LA PAZ QUE SE PERDIO
POR
MANUELITA LIZARRAGA
“la
mujer del anillo que sube a los taxis...y luego desaparece”.
·
Son muchas las personas espantadas que cuentan
sus experiencias después del ciclón Lisa en distintas partes de la ciudad
Muy seguro, el taxista llegó
aquella mañana a las importantes oficinas públicas; preguntó por fulano de tal,
éste salió a atenderlo y el chofer le dijo, “anoche llevé a su esposa rumbo al
panteón, y me dio este anillo para que se lo entregara, y que usted me pagara
el servicio”...dijo el chofer; el hombre, al ver el anillo, espantado
contestó...”!pero si es el anillo de mi esposa!... ¡Claro!, dijo el señor, ella
me lo dio y dijo que pagara el corte”.
“Pero...pero...pero es que,” y
el esposo volteaba para todos lados, sorprendido, “¿Qué pasa?”, dijo el chofer
desconcertado...y balbuceando, dejando caer las palabras una a una el
funcionario dijo “Es que a ella se la llevó el ciclón Lisa hace años...nunca se
encontró su cadáver”, contestó el sorprendido esposo, enmudeciendo de pavor con
los ojos desorbitado y aquel anillo en sus manos que sentía que le quemaban.
Desde luego que el taxista no podía creer lo que estaba escuchando... ¡Pero si
fue algo tan real!, decía el chofer desplomándose en un sillón que estaba
cerca...cuénteme le dijo el asombrado esposo.
“...Fue por la colonia
Francisco Villa, dijo, era una noche iluminada por la luna...tal vez eran las
diez u once, no recuerdo bien, de pronto un suave vientecillo empezó a soplar y
la luna caprichosa se ocultaba entre las nubes oscureciendo a ratos la noche la
que quedaba en penumbras...transitaba en el taxi rumbo a su hogar hundido en
sus pensamientos, pensando quizá en los amorosos brazos de su esposa, en sus
pequeños hijos ya dormidos a esa hora y en una sabrosa cena, como era la
costumbre...ya iban llegando al arroyo que forzosamente tenía que pasar, por
donde se contaban que pasaban tantas cosas inexplicables pero como él es
incrédulo, no sentía miedo...de pronto, los fanales del vehículo alumbraba a
corta distancia a una mujer que apareció de la nada, alta y delgadita, que le
hacía señas para que se detuviera, la cabellera y largos ropajes le volaban
suavemente con el viento, se escuchaban muchos aullidos de perros que hacía que
se enchinara la piel....paró el vehículo y le preguntó... ¿A dónde la llevo
señorita?...Al panteón contestó ella, con melodiosa voz...él se quedó
sorprendido por la hora que era y la distancia, pero como es profesional de su
oficio, con gusto le dijo, “Suba usted”.
La joven iba vestida de azul y
llevaba un paquete o envoltorio bajo el brazo, la muchacha se recogió un poco
el vestido y subió acomodándose en el asiento trasero...él la miraba por el
retrovisor...era hermosa, de cabellos tan negros que hacían resaltar la tez
blanca, demasiado blanca a su parecer, casi calavérica, de su rostro, el que
enmarcaba sus ojos grandes cargados de tristeza a punto del llanto... no miraba
de frente, más bien iba cabizbaja...sus labios eran carnosos y pálidos y una larga cadena de oro con un crucifijo
colgaba de su cuello perdiéndose entre los senos; y en su dedo de la mano
izquierda llevaba un anillo de matrimonio.
En el marco de una noche de
luna y lastimeros aullidos de perros, el taxi con su macabra carga transitaba a
esas horas de la noche, rumbo al panteón...árboles y caserío dormido como
sombras fantasmales...durante el trayecto, el chofer y la hermosa iban en
silencio...un silencio que lastimaba...un silencio de ¡muerte!, el quizó romper
aquella tensión, y le preguntó, nada más por preguntar, Disculpe, ¿va a visitar
a algún familiar enfermo?, la bella no contestó y él respetó su silencio, ya no
insistió. Después de un tiempo que al chofer le pareció eterno llegaron a la
puerta del panteón de Los San Juanes...
¡la luna se volvió a ocultar
entre el nuberío!...el viento sopló más fuerte como levantando arenilla, meciendo
los árboles llorones que parecían gemidos dentro del panteón, los perros de los
alrededores aullaban también y los goznes de las puertas del panteón rechinaron
como con un gran dolor, abriéndolas misteriosamente...entonces, la joven
desesperada, como que el tiempo se le acababa bajó del taxi de prisa, preguntó
al chofer cuánto era, el respondió...y sucedió lo que menos pensaba, ella se
quitó la argolla de su dedo y le dijo con una voz que quería ser melodiosa,
pero se iba transformando en cavernosa...”No tengo dinero, pero llévele a este
anillo a mi esposo fulano de tal, que trabaja en el lugar zutano, salúdelo de
mi parte y que por favor le pague el corte”...
Y la joven vestida de azul, de
los ojos grandes y tristes, se metió al panteón rechinando las puertas al
cerrarse y desapareció como flotando entre los lóbregos y señoriales mausoleos,
dejando al chofer muy sorprendido; pero aun así a él no le entró ningún mal
pensamiento, porque si así hubiera sido, quizás hasta muerto del miedo se
hubiera quedado...puso el anillo en el tablero sin darle mucha importancia, se
regresó rumbo a su casa bostezando porque el sueño le ganaba y otro día fue a
la mencionada oficina a cobrar su trabajo y a entregar el anillo sucediendo
como ya se narró.
...y por las polvorientas
callecitas de aquella Paz dormida, el taxi con su macabra carga transitaba
rumbo al panteón a altas horas de la noche.
…Por
el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
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