miércoles, 10 de julio de 2019

LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
“SAN ANTONIO DE PADUA...ABOGADO DE LOS ENAMORADOS...EN LA CAPILLA DEL ZACATAL”.
• DON JULIAN RIVERA, DE GRATOS RECUERDOS, QUIEN FUE DE LOS DORADOS DE FRANCISCO VILLA.... FUE UNO ENTRE OTROS, DE SUS CELOSOS Y FIELES GUARDIANES.
Por aquellos tiempos...en los barrios el Manglito, Pueblo Nuevo, el Chamizal, la Inalámbrica y Chametla, entre otros, se escuchaban voces del pueblo que decían “ya anda don Julián Rivera buscando de casa en casa, con seguro ya se robaron el niño de San Antonio otra vez”...a la luz de los candiles contaban los mayores que el santo del Zacatal, San Antonio, era el abogado de los enamorados...que a veces, las muchachas o muchachos se robaban el santo, lo robaban el niño, otros decían que lo ponían boca a bajo y lo castigaban pegándole una cintariza si no les concedía los favores solicitados, generalmente era en amores, o principalmente era la salud a los enfermos, entre otros beneficios...y la gente fervorosa acudía a la capillita de San Antonio del Zacatal a pagar sus mandas. También en la antigüedad, cuando había pocos médicos, llevaban al santo a la casa del enfermo, para que lo curara, y éste sanaba.
En aquella época, podía verse al santo en su capillita entre decenas de veladoras encendidas, y muy arreglado, cubierto de milagros de oro y plata en diferentes figuras, como manitas, ojos, brazos, piernas, cuerpos enteros, entre otras figuritas...así como a sus pies se miraban también ramos de novias, lazos de matrimonio, arras, cartitas de peticiones, etc., y desde luego. La gente devota se encargaba de cuidar y darle mantenimiento a la capillita. Había quienes entre los arbustos vigilaban quien entraba y salía de ella. Por aquellos años...los únicos templos en el pueblo de La Paz era la parroquia de Nuestra Señora de La Paz, la capillita del Zacatal, y la animita...donde desfilaban hombres, mujeres y niños de todos los estratos sociales en busca de consuelo refugiándose en la fe. En el siglo antepasado, don Rosario Sandoval y su esposa doña Josefa Carlón de Sandoval, fundaron el Zacatal...eran grandes extensiones de tierra donde pastaba alegremente el ganado, con una gran casona construida con materiales de la región, sembrados sus alrededores de una diversidad de frutas, granos y semillas, verduras y legumbres. Como todo hacendado, don Rosario tenía su propio panteón y su capillita; además de varios ranchos en sus alrededores como: la floresta, Santa Cruz, El Progreso, Chametla, entro otros....
Cuentan los mayores, que don Chayo le puso por nombre San Antonio del Zacatal, porque decía que el zacate crecía muy grande hasta la altura de un hombre...y como era devoto de San Antonio, su hermana le regaló el santo; y él le mandó hacer una capilla para que protegiera a la población, y le arrancó la promesa a sus hijos de que cuando Dios se acordara de él y su esposa, los enterraran al pie del santo en la capilla. Así fue, sus hijos Rafela, Laura, Victoriano, Fortunato, Alejandro y Rodolfo, se lo cumplieron...sus restos descansan en la capilla del Santo Varón...Cuentan que, Alejandro tuvo un mal final, lo asesinaron en Estados Unidos por asaltarlo, cuentan que traía mucho dinero...varias generaciones de la familia Sandoval Carlón, Sandoval Sosa y Silva y Beltran entre otras familias, descansan en ese panteón del Zacatal. Por tradición y por motivo del día de San Antonio, grandes fiestas y misas se celebraban el 13 de junio en el Zacatal y se siguen celebrando..... Dice Doña Trini Beltrán encantadora muchacha antigua de cabellos plateados del barrio el Choyal, que antiguamente se celebraban matrimonios primeras comuniones y bautizos en el Zacatal; y que se daban cita la gente del pueblo de todos los estratos sociales así como de las rancherías aledañas para disfrutar de la convivencia, la misa, venerar al santo, y pagarle sus mandas prometidas, cada año, el día de San Antonio, por los favores recibidos.... Contaba Dona Estercita Flores de Abaroa (+) que ella tenía ciento dos años, y que desde que estaba en el vientre de su madre, visitaba el Zacatal, año con año cada 13 de Junio... y que sus antepasados todos han cumplido con esta costumbre de fe, así como las nuevas generaciones.
Antaño en los portales de la mansión, así como de los patios de los Sandoval se celebraba el baile después de la misa entre las palmeras y mezquitales...había barbacoa para todo el pueblo, y bonitas carreras de caballo se hacían...Rafaela y Laura organizaban los bailes donde acudían la muchachada de la época...en un carretón tirado por cuatro mulas llevaban a las jóvenes de los barrios el Manglito y el Esterito, quienes eran famosas entre las familias, y sobre todo entre los muchachos, por su simpatía y por lo bailadoras...eran las que daban el punto de alegría a esas tradicionales fiestas de San Antonio, las que eran esperadas con ansiedad durante todo el año...destacando muchachas de reconocidas familias...las Gutiérrez Marquez, Jordanes, Abaroas, Velis, Villalbas, Beltran, Martínez, Rodríguez, Winkler, Romero, Soriano, Carballos, Geraldo, Alvarez, Domínguez, Angulo, Gonzalez, Sosa y Silva, Camacho, Verdugo y Tapiz, entre muchas más de los otros barrios; y la mujer de “ramonillo”, doña Luisa Marquez de Gutiérrez, Chepita Peña, doña Quicko Abaroa, eran las chaperonas quienes en carretones tirados por briosos corceles pasaban de casa en casa recogiendo a las jóvenes para llevarla a bailar al zacatal.
Después de la misa de las 5 de la mañana, continuaba el baile amenizado con violines y guitarras, y doña Lupe Sandoval tocaba el acordeón...las muchachas se bañaban entre las palmeras y matorrales con agua del pozo, el que dicen lo construyó el padre Juan de Ugarte, y que se arreglaban para después de la comida, estar listas para la otra misa de las 5 de la tarde, y el baile seguía, inundándose de notas musicales y risas cantarinas entre los matorrales en el zacatal, así como las carreras de caballo, organizada por Fortunato Sandoval y sus hermanos. El quico Talamantes, entre las palmeras tocaba su guitarra con gran melancolía. Generalmente terminaba en pleitos las fiestas...pero de aquellos pleitos sanos, en que terminaban dándose la mano...el Gil y el Güero Méndez eran los caponeros que nomás tantito querían para entrarle a los moquetes con los leones del Esterito...pero don Fortunato los ponía quieto soltando al aire una balacera con el rifle, y se hacía el alboroto perdiéndose toda la palomilla entre el monte, así terminaban las tradicionales fiestas de San Antonio por aquellos años.
Alrededor de las hornillas, y a la luz de los candiles, contaba la abuela que el general Manuel Marquez de León se refugiaba en el Zacatal con sus valientes para enfrentar la pelea con los “pelones”, y también orteguistas y federales.... había un viejo y grande mezquitón, donde colgaban a los que infringían la ley...la gente le decía el mezquite de los ahorcados o el de los ajusticiados. Las fiestas de San Antonio, que a veces se prolongaban hasta por tres días, tenían que terminarse temprano antes de que anocheciera...decían que espantaban...nadie se quedaba por la noche en aquel bosque, donde había venados, liebres y de los más bellos ejemplares de pájaros...había hasta enormes tarántulas...el mar se filtraba hasta las palmeras rebasando lo que es ahora la carretera...a la vera del camino, había un ojo de agua dulce donde bajaban los leones a beber agua, por eso le decían el agua de león y por donde fue una importante radiodifusora, había una gran casona construida de madera, bajo la sombra de un frondoso pino el que en su rama colgaba una jaula con un hermoso y rojo cadernal, y junto a la jaula había un tinajero de palo de horqueta, de aquellos tradicionales, con una tinaja de piedra cantera, llena de agua, donde el caminante podía disfrutar de su frescura y escuchar el cautivante canto del cadernal.
En ese bosque de el Zacatal, donde cualquiera se convertía en lechuza o cachorón, decía la gente, vivió una estimada señora que dominaba la ciencia de la medicina herbaria, quien también tiene su leyenda, pero esa es otra historia y no quiero meterme en camisa de once varas...contaban los mayores, que las muchachas le pedían novio a San Antonio, y si se los concedían le pagaban el milagro, y si no lo concedía lo volteaban boca a bajo y le pegaban una cintariza, o le robaban el niño y se lo escondían, hasta que lograban lo que querían, en fin tantas cositas que se escuchaban que no conviene contarlas todas...leyendas, puras leyendas...el viernes santo, se acostumbraba que después de escuchar las siete palabras, la gente del pueblo iba al zacatal a matar víboras y cachorones, pues creían que al hacer esto se salvaba una alma...y otros cuentan que donde estuvo el mezquitón de ahorcado, son muchos los que se han espantado al escuchar rechinar la cuerda, que se mece en un suave vaivén...hay quienes han visto a la mujer de blanco y el relicario en la cola de la ballena...y son muchos los que han buscado el tesoro del toro prieto de los Sandoval, que dio paso a la leyenda.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*

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