viernes, 21 de abril de 2017

            LA PAZ QUE SE PERDIÓ.
POR MANUELITA LIZÁRRAGA.
“ROSAURA ZAPATA CANO... ESCRIBIO CON AMOR Y ESFUERZO LAS PAGINAS DE SU TRASCENDENTE E HISTORICA EXISTENCIA”.

·         FELICIDADES A TODAS LAS EDUCADORAS DEL ESTADO Y DEL MUNDO ENTERO QUE CON SU APOSTOLADO VAN ABRIENDO SURCOS EN EL CEREBRO DE LOS NIÑOS Y NIÑAS, SEMBRANDO LA SEMILLA DE LAS PRIMERAS LUCES DEL CONOCIMIENTO…

·         FELICIDADES EN ESPECIAL A MI HERMANA LIC. EN EDUCACION PREESCOLAR SANTA LIZARRAGA ARMIJO.



En completo abandono se encuentra la casa donde nació en esta ciudad de La Paz en Fco. I. Madero esquina con Morelos, en el barrio del esterito, un 23 de noviembre de 1876 la ilustre sudcaliforniana ameritada maestra señorita Rosaura Zapata Cano; hija primogénita del matrimonio formado por el capitán Claudio Zapata y Elena Cano. El edificio en mención demuestra la apatía y poco interés de las autoridades correspondientes, por conservar los edificios históricos donde vivieron personas que se entregaron y dieron tanto de si mismo en beneficios de los demás, sin pedir nada a cambio; como lo fue la obra sin precedentes de la educadora Rosaura Zapata que abrió la senda del saber en la educación preescolar instituyendo los primeros jardines de niños a nivel nacional, e internacional haciendo surcos en su largo peregrinar en la docencia de entrega absoluta a la niñez mexicana. A opinión generalizada de varias madres de familia, dicen que desde hace varios años que el edificio esta abandonado. Que deberían de hacer una biblioteca infantil, una escuela de danza, o algo por el estilo enfocado a los niños de preescolar en honor de quien fue la ilustre maestra Rosaura Zapata Cano.

 Al pasar frente a la ruinosa casa en Madero y Morelos donde vió la luz primera la que dejó a la posteridad un vigoroso y noble ejemplo de laboriosidad,  no resistí la tentación de acercarme, palpar sus paredes y desvencijadas puertas y sentir el pasado, y al voltear al techo me imagine la cuna de cacaixtle colgando de las vigas mecida por la amorosa madre arrullada por graznar de gaviotas, el vaivén de las olas y el murmullo de palmeras,  y dentro de la cuna, la niña Rosaura, sonriente, y en su tierna mirada el fulgor de la inteligencia que iluminaría la senda  por donde transitaría la niñez mexicana, en  aquel ambiente familiar de álgidos tiempos revolucionarios en que don Claudio Zapata lucho al lado del general Manuel Marquez de León y Clodomiro Cota, entre otros patriotas sudcalifornianos en contra del régimen porfirista destacando en sus luchas en Todos Santos y el Triunfo. En esas paredes de ladrillos elaborados seguramente por los yaquis del Esterito y piso de tierra, entre tiros de escopetas y chirriar de carretas quedaron plasmadas los llantos y risas de las tiernas travesuras de Rosaura, así como los sobresaltos, penas y alegría de doña Elena cuando por las prolongadas ausencias de don Claudio motivado por la revolución  tenían que quedarse sola con la niña.
En aquel tiempo el mar reventaba sus olas entre las palmeras y paredones, y ésta pavimentada bajadita de la calle Morelos rumbo al mar fue una veredita por donde seguramente la madre y la niña bajaban a la orilla del mar donde abundaban las ostras perleras e infinidad de peces que doña Elena sacaba o adquiría de los pescadores para el alimento diario; mientras que la niña recogía en las níveas arenas de la bahía de La Paz conchitas y caracoles y jugaba rondas infantiles sin faltar desde luego el viejo pescador quien mientras tejía la red, a la niña contaba cuentos y leyendas de piratas y tesoros acrecentando la imaginación de Rosaura. Por los años de 1882. Seis años tenía la niña cuando doña Elena tomó la acertada decisión de trasladarse a la ciudad de México para reunirse con su esposo el que tuvo que salir de esta ciudad, forzado por la situación política de la época y donde Rosaura cursó brillantemente la educación primaria. Los años pasaron y las ilusiones afloraron en el joven corazón de Rosaura...pero fue mas firme su anhelo y propósito por ser alguien y poder ofrecerle a sus padres una vida mejor; pero la fatalidad enlutó su corazón con la muerte de su padre acaecido el año de 1893 cuando apenas ella tenia 17 años.

Con grandes dificultades económicas Rosaura ingreso a la Escuela Normal Para Profesores, recibiéndose como Profesora de Educación Primaria en 1898. Después de toda una trayectoria dentro del magisterio, en 1947 se le nombra directora general de Educación Preescolar y en 1948 se le festejaron sus bodas de oro como profesionista, otorgándosele una condecoración por sus cincuenta años de servicios en la educación nacional, donde conmovida Rosaura Zapata expreso:
            “La emoción mas grande después de cincuenta años de haber recibido el titulo de maestra, es ver que los esfuerzos que dicta el corazón, son siempre coronados por el éxito”; y agrego “ayer pusimos la semilla del jardín de niños; hoy es esta institución el jardín de nuestra patria, que fructificara para el progreso y el bien de ella”. La medalla de oro que recibió la maestra fue donada por todos los jardines de niños de la República Mexicana. En 1952 Rosaura Zapata recibió la medalla Ignacio Manuel Altamirano por cincuenta años de ejercicio docente, en 1954, año en que se jubilo, el senado de la República le otorgo la medalla Belizario Dominguez en reconocimiento a sus altos méritos educativos

Un día de Julio, maravillosamente soleado, lloraron los niños de México, gotas claras como perlas finísimas  - de dolor infinito, de azoro increíble, de impensados desencantos -, surcaron las mejillas infantiles con sorpresivo rocío mañanero que se diluyó en diminutos y límpidos arroyuelos.

            Junto a la milpa crecida y la mazorca dorada, un pequeñín triste elevó interrogante su carita, hacia el infinito. Cabe la rústica cabaña, en alta serranía, otro imberbe abrió la puerta de carrizos entrelazados y sintió el helado soplo de una rara angustia. En el amplio valle, sobre el surco fecundo que alza el milagro de verdes trigales, uno mas se sintió solo y abandonado. Y en la arenosa costa bajo un cálido cielo y frente al rumor cadencioso del oleaje, entre pupilas niñas interrogaron en vano al mar y se perdieron en el horizonte ilimitado.

            Los niños de México lloraron. Porque solo ellos, niños al fin, viven el sueño de los gnomos y las hadas, que lloraban porque tornó verdaderos sus sueños. Hada que les llevó alegrías entre cantos, juegos danzas y cuentos. No volvería más el hada que llegaba con el día en la clara mañana. Que era, esperanza y redención. Como un viento suave y apacible esperaba aura. Que abría una dulce sonrisa, suavemente, como abre sus botones una rosa. En su nombre se conjugaba el doble milagro. Se llamaba Rosaura.

           
Zapata, la educadora impar, en el amplio valle en la alta  montaña.
           
En la prolongada costa, bajo todos los cielos sobre todos los agros de la patria., fue en verdad suave viento, perfume delicado, gorjeo dulcísimo y maternal entrega.
           
            Ella vino  del reino del ensueño, y de la poesía, para hacerse carne terrenal y doliente. Abrió los ojos a la vida, allá lejos, en un confín de México: la california del Guaycura. Tierra del sol y desierto, de ternura y de amor, de perlas y de peces, de estrellas y de mitos. De La Paz, fantástica y legendaria, trajo mensajes de paz, de armonía y de belleza. Hada al fin, nos derramó generosa durante sus largos 87 años, que no alcanzan a sumar pobres y comunes mortales.

            Embelesó a los párvulos. Fue, como dijo el Poeta Jaime Torres Bodet, el símbolo vivo de una esperanza conmovedora para la felicidad de los niños. Ella lleno de infantes nuestros jardines, hizo escuela propia, conmovió a los hombres con su vida y con su obra y, como señalo el maestro Celerino Cano, atenta al porvenir inmediato, contagio a todos con su pasión por el México niño.

            De su inspiración y de su esfuerzo, saben bien los niños y los hombres. Tan inspirada que cuando sus ojos ya no veían a los niños, su corazón los sentía muy cerca de la razón primordial, profunda y lúcida de su ser. Tan esforzada, que tras fundar los jardines de niños que llevaron los nombres de Federico Froebell Y Enrique Pestalozzi, recorrió primero, las poblaciones de los Estados Unidos para aprender la organización y funcionamiento del  Kínder Garden y después de Europa, toda Alemania, Suiza, Francia, Inglaterra y Bélgica para estudiar lo relacionado con la educación de los párvulos. Se perfecciono en la Universidad Autónoma de México, a través de las cátedras de sociología, psicología y ciencia de la educación. Y logró finalmente la Escuela Nacional de Educadoras. En tanto, ocupaba numerosos cargos y desempeñaba graves funciones como miembro del Consejo de Educación Primaria, del Consejo Técnico de la Escuela Nacional de Maestros y del Consejo Nacional de Maestros y del Consejo Nacional de la Educación. Y aun se daba tiempo para concurrir, como representante de la Secretaria de Educación, a numerosos congresos mundiales sobre la enseñanza. Hizo de su vocación un culto. Quemo sus pupilas en el estudio, sacrificó diversiones y todo lo que pudiera ser felicidad para ella para dedicarlo a la niñez mexicana que fue todo su mundo. Fue una mujer indispensable en el momento histórico de México que le tocó vivir y hacer del sistema de jardines de niños los cimientos sobre los que descansa la educación nacional. Se dió tiempo para escribir varios libros dedicados a la educación preescolar, entre ellos: “tres libros de cantos y juegos para jardines de niños”; “cuentos y conversaciones”; “libro de rimas”; “la educación preescolar en México”; “técnicas de jardines de niños”. Su nombre esta grabado con letras de oro en el Senado de la República, para orgullo de todos los mexicanos.

            Amó a su pueblo niño, profundamente. Y su pueblo maduro la veneró como diosa de infinita sabiduría.

            A Rosaura Zapata no la alcanza la bíblica sentencia Anatematizante: ella salió del pueblo y torno a su pueblo. Vive eternamente en el corazón de los niños, los hombres y las mujeres de México. Es ya como ha dicho la Maestra Emma Olguín, una heroína civil, de la gran batalla educativa.

            Rosaura Zapata Cano seguirá siendo aura limpia y rosa Inmarcesible. Rosaura Zapata Cano, murió en la ciudad de México en 1963 a la edad de 87 años, donde fue sepultada y respetando su voluntad de que su cuerpo descansara en su tierra natal, sudcalifornia, el 23 de noviembre de 1988 los restos mortales de la ameritada maestra Zapata fueron sepultados en la Rotonda de los Sudcalifornianos en esta ciudad Capital.



…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…


PD: Fuente Dr. Francisco Javier Carballo Lucero…historiador y cronista.       +
       El ameritado maestro, escritor y poeta Néstor Agúndez.       +
       La ilustre sudcaliforniana periodista, escritora y poeta Dominga G. De Amao.       +


Esta semblanza fue publicada hace más de 15 años en los prestigiados medios: El Sudcaliforniano, Revista Compás, y en el programa de contacto directo en radio y televisión canal 10.



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