viernes, 10 de febrero de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA.

“SEPTIEMBRE, MES DE LA PATRIA .EL HIMNO NACIONAL MEXICANO...CREACION DEL POETA FRANCISCO GONZALEZ BOCANEGRA”.

(VERSION ORIGINAL AÑO DE 1854)

            Todos los mexicanos estamos acostumbrados a festejar el patriotismo en las fiestas de Septiembre; fiestas que justifican la verdad de lo que sentimos por la realidad de una Independencia por la que nuestros Héroes murieron. Pero a eso hay que añadir la alegría de otro acontecimiento la historia de México pondera y que celebramos, el 24 de Febrero; es el día de la Bandera, lábaro patrio tricolor que desde hace 282 años veneramos con fervor de patriotismo ardiente, porque en esa tela están plasmados los ideales superiores de nuestra nacionalidad mexicana: Religión, Unión e Independencia; pero la solemnidad que acostumbramos dar al momento de izarla a toda asta, se embellece con los bellísimos acordes y el canto del coro y las estrofas del himno nacional.

            La inspiración de hacer vibrar en nuestro corazón ese patriotismo que nos unifica y consolida en el amor a México, nació del alma de tres personajes cuyos nombres nos merece admiración y respeto: Don Agustín de Iturbide, autor del significado de los tres colores de la bandera, Francisco González Bocanegra, autor de la letra de nuestro himno nacional y Jaime Nunó, autor de su música gloriosa.

El histórico himno nacional, fue composición literaria de Don Francisco González Bocanegra...joven poeta mexicano, que nació en la Ciudad de San Luis Potosí el 8 de Enero de 1824. Sus padres fueron el comerciante garitano José María González Yáñez y Francisca Bocanegra Villalpando. Inducido por su padre, Francisco se dedicó por un tiempo al comercio en su tierra natal; pero pronto se trasladó a la capital en busca de otros horizontes. Su talento le abrió las puertas desempeñando cargos administrativos y artísticos de importancia, entre ellos el de sensor de teatros. Destacando en los versos amatorios dedicados a la señorita González Del Pino y Villalpando, la que poco después fue su esposa, así como en las poesías líricas heroicas que había compuesto, ya manifestaba espontaneidad y elevación; aquella viveza, calor y sinceridad del sentimiento. Pero González Bocanegra era demasiado modesto y ni siquiera pasó por su mente la idea de participar en el concurso para la composición del himno nacional convocado por Santa Ana. Sus amigos lo inducían a concursar, pero él se negaba “no puede ser, va a participar la flor de los poetas mexicanos, y no tengo la pretensión de poder medirme con ellos”. Pero intervino el acontecimiento romántico que aureola de ternura y encanto los orígenes de nuestro himno nacional.

            Sucedió que, hallábase el poeta de visita en casa de su novia, a la que él llamaba Elisa en sus versos y en sus pláticas habituales. Vivía Elisa, es decir Guadalupe González, en el número seis de la calle de Santa Clara (hoy Tacuba). Había allí en aquella tarde histórica que era una de las últimas de noviembre, varios amigos de Francisco, y los más tenaces de ellos perseveraron aprovechando una parte de las conversaciones generales, en sus incitaciones relativas al concurso. Como el poeta mantuviera su modesta actitud, se inició una discusión en la que intervino Elisa animando a su amado. Al fin, éste vencido por la cariñosa insistencia de su novia y de las personas que le querían y estimaban, se encerró en una habitación de la casa de su novia y compuso el himno. Hay una tradición muy bella, según la cual Elisa misma encerró al poeta en broma cariñosa, para no libertarlo hasta que creara el Himno. Dos meses después, un jurado compuesto por Don Bernardo Couto, Don Manuel Carpio y Don Joaquín Pesado otorgaba su fallo a favor de la composición de Don Francisco González Bocanegra, poeta de San Luis Potosí.

            La fe de una mujer enamorada; la emoción de un hombre que se sintió de tal modo querido, el patriotismo y la nobleza de espíritu de los dos alcanzaron con aquel justo fallo, que la posteridad ha confirmado, la recompensa que merecían, por la composición de himno nacional mexicano que ha sido considerado por ilustres críticos como uno de los más bellos del mundo, y el cual fue escuchado por primera vez el día 17 de mayo de 1854, pero la música no gustó, no le daba vida al himno la que estuvo precisamente a cargo de Bottecini; por lo que el señor lerdo de tejada convocó a un concurso para la composición de la letra musical siendo galardonado el trabajo que se había presentado con el lema DIOS Y LIBERTAD creación del músico español Jaime Nunó de 29  años de edad, natural de San Juan de las Avadezas (Gerona), estrenándose el himno nacional la noche del 16 de septiembre de 1854, en el gran Teatro Santa Ana.

            En 1864, pasó por Monterrey el presidente de la república el benemérito de las Américas Don Benito Juárez García y alguien propuso que se modificaran algunos aspectos de la letra de Bocanegra, muerto dos años antes y entonces el presidente respondió “NI UNA SOLA NOTA, NI UNA SOLA PALABRA SE QUITE AL HIMNO NACIONAL”. La sentencia fue trascendental, pues consagraba desde la cumbre la jerarquía nacional y patriótica del himno.



HIMNO NACIONAL MEXICANO.



Mexicanos, al grito de guerra
El acero aprestad y el bridón,
Y retiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir del cañón.

Ciña ¡oh patria!, tus sienes de oliva
De la paz el arcángel divino,
Que en el cielo tú eterno destino
Por el dedo de Dios se escribió.

Más si osare un extraño enemigo
Profanar con su planta tu suelo,
Piensa ¡oh patria querida!, que el cielo
Un soldado en cada hijo te dio.

En sus sangrientos combates los viste,
Por tu amor palpitando sus senos,
Arrostrar la metralla serenos
Y la muerte o la gloria buscar.

Si el recuerdo de antiguas hazañas
De tus hijos inflama la mente,
Los laureles del triunfo tu frente
Volverán inmortales a ornar.

Como al golpe del rayo la encima
Se derrumba hasta el hondo torrente,
La discordia vencida, impotente,
A los pies del arcángel cayó.

Ya no más de tus hijos la sangre se derrame en contienda de hermanos. Sólo encuentre el acero en sus manos quien tu nombre sagrado insultó.

Del guerrero inmortal de Zempoala te defiende la espada terrible, y sostiene su brazo invencible tu sagrado pendón tricolor.

El será del feliz mexicano  en la paz y en guerra el caudillo, porque él supo sus armas de brillo circundar en los campos de honor.

¡Guerra, guerra sin tregua al que intente de la patria manchar los blasones!
¡Guerra, guerra! Los patrios pendones
En las olas de sangre empapad.

¡Guerra, guerra! En el monte, en el valle, los cañones horrísonos truenen, y los ecos sonoros resuenen con las voces de ¡unión! ¡Libertad!.

Antes, patria, que inermes tus hijos bajo el yugo su cuello dobleguen, tus campiñas con sangre se rieguen, sobre sangre se estampe su pie.

Y tus templos, palacios y torres se derrumben con horrido estruendo, y sus ruinas existan diciendo: de mil héroes la patria aquí fue.

Si a la lid contra hueste enemiga nos convoca la trompa guerrera, de Iturbide la sacra bandera, ¡mexicanos! valientes seguid.

Y a los fieros bridones les sirvan las vencidas enseñas de alfombra; los laureles del triunfo den sombra a la frente del bravo adalid.

Vuela altivo a los patrios hogares el guerrero a contar su victoria, ostentando las palmas de gloria que supiera en la lid conquistar.

Tornaránse sus lauros sangrientos en guirnaldas de mirtos y rosas, que el amor de las hijas y esposas también sabe a los bravos premiar.

Y el que al golpe de ardiente metralla de la patria en las arras sucumba, obtendrá en recompensa una tumba donde brille de gloria la luz.

Y de Iguala la enseña querida, a su espada sangrienta enlazada de laurel inmortal coronada formará de su fosa la cruz.

¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran exhalar en tus aras su aliento, si el clarín con su bélico acento los convoca a lidiar con valor.

¡Para ti las guirnaldas de oliva!
¡Un recuerdo para ellos de gloria!
¡Un laurel para ti de victoria!
¡Un sepulcro para ellos de honor!

Mexicanos al grito de guerra
El acero aprestad y el bridón,
Y retiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir del cañón.


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…




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