jueves, 30 de marzo de 2017


...Nostalgia...
LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.

“LA GLORIETA DEL COROMUEL...UN BALNEARIO DE LEYENDA”.


         Aquella cálida tarde de verano le di la vuelta al risco donde lentamente revienta su soberbia las olas, y quedé frente al mar ¡que maravilla de la naturaleza! las verdeazules y cristalinas aguas me hicieron recordar por un instante gratos momentos de mi vida, de aquella feliz infancia, en esta maravillosa tierra de Dios...me senté en el risco de cantera esculpido, y volaron mis pensamientos al vaivén de las olas...voces del pasado...recuerdos, vivencias...la leyenda y la historia se confunde en esta hermosa tierra peninsular...toda ella es leyenda...es historia...!es tan bello recordar!, por la década de los 50, aquella fresca mañana, después de tomarnos un café con pan en la lonchería de Don Conrado de La Peña, mi abuelita dejó encargada la canasta del mandado en el puesto de Don Lucio en el interior del Mercado Madero...el alegre pregón del baratero cumbre se escuchaba de puerta a puerta y mi abuelita me dijo, casi como en un susurro, te voy a dar una sorpresa.

         ¡Que me vas a dar abuelita! Te voy a llevar a la piedra zurrada, pero tenemos que apurarnos porque se nos hace tarde...mi perro viejo el pachuco, paró las orejas y movió su colita de contento...él sabía que andando con la abuela, aprenderíamos muchas cosas...caminamos a prisa, los largos ropajes de mi abuelita perfumados a cernada y jabón de pan, nomás volaba con el viento por la calle 16 de Septiembre, seguida de mi perro y yo...hacía viento aquella madrugadita...Nanita, le dije, señalándole donde es ahora Dorian’s, que bonita está esa casa y que hermosas flores tiene en su jardín...si hasta acá se siente el olor...si, dijo, ahí vive la familia Sosa y Silva. Llegamos hasta el kiosco, el que estaba sobre el malecón y 16 de Septiembre, y levantándose el sombrero de alta copa tejido de cogollo de palma, señaló a la distancia...tenemos que caminar todo aquello... ¡Que hermosura se ofrecía ante nuestros ojos!...el mar estaba crecido y sobrepasaba el malecón. “Abuelita por qué nunca vamos al Coromuel”, “Uy, esta playa es nomás para los ricos.” “Y nosotros, pues ¿que no somos ricos?” “¡Que ricos vamos a ser muchacha simple!, te quiero decir que a esa playa del Coromuel van los que tienen carro, porque el camino está por encima del cerro de la calavera, y si te traigo esta mañana es para que conozcas los esteros tan bonitos que hay por aquí, el estero del Esterito, el estero de Palmira y la piedra cagada; pero como está tan alta la marea, a ver si la podemos ver.”

         A esa hora de la mañana, las personas barrían los frentes de su casa desde la calle como era la costumbre...la fronda de los árboles de la India, inundado de pájaros canores oscurecían más el camino...las cristalinas aguas mecían a ritmo de canalete la barca de la Francesa, la señora Hoppen, a quien acompañaba su inseparable perra negra, quien al ver al pachuco empezó a ladrar y ella muy amable luciendo una amplia sonrisa bajo el sombrero le ordenó al animal, ¡Quieta Vicky!, y muy obediente la perra se sentó en la punta de la canoa viendo a la distancia...en la lejanía se divisaba la lucecita del faro, los pescadores alistaban sus barcas para salir a la faena diaria, y el pachuco correteaba ladrando a la gran cantidad de gaviotas y pelicanos que se echaban clavados al mar comiendo los cardúmenes de sardinas, los que iban huyendo  de los pejegallos que parecían que también volaban. ¡Que panorama tan bonito!, había tanto pejegallos en aquel tiempo que inundaban nuestra bahía.

         Nanita linda, parece que fuera a llover...No se ve así por la neblina o la brisa del mar, y ya casi se presenta la alborada, parece que el sol tiene una fuerte lucha con las nubes que no lo dejan salir. Abuelita, quiero juntar caracoles y conchitas, No, dijo mi nanita, ahora no se puede porque la marea está crecida, será en otra ocasión, y aprieta el paso, porque si no, no llegamos a donde vamos. Apretamos el paso y la abuela me iba señalando el nombre las playas, porque decía que la costumbre entre los pescadores era ponerle nombre a cada cuadra frente a la playa según la familia; esta es, dijo, la playa de la 16. La gente no se baña aquí porque desembocan los caños; esta otra es la playa de los canalizos, la que sigue, es la playa del cocol, esta otra, es la de David León, la de más allá es la de los Puppo, y esta es la de los Lizardi...y así sucesivamente ella iba señalando; nanita, y ¿usted conoce a toda esta gente?, No pero a las playas así les dicen, son puntos de referencia.

         Al fin llegamos al Estero del Esterito...había tanto palmar donde es ahora el Seguro Viejo...que bonito estaba todo, pasamos por el puente de madera y por debajo de él pasaba el agua del mar y entraba muy lejos y creo que casi hasta el panteón. Por aquí, dijo mi abuelita, al otro ladito está el rastro y por este puente pasan las recuas de vacas, los carros y la gente, y ese troquectio de redilas que viene allí seguramente viene del rastro y lleva las reses destasadas rumbo al mercado...empezaba a clarear y pasamos cerca de la piedra cagada...era una gran piedra dentro del mar que estaba zurrada por las gallinetas, gaviotas y pelicanos. Nanita y ¿por qué le dicen la piedra cagada?, pues por eso, porque está cagada; mi perro viejo asintió con la mirada. Al fin pudimos llegar al Estero de Palmira...mis ojos de niña no podían creer de tanta hermosura...había tanto manglar y dentro de su espeso follaje matizado por los rayos del sol que ya empezaba a salir, se escuchaba como un suave arrullo el graznar de las aves...el agua estaba como azul marino matizadas por el sol...el perro empezó a ladrar como loco...yo creo que de gusto porque las aves estaban todavía entre los manglares.

         Mi abuelita cameló el gusto que yo sentía porque me quedé pasmada al ver tanta belleza de la naturaleza...nos quedamos en silencio como en un encantamiento... nada más se escuchaba el cucuyo de las aves, los ladridos del perro y el reventar de las olas sobre las piedras...yo sabía que este estero te iba a gustar, por eso es que te traje, para que no te cuenten. Dijo mi adorada abuelita. Al fin salí de mi encantamiento  y pude balbucear; ¡Que bonito está todo esto abuelita!, ¡pero me da tanto miedo ese cerro de la calavera!, ves, y así quieres ir al Coromuel. Bueno, por lo menos cuénteme nanita que sabe usted del coromuel. Te contaré lo que he escuchado, sentémonos en esa piedra a descansar un ratito para luego emprender el regreso. El pachuco se echó a nuestros pies porque también le gustaba escuchar “En la antigüedad los legítimos dueños de estos mares y tierras con todas sus perlas y riquezas, fueron los californios. Eran tribus guaycura, ichuties y pericues, eran personas muy sanas que estaban asentados en la rivera del mar, cuentan los que saben muchos que eran magníficos pescadores, nadadores y buzos, también cazaban y recolectaba raíces para alimentarse.

                Cuentan que los peces los sacaban con la mano de tantos que había, ellos eran libres y vivían muy felices, hasta que llegaron los europeos con religión, cultura distinta a la de ellos, y también enfermedades, y según cuentan que en menos de 100 años se acabaron los californios. Estos mares estaban asolados por los piratas que atacaban los galeones españoles y las naves que llegaban de filipinas que llegaban por Los Cabos desde la Europa para quitarle sus riquezas, oro, perlas, perfumes, sedas y tantas cosas preciosas, y se escondían por estos rumbos para enterrar sus tesoros. Entre tantos piratas hubo uno muy osado que se llamo Cronwell, este acostumbraba que después de sus ataques entraba por la bahía a vela tendida con el viento, y se escondía por estos lugares. Los californios se acostumbraron a verlo, y a esperar ese airecillo fresco que deslizaba el galeón del feroz pirata, cuando entraba por las tardes ese fiero y misterioso hombre  y gritaban al verlo “ya viene el coromuel” y se tumbaban en la arena a esperar el coromuel.

         Por eso se dice que se hizo la costumbre de generación en generación entre las familias de La Paz, salir por las tardes a la banqueta, sacar las poltronas y hacer tenderetes en el suelo e incluso en las mismas orillas de la playa a esperar el coromuel. Ese pirata Cronwell dio origen a esa costumbre, y como por la glorieta del coromuel se metía le pusieron coromuel a ese balneario. Nanita linda ¿usted como sabe tantas cosas? no, no se tantas cosas, lo que pasa es que se aprende con la convivencia familiar, y eso que te cuento no lo leí, lo he escuchado en las reuniones con tu tía chuy que va esa gente culta y de todas las clases sociales y me gusta escuchar y observar para aprender, y así como yo te cuento a ti,  mi abuela me contaba a mi, es por eso que los conocimientos se van heredando de generación en generación. La vida es una gran escuela, claro, por el buen camino.

…Y entre la bruma de aquel hermoso amanecer en La Paz antigua… La abuela, la niña y su inseparable amigo el perro, caminaban rumbo a la glorieta del Coromuel…


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…




LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.

“UN FORJADOR EN LA PAZ...DON RAMON BRISEÑO...FUNDO EL PRIMER MOLINO DE NIXTAMAL, LA PRIMER TORTILLERIA Y MUCHO MAS”.


Por la década de los 30...el pequeño buque “El Blanco” perdía su velaje en el embravecido mar, transportando a esta ciudad de La Paz, al señor Ramón Briseño, su esposa Lupita Rodriguera y sus hijos, procedentes de Mazatlán Sinaloa. Venia a ocupar el puesto de celador de aduana...eran tiempos de bonanzas, de perlas, oro, plata, cobre así como la ganadería y el comercio estaban en su apogeo. Atraídos por esta tierra de misterio, promesas y leyendas, llegaban gentes de todas partes, principalmente de Nayarit, Sonora y Sinaloa, a sepultar sus raíces y unirse a su desarrollo, económico, social y cultural.

            Don Ramón Briseño fue un hombre muy entusiasta y emprendedor. Al llegar a La Paz, luego luego se dio cuenta que trabajando también en otras cosas se podía hacer dinero y vivir mejor. Le compro la concesión de la primer fábrica de hielo en La Paz a don Arturo C. Nalh. Puso su negocio donde es ahora el estacionamiento de La Perla de La Paz; y como ya tenia el hielo, también fundo la primer refresquera, “kiss” se llamó el refresco que elaboraba, y en una carreta con la ayuda de Jesús Mendoza “el cu – cu” vendía el hielo y el refresco de casa en casa así como en los tendajones de la época. La caja de refrescos de sabores de fresa, naranja y piña con 25 “burritas” costaba 0.25 centavos...y cada refresco ya helado a 0.5 centavos. Fue un alboroto en La Paz, el hielo y los refrescos...además, Briseño les dio la idea a los carpinteros del ayer como fabricar cajones forrados con láminas para que sirvieran como hieleras, las que retacaban de aserrín para enfriar refrescos. Luego salió la cerveza, decreciendo la venta de “burritas y medias de tequila” aunque en menor escala. Cuando don Ramón Briseño salía de su trabajo de celador de la aduana, entregaba el hielo a domicilio con la ayuda de sus hijos bajo la vigilante mirada de doña Lupita, su fiel esposa.

            Debido a la demanda del hielo y refresco, el señor Briseño compró una “troca” ya que vendía el hielo y el refresco Kiss hasta las poblaciones aledañas, como Los Planes y Todos Santos. Las barras de hielo las metían en costales retacadas de aserrín para conservarlas. En 1936, se inauguro el antiguo Mercado Madero y debido a las necesidades de la época, Briseño también fundó una fábrica de velas y veladoras...carruajes, carretas, caballos, recuas de mulas, así como algunos troquecitos y carros modelos T, aquellos de “cran”, circulaban por las empedradas y polvorientas calles de La Paz...y cuando se escaseaba el hielo en La Paz, Briseño lo traía vía marítima en los barcos mercantes de Topolobampo y Guaymas. Motivado por la segunda guerra mundial, como en todas partes del país, había crisis en La Paz, aunado a las enfermedades como la tuberculosis y la muerte de los placeres perleros...y era poco el dinero circulante, pero don Ramón Briseño realizaba el comercio del trueque. Cambiaba sus mercancías, por productos propios de la región, como perlas, oro, plata, guacales de panocha, quesos, carne seca, bolas de cera de panal de miel de abeja, flores, fruta y hortaliza de los huertos familiares, bordados, canastas tejidas de palma, gallinas y pollos, chivos y hasta puercos, los que a su vez vendía en el mercado Madero, o de casa en casa.

            Luego, para sorpresa de los habitantes de La Paz, don Ramón puso la primer paletería “Briseño” y La Paz fue creciendo...y don Ramón también fue creciendo con sus empresas familiares...los hijos del matrimonio Briseño Rodriguera son: Guadalupe, Ramona, José Ramón “El Chepe”, California y Rosalba; quienes al parejo con su padre ayudaban en las labores de estas industrias. De la ciudad de Guadalajara, Jalisco, don Ramón se surtía de materias primas para las necesidades de sus negocios; maquinaria, colorantes, pabilo, gas butano, corcholatas, parafina, etc.

            Con gran regocijo, las mujeres sudcalifornianas de la época recibieron la grata noticia de que don Ramón fundó el primer molino de Nixtamal en La Paz, “El sinaloense” se llamó... ¡qué hermosos recuerdos me traen ese molino!!...”¡nanita, nanita, dice la gente que  hay molino de nixtamal con Briseño!” gritaban mis hermanas muy contentas, pues ya no molería tres bateas de masa para las tortillas cada una en el molino casero. Desde entonces, al morir la tarde, sobre el pretil de la encalada hornilla quedaba el balde lleno hasta los bordes de nixtamal tapado con una servilleta de manta, bordada de lindos arreglos florales a punto de cruz, y bajo las cenizas en la hornilla el rescoldo de encendidas brazas que prenderían la lumbre al amanecer del día siguiente...y a un lado del pretil custodiando celosamente el balde de nixtamal dormía mi inolvidable y fiel amigo, compañero de juegos de infancia, mi perro viejo “EL PACHUCO” de gratos recuerdos y abundantes anécdotas en la familia. El canto del gallo nos sorprendía a mi abuela, el perro y yo por aquellas empedradas callecitas de La Paz...a esa hora de la madrugada...los techados humeaban y entre olores a café de grano las mujeres del ayer, con las escobar elaboradas de varejón de dátil, barrían las calles, frentes y patios de sus hogares, por que esa era la costumbre...y el tong tong de los molinos de viento y el chirriar de rondanillas jalando agua del pozo, apagaban el ruido de nuestros presurosos pasos sobre la hojarasca...íbamos al mercado Madero a la compra diaria, el que abrían a las 4 de la mañana y al novedoso molino de nixtamal El Sinaloense; no sin antes de pasar a la lonchería de Don Conrado de La Peña a tomar un vaso de café de talega con nata y pan calientito...entre aquellos aromas a menudo, pozolada, tamales, machaca y empanadas, enmarcados de lindas y modernas canciones en la rocola.

            La lonchería siempre estaba abierta y con la música tocando...era la esquina de la alegría en La Paz...tiempos que no volverán. Interminables colas se hacían en el molino de Don Ramón Briseño...a mis escaso 5 años, temblorosa de frío, metida entre los largos ropajes de mi abuelita, olorosos a ceniza y tabaco, y el pachuco echado a nuestros pies, esperábamos turno...!que tiempos tan bonitos!...toda la gente de La Paz era como una gran familia...todos se conocían. El punto de reunión a esa hora de la mañana para la gente de todos los estratos sociales, era el mercado Madero y el molino de nixtamal El Sinaloense. En el marco de aquellos ruidos mañaneros propios del mercado, el zumbar del molino, el grito del baratero cumbre que se escuchaba de puerta a puerta del mercado... ¡pásele marchantita!... Hermosas telas a 3 pesos el corte, tápalos y medias de canutillo a tostón, franelas, cabezas de indio y tuzor...afiladas de cuchillos de los carniceros, golpes de machetes sobre los huesos en un tronco, arrastre de cajones de frutas, verduras y guacales de panocha, el zumbar de licuadoras de chocomiles del español y el cepillo de don Trino Osuna raspando hielo...el estira y afloja de los precios, entre humos de cigarros y olores a café de grano y pan calientito.

            Don Ramón Briseño, originario de Nayarit, fundó así mismo en La Paz la primer tortillería “Briseño”, la primer florería, la primer vulcanizadora, el primer salón de belleza, y el primer yonque “El Chepe”...72 años tenia don Ramón Briseño cuando la madre tierra le cobro su tributo a quien le amó tanto, dejando imborrable huella, y gratos recuerdos en los habitantes de La Paz de ayer y de hoy.


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viernes, 24 de marzo de 2017

Pensamiento...Bello crepúsculo en La Paz...
...Ocaso de poesía en la paz...
LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.
“LA PAZ...PARAISO DE MIS RECUERDOS… MI ABUELA…Y EL PERRO…”
  • LA FRONTERA DEL PENSAMIENTO EN LO REGIONAL.
  • PONENCIA PRESENTADA EN LA TERCER JORNADA DE LITERATURA REGIONAL “LA FRONTERA”.
            Como luciérnaga, la chispa del cigarro del “tigre” que fumaba mi abuela se perdía en aquella oscuridad, preludio de un bello amanecer...El balde de nixtamal pesaba, y el fiel perrito por delante guiaba nuestros pasos...Somnolienta aun y temerosa apretujaba mi muñeca de trapo envuelta en el morral de Ixtle para el mandado...Nos dirigíamos, como Todos los días al antiguo mercado Madero...Corría el año del 49...Estaba en proceso de empedrado o pavimentación la calle 5 de Mayo...vivíamos por el barrio el Choyal. – Ay Abuelita que oscuro esta el camino que ni el perro se ve... – ¡Pos como se va a ver el “pachuco” si es prieto como la noche! – Tengo miedo y tengo frío. – Pues aprieta el paso para entrar en calor.
            El barrido de las calles con escobas de varejón de dátil por las mujeres de la época a esa hora de la madrugadita ahogaba nuestros presurosos pasos... El aroma a flores y a tierra mojada golpeaba agradablemente nuestra nariz...El chirriar de rondanillas y tambazos, jalando agua de los pozos, así como el tong tong de los molinos de viento se escuchaba...Pero no lograban apagar el canto de grillos y gallos que inundaba aquel ambiente de bello amanecer otoñal. – Nanita, por estas casas dicen que espantan. – Pues no voltees a verlas, no vaya a ser que te pegues un susto y tenga que darte té de palo de Brasil para el mal de espanto. La tiendita de don Chemita aun estaba cerrada, pero dentro de ella se escuchaban voces y se percibía el aroma a café de grano a nuestro paso. –Por que huele tanto a barro abuelita. – Es que los Yaquis del rumbo del panteón han de tener una quemazón de ladrillo. – Y quienes son los Yaquis, nanita. – Gente grandota y prieta pero muy trabajadora que llegaron un día de por los rumbos de Sonora con sus costumbres y tradiciones y fundaron el Esterito, a veces bailan en la plaza muy chistoso, que la danza del Venado, los matachines y no se que cosas mas; y ya no le haga al preguntón por que no se mucho de los Yaquis, solo se que son pescadores, hacen ladrillos, artesanías de carey y concha de mar. A mi corta edad yo no entendía que era todo eso pero me parecía muy bonito la palabra Yaqui y Carey. ¡Que madrugadora era la gente de La Paz!, al igual que nosotros, sus pasos se empezaban a escuchar, pues el mercado Madero lo abrían a las cuatro de la mañana. Caminábamos por la calle Independencia y al cruzar la acera mi abuelita volteo sobre su izquierda rumbo a la calle Reforma, señalando a la distancia: “Allá va Don Miguel Miranda, seguramente va a la tenería a su trabajo, pues tiene un alto cargo allí”. La silueta de un alto señor con sombrero se miraba en aquella oscuridad alumbrando con una lampara de mano, ya no quise preguntar que era tenería por que empece a sentir miedo.
            La  mañana seguía oscura, íbamos llegando por la casona de mis temores frente a la huerta de dona Elena Verdugo, aquella dulce viejecita que una vez nos reprendió a mi hermanita y a mi dándonos una buena lección cuando saltamos a su huerta y cortamos naranjas amargas. La blanca casona con escalinata en el portal sostenido con hermosas columnas, causaba miedo los huecos de las ventanas y de la puerta, y flameadas de tizne sus paredes parecían cuevas oscuras...Por muchos años la casona estuvo abandonada la gente decía que espantaban, y hasta la fecha  según espantan, que las almas andaban en pena por toda la casa...Y en esas condiciones la gente de aquel tiempo sacaba la vuelta el pasar por allí; fueron varios los asustados que los espantaron. Mi  abuela fue una de ellas. En una ocasión jugaba yo con mi muñeca de trapo y mi perro viejo tras el pretil de la encalada hornilla de lumbreantes tizones y escuche que mi abuelita le decía a mi madre: “Juanita, no quiero que oiga la niña lo que voy a decirte, por que se va a asustar y no me va acompañar al mercado. No vuelvas a pasar de noche por la casona, por que acabo de ver en el portal  una mujer grandota vestida con ropajes largos y negros, el pelo brillante ondulado cayéndole hasta los hombros, no le vi el rostro pero cosa buena no es por que vestía de negro.” Pero el perro  y yo ya habíamos escuchado aquello y al pasar por la casona a esa hora de la madrugadita y recordar la platica con mi madre, sentí miedo. – No voltees para allá, mejor voltea para la huerta de doña Elena que esta dando vueltas el molino y saca grandes chorros de agua...El aire helado de los dos tiempos que corría pegaba en nuestros rostros...Y deshojaba los arboles poco a poco. – Nanita y ¿por qué están tiznadas las paredes de la casona del portal y toda por dentro? – Es que la quemaron por que murieron varias familias enfermas de tiz. – Y ¿qué es tiz?, abuelita. – Pues estaban tísicos o tuberculosos, una enfermedad muy mala que ha matado mucha gente en todo el mundo y aquí no se han escapado, por eso hay varias casas quemadas en La Paz, y luego las encalaban pintándolas de blanco. “La ciudad blanca” le decían a La Paz  antes, por los años de los 30’s y 40’s por que sus casas en su gran mayoría estaban pintadas de blanco, y la “pelona”, o “la muerte siriquisiaca” tenia mucho trabajo a causa de esa maligna enfermedad. – ¿Es cierto que espantan aquí abuelita? - ¡mjj! El pachuco atento camelaba para la casona como presintiendo que algo iba a ver y yo miraba de reojo apresurando mas el paso recordando las grandes llamaradas que se hacían cuando quemaron las casas a los alrededores de la casa de piedra donde vivíamos y pensando que si mi madre se daba cuenta de que mi hermanita y yo sacamos de entre las cenizas y escombros con un palito unos juguetes y los enterramos entre los laureles, la pela que nos iba a poner y hasta al perro le iba a tocar la zurra, desde luego nos iban a dar un vaso de agua endulzada para el susto después de la cintariza.
            De pronto, al llegar al preventorio donde fue antes la casa de gobierno, y ahora es un jardín de niños y el centro de salud, una refusilata de chicotes se escuchaba y el presuroso trotar de caballos jalando un carretón negro que nos lleno de espanto al perro y a mí. – No te asustes, dijo mi abuelita, es la carroza que se lleva los difuntos al panteón, ¡qué raro que ande a esta hora de la mañana! – ¡Mire nanita allá se divisa la “perica” en el sobarzo! Eran un carro rojo como ambulancia que le decían la “julia”, también, y en ella se llevaba a los borrachitos al “tanque”, “tambo” o “al bote”, le decían a la cárcel. Lo que mi abuelita no sabía que en el corral de la cárcel mi hermanita y yo camelábamos por un agujero del cerco por que nos encantaba ver a los toros cebús que allí había y encaramarnos a las matas de zarzamora a cortar las moras. Y  esa casa tan grande ¿qué es? Abuelita. – Es el preventorio donde asisten a los niños de los padres que están enfermos de tiz, los alimentan, los curan y los enseñan a labrar la tierra, así como les dan educación y sobre todo cariño. Esa huerta que ves allí son verduras y hortalizas que siembran ellos mismos para su alimento, y están aquí hasta los doce años, y esta es la huerta de los Flores, y esa casa de cucurucho, de ladrillo allí viven el profesor Domingo Carballo y su familia, también tienen huerta. El molino daba vueltas y en la huerta de los Flores donde ahora esta la fabrica de hielo de la “monarca” había yo escuchado a mi Tío Lao que también espantaban así como en las huertas de los Isais y en la casa de porche de piedra gris en la esquina de Guillermo Prieto e Independencia pero me quede callada con mis temores, porque además  había escuchado que por donde esta la librería y papelería Agruel todo eso había sido panteón y por eso espantaba por todo aquello. En realidad íbamos caminando por donde todo eso asustaba. Ya íbamos pasando por con don Chavalito Ibarra, aquel tierno viejecito de sombrero y dulce mirar quien al ver pasar a las muchachas les tocaba bonitas canciones con su música de boca, que vendía santitos, también muñecas de trapo y muchas cositas mas que tanto gustan a los niños y al dar vuelta por la estrella  polar la que fue casa Cunningham, después fue Importaciones Mary, y ahora es monte de piedad, mi abuelita dijo “ ya párele de preguntar por que de aquí hasta la lonchería de don Conrado de la Peña ya no quiero hablar, me voy a chupar otro cigarro.” Y Diciendo y haciendo encendió otro cigarro del “tigre” y continuamos caminando en silencio por la empedrada calle Revolución. ¡Cuántos molinos de viento había en el corazón de La Paz! 1,250 molinos había, y le decían “LA CIUDAD DE LOS MOLINOS DE VIENTO”. Todas las casas tenían su molino y su huerta, y la que no tenía molino, tenía su pozo de agua con rondanilla o cigüeña.
            El canto de los gallos empezaba a morir rompiendo aquel silencio el trinar de los pájaros...columnas de humo arropaban los techados, y una tronazón de talones se escuchaba a nuestro paso acompañado del alegre pregón de los  palanqueros gritando y tocando puertas “¡pescado fresco y barato a 75 la sarta!; ¡caguama a tostón  el cuarto y a pachuco el pecho!; ¡lisas tatemadas a dos por 25 centavos! Y ¡callo de hacha a 3 por 10!”. El pescador con su paliacate amarrado en la frente vestido pulcramente de blanco, el pantalón cortado debajo de la rodilla, con la camisa amarrada a nudo en la cintura, con sus partidos pies recorría las polvorientas y algunas empedradas callecitas de La Paz con su palanca de raíz de mezquite al hombro donde pendían las sartas de pescado fresco colgados en cogollos de palma y en su mano llevaba una canasta tejida de palma también atascada de enormes callos de hacha que inundaban la orilla de nuestra hermosa bahía de La Paz, donde abundaba el alimento diario. – Son los palanqueros del Esterito, dijo mi adorada y sabia abuelita, sacándose el cigarro de la boca, y continúo diciendo, señalando a la distancia “y aquel señor que ves en la otra acera  con palanca al hombro y dos canastones llenos de verduras y frutas es el “marchante”. – ¿Y que es el marchante, nanita? – Es el señor Santana que vende la fruta y la verdura de las huertas tocando de casa en casa, hay dos marchantes en La Paz, EL, y el señor José Briseño”. Mejor me quede calladita por que ya íbamos llegando a la lonchería de don Conrado de la Peña, la que nunca cerraba y siempre tocaba la música, donde nos tomamos una taza de café de grano con nata y pan calientito y mi perro se comió una empanadita como todos los días, entre aquellos olores a menudo, pozolada, empanadas, y tamales enmarcados con el toque de la guerrera por los soldados en el cuartel donde ahora es el nuevo mercado Madero.
            Mi abuela dejó el balde en el primer molino de nixtamal que hubo en La Paz fundado por don Ramón Briseño, para que fueran moliendo el nixtamal mientras hacia la compra en el antiguo mercado Madero fundado en 1932 por el General Ruperto García de Alba y el que estaba ubicado donde ahora es el pasaje Madero. El eterno pregón del baratero cumbre que se escuchaba de puerta a puerta del mercado, y que no lograban apagar el pitido de los barcos de cabotaje atracando en el muelle fiscal ni el zumbar de las licuadoras del puesto de chocomiles del español, así como ni el raspador de hielo del puesto de los raspados de don Trino Osuna, nos recibió a la entrada con el perrito por delante deleitando nuestros oídos todos aquellos ruidos propios del amanecer en el mercado. “¡Pásele marchantita tenemos hermosas telas a tostón el metro!, ¡cortes de casimir ingles, gabardinas y mezclilla a tres pesos!, ¡afelpados, cobijas y camisas para caballero!, ¡paliacates y medias de popotillo!, ¡tápalos, sombreros de ala ancha y pañueletas floreadas de seda, botones e hilos a precios de rajatablas!”...Gritaba durante todo el día el baratero cumbre acompañado de su mujer doña Auxilio. Afiladas de cuchillos de los carniceros...El golpe del machete sobre los huesos y las colas de gentes en las carnicerías... de Juan Osuna, José Amao, Santo Nuñez, Julio Álbañez, Severo Gómez, Lorenzo Lizardi, Gilito Arreola y Felix Peralta Osuna...El arrastrar de cajones de la fruta y la verdura que traían de las huertas del japonés Juan Kakowi y del señor Tamaki...El estira y afloja de los precios por la gente del pueblo llenando sus canastos y morrales del alimento diario que pagaban en monedas de plata Ley 0720 de aquellas...Aromas que se percibían a café de grano y pan calientito de la panadería Lilia, así como a menudo, pozolada, machaca, cocido y arroz colorado de los puestos de comida de doña Cuca Tamayo, Victoria Villalejo y Tomasa Talamantes quienes palmeaban las tortillas de maíz y de harina hechas a mano. Un alboroto traían en el mercado aquella mañana por que Gollito Chávez, según decían, había sacado un tesoro en su casa.
            Aquel hermoso amanecer de otoño perfumado a brisa del mar en el mercado Madero, metida entre los largos ropajes de mi abuela quien escogía la verdura a placer  mis ojos se llenaron de alegría al contemplar a mi padre, don Bernardo Lizárraga Tiznado, un hombre a toda ley, muy honrado y trabajador en plena juventud de bondadoso rostro y franca sonrisa con sus rizados cabellos negros aun, con su cajón en el hombro surtía de frutas y verduras que se producían en la región los puestos, así como de pacas de pescado seco de pura calidad: garropa, cabrilla y mero, a los señores comerciantes que algunos recuerdo, y Todos ellos fueron pioneros fundadores del antiguo mercado Madero: Don Bebo Cota, Romualdo Hirales, Isaac Geraldo, José Castro “el guayabero”, Enrique Nava, Esperanza Cota, Arturo León, Miguel Romero “El Miguelón” como le decían cariñosamente y quien vendía la leche de doña Talpa Olachea, Santiago Jiménez, Don Luis Hirales, Lucio Sánchez, Ramoncito Navarro, Doña Chepita, Doña María Wong, Don Benigno Meza, Carlos Cota, Manuel Sliman y Reyes Rodríguez Casillas, entre otros que escapan a la memoria y que con su empeño y esfuerzo apoyaban la economía familiar e impulsaron el comercio de los productos de la región en su época, contribuyendo al engrandecimiento de Nuestra Entidad.
            El perro, se puso muy contento al ver a mi padre, y como era su compañero de andanzas aquella mañana en el mercado Madero se quedo con el. Que feliz me puse por que mi padre me dio una peseta de .25 centavos una jolita de dos centavos así como un cinco del monito, los que mi abuelita me guardó metiéndolos en su seno en su pañuelo hecho nudito, “para que vayas al matiné el domingo al cine Juarez con tu hermana Concha”. Salimos del mercado con la canasta y el morral llenos de mandado, y una sarta de huesos amarrados con cogollos de palma. “Conseguí hueso de cuadril y de tuétano para el cocido” así como manteca de pella de res para las gorditas, ahora, dijo mi nanita hay que recoger la masa en el molino, y luego vamos a la botica de Castro a comprar Belladona y alcalfor  para untarle manteca alcalforada en la barriga a tu hermanita por que esta hinchada”. Mientras Carmelita la boticaria despachaba a mi abuela quien pedía también “hojasen” para lo estreñido y los cólicos, yo me senté en la banca verde con el mandado a mis pies a esperarla. – Nanita vámonos por la tienda de Don Salomón Díaz para que me compres salates de la sierra y bellotas para tatemarlas en las brazas, o sino, por con el gavilán o el chamaco. – Otro día te llevo por la “isla de Cuba” por que ya se hizo tarde, ya andan los panaderos ofreciendo el pan en las casas con sus canastones en las cabezas sobre el yagual, eso quiere decir que ya pasan de las seis de la mañana y no tardan en pitar en la industrial dando la hora. Me quede frustrada en realidad quería pasar por las tiendas de don Pepe Brooks y de don Placido Cota donde siempre tocaba el “barzón”, porque me encantaba ver las carretas tiradas por mulas, a los señores sombrerudos que venían de los ranchos a intercambiar productos, y las vacas en los corrales.
            Al regreso, con la claridad de la mañana se miraban muy hermosas las callecitas de  La Paz. Lucían barridas y regadas, perfumadas a flores, albahaca, yerbabuena y poleo. Al llegar a la casa, las barricas ya estaban llenas de agua jalada del pozo, ¡que cacareos de gallinas se escuchaba!, ¡y que aromas salían de la cocina!, a machaca, tortillas de harina y frijoles refritos. “El desayuno ya esta listo” dijo mi madre, vislumbrándose entre humos el bello rostro detrás de las lumbreantes llamas de los tizones mientras raspaba el queso para bañar el frijol, y molía en el molcajete los tomates y los chiles güeritos para la salsa los que había tatemado en las brazas. Pusimos el mandado sobre el pretil de la encalada hornilla a un lado del apaste de barro de la avena olorosa a hoja de naranjo y de pronto mi madre exclamo alarmada “¡El pachuco no viene con ustedes!”. – Se quedo con Bernardo en el mercado, dijo la abuela tranquilizándola. Mi madre sabia que el perro regresaría con mi padre hasta en la tarde, y no llegarían con las manos vacías; un costillar, una cabeza de res, una sarta de chorizo, o un queso o quizá una tira de carne seca ya fuera de vaca, burro, venado, caguama o pescado pero algo traería seguramente. “Desayúnate y alístate para que te peine tu nanita y te vayas al parvulito”, ordeno mi madre. Me puse muy contenta por que después de aquel fin de semana vería a mi querida e inolvidable señorita, la profesora Estela Santana de Pineda y Eva Juárez en el kínder en la escuela Choyal.
            Mientras mi abuela tejía mis cabellos embarrados de brillantina de la que ella preparaba, de tuétanos fritos con flores aromáticas y le ponía la correa de gamuza y los moños a mis trenzas, un largo pitido se escuchó.
            ¡Nanita está pitando la industrial! – No, ese es el de la tenería Suela Viosca. – ¿Y eso que es abuelita?- Después te cuento, dijo, señalando a la distancia las fumarolas que salían de la larga chimenea de la tenería suela Viosca y que inundaban el cielo.
            ...Antaño, En las madrugaditas...Por las empedradas callecitas de La Paz, paraíso de mis recuerdos...la niña temerosa caminaba de la mano de su sabia y comunicativa abuelita acompañada del perro y de su muñeca de trapo, iluminada apenas por la chispa del cigarro del tigre...


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…



viernes, 17 de marzo de 2017



...Y el pescador tiende la red en el ocaso de fuego en La Paz...
LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA

“DON JESUS MICHEL SALAS….DE LOS FUNDADORES DEL PUERTO ADOLFO LOPEZ MATEOS Y LA PLANTA EMPACADORA”.


“Los que piden de un pensador a toda costa un libro compaginado, no reflexionan en que los fundadores de una época nueva, los grandes apóstoles de una idea, no escriben jamás libros, se ven obligados a mezclar la acción a la palabra”. Ignacio Manuel Altamirano.

·        Como un homenaje en su tercer aniversario que nació a la vida eterna el 21 de Marzo en la primavera del 2014.

El Ingeniero Don Jesús Michel Salas, visionario y emprendedor hombre de nuestro México y de nuestro tiempo, llegó a Matancitas, B.C.S., por la década de los sesenta acompañado de un grupo de profesionistas con los mismos atributos que él, con la encomienda de fundar un pueblo y una congeladora y empacadora más, de productos del mar….luego se llamaría “PUERTO ADOLFO LOPEZ MATEOS”.

Su mirada se perdía contemplativa admirando la belleza que les rodeaba……su primera impresión era de asombro deslumbrante…presentábase ante su vista una naturaleza extraña……el viento fresco perfumado a brisa marina les golpeaba el rostro, poniendo pinceladas melancólicas se extendían sobre la inmensidad del cielo y del mar……serpientes y otros animales huyendo de los ardientes rayos del sol, se amparaban a las débiles sombras que proyectaban los implorantes cardones y las ralas pestañas del escaso follaje…todo aquello era una maravillosa soledad, roto el silencio solo por el graznar de gaviotas y otras aves del cielo, así como por el murmurante mar.

Y en ese marco suspirando los ingenieros Don Jesús Michel y Pagán, escogieron aquel lugar para proyectar un pueblo, y construir una congeladora y empacadora de productos del mar, y como muy conocedor en la materia así como por su amplia experiencia y trayectoria en la construcción  de congeladoras y empacadoras, el lugar le pareció perfecto para este proyecto, por su amplia y hermosa bahía, muy protegida con entradas para barco de gran calado, por la abundancia de especies marinas, especialmente la sardina y las ballenas; así como por la abundante agua dulce.

Fue así como nació el que se llamó después de terminada la obra, Puerto Adolfo López Mateos, donde antes se llamó Matancitas, y por haber sido inaugurada por el presidente de México del mismo nombre, en el último año de su gobierno en 1963. después de casi cinco décadas, al contemplar el muellecito, la planta empacadora, y aquel pueblo de risueños pescadores y de gente trabajadora que aun prevalece, y que fue diseñada por el ingeniero Pagán y él, y llevada a cabo con el invaluable apoyo del biólogo marino Julio Verdegueé Aznar, y los ingenieros Morel, Mariano Ruíz Junes y Rafael Lacambra Rollo, Don Jesús con profunda satisfacción y merecido orgullo dice que fue toda una odisea el logro de esta empresa; ya que el diseño y las piezas de la planta las hicieron en Culiacán, Sinaloa y fueron trasladadas por vía marítima a La Paz en barcos pesqueros de aquella época, y luego por polvorientos y pedregosos caminos hasta Matancitas, entre grandes extensiones de sembradíos que se perdían a la distancia ante la asombrada mirada.

Era el auge en el Valle de Santo Domingo, con la producción agrícola, de la espiga dorada y de los copos de nieve del algodón y el trigo, tiempos de juaja para todos, grandes extensiones de tierras baratas se vendían a montón…después de terminada la obra, en la que se empacaría y congelaría camarón, langosta, abulón, así como fábrica de 50 ton. Diarias de hielo, se inició la proyección del pueblo alrededor del pozo de abundante agua dulce proveniente de la sierra, que se encontró con el invaluable apoyo de Petróleos Mexicanos a 500 metros de la costa, y 150 metros de profundidad.

La brisa marina le pegaba en el rostro y Don Jesús Michel, perdía la mirada contemplativa dejando vagar su pensamiento y los recuerdos…primero dice, programaron la iglesia, luego la plaza y el kiosco… ¡tenían tantas esperanzas y mucho entusiasmo!, le ponían el corazón a cada acción que realizaban……y las primeras familias del pueblo fueron, el contador de la planta, Rico Castell, los hermanos Eduardo y Room hampp, entre otros que escapan a la memoria. Y así fue creciendo el pueblo con esa fuente de trabajo más, financiada por el gran economista y dueño de más de 80 empacadoras y congeladoras que fundó en toda la costa del pacífico, el doctor Sacristán, a través de la Financiera Mexicana y Crédito Industrial, que él mismo formó en México, y en la que nombró a Don Jesús Michel Ingeniero en Mantenimiento de las 80 empacadoras en toda la República y a quien Don Jesús con las pestañas húmedas, profunda admiración, respeto y agradecimiento lo recuerda con inmenso cariño, así como de manera muy especial al biólogo marino Julio Verdegueé Aznar, ahora un prominente empresario en la rama hotelera, que con su amplia experiencia y trayectoria contribuyen de gran manera al desarrollo de nuestro país; así como demás compañeros pioneros que le acompañaron en esta titánica empresa de fundar un pueblo, Puerto Adolfo López Mateos, con su fuente de trabajo; la empacadora y congeladora Matancitas.

El ingeniero Jesús Michel Salas nació en Guadalajara, Jalisco el 24 de Octubre de 1924, siendo sus padres, el revolucionario y patriota y quien murió defendiendo la causa, el capitán Odilón Michel Méndez, originario de Autlán Jalisco y Doña Isabel Salas Romero, nativa de Escuinapa. Su única hermana, Estela, falleció a temprana edad, quedando hijo único.

Tres añitos tenía Jesús, cuando la familia se trasladó a Hermosillo Sonora, donde cursó la escuela primaria y las vacaciones las pasaba felizmente en Bahía de Kino y Puerto Libertad, lugares, dice, donde se pescaba la totoaba y la enviaban a mercados americanos. Él recuerda que era un pescado que medía un metro y medio de largo y llegaba a pesar 120 kilos. Don Jesús descabezaba  y descolaba totoabas a cambio de los hígados y buches y los vendía a peso el kilo, y sacaba en esas vacaciones hasta ¡102 pesos!, de aquellos de plata 0720.

Su señora madre, una mujer, ejemplar, de lucha, acostumbrada a vencer retos. Jesús estudió la primaria y primero de secundaria en Guaymas Sonora, y luego se trasladaron a Topolobampo en el barco de Don Héctor Ferreira quien pescaba camarón y lo enviaban por ferrocarril enhielado en furgones a Estados Unidos. La pesca del camarón la inició dice, una compañía llamada Pan américa y fue desplazada por compañías japonesas quienes lo capturaban con redes de arrastres y usaban barcos de 20 a 40 ton, y contrataban a pescadores mexicanos solamente para seleccionar y lavar el camarón y lo entregaban a un barco planta congelador llamado Mirato Maru. Después el General Abelardo Rodríguez desplazó a los barcos japoneses con permiso del gobierno, y montó plantas congeladoras: en Guaymas, Yavaros, Mazatlán, Escuinapa y Topolobampo, donde Jesús trabajó cuando tenía 15 años.

Doña Isabel puso su tienda y comedor donde abastecía a los pescadores y demás gentes del pueblo, y Jesús la ayudaba, al mismo tiempo que trabajaba y estudiaba por correspondencia en la escuela Nacional de Los Ángeles la carrera de ingeniero en fuerza motriz donde se tituló con altas calificaciones.

El joven Michel fue de los iniciadores de la pesquera de Topolobampo gracias a sus estudios y la experiencia que adquiría en el mismo trabajo, de patrón motorista; venían ingenieros navales de otras partes a enseñar a las gentes de los puertos de la costa del pacifico, y Don Jesús a los 18 años, ya tenia su titulo de motorista de tercera de la marina mercante nacional.

Señala, el que vendría a regalarnos un puerto y un pueblo así como una fuente de trabajo, López Mateos, que para recibir este título de la marina mercante, tuvo que decir que tenía 20 años, porque sólo a esa edad podía obtenerse, pero debido a su amplia capacidad y su experiencia en la materia, pudo obtenerla. ¡Había tanto pescado en ese tiempo!...dice con nostalgia Don Jesús Michel Salas, recordando que entre otros barco en los que navegó por tres años como jefe de máquinas es el San Genaro y el Guaymas I, y que cuando terminó el auge de la totoaba, continuó la pesca del camarón, y él era ayudante de soldador en la construcción de la congeladora Topolobampo.

Durante el gobierno de Abelardo L. Rodríguez se hicieron congeladoras en la que fue pionero, y después el general Lázaro Cárdenas ex presidente de México le dio refugio a los españoles y entre ellos venia niño el empresario de gran prestigio Don Julio Verdegueé Aznar y el doctor Sacristán, un gran visionario y economista que le dio fuerte impulso a la industria en el país, y compró todas las compañías congeladoras que había en ese entonces y fusionó en la Mexicana Crédito Industrial, llegando a fundar 80 en toda la costa pacífico, y al ingeniero Michel lo nombró Ingeniero Supervisor. Puede afirmar sin error a equivocarse que durante el gobierno de Lázaro Cárdenas fue la era del desarrollo en la industria en México, en la que contribuyó en gran manera la llegada de los españoles, a quien con gran acierto, el presidente Lázaro Cárdenas les dio refugio.

Don Jesús Michel Salas, surcaba los cielos y mares de un lugar a otro, fundando y supervisando congeladoras, y en Topolobampo, llegó el amor a su vida, conoció a la señorita Beatriz Jacobo Mendoza con quien después de un breve noviazgo, apegado a las costumbres de la época, contrajo matrimonio, 17 años tenía él y ella 14 y Dios bendijo esa unión con once hijos: Jesús (q.e.p.d.), Olivia, Octavio (q.e.p.d.), Josefina, Estela, Carlos, Isabel, Lidia, José, Carmen y Patricia Beatriz, a quienes con el esfuerzo mutuo e inmenso amor educaron y formaron profesionistas, y quienes han coronado sus plateadas sienes con 34 nietos y 16 bisnietos además de sus hijos políticos nueras y yernos, formando todos una familia muy unida.

Después de un largo periodo de vida, en Topolobampo, se fueron a radicar a Guasave, donde trabajaba en equipo de bombeo para agricultura, y el doctor Sacristán lo mandó a fundar la congeladora a Guaymas Sonora, y la primera que fundó fue en Topolobampo, así como también le dio la encomienda, de fundar un pueblo y su congeladora en Matancitas, la que como ya se dijo, se llamó cuando fue inaugurada, Puerto Adolfo López Mateos, y la planta empacadora se llama en la actualidad “Productos Pesqueros Matancitas, S.A de C.V.”

Por su honestidad y buen desempeño en su trabajo,  por tantos años de entrega y lealtad, sus jefes le prestaron capital para que iniciara su propio negocio y fue así como el ingeniero Michel Salas formó su propia empresa, es fabricante de maquinaria agrícola y acuacultura la que inicio como constructora de equipo y maquinaria, y después se llamo Implementos Agrícolas Culiacán, y ahora es Industrias Terramar del Noroeste, S.A. de C.V. de gran prestigio en Culiacán Sinaloa….

………y el ingeniero Jesús Michel Salas, perdía su mirada contemplativa en Matancitas, proyectando lo que luego nos regalaría, la fundación de una planta empacadora y un pueblo, Puerto Adolfo López Mateos.





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LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“...SALUD SEÑOR PRESIDENTE...BENEMERITO DE LAS AMERICAS...LIC. PABLO BENITO JUAREZ GARCIA”.


·         21 de Marzo… 211 aniversario del natalicio del hombre más gigantesco que produjo nuestra historia de México…y que aún prevalecen sus beneficios.


            Don Benito Juarez, con su gobierno contribuyó a formar el espíritu de la nación mexicana. Es el símbolo de las leyes de reforma de 1857, y el alma de la resistencia durante la intervención francesa en México, logrando la victoria definitiva de los republicanos contra los imperialistas, conjurando todo peligro de amenaza europea. Don Benito Juarez García fue toda una institución de las leyes. El hombre de las luchas y las tempestades políticas, el hombre cumbre, que produjo el mundo después de nuestro señor Jesucristo, nació el 21 de marzo de 1806...exactamente durante el equinoccio de primavera, en el pueblo de Guelatao Oaxaca. Benito fue un humilde pastorcito que mientras cuidaba el rebaño hacía vibrar su flauta de carrizo inundando de notas musicales, montes y serranías de la Mixteca, templando su espíritu...debido a un incidente con las ovejas que estaban a su cuidado, se dirigió a Guanajuato y gracias y a la nobleza y apoyo de Don Antonio Zalanueva, a los doce años empezó a conocer el alfabeto. Su esfuerzo fructificó hasta recibirse como abogado...debido a su dedicación llegó a ser presidente del Tribunal Superior de Justicia de su Estado...posteriormente, fue gobernador, y luego presidente de la República. Su honestidad se comprobó, pues su fortuna consistía en 2,500 pesos. en una ocasión, durante una visita que hizo Benito Juarez al gobernador de Guanajuato, al otro día, muy temprano, solicitó a una sirvienta que le alcanzara un recipiente con agua para asearse la cara, y como ésta lo vio prietito de color firme y humilde, le contestó majaderamente voz tronante, ¡si quiere agua vaya y sáquela usted del pozo!...el presidente Benito Juarez se dirigió a donde se le mandó, sacó agua del pozo y se fue a su recamara y se aseó. Ya en la mesa, a la hora del desayuno, debido a su alta investidura le cedieron la cabecera de la mesa, y la sorpresa de la sirvienta fue mayúscula cuando el gobernador le ordenó que le sirviera primero al señor presidente. Ésta se soltó llorando  pidiéndole disculpas y Juarez con la sencillez que le caracterizaba le dijo que no tuviera cuidado.

Don Benito Juarez falleció el 18 de julio de 1872. Ante la tumba que se acababa de abrir todas las pasiones enmudecieron. El Ayuntamiento decretó un luto de siete días, la prensa guardó silencio. Al fondo del salón de embajadores, en un catafalco con su frac inevitable y la banda tricolor en el pecho, colocaron el cadáver del indio incansable que luchó por dejarnos las leyes de reforma, y reconstruyó el país poco a poco. La personalidad política del señor Juarez pertenece a la historia cuyo buril severo le asignará el lugar que de derecho le corresponde, siendo incuestionable que su recuerdo vivirá siempre en todos los mexicanos, por hallarse ligado con los de las épocas más importante de nuestra vida pública. No se vale que gente ignorante de nuestra historia de México, que van llegando al poder traten de manchar su memoria. Como buenos mexicanos, para gobernar el país se necesita tenerle mucho amor a la patria, para no dar pesos por centavos.






LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.

  • 1806 -  2017, AÑO DE JUAREZ… 211 AÑOS DE SU NATALICIO.

Poema escrito al festejar el bicentenario de su natalicio. Se respeta el texto original.

Por: Alfredo Cardona Peña.

Excelentísimo Señor Presidente,

Del carácter insobornable, de la fuerza en el día,
Prefecto del rigor, edecán de los limpios,
Gran caballero de la orden de los humildes;
Condecorado por el sol, que dio a tus facciones,
Una adusta grandeza de piedra resurgida.
Excelentísimo señor embajador,
Del espíritu de las leyes,
Que entregaste tus credenciales en las manos del pueblo
Y vigilaste el cumplimiento de lo que parecía intocable
Por los decretos que firmó la consciencia,
Por los mandatos que inspiró la mañana
SEÑOR MINISTRO DE LA RESTITUCION PÚBLICA,
Que pusiste en tu pecho la lágrima del pobre
Y no medallas fundidas en latín y amuletos marchitos.
Rector de la universidad de los dignos,
Que desconoces los nombramientos honoríficos
Cuando estos se fabrican de espaldas al decoro.
HONORABLE CUERPO DEMOCRATICO,
Señoras y señores en la fe de la historia:

Henos aquí celebrando el nacimiento
De quien no tiene muerte,
A los 200 años exactos
De su producción en la primavera,
Por que, señor presidente, según lo han confirmado
Horóscopos maduros y pájaros triunfales,
Naciste con la maduración de los frutos, y es simbólico
Tal advenimiento en la estación de las flores,
Cuando la tierra derrama su corazón a los humanos.

Haz que cierta poesía solitaria,
Maestra en la oscuridad,
Experta en el sutil enredo de la frase,
Abandone sus trajes de sombra,
Sus voces como gotas fríamente perfectas,
Y poniéndose el casco reservado a los himnos,
Cante llena de sol en el estadio
Donde la juventud eleva a tu memoria
Su competencia musical.

Naciste, como he dicho, en el día de primavera,
Más fue tu infancia un triste invierno sin vestido
En donde muchas veces, para subsistir en el cuerpo
Tuviste que llamar a las puertas más altas
Como los ciervos hacen con las últimas ramas.
De niño recibiste el beso de los crepúsculos
El orto fue tu ayo, tu madrina la tarde,
Pues como algunos reyes, que aparecen en el amarillo testamento,
Iniciados en las fuerzas Purísima de la soledad, fuiste pastor en los días risueños de la infancia,
Y es la primera imagen de tu historia una égloga
Que guarda entre la brisa su armonía inicial.
Como una comida que han enfriado las penas,
Fue tu primera juventud, a la sombra de la perseverancia.

Repetiste el drama del estudiante misérrimo,
Santificaste la voluntad cuando en la noche
Leías quemándote los ojos,
Leías buscando una luz que la vela te hurtaba,
Leías mientras otros compraban o reían.
Ah, señor presidente, nosotros no podemos olvidar
Aquellas horas de estudio sin fiesta,
En las que poco a poco fuiste viendo a tu patria
Como un dolor tendido extensamente,
O acaso como una doncella amenazada,
O un lindo cuento solo para algunos.

Te preocupaban los libros caros y la mesa,
La novia te dolía,
Por que eras una raíz envuelta en polvo
Y muchos años de desprecio subían como hiedras,
Por los duros reinados de tu sangre.
Eras el último de la calle,
Un indio, un gran silencio hecho de llama.
Pero,
Fuiste preparando con lentitud de alfarero una idea,
Fuiste profundizando en hombres y palabras
Y te casaste venciendo murallas,
Dejaste la provincia, madre caudal y sola
Y un día ciudadano, un día altivo,
Un día en un gran árbol transformado se abrió tu obra, al fin como una puerta,
De justicia labrada. Por ella entró la luz
Y la tiniebla huyó con su murciélago.
¿Cuál fue tu arma, padre desarmado?
Una más grande que la luz del día,
 Más poderosa que las acechanzas,
A cuyo nombre tiemblan los culpables,
Enmudecen puñales, torna el fiel a su punto:
LA LEY. Y EN ELLA EL PUEBLO.
El pueblo que fue escudo de tu brazo,
Rosa en tu fe sembrada.
Apretada en el puño, como un látigo de fulgores
La ley viajó contigo,
Ardió, fue construyendo su reforma,
Y a tal punto se hizo sustancial a tu alma
Que era tu ser, oh Juarez, LA LEY MISMA,
Vestida severísima y actuante.
En esa ley -o roca- en que vivías
Fue a estrellarse el imperio: sus espumas
Salpicaron las páginas de Europa.
Pero había pequeñas miserias,
Conspiraban hisopos y sortijas,
Y se lanzaron, Juarez incorrupto,
Sobre tu ideal innovador. No pudo
Aquella tempestad herir tu frente,
Por que eras un producto de muchos siglos,
Un fuego que apagado quemaba tu silencio.
El suelo estaba lleno de hojas podridas, de basuras crueles,
Y había que barrer el ancho piso
De tierra de tu patria,
Limpiar los miedos,  pintar las paredes,
Con un color que ya no fuera el negro;
Había que escribir constituciones,
Frases con sellos de águila, anti dogmas,
Y sobre todo, no cejar: herir el rayo y dominar la hora.
Entonces comenzó aquel largo viaje
De tu celo, y rodaste en un carruaje
Del que tiraba la jurisprudencia.
Atravesaste la noche de México,
Fuiste vigilia, gestión, esperanza
Y cuando el invasor se derrumbó, cuando tus normas
Fueron decoro público y las flores
Habitaron de nuevo las escuelas,
Surgió tu nombre como una alta cumbre,
Se hizo muchedumbre tu soledad
Y para siempre quedaste viviendo
En las festividades de tu pueblo.
Oh roca apasionada, estatua viva.
Oh impasibilidad sobre los montes.
Así te vemos hoy, y mientras pasa, la hora fugitiva, permaneces,
Y arde el silencio como un ángel puro,
En tu silla de bronce.
Desde esa silla, Juarez inmutable, vences, caminas, logras y construyes.
¡Salud excelentísimo señor!
Al pie de tu onomástico
Mares y lejanías te contemplan
Viendo como has crecido y cuanto has hecho. Te entregamos las llaves de América.
Te nombramos
Huésped de honor de las auroras libres.
Ven y preside el fallo de la historia
Como una encina un bosque de laureles.
Respetaremos como mexicanos,
La histórica y celebre  frase que nos legaste
“QUE EL PUEBLO Y EL GOBIERNO RESPETEN LOS DERECHOS DE TODOS. ENTRE LOS INDIVIDUOS, COMO ENTRE LAS NACIONES, EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ.”.
¡Salud señor presidente!...benemérito de las Américas.



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