“EL AHORCADO DE LA CALLE 16
DE SEPTIEMBRE”
POR: MANUELITA LIZARRAGA
El
constante rechinar de la cuerda que se mecía lúgubremente de la viga de aquél
techo, en el piso superior tenía inquieto al empleado de aquella prestigiada
negociación de la calle 16 de Septiembre e Isabel la Católica. y harto de tanto
escuchar ese vaivén que le erizaba la
piel y se la ponía como de gallina, aquella tarde de invierno el joven
Idelfonso animado por sus compañeras de trabajo, tomó la firme decisión de
investigar que eran esos macabros ruidos que le parecían que le taladraban el
alma. De dos zancadas subió las escaleras de madera hacia el almacén, y el
fuerte taconeo de sus pisadas no lograban apagar el suave rucu-rucu de la soga
que se mecía lentamente.... escuchándose al momento un horripilante alarido de
espanto, al tiempo que rodaba aquel joven hasta el suelo por las escaleras.
Fue una oscura tarde de
invierno....llegue a esa negociación con un proyecto de publicidad a pedimento
del gerente, en esa época hace ya diez años. “Señorita, les dije; es tan amable
de anunciarme con el señor fulano?” Las jóvenes con el espanto reflejado en el
rostro se miraban una a la otra tirándose la bolita...apretujándose las manos
muy nerviosas decían, “ que vaya ella, no, sube tú,” decía la otra, con la
mirada recelosa, volteando para todos lados como asustada, lo cierto es que ninguna de las dos quería
subir por aquellas tétricas escaleras, ni aunque les dieran todo el oro del
mundo. Bueno, pues que le pasa por que tienen tanto miedo? Yo necesito hablar
con el gerente, por que esta publicidad tiene que salir ya. Las pobres
jovencitas casi lloraban y temblorosas me dijeron, señora, cree usted en los
espantos?...pues ....pues....pues fíjese que sí. Vera usted, que no queremos subir por que arriba sale
un hombre colgado de una cuerda con los
ojos muy pelones y la lengua colgando casi hasta medio pecho, !como así, no
puede ser, si estamos en pleno siglo XX, le dije incrédula! Y las pobres
muchachas haciendo la señal de la cruz, dijeron se lo juramos por esta. El
pobre Idelfonso un compañero nuestro tiene tres días enfermo por el susto que
se llevó, no se ha presentado a trabajar y nosotros, pues antes de que den las
7:00 de la tarde ya nos queremos ir a
nuestras casas.
Continuaron diciendo las
muchachas, que hace mucho tiempo que se escuchaban ruidos raros en el piso de
arriba, así como alaridos agónicos, pasos, y un fuerte ruido como algo pesado
que cae al suelo. y aquella tarde que se escuchaba todo aquello, le picaron su
amor propio a Idelfonso y le dijeron que era un miedoso. Ni tardo ni perezoso,
el muchacho subió de dos zancadas las escaleras entró al almacén y al momento
empezó a gritar histéricamente !hay un ahorcado...hay un ahorcado!, al tiempo
que rodaba hasta el suelo por las escaleras, con el rostro descompuesto por el espanto. Cuando el
muchacho se calmó un poco, dijo “el ruido que se escuchaba es una soga con un
hombre joven colgado con los ojos muy pelones
y la lengua colgándole a medio pecho, se mece lúgubremente y el hombre
viste pantalón ancho de mezclilla camisa de manta, un paliacate rojo anudado al
cuello, estaba descalzo y un pedazo de tronco ladeado a sus pies; y lo más
espeluznante es que ante mis propios ojos se fué desvaneciendo aquello que era como una visión fantasmal”. Dijeron las
jóvenes que el muchacho se deprimió tanto que ya no regreso a trabajar; y que
ellas andaban buscando otro trabajo, por que ahora que sabían que sale esa alma
en pena, del ahorcado les da mucho miedo. Antes escuchaban los lamentos
agónicos y los ruidos, pero no le daban importancia y el rucu rucu del mecate,
creían que eran ratones; pero después de esto, ya no querían trabajar ahí.
Terminaron diciendo Rocío y Elena. Ante estos argumentos tampoco yo quise subir
esas escaleras, y como ya era muy tarde deje pendiente el proyecto de
publicidad, para llevarlo otro día, pero que fuera de día, por si las dudas, no
vaya a ser la de malas...y me fui rapidito, parecía que hasta el viento me
llevaba.
Sobre el ahorcado de la 16,
cuentan los mayores que por la década de los treinta, cuando La Paz, era
territorio y era gobernada por jefes políticos o militares, esa parte del
pueblo era puro monte, y perdida en ese monte estaba una casita de adobe y
techumbre de palma, sombreada por grandes y viejos mezquitones, además de un
gran palo verde. La casita estaba habitada por una señora que vivía sola, y
hacía pan, empanadas y tamales para vender; que un jovencito del pueblo le
vendía sus productos y que una de tantas veces le llegó a la señora con cuatas
mochas, diciendo que se le perdió el dinero, y la mujer se enojó tanto, que sin
decir una palabra agarró una soga, y colgó al pobre muchacho del gran palo
verde. Que nunca se hizo justicia por que la mujer era pariente de un general.
Otra versión sobre el
ahorcado de la 16, cuenta don Polito, un tierno viejecito de 90 años de edad,
que le contaba su padre, que en el siglo pasado, en la época de la explotación
de las minas de San Antonio y el Triunfo, que estaban en su apogeo, y que rodaban
el oro y la plata, venía la “conducta” cargada de barras de oro y plata por lo
pedregosos caminos reales, era una carreta tirada por doce mulas negras, que se
dirigía rumbo a La Paz, al muelle fiscal
concretamente donde sería embarcado el mineral; y después de hacer la obligada
parada en la posta de San Pedro, la Conducta continuo su camino rumbo a su
destino.... que nomás se escuchaba el chasquido del látigo sobre los lomos de
las bestias...pero que al dar vuelta por los cruces del camino donde después
fue la animita, le salieron al paso unos bandidos y se apoderaron de la carreta y el asustado
cochero no tuvo tiempo ni de tomar su fusil, ya que los bandoleros se treparon
por atrás de la carreta, por los lados y derribaron un árbol y lo aventaron en el camino al paso
de vehículo, para que se detuviera.
Dominada la situación,
desviaron la carreta con su preciada carga por entre el monte por donde es
ahora Isabel la Catolica y 16, y en el gran árbol palo verde colgaron al pobre
cochero, bajaron el oro y la plata, soltaron la carreta con las mulas, que a
fuerza de la costumbre, llegó sola y vacía al muelle fiscal. Por más que
rastrearon y buscaron nunca encontraron el cargamento y a los varios días
encontraron el cuerpo ya descompuesto del pobre muchacho. Unos decían que por
ese arroyo de la 16 los ladrones sepultaron el tesoro; otros decían que ya
tenían listos otros animales, que los cargaron y se los llevaron, lo cierto es
que nunca se supo quienes fueron los ladrones ni donde quedo ese valioso cargamento
de barras de oro y plata.
Cuando pases por la calle 16
de Septiembre más vale que te vayas persignado y aprietes el paso no vaya ha
ser que escuches el lúgubre vaivén de la soga del ahorcado.
…Por el placer
de recordar, escribir y compartir….
Facebook: La
Paz que se perdió.
Manuelita me encantan tus relatos.
ResponderBorrarGracias!!!
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