viernes, 27 de marzo de 2015

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“LAS SIRENAS...CUENTO CAURESMAL”.


¡Que no te metas al mar porque te convertirás en sirena!... ¿Qué no ves que es viernes santo?...era la consabida amenaza para los inquietos niños de aquellos tiempos...de alguna manera, para obligarlos a la obediencia y a respetar las costumbres aquellos viernes santos, viernes de silencio...cuando nomás se escuchaba el alegre trino de los pájaros y el silbar del viento. Entre aquellos aromas a capirotadas, torrejas, tortitas de camarón, de pescado y lecche cocida, entre otros richos manjares alrededor de las encaladas hornillas contaba la abuela que “Hubo una vez una familia que tenía su hogar frente a la playa bajo la sombra de un frondoso palmar quienes tenían tres lindas niñas y un varoncito, Juanita, Perlita, Margarita y Gabriel, muy inquietos por cierto los niños...que en un viernes santo de aquellos, después de escuchar las siete palabras, como es la costumbre, sus padres le recomendaron una vez más...queridos hijos, ya saben que hoy es viernes santo, viernes de guardar, es de luto para toda la humanidad, porque es el día en que fue crucificado en la tierra nuestro señor Jesucristo; nosotros, nos vamos a descansar y ustedes pueden leer, o jugar, pero sin pelear y todo en silencio”.

            ¿Podemos bañarnos en el mar?, preguntó Juanita muy entusiasmada, y su madre perisgnándose muy preocupada les dijo, ¡de ninguna manera!, es viernes santo y no pueden ni deben meterse al mar porque se convertirían en sirenas!. Pero inquietas y desobedientes que eran las niñas, esperaron a que sus padres se durmieran y felices, se encaminaron a la playa acompañadas de Gabrielito, quien era el más pequeño. El niño rehusó meterse al agua, porque era obediente y además tenía temor de convertirse en un pez como decían los mayores. Temeroso Gabrielito se sentó sobre una barca que estaba en la arena boca a bajo a observar a sus hermanas y a aventar conchitas y caracoles al agua mientras que Juanita, Perlita y Margarita, las tres niñas desobedientes corrieron encantadas y se metieron al mar.

            ...Era un viernes santo, viernes de silencio...las niñas jubilosas nadaban y nadaban en el agua, la que estaba muy fría, cortando con sus manitas las olas... y cuentan los mayores que cuando las niñas nadaban escuchaban raros murmullos en el agua, las que se pusieron más turbulentas, y de pronto todo se oscureció por unos instantes y sentían una rara transformación en sus cuerpos, luego espantadas vieron que de la cintura para abajo tenían la figura de un enorme pezy empezaron a rodearlas una gran cantidad de peces, las niñas desesperadas querían salir del agua, pero la corriente las jalaban mar adentro seguida de sus compañeros los peces, y ante los asombrados ojos del niño quien gritaba asustado, y las llamaba llorando, levantando sus manitas con impotencia al aire, pegando saltos sobre la panga, pero las niñas se alejaban más y más diciendole a Dios con sus manitas.

            Por su desobediencia las niñas se habían convertido en tres hermosas sirenitas quedando sus padres y hermano sumidos en la tristeza. Y contaban los ancianos que los padres de las niñas desobedientes, salían todos los días hasta el anochecer, a recorrer las orillas del mar con la esperanza de ver a sus hijas aunque sean convertidas en sirenas...pero que nomás ondeaban sus escamosas colitas de pescado entre las hermosas olas confundiéndose con los murmullos del viento y el mar las voces plañideras de este triste y bello canto de las desobedientes niñas que un viernes santo se metieron al mar.

            “Nuestros padres y hermano, ¿dónde estarán? Al vaivén de las olas nos alejamos más  y más. Cómo olvidar, fue un viernes santo las niñas se metieron al mar, por ser desobedientes son sirenas de la mar”.


            Aquel viernes santo, viernes de silencio alrededor de las hornillas inundadas de aromas, todos estábamos en suspenso escuchando a la abuela, hasta mi viejo perro el pachuco estaba tirado a mis pies emocionado, y continuó diciendo mi nanita, y cuentan que sus padres ya viejitos, seguidos de muchos niños, buscaban a las sirenitas por toda la orilla del mar, para escuchar su triste canto, que un día, a sus padres, ya no le vieron nunca más...terminó diciendo la abuela añadiendo que el viernes santo es el día más grande para toda la humanidad y desde entonces se hizo la conseja popular que los mayores aconsejan a sus hijos que el viernes santo se debe de guardar y sobre todo, no meterse al mar porque se convertirían en sirenas.

viernes, 20 de marzo de 2015

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“LA CASA DEL CUCURUCHO”.

            Antaño, cuánto miedo sentía al pasar por esa antigua mansión en mi época de estudiante...la casa del cucurucho...la gente le sacaba la vuelta, tenían mucho temor de pasar por allí, por todo lo que se contaba de ella...estaba envuelta en la leyenda...era motivo de cuentos de los mayores alrededor de las hornillas en épocas de lluvias. Era una casona construida de ladrillo, de techo alto de cuatro aguas, de teja manila, la que siempre estaba abandonada ubicada en las calles 5 de Febrero y Madero, la mencionada mansión, estaba rodeada además de la leyenda, de un solar baldío, por donde la gente del pueblo se acostumbró a transitar para acortar camino.

            Fueron incontables las personas asustadas en esa casa...se contaban varias leyendas sobre ella. Algunas gentes vieron a una niña de rubios cabellos recargada en el cristal de la ventana con un gesto de dolor en el rostro llorando, haciendo señas con sus manos, con desesperación...otros decían que en la pileta del patio, en la que antiguamente curtían cueros, escuchaban el llanto lastimero de un niño...también decían que miraban a un hombre agachado metido en la tinta, como trabajando en la pileta, con los pantalones arremangados bajo las rodillas y luego desaparacía y otros decían que del solar que rodeaba la casa del cucurucho, salía una alta mujer de largos ropajes blancos de cabellos hasta debajo de las sentaderas, la que se metía entre los demás solares, y el caserío dormido. En esa época, según, pasaba la mujer por donde ahora es la Escuela Rosendo Robles, salía hasta la brecha donde ahora es carretera, y se metía por debajo de la alcantarilla que estaba a la altura de donde está el Yonque el Chepe, por donde pasaban las aguas broncas de un brazo del arroyo de El Palo, y la mujer se iba como flotando por todo el arroyo perdiéndose en la orilla del mar. Fueron varios los osados que la siguieron, pero regresaban espantados por que desaparecía en el mar.

            A falta de radio y televisión, las narrativas de sucesos espeluznantes, de leyendas de viejas mansiones, de la historia de la familia, y de algunos santos contados por los mayores, era motivo de reunión familiar, era parte de nuestras costumbres de antes, que hacían mas ameno el transcurrir de la vida cotidiana de los sudcalifornianos. Siempre que paso por donde estuvo aquella antigua casona EL CUCURUCHO viene a mi mente aquella leyenda que la rodeaba, y que nos contaban los abuelos; principalmente la experiencia que les tocó vivir a los señores Enique, María de Jesús, Carlota y Florencio. Todos  ellos ya fallecidos, y.don Florencio contaba este hecho espeluznante que vivieron

            “Por la época de los 40, del siglo pasado, cuando afloraban en ellos las ilusiones, acudieron a un baile que se celebraba como era costumbre, en la escuela Dos; ahora Melchor Ocampo. Y después de disfrutar de una maravillosa noche de fiesta, regresaban caminando a la luz de la luna bajo la lápida celeste tachonada de refulgentes estrellas. Cuando pasaron por la casa del cucurucho, la que siempre estaba abandonada, les llamó la atención que a esas horas de la noche, estuvieran abiertas sus puertas, iluminada únicamente a la luz de las velas, sorprendidos se detuvieron, y con curiosidad se asomaron a la puerta y no podían dar crédito al espectáculo que se ofrecía ante sus ojos, ¡estaba en el centro del cuarto, en un catre, tendido un hombre muerto, rodeado de cuatro sirios encendidos!. Tenía las quijadas amarradas a nudo en la cabeza con un paliacate negro y las manos junto al pecho amarradas también con crespón negro, así como los pies amarrados también.

            A los sorprendidos jóvenes, les llamó la atención que no había dolientes por ningún lado, y se les hizo muy feo, seguir su camino sin acompañar aunque sea un ratito al muerto, porque esas costumbres eran muy respetadas en aquel tiempo. En esa noche de plenilunio, parados aún en la puerta, donde el silencio era roto por el aullar de los perros, se pusieron de acuerdo los 4, y decidieron quedarse a velar el cuerpo aunque fueran unos momentos, porque además ya casi iban a ser las doce de la noche, y antes no se acostumbraban los bailes que terminaran tan tarde, y para ellos esa hora ya era muy tarde y temían toparse en el camino con el llanto lastimero de la llorona, o el judío errante Se metieron al fin a la casa del cucurucho y volteando para todos lados buscando los dolientes, sin ver a ninguno, se sentaron en unas rústicas bancas de madera.

            La mortecina luz iluminaba el cadaverico y barbado rostro de aquel hombre, y en medio del silencio sepulcral observaban todo a su alrededor. Llamándoles la atención que la blanca sábana tendida en el catre, donde estaba el difunto en cada esquina tenía bordada artísticamente a punto de cruz unas iniciales “MB”, en color azul así como la funda de la almohada donde descansaba la cabeza del muerto. Además, vieron también que debajo del catre, como era la costumbre, estaba una plasta de ceniza en el suelo marcada con una cruz dentro de un círculo. Los minutos pasaban y se les hacían interminables por que ni por asomo les daba que se tratara de otra cosa sino de un velorio, pero lo más extraño era que estaba solo el cuerpo sin ningún doliente. Don Enrique se levantó y salió a fumarse tranquilamente un cigarro a la enramada que estaba afuera, con ese pretexto buscaba familiares en los patios y todo estaba en penumbras, porque la luna se metía presurosa entre las nubes, quizás no quería ser testigo de lo que iba a suceder.

            Al término del cigarro, los muchachos decidieron retirarse. Temerosos, extrañados, volteando para todos lados salieron de aquel cuarto y caminaron unos cuantos pasos voltearon hacia atrás sin querer, y cual sería su sorpresa ¡estaban cerradas las puertas del cucurucho envuelta en la mas completa obscuridad!, y unas carcajadas se escuchaban que salían de la casa mientras ellos corrían despavoridos sin parar, con el corazón en la mano hasta llegar a su casa, donde vivían por el arroyo del palo.

            Los muchachos, estuvieron enfermos varios días tomando te de palo Brazil con raíz de choya y bola de cilantro para el susto. Y cuando al fin pudieron platicar lo que les había pasado aquella noche en la casa del cucurucho la familia no les creía y decían que estaban locos. Los muchachos insistieron tanto en lo que les pasó, que sus padres los acompañaron a inspeccionar la casa, pero de día, la que estaba en el mas completo abandono, con telarañas y todo, pero en la enramada se encontraron la chupita del cigarro que el Tío Enrique se había fumado. Por mucho tiempo a estos muchachos  se les quitó la maña de andar en los bailes.

           


La casa en mención, ya no existe. En su lugar se encuentra una moderna construcción. Antiguamente, la casa del cucurucho, fue habitada por una distinguida familia que venían procedentes de El Triunfo. Después, según vox populi, fue una curtiduría de pieles, y antes de estar esta mansión, era un almacén de sal. Seria verdad, o mentira lo que contaban estos señores, cuando yo era niña, pero la verdad es que me daba mucho miedo pasar por ese rumbo. A don Florencio y Don Enrique  le he preguntado nuevamente sobre esta historia y ratificó su versión, del muerto aparecido en el cucurucho.

“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”



martes, 17 de marzo de 2015

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA


“DON ENRIQUE CUNNINGHAM GASTELUM...Y...EL BOOM DEL COMERCIO EN LA PAZ DE AYER “



            Don Enrique Cunningham Gastelum... Un ocho de septiembre, día de la natividad de María Santísima...nació a la vida eterna...sus ojos se cerraron para siempre...cabalga en las brumas del tiempo, en el viaje sin retorno. Entre crespones y hermosos arreglos florales, el inerte cuerpo de aquel próspero comerciante descansaba en el tétrico ataúd...los labios de su amada esposa, Doña María, su inseparable compañera de toda la vida, en silencio musitaba plegarias rogando por el eterno descanso del alma de Don Enrique...plegarias  a las que se unieron su hijo Jorge, su nuera Blanca y sus nietos Roberto Enrique, Oliver Estuardo y Blanca María; así como sus hermanos, demás familiares y amigos, quienes le acompañaron en el cortejo fúnebre al Panteón Municipal de Los San Juanes, donde fue sepultado el anterior sábado 9 por la tarde de aquel año.

            Los recuerdos danzaban en mi mente en medio de oraciones y de rostros condolidos por la irreparable pérdida de persona tan apreciada y valiosa. Don Enrique Cunningham Gastelum proveniente de honorable y reconocida familia, nació en la histórica población de Loreto, la primera capital de las Californias el 2 de noviembre de 1918; siendo el mayor de once hermanos. Con una preclara inteligencia, a pesar de sus escasos estudios, fue un hombre muy trabajador y emprendedor de exitosos negocios que dieron trabajo y sustento a innumerables familias, siempre con el invaluable apoyo de su esposa la todosanteña María Salgado de Cunningham y quienes estaban próximos a cumplir 55 años de matrimonio. Una cálida tarde de verano, Don Enrique y Doña Mary llegaron con un bagaje de esperanzas e ilusiones a cuestas para sepultar sus raíces y su corazón, cuando era aquella Paz tranquila, de romance, de perlas y de molinos de viento.

            En el evocador kiosco cuando estaba construido sobre el malecón y sin escalera, el que era el punto de reunión de la gran familia sudcaliforniana, Don Enrique y Doña Mary, fueron los primero en La Paz en iniciar el negocio de los raspados de frutas naturales y de sabores de color. También fundaron la funeraria La Paz, “La estrella polar”, la que luego fue Casa Cunningham así como El bebé de Cunningham, El bebé del valle y Tienda la bola; negocios que fueron el auge comercial de su época.

            Por la década de los 50 la gran tienda popular estaba siempre abarrotada de gente...el comercio en todo su apogeo en La Paz de Antaño...aquel aglutinamiento de personas se empujaban a codazos unas a otras, gritando con apremio, amenazando con echar abajo las puertas de cristal de la gran tienda del pueblo la que era una novedad, y la que vendía una diversidad de mercancías nacionales e importadas de diferentes partes del mundo, ya que su dueño el señor don Enrique Cunningham  viajaba constantemente a Japón, España y Estados Unidos así como al interior de la república para realizar las compras personalmente y ofrecer al pueblo sudcaliforniano, los artículos mas novedosos de la mejor calidad a precios increíbles.

            ¡diez pares de chanclas de hule orca pollo!, gritaba la gente, cuatro chamarras, dos crinolinas, diez cortes de tela, cuatro cobijas, etc. Entre atropellones y empujones logre meterme entre aquella multitud, no se sabia quien compraba y quien despachaba...enmarcada con el ruido que hacían el abrir y cerrar de las cajas registradoras y las sumadoras mecánicas. Asombrada entre aquel griterío de gentes donde todos querían ser atendidos y los empleados corrían para todos lados despachando, también yo me puse a despachar sin ton ni son, mi primer cliente fue don Daniel Arce, compraba por mayoreo y me asuste cuando empezó a pedirme los artículos por docenas y centenas...le iba despachando haciendo montón en el mostrador y en el piso, sin saber precios. De pronto, me encuentro a un señor muy atento que desde hacia rato sorprendido me miraba, y le  pregunte los precios de las mercancías para elaborar la nota y hacer las cuentas, y me dio precio por precio sumando la venta, 22.400 pesos de aquellos. No lo podía yo creer y el dueño de la tienda menos; y de pronto me pregunta el señor Cunningham, ¿señorita, quien es usted?. Hay perdone usted, le conteste, ando buscando al dueño de este negocio, para que me de trabajo; pero como vi tanta gente pues me puse a atender a este señor; y me contesta don Enrique muy sonriente. “anda buscando trabajo y ya vendió todo eso, esta usted contratada!”. Don Daniel Arce se dedicaba a la fayuca vendía en las rancherías, el era de La Purísima por el Norte del Estado.

            Antaño, todo los productos del macizo continental eran traídos en barcos japoneses de gran calado que algunos entraban por San Carlos, luego trasladaban las mercancías a La Paz por los caminos de tercería (no había carretera todavía), en camiones de líneas internacionales Tijuana. Así como por vía aérea, Aeromexico, Transmar de Cortes y barcos de cabotaje que atracaban en el muelle fiscal. Preciosas telas de seda traían, así como porcelana, cristalería fina y un sinfín de productos que abastecían las necesidades de las gentes del ayer. Las costureras tenían mucho trabajo eran unas verdaderas artistas que así contribuían al gasto familiar y de esa manera estaban mas vigilantes de sus hijos. Don Enrique Cunningham y su esposa doña María Salgado de Cunningham, mis padrinos de graduación, magnificas personas que se distinguieron por su calidad humana y como jefes fueron muy queridos y respetados por su personal. Unos cuantos meses labore como empleada de piso en el Bebe, y  luego para impulsar las ventas de casa Cunningham me mandaron con doña Mari. ¡Que preciosidades se vendían en esa tienda!. Ubicada en Independencia Y Revolución, contra esquina de la plazuela, a  un lado de la parroquia y frente al antiguo correo. ¡es inolvidable! Cristalería cortada, como juegos de licoreras y perfumeros juegos de te japoneses vajillas, mantelería, así como mantillas españolas bordadas a mano, perfumería de marcas exclusivas así como ropa fina y corsetería, además de equipo para novias y ropa en general. Joyería de oro de catorce y 18 kilates con monturas de perlas naturales sudcalifornianas. Llegaban los pescadores y le vendían  a doña mari los frascos de perlas a granel en 30 y 50 pesos el frasquito, y me encantaba poner las perlas en una concha de abulón a 10 y 20 pesos cada perla. ¡es para no creerse!, cuanto se vendia en esa epoca, abundaba el dinero, el turismo se iba derechito al bebe de cunninghan y a casa cunningham la que recuerdo desde mi infancia se llamaba la “estrella polar”.

             En la década de los 50, el valle de santo domingo estaba en su auge...el trigo, el algodón...los agricultores venían a hacer sus compras a La Paz y vaciaban las tiendas, especialmente casa cunningham y el bebé., tenían preferencia por la chamarra y el pantalón levis que ya vendian el numero 501, así como el pantalón mexicano de la marca EL venado. Camisas vaqueras, cintos y sombreros, así como botas. La bota minera era muy solicitada por los rancheros así como los sombreros, entre tantas cosas propias para sus necesidades. El bebe de cunningham era la tienda mas popular por su calidad, surtidos y precios. El dólar en ese entonces estaba a 12.50 de aquellos pesos y el salario mínimo a catorce 40. Yo trabajaba por comisión sobre venta al dos por ciento y sacaba hasta 35 pesos diarios. En el bebe de cunngingham todo se vendía barato. Calcetines para caballero 3 por doce cincuenta. Medias cannon 3 por 12.50 fondos dos por 12.50 chancla de hule a dos por 1 peso...etc. don Enrique y doña mari, siempre les dieron muy buen tratos a sus empleados, así como estímulos, quienes trabajaban muy contentos para ellos. Don felipito murillo querido e inolvidable amigo, y compañero de trabajo, siempre estaba a mi lado así como su hijo Germán un magnifico administrador y que decir de las compañera de trabajo del ayer.

            La fecha mas importante en el bebé de Cunnningham y que era esperada por la población por la barata que ponían, era el cinco de mayo, su aniversario...( el apoteosis) y la afortunada madre que daba a luz a su hijo ese día, don Enrique y doña mari les obsequiaban su canastilla bien surtida de ropa de la mejor calidad para el bebe, además le llevaba el mariachi y eran los padrinos del niño que bautizaban. Así fue como es que tiene varios ahijados por aniversarios el bebe, entre ellos, a la educadora, María Enriqueta Lucero Alvarez, quien lleva el nombre de sus padrinos, María y Enrique. El boom del comercio en La Paz que se perdió...las modas...las crinolinas... las serenata con mariachi a la luz de la luna, la cola de caballo, serenatas en el kiosco y la plazuela... con las orquestas del momento de Don Rafael Castro y de Don Luis Gonzalez...y en la bahía apenas se empezaba a ver una que otra lancha con motor entre los veleros... y los pescadores felices hasta se reían solos...había unos cuantos presos en el sobarso tiempos que ya se fueron...pero, entraron los ferris, se abrieron carreteras, el progreso trajo aparejada la crisis en que estamos....mas de 800 presos en la cárcel, la juventud perdida en las drogas, desintegración familiar, perdida de valores, entre otras cosas. Creo que algunos comerciantes del ayer, y los antiguos sudcalifornianos suspiran por ese boom comercial que se perdió.

…Y aquel comerciante de mente tan brillante no necesitaba saber leer y escribir para ser un gran empresario y un admirable ser humano… Cabalga en las brumas del tiempo…


“…Por el placer de Escribir… Recordar y Compartir…”