LA PAZ QUE SE PERDIO
POR
MANUELITA LIZARRAGA
“LAS
SIRENAS...CUENTO CAURESMAL”.
¡Que no te metas al mar porque te convertirás en
sirena!... ¿Qué no ves que es viernes santo?...era la consabida amenaza para
los inquietos niños de aquellos tiempos...de alguna manera, para obligarlos a
la obediencia y a respetar las costumbres aquellos viernes santos, viernes de
silencio...cuando nomás se escuchaba el alegre trino de los pájaros y el silbar
del viento. Entre aquellos aromas a capirotadas, torrejas, tortitas de camarón,
de pescado y lecche cocida, entre otros richos manjares alrededor de las
encaladas hornillas contaba la abuela que “Hubo una vez una familia que tenía
su hogar frente a la playa bajo la sombra de un frondoso palmar quienes tenían
tres lindas niñas y un varoncito, Juanita, Perlita, Margarita y Gabriel, muy
inquietos por cierto los niños...que en un viernes santo de aquellos, después
de escuchar las siete palabras, como es la costumbre, sus padres le
recomendaron una vez más...queridos hijos, ya saben que hoy es viernes santo,
viernes de guardar, es de luto para toda la humanidad, porque es el día en que
fue crucificado en la tierra nuestro señor Jesucristo; nosotros, nos vamos a
descansar y ustedes pueden leer, o jugar, pero sin pelear y todo en silencio”.
¿Podemos
bañarnos en el mar?, preguntó Juanita muy entusiasmada, y su madre
perisgnándose muy preocupada les dijo, ¡de ninguna manera!, es viernes santo y
no pueden ni deben meterse al mar porque se convertirían en sirenas!. Pero
inquietas y desobedientes que eran las niñas, esperaron a que sus padres se
durmieran y felices, se encaminaron a la playa acompañadas de Gabrielito, quien
era el más pequeño. El niño rehusó meterse al agua, porque era obediente y
además tenía temor de convertirse en un pez como decían los mayores. Temeroso
Gabrielito se sentó sobre una barca que estaba en la arena boca a bajo a
observar a sus hermanas y a aventar conchitas y caracoles al agua mientras que
Juanita, Perlita y Margarita, las tres niñas desobedientes corrieron encantadas
y se metieron al mar.
...Era un
viernes santo, viernes de silencio...las niñas jubilosas nadaban y nadaban en
el agua, la que estaba muy fría, cortando con sus manitas las olas... y cuentan
los mayores que cuando las niñas nadaban escuchaban raros murmullos en el agua,
las que se pusieron más turbulentas, y de pronto todo se oscureció por unos
instantes y sentían una rara transformación en sus cuerpos, luego espantadas
vieron que de la cintura para abajo tenían la figura de un enorme pezy empezaron
a rodearlas una gran cantidad de peces, las niñas desesperadas querían salir
del agua, pero la corriente las jalaban mar adentro seguida de sus compañeros
los peces, y ante los asombrados ojos del niño quien gritaba asustado, y las
llamaba llorando, levantando sus manitas con impotencia al aire, pegando saltos
sobre la panga, pero las niñas se alejaban más y más diciendole a Dios con sus
manitas.
Por su
desobediencia las niñas se habían convertido en tres hermosas sirenitas
quedando sus padres y hermano sumidos en la tristeza. Y contaban los ancianos
que los padres de las niñas desobedientes, salían todos los días hasta el
anochecer, a recorrer las orillas del mar con la esperanza de ver a sus hijas
aunque sean convertidas en sirenas...pero que nomás ondeaban sus escamosas
colitas de pescado entre las hermosas olas confundiéndose con los murmullos del
viento y el mar las voces plañideras de este triste y bello canto de las
desobedientes niñas que un viernes santo se metieron al mar.
“Nuestros
padres y hermano, ¿dónde estarán? Al vaivén de las olas nos alejamos más y más. Cómo olvidar, fue un viernes santo las
niñas se metieron al mar, por ser desobedientes son sirenas de la mar”.
Aquel
viernes santo, viernes de silencio alrededor de las hornillas inundadas de
aromas, todos estábamos en suspenso escuchando a la abuela, hasta mi viejo
perro el pachuco estaba tirado a mis pies emocionado, y continuó diciendo mi
nanita, y cuentan que sus padres ya viejitos, seguidos de muchos niños,
buscaban a las sirenitas por toda la orilla del mar, para escuchar su triste
canto, que un día, a sus padres, ya no le vieron nunca más...terminó diciendo
la abuela añadiendo que el viernes santo es el día más grande para toda la
humanidad y desde entonces se hizo la conseja popular que los mayores aconsejan
a sus hijos que el viernes santo se debe de guardar y sobre todo, no meterse al
mar porque se convertirían en sirenas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario