LA PAZ QUE
SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“...Y SE LO CARGO EL
CHAMUCO...A PILARILLO...EN EL LLANO DE
LOS BURROS”.
En
el legendario Manglito, barrio de pescadores ribereños por tradición...también
se cuentan leyendas, cuentos y anécdotas de antiguos habitantes fundadores de
este popular barrio...Don Pilar Carballo, llamado cariñosamente “Pilarillo”,
tronco de prestigiada familia en La Paz, persona muy estimada de gratos
recuerdos, se dedicaba al comercio mercante su barco “El quino”, entre otros que
llegó a tener...surcaba los mares del Golfo de California intercambiando
mercancías en los lugares más alejados del la península. E incursionó también
en las armadas perleras, la pesca del tiburón y en el comercio establecido. A
Don Pilarillo lo rodeaba la leyenda...cuando niño, protagonizó un hecho
espeluznante.
En La Paz de antaño, cuando sus pobladores eran pocos,
principalmente en el Manglito, no había vecino que no supiera esta historia de
Don Pilarillo. “!Por eso está tan largo este fregado muchacho porque hasta un
remolino lo levantó varios metros del suelo y luego lo dejó caer pegando el
‘costalazo’, por eso se le aplanaron las sentaderas”...le decían los mayores, a
cada travesura que hacía...esa era otra anécdota de Don Pilarillo Carballo...!Y
no anden de vagos ni se salgan de la escuela, porque se los va a cargar el
chamuco!, como le pasó a Pilarillo con el burro prieto...eran otras de las
amenazas obligadas de los mayores cuando los niños no obedecían y meterlos en
cintura...cuento que corría de boca en boca y que miedo sentían los
niños...tenían que andar derechitos porque temían que les fuera a salir el
mentado burro prieto que le salió a Pilarillo y su palomilla.
Y como en aquel tiempo había mucho monte y arroyos
cubiertos de vegetación en tiempos de lluvia, se prestaba a que los niños
tuvieran temor y era una buena medida tomada por los mayores para hacerlos
obedecer a través del temor, respeto y cariño, y lo que le pasó a Pilarillo,
les venía a la medida. En los campos pesqueros, o bajo los palmares, a la luz
de las fogatas mientras los pescadores tenían la piola tendida en la espera de
que picara un pargo, garropa, mero o robalo en amena charla salía a colación
entre otras cosas, lo que le pasó a Pilarillo por andariego y desentendido...o
en las cantinas entre fumarolas y al calor de las copas y del disfrute de
botanas gratuitas de almeja y callo de hacha de los que abundaban en la bahía,
el tema obligado entre chistes y carcajadas era “...Y se cargó el chamuco a
Pilarillo Carballo y su palomilla”, en el marco de aquellas famosas peleas a
patadas y puño limpio que protagonizaban los leones del Esterito y los
Manglitenses, nomás volaban las camisas, los paliacates, las navajas y también
los cabronazos, y al finalizar la pelea entre aquella rueda de pescadores, muy
dignos se daban la mano. Generalmente el pleito era por las hermosas mujeres de
sus barrios; al final, quedaron mujeres
del Esterito en el Manglito y viceversa. ¡Qué tiempos!
En noches de invierno, en tiempos de equipatas...mientras
la pertinaz llovizna repiqueteaba en los techados...a la luz de los faroles y
de los tizones encendidos alrededor de la encalada hornilla entre aromas de
café de granito acompañado de gorditas con manteca de res...contaban los
mayores que antiguamente el respeto y el cariño a los mayores era sagrado,
principalmente a los padres y a los maestros. El maestro tenía autoridad para
seguir a los niños cuando salían de la escuela y vigilar que se fueran
derechito a su casa, y si el chamaco agarraba para otro lado, a cintarazos se
los llevaban a su casa. O cuando el niño no quería ir a la escuela, el maestro
lo sacaba hasta debajo de la cama y si al chamaco se ponía rejego o matrero a
cuerazos se lo llevaba...eran pocos los niños rebeldes que había y pocos
también los reprobados.
Pero como siempre hay de todo en todas las épocas, los
maestros del ayer no contaban con el travieso Pilarillo que le encantaba tirar
pa’l monte a montar burros. Pilarillo era un niño diferente. Muy inquieto y
desentendido, ¡que hasta se lo cargó el chamuco! Y en otra ocasión lo levantó
un remolino varios metros del suelo y lo dejó caer dando un buen costalazo, que
hasta las sentaderas se le aplanaron. Todos estábamos muy emocionados alrededor
de la hornilla, y la lluvia continuaba cayendo más fuerte y la abuela pegándole
una larga chupada a su cigarro continuó diciendo...Pilarillo era un niño
fuerte, cubría su ensortijado y negro cabellos con un sombrero de palma; y bajo
el sombrero podía verse los ojos muy pelones donde brillaba la
inteligencia...de la bolsa trasera del pantalón de mezclilla le colgaba su
inseparable resortera, y en la otra bolsa, le colgaba también un calcetín
retacado de catotas y catotones...muy buen mozo el fregado muchacho pero muy
desentendido y travieso que hasta le sacaba canas verdes a sus padres y a sus
maestros...!si hasta lo levantó un remolino!...puchi nanita, ¿a poco había
escuelas en ese tiempo?, claro que había y buenas escuelas con buenos maestros
como los hay ahora; Pilarillo y su palomilla estaban en la escuela 48...-
¿Aquella pa’lla lejos, que está por el camino real, por donde está la tenería
de alta chimenea y que pita tres veces al día?. - ¡Eguale!, en esa escuela,
hacen bonitos bailes donde van las muchachas a lucir sus vestidos largos, y los
jóvenes su pantalón de casimir inglés,
gabardina, rayón o mezclilla.
La lluvia continuaba repiqueteando y la abuela continuó
diciendo...Antes todo aquello era puro monte, y Pilarillo y su palomilla se
daban maña para que el profe no los viera y se escapaban a la hora del recreo a
montar a pelo a los burros, en el monte de los burros, y hacer cuanta diablura
se les ocurría...era muy buen jinete el carajo chamaco, ¡había tantos burros en
La Paz!, que hasta ese lugar se llamaba el campo de los burros, allí es donde
le encantaba a Pilarillo corretear y jinetear los burros. Una cálida mañana, no se esperaba Pilarillo
lo que le iba a pasar...escapó él y su
palomilla a la vista del profesor, y se internaron en el monte como ya era su
costumbre...y cuentan los que saben mucho que a los chamacos les extrañó que
todo estaba en silencio...se respiraba un ambiente muy raro...y por ningún lado
se miraban los burros...las chacuacas, liebres y demás pájaros salían espantados...las
hojas de los árboles ni se movían...ese silencio ya no le empezó a gustar a
Pilarillo quien pelaba los ojos camelando para todos lados...
“...Oye Pilarillo, ¿no se te hace muy raro esta soledad y
este silencio?”, le dijo uno de sus compañeros...y rascándose la cabeza, “Pos
si”, dijo Pilarillo, “que extraño que los burros no están”, al tiempo que
acariciaba nerviosamente la resortera como poniéndose alerta...pero de pronto,
Pilarillo peló tamaños ojos gritando “!miren muchachos, allá está un burro
prieto tras los lomboyales. – que raro, ese burro prieto no lo habíamos visto
por aquí”, dijo otro de los niños. El burro prieto era muy grande y comía
tranquilamente, brillaba su pelaje como un charol con el sol. Los chamacos
emocionados agazapados entre las ramas lo estaban camelando, cazándolo, pecho
en tierra, se fueron acercando poco a poquito... como Pilarillo y su palomilla
ya estaban diestros en ese oficio de un espectacular salto Pilarillo ya estaba
montado en el burro...el burro era manso, apenas se movió...luego saltó otro
niño, luego otro, y luego otro, ¡y otro más!...los chamacos no lo podían creer
el burro se hacían más largo a como los niños saltaban sobre él...tan largo era
que los cinco de la palomilla de Don Pilarillo cupieron en él...!era la locura
para los inquietos chamacos!.
El último niño montado, le clavó los talones en las
enancas, y éste empezó a caminar a la voz de “¡Chu-chu arre burrito!”...dicen
los que vivieron aquella época que un griterío se escuchaba entre los matorrales
del campo de los burros...los muchachos jubilosos se paseaban en el burro
prieto...éste los fue llevando, sin que se dieran cuenta, y de pronto...¡¡estaban
volando!!, el burro prieto se elevó con los seis chamacos... ¿cómo que voló el
burro abuelita?, preguntamos todos a un tiempo llenos de espanto, - Si, voló el
burro prieto y ya en el aire, empezó a rebuznar echando lumbre por los ojos y
el hocico y los chamacos a gritar desesperado y soltando el burro una apeste a
azufre, dejó caer a Pilarillo y a su palomilla por el rumbo del barrio El
choya, cayendo entre unos choyales, quedando los niños con las sentaderas
espinadas, y además zurrados. Más tarde, unos vecinos los encontraron todos
tuturucos y de inmediato los ayudaron...en un principio la gente no les creía
lo que les pasó pues éstos hablaban puras incoherencias...estuvieron varios
días enfermos y quitándoles las espinas y dicen que gritaban “!ya me quiero ir
a la escuela antes de que se enoje el profesor!”.
Después de varios días, al fin Pilarillo y los demás
niños se recuperaron del susto que les dio el chamuco, y cuentan que a partir
de entonces fueron los niños más disciplinados, puntales en la escuela,
trabajadores y obedientes, eran el ejemplo en la Escuela 48 y en todo lugar; y
se les quitó la maña de irse a vagar al monte...!uy abuelita, que mandando
querías que te hiciera!, dijimos todos a un tiempo...
...Y a Pilarillo y su palomilla se lo cargó el chamuco en
el monte de los burros...
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
compartir…
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