domingo, 4 de diciembre de 2016

LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.


“BODAS DE ORO DE CONCEPCION LIZARRAGA DE NOVELO Y LUIS LAZARO BENITO NOVELO PANTOJA”.

·         FUE LA PRIMERA BODA CELEBRADA EN EL SANTUARIO DE GUADALUPE COMO PARROQUIA, EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1952.

  • Amada hermana, Conchita, un día como hoy 5 de Diciembre de 1935 mi madre Doña Juanita Álcaraz Garate de Lizárraga te trajo al mundo entre las morenas manos de la excelente partera nuestra bisabuela, “ama Chona”… allá al otro lado del río “la peña hueca” en aquel añorado y pintoresco pueblito, Siqueros Sinaloa, inundando de alegría y colmado de felicidad todo los corazones que formaban aquel hogar… eras la primogénita, mi hermanita mayor… y yo todavía no existía. Espero en Dios que te recuperes pronto…eres una guerrera, mujer luchadora de todos los tiempos… Dios y nuestra madre purísima Santa María de Guadalupe tenga misericordia de ti, e inunde de fortaleza y salud a tus hijos y demás familia.


            Cincuenta aniversario de bodas cumplieron los señores Doña Concepción Lizárraga y Don Luis Novelo Pantoja, motivo por el cual sus nueve hijos, nietos y demás familiares, festejaron acontecimiento tan grande mediante solemne misa de acción de gracias ofrecida en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe por el Reverendo padre                                  
  El anterior sábado 28 de septiembre del 2002, en la que Doña Conchita y Don Luis refrendaron sus votos matrimoniales y de profundo amor, el que ha prevalecido por tantos años, y dieron gracias al creador por permitirles dicha tan grande, en la que ha habido de todo un poco, y con su ayuda han salido fortalecidos y por la familia tan bonita con la que bendijo su hogar; plegarias en la que se unieron familiares y amigos muy allegados.

            Al término de la celebración religiosa, sus hijos, Cristina, Fidelia, Luis, Blanca Luz, Anita, Octavio, Jorge, Juanita y Wilbert, les ofrecieron un banquete de bodas en grata convivencia familiar en la que estuvo presente además de todos sus hijos, nietos y bisnietos, su hija Blanca Luz, quien viajo desde Tucson Arizona, a esta ciudad capital para celebrar a sus padres en este día tan grande; le acompañó su esposo Ernesto Ortega Silva y sus hijos Ernesto y Charly.

            Durante la emotiva ceremonia religiosa, no pude evitarlo, y mi mente voló al pasado al recordar aquel día como hoy, la boda de mi hermana mayor, Conchita y Luis, hace 50 años, y el anillo dentro del pastel de bodas la que era una costumbre. Aquella otoñal mañana, la linda novia de 17 años, lucía radiante, y el santuario el que era muy pequeño todavía estaba  bellísimo con la morenita muy adornada en el altar y hermosos arreglos florales en las bancas, los que las hermanitas González Verdugo realizaron en apoyo a mi hermana Conchita. Todos estábamos muy arreglados sentados muy solemnes, mis padres Don Bernardo Lizárraga Tiznado y Doña Juanita Alcaraz de Lizárraga; así como mis tíos María de Jesús, María y Estanislao Lizárraga, además de mis hermanos, Anita, Carlos, María de Jesús y quien escribe; la niña más chica, Pacita, había quedado en casa al cuidado de mi abuelita, quien atizaba la lumbre al pendiente de las ollas del chocolate y del cocimiento de las gallinas para el mole...hasta el perro, el pachuco se quedó en casa aquella mañana pero lo tuvieron que amarrar. Es evocador verdaderamente recordar la boda de mi hermana mayor, Conchita; en aquella Paz de antaño de los molinos de viento, barcos mercantes y tantas otras cosas bellas.

           


A quien le tocaba la argolla que estaba dentro del pastel de bodas, según se creía que sería la que se casaría enseguida. Aquella mañana de otoño, después de la ceremonia de esponsales, de Conchita y Luis,  celebrada por el padre Carlitos Tousini, jubilosa la novia repartía el enorme y sabroso pastel con espumoso chocolate entre familiares e invitados.

            ! Le tocó la argolla a Juanita!...se casará enseguida...decían con gran alborozo y sorpresa las muchachas invitadas a la boda de  Conchita, mi hermana mayor. Los dos pasteles de boda los había elaborado la excelente artista de alta repostería la señora Doña Chenchita... fue por los primeros años de  la década de los 60. Y si se casó al tiempo Juanita...conchita aventó el ramo de flores frescas que le arreglaron con esparraguillos y encajes las muchachas González Verdugo, que también le tocó a una de las madrinas y desde luego se casó enseguida. Era todo un arte arreglar el ramo de novia de flores frescas y esparraguillos cultivados en los jardines...por que ¡había tantas y variadas flores en La Paz y no había florerías todavía!, la mayoría de las familias vendían flores cultivadas en sus propios jardines como era la costumbre, que se usaban para todas las ocasiones y necesidades.

            Al  contemplar el retrato de bodas de mi hermana conchita con su albo ajuar sin escotes, encargado por catálogo, el que se pidió a una prestigiada tienda de Guadalajara; recordé aquellas bonitas costumbres y tradiciones que se han perdido al paso del tiempo, y que eran tan bonitas pero que no por eso las costumbres de ahora dejan de ser bellas y valiosas también. Después de un bonito y tradicional noviazgo, donde mi cuñado llegaba a nuestro hogar a la visita con las manos llenas ante la alegría de los niños,  apegado a las buenas costumbres, mi hermana Conchita y Luis Novelo Pantoja decidieron casarse aquella tarde de primavera de 1952, mis aún jóvenes padres, Don Bernardo Lizárraga Tiznado y Juanita Alcaraz de Lizárraga tenían fiesta en casa...mediante cena muy formal, aquel tímido joven telegrafista, pidió la mano de mi hermana fijando la fecha de la boda, y sus padres la pidieron mediante una carta enviada desde la Ciudad de México. Un alboroto teníamos los hermanos menores por el lunar rojo en la nuca de mi cuñado que lo distinguía.

            Fue el primer matrimonio celebrado en el santuario de nuestra señora de Guadalupe como parroquia, cuando estaba en sus inicios. Aquella fresca madrugadita del 28 de septiembre de 1952 día de san Estanislao, cayó un aguacero y un alboroto había en casa entre aquellos olores a café de grano, ingredientes y un montón de cosas para el mole de gallina, la barbacoa y la sopa fresca natural que mi madre y su amiga Doña Rafaela Verdugo de González  elaboraron un día antes. Las mesas con manteles blancos lucían en el patio llenas de sopa cortadas en tallarines secándose al sol para su preparado. Aquella noche antes de la boda mi abuelita le dijo a mi hermana “ Ves hija, por qué desde pequeña les dice uno cuidas el tesorito que traes allí, que nadie lo tiente, ni lo mire siquiera, porque es tu virtud, es el candado de lo que será tu familia, es por lo que vale la mujer ante el hombre y la sociedad” y continuó diciendo,  “Debes acostarte temprano para que luzcas fresca y radiante mañana día de tu boda; te pones la ropa interior usada de las mas viejita, para que tenga buena suerte; y nunca plantes una bugambilia en el frente de tu casa por que habrá viudo, y al tomarte el retrato del recuerdo procura que estén parados o sentados los dos, porque decían los mayores que el que se retrate sentado, se muere primero, creencias de la gente, pero por las dudas tu no lo hagas; debes respetar y amar a tu esposo, ser limpia y asendosa para que no te expongas a que te pegue tu marido y lo bueno es que eres una magnífica cocinera y por el gusto y el estomago se gana al marido”.

            Todas estas cositas y muchos consejos más le decía mi nanita con mi inolvidable perro el pachuco a sus pies, aquella madrugadita, día de la boda.  Mientras la vestía de novia la que fue  su madrina de velación la señorita Teresita Ochoa, por que esa era la costumbre. Su padrino fue Ramón Ochoa, y sus madrinas de lazo la chachita y la nani Gonzalez; los pajecitos que llevaron la cola fueron el lamentablemente fallecido Edmundo Andrade Lizarraga y María Geraldo (la meri). No se acostumbraba el cortejo tan grande; los mismos padrinos de velación llevaban las arras y los anillos. ¡Qué fiestón fue aquella boda!, y que bonito toco la orquesta y la cochi de don Rafael Castro desde la 9 am hasta las 12 de la noche. Vivíamos en la esquina de Ramírez y Sonora, donde ahora es la mansión del doctor Alejandro Varela; claro que antes era una casona de ladrillo antiguo y espantaba bastante, pero esa es otra historia.

            Al tercer día después de la boda, entregaron a mi hermana como era la costumbre...mis padres tendieron en el piso una sabana blanca, y se postraron de hinojos los nuevos esposos conchita y Luis. Mis padres muy ceremoniosos les dieron la bendición y lo que llamo mi atención y que nunca se me olvido fue que mi cuñado se metió la mano a la bolsa de su pantalón y saco un fajo de billetes y se los dio a mi madre, también esa era una costumbre. ¡Que tiempos aquellos!...que bonito seria que se retomara la costumbre y le pusieran el anillo al pastel de boda. En la actualidad gracias a Dios, después de cincuenta años de matrimonio,  mi hermana y su esposo viven muy felices, sencillamente, rodeados de sus 9 hijos: Cristina, Fidelia, Blanca, Luis, Jorge, Octavio, Anita, Juanita y Wilbert así como de mas de 20 nietos y varios bisnietos.

            ...El anillo de oro dentro del pastel de bodas fue una costumbre que se perdió al paso del tiempo…



…Por el placer de escribir… Recordar… Y compartir…

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