante mis
asombrados ojos se apareció a los pies de mi cama una viejita que se fue
caminando junto a mis oídos con el rostro churido de coraje diciéndome al
tiempo que señalaba con su mano muy airada, ¡lávame y límpiame!, ¡que me
limpies te dijo!, ¡límpiame y lávame!.
Cerré mis ojos para no ver...y en silencio me puse a
orar...no podía creer lo que estaba sucediendo, en pleno siglo XXI, y que yo
una profesionista a mis escasos veinte años viviera esta macabra experiencia.
Estaba rezando con los ojos cerrados y la orden se seguía escuchando, hasta
irse apagando poco a poco...luego, todo quedó en silencio...no quería abrir los
ojos...así me quedé por un buen tiempo...después de un rato que me pareció una
eternidad, la puerta se abrió y escuché la voz más hermosa y amada de mi vida
que deleitó mis oídos, alegró mi corazón y volvió la calma a mi alma. – Ya
estoy aquí hija...aún así no abrí los ojos...y usted creyó que yo dormía...pero
no era así me aguanté de no decirle nada para no asustarla. Así es que,
mutuamente, madre e hija que vivieron esta experiencia, no se querían asustar.
...Por las dudas...ten mucho cuidado con los cuartos números
sietes en los hospitales...más vale que te vayas persignado, no te vayan a
espantar...
“…Por
el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”
Este trabajo fue publicado,
hace más de 10 años en el periódico “El sudcaliforniano” revista “Compás” y
programa de radio “Contacto directo”