viernes, 2 de febrero de 2018

LA PAZ...Y SUS LEYENDAS.

POR MANUELITA LIZARRAGA ÀLCARAZ

“LA ANIMITA...HISTORIA Y LEYENDA QUE SE CONFUNDEN...UNA TUMBA QUE FUE Y ES  VENERADA POR LOS SUDCALIFORNIANOS. “

EL NIÑO MARTIR DE LA PAZ


  • Miguel Manríquez fue el nombre del niño Mártir.
  • Concedía la salud a los enfermos… y quienes les correspondían con mandas.
  • Los estudiantes le pedían que los ayudara en sus compromisos escolares y le correspondían con veladoras,  flores o una oración.
  • Visita la capillita y retoma esa tradición que se pierde en el tiempo y en el olvido.



            Es lamentable el estado de abandono y destrucción en que se encuentra el edificio de la “animita”, siendo que esta tumba abandonada, y desconocida, fue motivo de veneración y tradición en los habitantes de aquella Paz de antaño, y sigue siendo de algunas personas de sienes plateadas en la actualidad, que aún guardan fe y respeto por esa costumbre y jóvenes también, ya que para ningún sudcaliforniano de aquella época es desconocida la historia de la animita. Al penetrar a sus instalaciones, esa cálida tarde de verano y al tener ante mis ojos el feo y pestilente espectáculo, con profunda tristeza cabalgaron como en una película los recuerdos en mi mente, trasladándome hasta aquella casita llena de amor, de amplios y frescos corredores arropados de perfumadas enredaderas, de encaladas hornillas y crepitantes tizones, y entre humos y exquisitos aromas, el bello rostro de mi madre.

            Evocando el añorado ayer, cuando tenía apenas ocho añitos, recuerdo...“don Chavalito, que dice mi nanita que le venda un milagrito de plata; que sea una manita, porque el lunes va a ir a la animita a pagar una manda. Ya sanó de su mano”. ¡Qué tiempos! Jubilosa corría por el malecón con el preciado milagro que colgarían en la animita. ¡Que emoción!, sería una gran experiencia el ir a la animita a pagar sus mandas.... Con cuanto fervor la abuela y demás gente, algunas vestidas con hábitos del sagrado corazón de Jesús, del santo niño de Atocha, de San Blas, o del señor San José, asistían los lunes a llevar veladoras, flores y milagros. La animita estaba en las afueras de la ciudad, en el cruce del camino, donde está ahora el primer semáforo en 5 de febrero y Félix Ortega. Era un humilde promontorio de tierra con una cruz y sin nombre; “el anima sola”, le decían también. La tumba estaba cercada con rejitas pintadas de azul, y siempre tenía veladoras prendidas y artísticos arreglos florales.

            Lo curioso de esto, es que la tumba tenía muchos milagros de oro y plata encajados en la cruz y nadie se los robaba. Había mucho respeto por esas cosas sagradas. A la luz de los candiles, en aquellas añoradas tardes lluviosas, mientras tomábamos café de grano con galleta marinera, contaban los antiguos, entre otras muchas leyendas, la de la animita. Unos decían que en esa tumba descansaba un niño mártir que dio la vida por su padre, al que acusaban de cuatrero, ya que este señor era tanta su necesidad que se vio obligado a robar una vaca para darle de comer a su numerosa familia. Por tal motivo, las autoridades de la época aplicaron la ley, según ellos, y lo sentenciaron a morir ahorcado. Y su hijo, que era apenas un adolescente, suplicando les pidió que no mataran a su padre, porque les hacía falta a su madre y hermanitos. Que mejor lo mataran a él, que daba su vida por su padre.

            Y cuenta la leyenda que aquellos chacales no se tentaron el corazón al ver al niño, y lo colgaron en un gran árbol de palo verde que había en el cruce de esos caminos. Y dicen que el cadáver del adolescente, estuvo colgado por tres días, meciéndose grotescamente para escarmiento de los cuatreros. Doña Dominga G de Amao, ameritada periodista y escritora, dijo que al niño mártir lo arrastraron por el pueblo, y después lo colgaron en el árbol, y que las autoridades de entonces no permitieron que se les diera sepultura, que debía quedar colgado para que se lo comieran los animales, so pena de muerte para el que desobedeciera la orden; pero que un primo de Miguelito que vivía en San Antonio, al que le decían “El Güero”; vino en la madrugada, lo bajó y sepultó en la tumba sobre otro cuerpo que ya estaba ahí, para que no se notara, que en realidad había dos cuerpos en esa tumbita.


Otra versión es que en la época de la Revolución, promovida por el Ilustre general Don Félix Ortega gobernaban el territorio de Baja  California Sur, jefes políticos, y las discordias y las hostilidades estaban a la orden del día. Unos eran fusilados, y otros eran desterrados en las famosas “cuerdas”, junto con sus más cercanos colaboradores y hasta con todo y familias. En una ocasión, entre los que iban en la cuerda de los desterrados le tocó a un señor llamado Miguel Manríquez. Y cuando el barco estaba de salida para llevarlo muy lejos, dejando esposa e hijos, de pronto dos jóvenes llegaron al muelle fiscal, y lograron meterse al barco ‘El Bonita”; era su hijo Miguel, acompañado de un amigo quien quería despedirse de su padre, porque tal vez jamás lo volvería a ver. Y los guardias que en todo miraban espías, se echaron sobre ellos, deseosos de venganza; y los acusaron de rebeldes. Los jóvenes fueron martirizados con el objetivo de sacarle alguna información y al no conseguir nada, porque no la había, ya que se dice que el señor era inocente, sacaron a Miguelito, lo arrastraron por las orillas de los montes, donde le dieron cruel muerte y fue sepultado en el cruce de los polvorientos caminos, quedando perdida la tumba, entre los matorrales. Que por eso le decían el ánima sola o animita.

            La gente, consternada por el martirio de aquel niño que murió por su padre y que estaba su tumba abandonada en aquellas soledades y caminos reales, le empezó a rendir veneración y a atribuirle milagros; sobre todo, cuando pedían por la salud de los niños y al sanar éstos, la manda consistía en rezarle y llevarle durante nueve lunes veladoras y flores. Los estudiantes secundarianos, también le pedían a la animita, que les ayudara a salir bien en los exámenes, y se lo cumplía, y en pago al favor recibido, le prendían veladora y le rezaban. La animita, primero fue un promontorio de tierra lleno de veladoras encendidas, cubierta su cruz  de milagros,  y siempre tenía flores frescas o de lámina. Luego, al tiempo, estuvo cercada de rejitas de madera pintadas de azul. Después, alguien le mandó construir una sencilla lápida. Y se dice que una caritativa dama, agradecida por el favor recibido, al sacarse la lotería le mandó edificar su capillita, donde la gente acudía llena de fervor.

            Decían también los mayores, que en el palo verde donde colgaron a Miguelito, el que estuvo por mucho tiempo, fueron varios los espantados al escuchar el chirriar de la cuerda que se mecía con el viento. Otros contaban que en el cruce de esos caminos escuchaban que lloraba lastimeramente un niño, perdiéndose el llanto entre el viento y el monte. Lo cierto es, que la animita, fue un punto de referencia y de veneración para el pueblo sudcaliforniano y está en el más completo abandono.

            Antaño, el cuerpo inerte del niño mártir que dio la vida por su padre...pendía grotescamente de aquel frondoso árbol a la veda del camino...la gente consternada por el brutal ahorcamiento, en procesión le llevaban milagros, veladoras y flores...una costumbre y falta de fe, que al paso del tiempo se perdió...quedando la animita en la leyenda.



…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…



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