LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
“DON GUILLERMO ARRAMBIDEZ ARELLANO...FUE UN GRAN ESCRITOR QUE LE CANTO A SUDCALIFORNIA... SE PIERDE EN EL TIEMPO Y EL OLVIDO”.
Su obra literaria “ UN ROMANCE, CUENTOS Y NARRACIONES DE BAJA CALIFORNIA”, no debe perderse en el polvo y el olvido...pudiera volver a editarse para que las generaciones nuevas conocieran su valioso contenido de este magnifico libro, que escribió Don Guillermo Arrambidez Arellano, de bonitos cuentos y narraciones apegados a la realidad, todos ellos de característico ambiente regional que demuestra su profundo amor a esta tierra que lo recibió con los brazos abiertos la tarde de otoño de 1949, cuando La Paz, era aquella Paz paradisíaca, de ensueño, de susurrantes palmeras, de molinos de viento y de barcos mercantes; así como de tantas cosas bellas que se perdieron, pero que no por eso deja de ser hermosa y tranquila todavía.
Este libro, “UN ROMANCE, CUENTOS Y NARRACIONES DE BAJA CALIFORNIA SUR”, escrito con el corazón como un canto poético a esta tierra bendita de Dios, por Don Guillermo Arrambidez Arellano y que como un tesoro tengo en mis manos, me ha transportado a aquella Paz de antaño cuando alguna vez, también yo fui niña haciéndome recordar aquellos momentos maravillosos de la vida que yo viví. El libro se editó con el propio esfuerzo de don Guillermo con un tiraje de 2000 ejemplares en Septiembre de 1976, y en su deleitante contenido de una riqueza cultural inigualable, con fluida y amena prosa, además del prólogo escrito por el desaparecido lamentablemente, el reconocido cronista, escritor y periodista, profesor Carlos Domínguez Tapia, y por el desaparecido también Doctor Francisco Carballo Lucero.
Los cuentos y narraciones del libro son: “Polvo del camino andado”; es un retrato de su vida plagada de sufrimientos y también de gratas experiencias.
“El ultimo guaycura”; es una hermosa leyenda de la sierra de la Laguna.
“Lugarda”; describe el temple y arrojo de la mujer sudcaliforniana.
“Kitu Li gua”.
“Un romance a Baja California” (poema).
“Se los tragó el desierto”.
“Baldomero y su perro”.
“El guardabosque”.
“Un viaje a Vizcaino”.
“Las ballenas”.
“La isla de Santa cruz”.
“Un viaje a la Giganta”.
“La ultima pesca”.
“Cuando las lluvias vienen”.
“La chela” y;
“Del diablo el espinazo”. Obras que la pródiga pluma de Don Guillermo les dio vida basados sobre hechos y vivencias reales; para deleite del lector, identificándose como poeta, cuentista y hacedor de historias, y que lo hicieron merecedor del triunfo en el concurso literario de la XX Vigésima Olimpiada Territorial celebrada en La Paz el 20 de noviembre de 1967, con el cuento “Isla de Santa cruz”; y en la misma fecha y género, volvió a triunfar en Santa Rosalía con el cuento “Baldomero y su perro”. También el municipio de Tijuana lo premió con un galardón nacional en un concurso de ensayo histórico con un trabajo monográfico “Breves apuntes sobre Baja California Sur”, así como también obtuvo el primer lugar en la “entrevista inconclusa a Don Guillermo Escudero”. Durante cinco años consecutivos obtuvo los primeros lugares en las olimpiadas territoriales.
Don Guillermo Arrambidez Arellano nació el doce de marzo de 1919, en San Pedro de las Colonias Coahuila, estudió ingeniería civil y periodismo en la Ciudad de México, así como el idioma inglés en esta ciudad de La Paz, con Anita Walker. Llegó a esta tierra el 29 de noviembre de 1949, y se desempeñó en las funciones técnicas dentro de la gerencia de la Secretaría de Recursos Hidráulicos. Era aficionado a la fotografía, escribía en los diarios locales, y en la revista “Proa”. En la ciudad de Zamora, Michoacán Don Guillermo fue maestro y daba clases de fotografía y dibujo constructivo en la secundaria. Conoció palmo a palmo toda la península de sudcalifornia, cuando eran pedregosas brechas, en su famoso e histórico comando, que anduvo que la Segunda Guerra Mundial y el que se encuentra en un museo en Estados Unidos, y le escribió una monografía, la que quedó inédita. El señor Arrambidez se distinguió además de escritor, poeta y periodista como una persona caritativa y humanitaria con un alto espíritu de servicio.
COMO UNA PROPUESTA, LA PROXIMA JORNADA DE LITERATURA REGIONAL QUE ORGANIZA LA UABCS, PUDIERA LLEVAR SU NOMBRE COMO UN MERECIDO HOMENAJE.
Don Guillermo, en 1950, contrajo matrimonio con la señorita Micaela Vargas Castro, quien le dio 9 hijos: Rosa Inés, Guillermo, Marta Beatriz, María del Carmen, Carmen Guillermina, Lilia y Delia, Marco Antonio y Rene de Jesús. Una aciaga tarde de otoño, 11 de noviembre de 1994, la madre tierra cobró su tributo. Don Guillermo se fue a dormir el sueño de los justos. El 29 de noviembre de 1949, en otoño llegó a La Paz, y el once de noviembre de 1994, en otoño dejó de existir, dejando un gran legado literario en Baja California Sur.
“KITEY – LIGUA”.
Por Don Guillermo Arrambidez Arellano.
Los escudriñan tés ojos de aquel hombre, largamente quedaron prendidos con la vista en aquella azulada forma, que brumosamente y apenas perceptible, destacaba hacia el Noroeste en la inmensidad del mar.
Tal vez hacia a la fecha mil lunas o más, no sabríamos decirlo; desde cuando él y parte de su tribu, dejaron las playas de sus islas en busca de nuevas tierras, que según las tradiciones de sus antepasados se localizaban a incontables jornadas rumbo hacía donde el astro rey asoma diariamente.
Así fue, Kitei Ligua y su gente, un buen día se embarcaron en sus balsas de madera fofa y siguiendo las corrientes marítimas del Océano Pacífico e impelidos por los vientos alisios, una docena o más de embarcaciones se hizo a la vela en aquella aventura que los llevaría a las costas de una América que aún no tenía nombre y que permanecía sumida en la noche de los tiempos ignotos, esperando cual virgen núbil la conquista de los seres racionales.
Kitei Ligua, era casi un niño cuando emprendieron el viaje: su padre el cacique Kasi-Ligua había decidido emigrar de sus nativas islas en busca de la supervivencia; le siguieron sus guerreros, las mujeres, adolescentes y niños. Ellos, principalmente los hombres, eran expertos marinos y frecuentemente hacían prolongadas incursiones en las vastedades del mar. Curtidos por las inclemencias y privaciones, con entereza y naturalidad afrontaban las tempestades que en forma de huracanes, propias del trópico azotaban en sus mares.
Las embarcaciones, construida con madera de balsa sorteaban los embates del mar remontando las grandes olas sin oponer resistencia, y expertos al fin, los navegantes se aventuraron a la conquista del océano. Durante el prolongado viaje muchos habían muerto, entre ellos el propio Kasi-Ligua que no pudo resistir para llegar al final de la jornada. Pero así como murieron, también nacieron en el viaje muchos infantes. Las embarcaciones en forma de balsa de gruesos troncos del mismo material fofo y de gran flotabilidad, se fueron convirtiendo en pequeñas islas flotantes pues el follaje de los cocoteros y plantas tropicales que habían llevado en la travesía, cubrían de maleza a las balsas. Las fuertes precipitaciones pluviales los favorecían, y la exuberancia de las zonas tórridas se manifestaba en medio de aquella naturaleza germinante.
El sustento lo sacaban del mar; grandes pescadores como eran, se proveían del alimento que el océano inagotablemente les brindaba. Para estos tiempos y después de la muerte de Kasi-Ligua vino a sucederle Kitei Ligua, a estas fechas ya un hombre, forjado en la lucha por la vida ruda y curtiente. Su tribu un pueblo de origen melanesio o tal vez polinesio de los mares de Oceanía, tras de miles de lunas habían traspuesto las enormes distancias oceánicas, hasta llegar a estas costas de Baja California en esas épocas recién salida de las profundidades de un mar del pleistoceno. Tal vez hacía ya un millón de años en que las prominencias montañosas habían sido islas, ahora tierra firme y maciza de una península habitable, más la fauna y la flora aún pertenecía a la era de lo antediluviano. Aún se escuchaba el berritido del mamut y en el espacio se contemplaba el majestuoso vuelo del Ptero Dáctilo. La región con un tema completamente tropical, propiciado por las abundantes lluvias, tenía una naturaleza virgen con sus diversas manifestaciones de exuberancia que florecía en todos los aspectos.
Kitei Ligua hizo sombra con sus manos a los ojos y con alegría comunicó a los suyos la presencia de tierra en lontananza. Poco a poco aquellas diminutas islas flotantes se fueron acercando a la costa, una costa de hermosas playas y frondosos bosques que esperaban al viajero para ser holladas por su planta ofreciendo su virginidad sin restricciones al osado aventurero que llegaba. Desembarcaron y se uncieron a la tierra, a sabiendas de que una vez en ella, jamás saldrían del país de misterioso encanto que ata y aprisiona dulcemente al emigrante. Así fue, aquella tribu, desembarco en el extremo meridional de la península y se fue poblando esa tierra antes inhabitada. Tribu nómada al fin, se fue adentrando en el continente descubierto, en el que encontraron abundante caza y frutas silvestres para el sustento diario. Transcurrieron los siglos, muchas lunas, Kieti Ligua se fue a reunir con su padre Kasi Ligua y en la misma forma vinieron y se fueron más y más caciques. Se multiplicó la tribu olvidándose en la bruma de los tiempos sus hábitos antepasados, y ahora siendo pericues, eran nómadas, cazadores, pescadores y recolectores de frutas. La tierra siguió siendo pródiga, las lluvias abundaban y las frutas silvestres y animales montaraces estaban al alcance de la mano de aquellos hombres. Mas he aquí, que un día, al explorar hacía el norte, se encontraron con otros hombres que al igual que ellos habitan estas tierras. El recelo recíproco les hizo contender y se suscitaron las guerras, guerras primitivas de la edad de piedra, del paleolítico, en las cuales no por ser primitivas, dejaban de ser salvajes y sangrientas. El sacrificio humano, por la condición del hombre, es decir, salvaje y guerrero, regaba los campos con su sangre dolorosamente.
Los encuentros bélicos se sucedían en la disputa por la posesión de la tierra y de sus frutos. Una contienda interminable en la que tan luego se ganaba como luego se perdía, más las derrotas no arredraban a los contendientes y tras las treguas venían nuevamente las batallas.
Los pericues en esta forma se vieron obligados a vivir enclaustrados en la parte sur de la península. No podían salir por el mar pues sus artes de navegantes se habían quedado en el olvido, y tierra adentro, no podían seguir, pues los guaycuras y demás tribus les cerraban el paso. Así vivieron al amparo de la naturaleza. Tal vez adoraban a un Dios o a varios, no se sabe, pues su mensaje pintado en las rocas no se ha podido descifrar y aun los petrográficos ha guardado permanentemente ese mensaje en el misterio...indudablemente que aquellos pericues así como guaycuras, cochimies y demás tribus han dejado en esas pinturas la historia de sus antepasados, de sus derrotas y triunfos en la guerra o sencillamente hechos de su vida cotidiana.
Los descendientes de Kitei Ligua asombrados vieron un día, la llegada de los hombres blancos y barbados que dominaban el fuego y las bestias. Tras de luchar con denuedo sucumbieron con el avasallador avance de la civilización y a estas alturas de la época presente, no queda ni tan solo el deluido vestigio de lo que fueron aquellas razas, es decir en el aspecto humano. De aquellas razas que tuvieron la dicha de contemplar los albores de esta Baja California domeñada por la nueva sangre de sus hijos, los nuevos californios que abriéndose paso, gallardos van al ritmo veloz de las épocas modernas.
Kitei Ligua, tal vez yace en el reino eterno del más allá, extasiado en la contemplación del nuevo panorama desafiante y bravío de estas tierras de Ibó en que reinara Calafía.
….Esta crónica fue publicada hace más de 15 años, en los principales medios de comunicación masiva, y por su contenido histórico y cultural se repite….
…..POR EL PLACER DE ESCRIBIR…RECORDAR…Y…COMPARTIR...