La niña Jesús Catarina Tapiz Álcaraz...con su hermana Mela...eran los tiempos aquellos...
martes, 24 de abril de 2018
lunes, 23 de abril de 2018
LA PAZ QUE
SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“MIRAFLORES EN LA HISTORIA Y
LA LEYENDA...
...Cuentan
los mayores que Miraflores, el que antes se llamó Pueblo viejo, se fundó a la
llegada de los jesuitas por los años de 1723 o 1724...edificaron una pequeña
iglesia y su panteón, como era la costumbre, la que estuvo donde ahora es, el
único Jardín de Niños el que lleva por nombre Fernando Montes de Oca, pero que
al finalizar el siglo XVIII, La pequeña misión fue derrumbada por un fuerte
huracán y el panteón desapareció en las caudalosas aguas del arroyo, el que se
llevó todos los esqueletos, quedando desolado Pueblo viejo por varias
décadas...también la refundación de Miraflores fue así...cuenta la
leyenda...que eran los tiempos aquellos de la piratería la que era una
profesión tan honorable como cualquier otra...que un navío inglés merodeaba en
aguas de californias y su tripulación de valientes piratas abordó con lujo de
violencia la Nao de Filipinas, de la que después de feroz batalla obtuvieron
cuantioso botín en el cual iba incluida una bellísima mujer tan rubia como el
sol y de ojos tan azules como el cielo y el mar, muy inteligente y peligrosa,
que a decir de los entendidos, valía más que toda la riqueza obtenida durante
toda la batalla.
...Mientras el galeón pirata con la bella cautiva
amarrada a uno de los mástiles costeaba frente al sur de península, la
tripulación empezó a inquietarse con los encantos de la hermosa y las riñas se
hicieron frecuentes entre aquellos bruscos hombres del mar, a tal grado que la
gente se quiso amotinar, lo que preocupó al capitán, y al saber el motivo de
tal inquietud, que la mujer cautiva había seducido con su hermosura y sonrisas
a toda la tripulación al grado que los piratas se disputaban con deseo y celos
las miradas y escarceos de la dama, entonces el capitán sabiamente decidió
arrojar al mar a la bella para que los tiburones se dieran un festín. Los
piratas se amotinaron contra el jefe, por lo que éste con la espada en la
diestra y trabuco en la siniestra retó a la tripulación a que dieran un paso al
frente a quienes quisieran compartir el sacrificio de la cautiva. Sólo un
hombre avanzó, un molzetón de escasos 20 años rubio, bello y fuerte, era el
hijo del capitán. Al verlo, el pirata sintió un vuelco en el corazón, pero no
demostró su dolor, ni se retractó por lo dicho, porque era un hombre de honor.
En silencio, guardó sus armas, y se quitó del cinto un puñal finamente labrado
con pedrería fina y lo entregó a su hijo enamorado diciéndole cuanto dolor
sentía, pero ningún músculo de su rostro lo denunció.
...Por su parte, el joven
pirata con el puñal al cinto, regalo de su padre, lanzó una mirada de dolor
también a su progenitor, luego, tomó en sus brazos a la muchacha, y sin volver
la vista avanzó algunos pasos y se lanzó al mar con su amada por sobre la
borda, perdiéndose entre las azules y embravecidas aguas infestadas de
tiburones y tintoreras. Cuentan los mayores que sorteando mil peligros los
jóvenes lograron llegar a nado hasta la playa y luego se perdieron en el
interior de la serranía. Según la leyenda fue la primera pareja de ingleses que
fundaron un pueblo, en lo que antes fue “Pueblo viejo” ahora Miraflores bajo
los datileros que años antes plantaron los jesuitas. Tiempo más tarde llegaron
otros corsarios del mismo navío supervivientes de un naufragio, así fue como
llegaron los Collins, Los Hearts, o Corazón, Kennedy, Robinson, entre otros
europeos trayendo sus conocimientos que compartieron con los demás habitantes
de la población como la talabartería, artesanía conocida hasta la fecha a nivel
internacional, carpintería, alfarería y la elaboración de jabón, así como la
ganadería agricultura, principalmente el cultivo de caña para la elaboración de
panocha o piloncillo o la tradicional panocha de gajo, entre otros productos
que son exportados a diversas partes del mundo.
...Miraflores es cuna de
hermosas mujeres a lo cual debe su nombre, el pintoresco poblado de bonitos
edificios coloniales y de personas cordiales....Miraflores es uno de los
pueblos con más tradición en el Estado de Baja California Sur, y su gente se
caracteriza precisamente por guardar las tradiciones y costumbre de su pueblo,
con sus artesanías, platillos y dulces regionales como la machaca, el queso de
apollo, chorizo, chicharrones, el dulce de papaya, limón, toronja, tomate, etc.
CON LECHE Y BARRO FUE
CONSTRUIDA LA CAPILLA DE GUADALUPE EN MIRAFLORES...EN LA HISTORIA Y LA LEYENDA.
Otra bonita leyenda de Miraflores, es la
actual iglesia donde se venera a la santísima Virgen de Guadalupe. Una parte de
esta iglesia está construida con leche. Cuenta la señora Bertha Alicia Navarro,
Bibliotecaria de este hermoso y risueño pueblito de Miraflores, que cuentan los
mayores que donde está el único jardín de niños por el año de 1700 los jesuitas
edificaron una iglesia y panteón pero que fue derrumbada por un ciclón al
finalizar el siglo XVIII quedando desolado el pueblo, el que se llamó como se
dijo “Pueblo viejo”, pero que al paso del tiempo vinieron familias europeas y
bajo los datileros fundaron un pueblo, donde nacieron hermosas mujeres por lo
que pusieron Miraflores. Los hombres se dedicaron a la agricultura y ganadería,
y había auge y bonanza, y las personas más adineradas del pueblo, entre ellas
la familia Collins, promovieron la construcción de una iglesia, porque dijeron
que no era posible que su pueblo tan bello no tuviera iglesia, y todo el pueblo
puso manos a la obra. Pero cuando ya llevaban medio templo construido, surgió
un problema: el agua se acabó.
...Pero las señoritas Collins le dieron pronta solución, ordenaron
que ordeñaran todo el ganado que fuera necesario de su propiedad y que hicieran
la mezcla y pegazón con leche y así está hecho, medio templo hasta las torres,
está edificado con leche, y cuando terminaron la obra un doce de diciembre,
desde entonces se le festeja a la virgen de Guadalupe con novena y todo. La
gente gozosa puso en el altar a la santísima Virgen de Guadalupe por los años
de 1802 o 1803, continuó diciendo la señora Navarro, que el templo no está
registrado en el INAH ni en ninguna parte, que se sienten muy orgullosas por
tener su propia iglesia a la que le dan mantenimiento. Luego, se presentó otro
problema durante la construcción de la iglesia, no tenía campana ni tenía
badajo y las señoritas Collins mandaron fundir todo su oro y alhajas para
fabricar la campana y el badajo; y la gente de Miraflores de aquella época,
estaba muy orgullosa con su templo, con su campana, y su badajo de oro... pero
un día vino un sacerdote a dar la misa y se llevó la campana y la puso en la
iglesia de Santiago, según cuentan, pero cuando hubo un fuerte aguacero un rayo
cayó a la campana...
Otro de los festejos importantes de Miraflores es la
feria de la Pitahaya de gran valor histórico y cultural, ya que fue el alimento
de los antiguos californios y es representativo de los nativos. Y la que desde
hace once años se festeja y fue promovida por el profesor Víctor Guadalupe
Martínez Verduzco organizándose un concurso de la cosecha de la pitahaya para
elegir el fruto más bonito y también a su reina, la que es coronada bajo la
fronda del histórico árbol de la India frente a la casa de la cultura. Pudiera
hacerse más original este bonito y tradicional festejo de la pitahaya, si se
hiciera una representación de reparto de pieles y de matrimonios y la reina
fuera vestida de pieles ya que antiguamente estas tierras fueron gobernadas por
mujeres, según crónicas. Y los festejos
más importantes como el reparto de pieles y celebración de matrimonios eran en
la cosecha de la pitahaya precisamente.
Para orgullo de todos los
Miraflorenses, y de todos los sudcalifornianos, al terminar el boulevard se
encuentra el monumento a la madre, el primero en su género construido en toda
América y el mundo entero. Este monumento fue construido a iniciativa del
profesor Pedro Romero Quirós en 1929 como un homenaje a todas las madrecitas
del universo. Los niños y niñas de la Escuela Primaria con su valioso apoyo
acarrearon los ladrillos de los hornos, los que estaban a más de un kilómetro
para la edificación de este bonito monumento a la madre allá en Miraflores.
...Miraflores...tierra de
promisiones, de leyenda...y de bonitas mujeres.
…Por el placer de escribir…recordar…y
compartir…
LA PAZ QUE SE PERDIO
MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
“LA SUDCALIFORNIANA DOÑA LUCIA SOSA Y SILVA GONZALEZ...MUJER EJEMPLAR
• NACIO EL 15 DE SEPTIEMBRE DE 1917, FECHAS HISTORICAS, DIA DEL GRITO DE INDEPENDENCIA DE MEXICO Y AÑO DE LA PROMULGACIÓN DE NUESTRA CARTA MAGNA, LA CONSTITUCION DE 1917., EN QUERETARO…. NACIO A LA VIDA ETERNA EL 15 DE ENERO DE 2014.
• ELLA, ADEMAS DE OTRAS VIRTUDES, FUE ESPECIALISTA ENLA ELABORACION DEL TRADICIONAL DULCE DE PITAHAYA… ARTE QUE SE VA CON ELLA.
Doña Lucia Sosa y Silva de Winkler, fue festejada con motivo de su 96 aniversario de vida, por sus hijos, nietos y demás familiares, mediante solemne misa de acción de gracias celebrada el anterior 15 de Septiembre en el santuario de Guadalupe, y oficiada por el reverendo padre Arturo; uniendo sus plegarias, y dando gracias al creador familiares y amigos por el feliz acontecimiento y en la que sus hijos le entonaron las tradicionales mañanitas. Después de la ceremonia religiosa, a Doña Lucia, sus hijos le ofrecieron en su hogar exquisito banquete acompañado de bebidas refrescantes en el marco de una bonita noche mexicana en la que estuvo de manifiesto la alegría y la unión familiar.
En ese marco de fiestas patrias, la encantadora muchacha antigua, dijo, que ella es descendiente directa de sus bisabuelos fundadores del barrio El Esterito; los yaquis, quienes vinieron de lejos con las alforjas repletas de conocimientos, esperanza, y fe en esta hermosa tierra de las perlas y de la abundancia. Don Manuel Cienfuegos, de oficio ladrillero y buzo de chapuz; y de Doña María Ignacia Chávez de oficio partera. Dice que ella nació el meritito 15 de Septiembre de 1917 allá en el rancho el Pozo de Rodríguez fundado por su tío Don Ramón Sosa y Silva Sandoval, al finalizar el siglo 18. Sus padres fueron Alfonso Sosa y Silva Flores de oficio leñador y carbonero, quien murió a la edad de 120 años. Que nomás quedó dormidito como un pajarito en su cama; y su mamá fue Doña Magdalena González Cienfuegos, una mujer ejemplar dice, de quien está muy orgullosa y la recuerda con inmenso amor, admiración y respeto, ya que fue una maestra que dominaba además de todas las artes y virtudes que adornan a la mujer, la sabiduría, la ciencia de la educación y las buenas costumbres por las que ella se guio toda su vida, acatando y respetando sus buenos consejos y ejemplo, lo que ha sido la base para ella formar la gran familia que Dios le regaló.
Dice Doña Lucia que ella es la segunda de 8 hermanos: Manuela, Alfonso, Eufemia, Antonia, Belem, Concepción y Fernando. A quienes bajo el cabo del hacha con muchos esfuerzos estrecheces y sufrimientos sus padres los formaron, ya que su él toda su vida fue leñador y carbonero. En canoas llevaba a vender la leña y el carbón a La Paz, así como también la intercambiaba por productos básicos a los pescadores que pasaban por esos lugares o a los botes mercantes que se dedicaban al comercio marítimo en aquella época, había ocasiones que el producto de su trabajo no alcanzaba para cubrir las necesidades del rancho, de lo que no se podía adquirir como fósforos, velas, petróleo, granos, panocha, café, harinas, entre otras cosas; porque carne la había en abundancia; a veces a falta de reses se comían hasta los leones, los gatos monteses, iguanas, liebres, palomas, venados, pero carne había y el pescado lo tenían a montones; nomás estirando la mano; era una vida muy bella en el rancho el pozo de Rodríguez, dice, es evocador recordar a su madre Doña Magdalena, tocando la guitarra y cantando mientras realizaba alguna labor. Ella no recuerda violencia familiar en el hogar de sus padres ni en el suyo propio, no había necesidad de llegar a eso, dice, porque se mantenía el respeto mutuo entre sus padres, y la obediencia. Si ellos tuvieron problemas, nunca se dieron cuenta los niños, asi era la educación antes, los niños no debían de enterarse de los asuntos de los mayores y crecieron sin preocupaciones por problemas que no entendían de los mayores, como deben crecer los niños.
Ahora, dice, hasta psicólogos necesitan para encauzar su vida; y es tan sencillo evitar llegar a eso, no teniendo hogares desintegrados, evitando la violencia, dándoles mucho amor y seguridad, a los hijos, en ellos mismos, y unos cintarazos a tiempo; el niño crece sano y seguro de sí mismo. Que ellos fueron muy pobres, pero muy felices, y muy unidos. Esa noche de fiestas patrias del 15 de Septiembre, mientras la muchachada bailaba alegremente al compás de las notas musicales y Doña Lucia saboreaba exquisitos tamales, continuó diciendo que recordar es vivir...aquellos días maravillosos de la cosecha de la pitahaya en Rodríguez eran únicos...venían personas de todas partes en sus canoas a cosechar pitahayas y a elaborar el tradicional dulce ahí en el rancho de Rodríguez. Se hacían grandes cantidades de dulce y al final se repartían a partes iguales, hasta diez latas por familia les tocaba.
Era toda una fiesta ver llegar, y regresar las canoas llenas de familia, pero sobre todo la visita de sus abuelos y bisabuelos era maravillosa. Por las tardes, después de la dura jornada diaria reunían a todos los niños y demás familiares y les contaban tantas cosas muy interesantes y les enseñaban costumbres, recetas medicinales, la historia de la familia, como habían llegado a estas tierras y por qué: y le parecía tan interesante lo que su bisabuelo el yaqui Don Manuel Cienfuegos de los fundadores del barrio El Esterito les contaba: que ellos llegaron de tierras lejanas atraídos por la recolección de la orchilla y el buceo de perlas...venían en el mismo barco en que venía Don Antonio Ruffo Batagglia, quien venía vestido de manta blanca y traía mucho dinero; venía vestido así, porque no había telas de color; y Don Manuel vestía también de manta, pero la diferencia es que él no traía dinero, nomás su conocimiento y muchas ganas de trabajar en esta tierra bendita de Dios; que fue el primer ladrillero en La Paz después de los padres jesuitas, y elaboró los ladrillos para construir la casa Ruffo y la mayoría de las construcciones coloniales antiguas que aún existen en La Paz. Fue recolector de la orchilla, y buzo de chapuz en busca de la perla de las que sacaron muchas y las vendía a los señores Ruffo.
Con evocación continua diciendo Doña Lucia que su bisabuela Doña María Ignacia Chávez era partera de las buenas, tenía un arte y ciencia para traer a los niños al mundo conocimiento aprendido de sus mayores. A la mayoría delas personas antiguas del Esterito ella las trajo al mundo. Como no había hilos en aquel tiempo o eran muy escasos, ella misma hacía del maguey, de algodón o cierta palma los cordeles para amarrar ombligos de los recién nacidos y con cera de tamal, hacían sus propias telas y les metían mechas del mecate que preparaba y con la flama ardiente la utilizaba para cortar y cauterizar la tripa umbilical; nunca usó tijeras ni otros instrumentos. La parturienta se colgaba agarrada de fuertes mecates amarrada de los orcones del techo y así nacía la criatura y jamás se le murió alguna madre o hijo. Doña Lucia a la edad de 17 años se caso con Don Nicolas Winlker y en su barca la generala salió de Rodríguez y se vinieron a vivir a este puerto de la paz...a los 18 años nació su primera hija, Guadalupe y a los 53 años de edad le nació la 11ava hija, Lucia, bendijo el creador con 11 hijos, Guadalupe, Lidia, Francisco, Manuela, Nolberta, Nicolas, María y Jesús, Carlota, Josefa, Jesús Rey Lucia y todos su partos fueron muy sanos a grito mexicano en su propia casa, con la ayuda de la partera a la costumbre de antes.
Su esposo Don Nicolás Winkler fue un hombre ejemplar y maravilloso dice, excelente esposo, y padre de familia. Durante 25 años fue buzo de escafandra y después fue cabo de vida es una persona, que tiene una bonita historia. Dice Doña Lucia que le da gracias a Dios que le ha permitido vivir tantos años colmándolas de salud ya que a su edad todavía no padece ninguna enfermedad y se siente vigorosa y feliz al ver su familia tan contenta y unida que vive de la pensión que su esposo le dejo ya que el falleció hace dos años, y al amparo de sus hijos, sus 34 nietos, 21 bisnietos, y dos tataranietos que Dios le regaló.
….Por el placer de escribir..Recordar…Y…Compartir…
LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
POR MANUELITA LIZARRAGA
“EL TUNEL DE LOS MACAPULES, Y SUS LEYENDAS...DE TESOROS DE AHORCADOS Y APARECIDOS”.
• LOS MACAPULES ERAN LOS UNICOS ARBOLES DE ESA NATURALEZA EN TODA LA PENINSULA...ESTABAN PLANTADOS EN SAN JOSE DEL CABO...Y EL HURACAN JULLIETE SE LOS LLEVO.
Los legendarios árboles de más de cuatrocientos años, los que fueron plantados por los piratas según las leyendas, se los llevó el huracán Julliete...los arrancó de cuajo y ni sus rastros dejó. Simplemente ya no existen...la furia del viento y de las aguas los arrastró...eran enormes, estaban de lado y lado del camino, que parecían que pasaba uno por un túnel rumbo a la playa...sus troncos eran anchísimos como de diez metros o más cada uno y de 20 a 30 metros de altura....su espeso follaje era muy peculiar...las raíces les nacían de los brazos y se iban sepultando en la tierra, quedando como fuertes troncos dando la impresión que eran personas ahorcadas, por eso le decían el túnel de los ahorcados...ahora ya no existen, gracias a Julliete. Estos árboles eran un atractivo turístico y estaban protegidos por el INAH. Ahí se ve la magnitud de la violencia del huracán Julliete. Estos históricos árboles habían resistidos todos los huracanes que azotaron la península y que se tenga memoria registrada por los padres Jesuitas son: en 1716, en que el padre Juan de Ugarte pasó 24 horas sobre una peña durante el fuerte huracán que devastó todo lo construido hasta entonces. En 1740, hubo otro huracán el que abnegó toda la California y sus fuertes vientos arrebataron a un joven de 16 años llamado Mateo, según el último de los gigantes que quedaban en la península, así como hundió 4 embarcaciones que andaban en la pesquería de perlas y que según el padre Ugarte en 30 años que tenía en la península nunca había habido un huracán de esta magnitud y para esa fecha ya estaban plantados los macapules por los piratas allá en San José del Cabo, la tierra del rebelde pericú.
Estos hermosos árboles resistieron también el embate de los ciclones de 1895, el cordonazo del 04 de Octubre de 1911, el de 1918, los que se creen que fueron los más devastadores, entre otros antes de Julliete. Durante una visita que realicé al paradisiaco San José del Cabo el anterior mes de Agosto, tuve la fortuna de tomarles algunas fotos a estos hermosos árboles de leyenda...ahora quedaron para la historia. Aquella cálida tarde de verano, Don Manuel Salvador Castro Saiza, nativo de San José del Cabo, propietario de los predios donde estaban los macapules, dijo, que su abuelo Don Teodoro Ruiz quien murió de 120 años, fue el dueño de estas tierras también y le contaba que su padre, o sea, su bisabuelo, conocía la historia de los legendarios macapules, sus espantos y sus leyendas. Que eran los tiempos aquellos en que los mares del Golfo de California y el Mar de Cortéz surcaban galeones piratas en busca de la nao de China y otras flotas españolas e inglesas para abordarla y hurtar sus riquezas...así como venían atraídos por la leyenda del país de las perlas, del oro y plata de mujeres amazonas. Cuentan que en una ocasión el temible pirata Tomás de Covendish con un negro historial pirático había navegado a lo largo de las costas de Chile, Perú y la Nueva España, donde había consumado grandes saqueos hundido más de 20 embarcaciones, saqueado e incendiado todas las villas y pueblos que había visitado. Covendish, con una flotilla de 3 galeones habiendo doblado el extremo austral de la América subió por toda la costa cometiendo toda clase de atentados sin lograr gran cosa en esa ocasión; pero que en el mes de Octubre de aquellos años llegó a Cabo San Lucas y se quedó a camelar al galeón de Manila, el Santa Ana, al que asaltó con sus corsarios y el que traía un valiosísimo cargamento de 700 toneladas en efectos y metálicos.
Cuentan que el Santa Ana era una verdadera fortaleza, pero venía tan cargado, y como con 400 pasajeros que no pudo maniobrar la defensa. El asalto de los piratas fue un éxito, y el barco con su valiosísimo botín fue llevado a San José del Cabo, antes san Bernabé luego la aguada segura, o esa, el estero de San José, el que era habitado por indios pericues. Allí fueron bajados a tierra como 200 supervivientes, y murieron en la batalla otro número igual de pasajeros. Ante el asombro de españoles e indios los piratas cargaron sus tres galeones con el fabuloso botín. Pero era tanto, que no cupieron todas las riquezas y tuvieron que dejar bastantes. Cuentan que los temibles piratas llenaron con oro, plata, perlas y otras cosas preciosas montones de barricas, baúles y grandes jarrones de bronce, los acarrearon en hombros, perdiéndose entre el follaje de los esteros. Que echaban y echaban viajes a ocultar los tesoros, pero que de pronto Covendish se dio cuenta que una de las pasajeras cautivas que venía procedente del Brasil, otros dicen que del Perú, traía dos hermosos árboles muy raros, que eran los macapules, los que cuidaban celosamente cubriéndolos con su manto y el pirata le arrebato el manto con lujo de violencia diciéndole ¿ que os esconder ahí?, y la joven sin contestar una palabra los cubría más con su cuerpo y ante la sorpresa del pirata eran los macapules, los que le arrebató; y dijo, estos árboles raros serán la señal de donde están sepultados mis tesoros. Y como la mujer se resistía a soltar los árboles ordenó que se la llevaran también rumbo a los tulares donde estaban enterrados los tesoros para plantar los árboles sobre ellos y como la mujer seguía ofreciendo resistencia y venía maldiciendo al pirata diciéndole que nunca encontraría sus tesoros y que ante su vista los árboles desaparecería, que estas riquezas serían encontradas por una persona de corazón noble.
Esto enfadó tanto al cruel pirata, que tomándola de los cabellos, la colgó en un árbol que estaba en la vera del camino junto a donde plantó los macapules, los que eran pequeños en ese tiempo, hace casi cuatrocientos años atrás. Cuentan la leyenda que Covendish, después de consumar el espantoso crimen, enterrar sus tesoros y sembrar los árboles, incendiaron el barco, y levaron anclas quedando la gente abandonada entre los indios, quienes afortunadamente no eran hostiles, y los ayudaron a sofocar el fuego y a la reparación del Santa Ana, en el que después de un tiempo pudieron regresar a su lugar de origen y contar los hechos. Entre estos pasajeros iba Sebastián Vizcaino quien en ese tiempo era comerciante y quien después de algunos años conociendo el camino, volvió para bautizar con el nombre de La Paz a este bello puerto.
Dice Don Manuel Salvador que a través de los siglos estos tesoros de los macapules fueron afanosamente buscados por piratas y aventureros, pero que los árboles tenían como un encantamiento, o quizás era la maldición de la mujer ahorcada, por cierto la primera ejecutada por ahorcamiento en la península, ante el asombro de los indios que no conocían esta manera de morir. No todos los que buscaban el tesoro del pirata tenían la fortuna de encontrar los árboles y los que lo hacían escarbaban y no encontraban nada, incluso el mismo Covendish los buscó durante toda su vida y se le perdía el camino, y así fue trascendiendo la leyenda de los macapules a través de los tiempos. Otros cuentan que a los cautivos de los galeones asaltados por piratas, los colgaban en estos árboles por ser tan grandes y raros, en tiempos de revueltas y revoluciones, los macapules era el lugar de las ejecuciones, fueron muchos los colgados en esos árboles, que hasta los mayores contaban que las raras lianas que colgaban de sus brazos eran las almas de ahí colgados y que en noches de luna simulaban sus cuerpos. El túnel de los ahorcados les decían a los macapules...fueron muchos los espantados por esos caminos a través de los tiempos...Don Manuel Salvador cuenta que una noche de luna andaba regando la huerta...eran como las doce de la noche, y de repente entró un fuerte y helado airecillo...los perros aullaban lastimeramente, y de pronto entre los troncos de los macapules se escuchaba un lastimero llanto y luego unos estertores agónicos, soltó el azadón y se quedó expectante, la piel se le enchinaba y el corazón parecía que se le salía del pecho...se quedó como hipnotizado viendo los macapules...de pronto, de entre los árboles salió una alta mujer vestida de largos y blancos ropajes envuelta en un manto blanco también que lo volaba el viento...fue cosa de instante...era una figura etérea que sus pies no pisaban el suelo...se fue metiendo entre los troncos de los macapules y desapareció...los perros callaron y todo quedó en silencio, nada más escuchaban el ruido del agua y el silbar del viento...fue una experiencia que nunca ha podido olvidar.
Dijo Don Manuel Salvador que él no se quedó conforme porque aquello le hizo sentir miedo y decidió convencerse que no era cierto lo que había visto, y seguía regando la huerta a la misma hora, con la oscuridad de la noche y de lunas plateadas daba la impresión de que las lianas colgantes eran cuerpos ahorcados, pero él se mantenía firme, quería volver a ver la aparición y que no lo agarrara por sorpresa...pero a los pocos meses de aquel suceso venía él de San José del Cabo y forzosamente debía de pasar por el túnel de los macapules...todavía era temprano, apenas las penumbras y el ya no se acordaba de aquello...cuando de pronto la divisó....la mujer iba flotando dentro de él...el caminaba un trecho y se paraba y la mujer se detenía también entonces él caminaba más recio como para dejarla atrás, pero también ella arreciaba el paso, hasta que llegaron a donde está una virgencita y la mujer se paró allí y él también y pensó no voy a parpadear porque se me va a perder...clarito escuchaba el palpitar de su corazón de pronto sintió una fuerte y rara comezón en los ojos que se tuvo que rascar y en ese parpadeo se le perdió junto a la virgen.
Otra experiencia de terror en el túnel de los macapules le paso a son Jesusito. Aquella tarde, ya a la oscurezca, don Jesús venía del pueblo rumbo a su rancho, llevaba las mulas cargadas de mandado, cuando pasaba por los macapules las lianas se empezaron a mover con el rítmico vaivén de los ahorcados, lo raro era que no hacía viento luego se escucharon estertores agónicos y una tronazón de huesos que caían al suelo. Las mulas salieron despavoridas, y a Don Jesús lo agarraron entre dos piratas y lo azotaron en el suelo una y otra vez hasta que lo soltaron. Jamas volvió a pasar de noche por ese lugar y prometio poner una virgen a la orilla del camino. Promesa que cumplió. Dice don Manuel salvador que en otra ocasión estaba sentado en las trancas del corral mientras regaba, cuando de pronto escucho un estruendo muy fuerte y no le hizo caso...los macapules estaban llenos de frutos, y luego pego otro ruido mas fuerte y a los pocos minutos vino un fuerte remolino que dio varias vueltas a los macapules hasta que cayeron al suelo haciendo un gran estruendo desconocido para el...que era como vaciaron montones de metales al tiempo que llantos, lamentos y ruidos de huesos, esa vez se asusto tanto al ver los arboles en el suelo con las raíces para arriba, que salió huyendo despavorido, y conto en su casa que los raros arboles habían sido derribados por el viento. Otro día que fue a la huerta cual seria su sorpresa que los macapules estaban en su lugar tan erguidos y hermosos como siempre pero todo el fruto estaba regado en el suelo parecía una gruesa alfombra. Son muchas las leyendas que cuentan de los macapules y muchos son los espantados que han intentado encontrar el gran tesoro del pirata Covendish hubo valientes incrédulos que pasaban la noche retando al mas allá pero otro día los encontraban con los cabellos encanecidos hablando incoherencias...de los aventados que pasaron la noche ahí cuentan que hubo uno que vio fondeado un gran galeón de cinco mástiles y otro que se incendiaba sorprendido se quedo oteando la lejanía y de repente saltaron a tierra una procesión de hombres vestidos como piratas con baúles y barricas en los hombros dirigiéndose a donde el estaba y al frente de ellos traían una mujer envuelta con un manto blanco...no lo penso dos veces y puso pies en polvorosa. Otro día fue a buscar rastro de los barcos y de los piratas pero no había nada.
Son leyendas muy bonitas pero lo cierto es que los macapules en San José del cabo ya no están...se los llevo el huracán Julliete.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*
lunes, 16 de abril de 2018
LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
…..DON ALEJANDRO… JUAN Y JOSE ABAROA GIL, PIONEROS EN CONSTRUCCION Y REPARACION DE BARCOS EN SUDCALIFORNIA…
• ABAROA, UNA TRADICION EN LA PAZ EN CONSTRUCCION Y REPARACION DE BARCOS”.
En el siglo antepasado...cautivado por la aventura y la leyenda que antiguos navegantes rodearon a esta bella península de Baja California Sur, Don Alejandro Abaroa Gil...procedente de Altata, Sinaloa, navegaba en la pequeña embarcación de vela, llegando a San Lucas del Norte, Baja California Sur, donde se estableció. Don Alejandro, hombre de temple, osado y de arrojo, con el divino tesoro de conocimientos prácticos en construcción de varaderos y embarcaciones marinas, carpintero de rivera, llegó guiado por las brújulas y las estrellas a tierras peninsulares con el corazón repleto de esperanzas, aceptando la mano abierta de los habitantes de esta tierra pródiga para fundirse en su piel, unir su esfuerzo para su desarrollo, dejando en ella profunda huella con la tradición y como asunto de familia, la construcción y reparación de barcos ABAROA.
A Don Alejandro Abaroa Gil, le acompañaron también en este venturoso viaje a este bello jirón de tierra de misterio y de promesas, en la época de las perlas y de la abundancia, así como de invasiones extranjeras y piráticas...sus hermanos quienes nacieron en Bachimuto, Sinaloa; Juan, Mariana, Tomasa, Alejandro y José; así como las familias catalanas y vascos, Garaizar, Gorozave y Sánchez. Alejandro hijo, Juan y José lucharon a brazo partido, hombro con hombro al lado de su padre en los trabajos y artes marinas, aprendiendo de éste el universo maravilloso del conocimiento de la práctica en construcción de vallados y embarcaciones. Mientras que Tomasa y Mariana se dedicaban a las labores propias del hogar de acuerdo a las costumbres de la época. Pesados trabajos de vallado de pala realizaban estos bragados hombres. Hasta 3 o 4 meses tardaban en yaquear el barco que encallaba; tenían que esperar a que hubiera mareas altas para favorecer su labor. Grandes embarcaciones de vela arreglaban y construían estos señores. Don Alejandro Abaroa conoció a una hermosa flor de estos campos californianos, la señorita Angela Verdugo, con quien después de un bonito romance, apegado a las costumbres, unieron sus vidas; bendiciendo su hogar el creador, con seis hijos: José, Isabel, Juan, Tomasa, Inés y Angela. En San Lucas, don Alejandro junto con sus hermanos y sus familias, formaron un próspero pueblo, donde Alejandro era el constructor de barcos, José el navegante y Juan el comerciante. Tenían una rústica torre de vigía, donde mediante señales con unos gallardetes de color, guiaban la llegada de las embarcaciones.
En la época misional, en el siglo XVII, el industrioso Padre Juan de Ugarte, proyectó y dirigió la construcción del primer barco de vela en la península, con maderas de la región. Concretamente en la heroica Mulegé, Baja California Sur, el que fue botado al agua el 14 de Septiembre de 1720 con el nombre de “EL TRIUNFO DE LA CRUZ”. Durante la estancia de los jesuitas en la península, de 70 años, hasta su expulsión en 1768, construyeron 4 barcos más, los que dejaron al marcharse aquel 3 de febrero de 1768 para el servicio de las misiones.
Y los primeros barcos de vapor fueron construidos en la península por don Alejandro Abaroa Gil,, “EL PRECURSOR” y “EL MAVARI”, con una capacidad de 200 toneladas y encendidas sus calderas con leña y carbón...con rutas a Santa Rosalía, ejido San Lucas, Manzanillo, Guaymas, Topolobampo, Mazatlán y La Paz; llevando y trayendo productos propios de la región, principalmente la orchilla, planta tintórea que crece en el monte cerca de la costa, y la que era muy apreciada y explotada en aquella época. De ésta planta sacaban tinta para pintura, principalmente para pintar las telas. Don Porfirio Díaz, de tristes recuerdos, fue invitado por don Alejandro Abaroa para la inauguración de éstos barcos, orgullo nacional, y existe una carta de reconocimiento y agradecimiento por el histórico mandatario mexicano. Estos barcos, participaron en la época revolucionaria en sudcalifornia de 1910 a 1914, así como en el traslado de pasaje y todo tipo de las mercancías de las poblaciones aledañas a esta ciudad Capital, antes territorio del Distrito Sur.
Después de la lamentable extinción de los californios, legítimos propietarios de estas tierras, Baja California Sur se ha ido poblando por gente que ha venido de otras partes, con una amalgama de conocimientos prácticos en todas sus ramas, costumbres y tradiciones. Y don Alejandro Abaroa Gil, puso la muestra de que cuando se quiere se puede, ya que la práctica es la madre de la ciencia, y aplicó sus bastos conocimientos con largueza en la construcción y creación de embarcaciones, desde un vallado hasta una panga, un velero, y hasta barcos de vapor y diesel, siendo fuente de trabajo para varias decenas de familias por generaciones. Aquella virgen y pródiga tierra de sudcalifornia, con aroma a brisa y sabor a mar, le dio abrigo, y don Alejandro respondió con aquel tesoro de conocimientos prácticos y buena voluntad para su desarrollo y progreso, dejando para la posteridad el SELLO ABAROA, sinónimo en México de construcción de barcos. Después de un tiempo, don Alejandro dejó San Lucas y se trasladó con su familia a esta ciudad de La Paz, donde sepultó su corazón y sus raíces, surgiendo un semillero de constructores de barcos.
Una cálida tarde de verano de 1913, entre sobresaltos y tiros, debido a la Revolución que se vivía en el Distrito Sur, enmarcado con una tarde crepuscular de leyenda de La Paz que se perdió, el graznar de gaviotas y murmullos del mar, dieron la bienvenida a don Alejandro Abaroa Gil, a su esposa Angela Verdugo e hijos, quienes llegaron a esta ciudad al palmar del barrio El Manglito, para fundar el tradicional Varadero de Abaroa. De su primer matrimonio, le nacieron 2 hijos más: Angela e Isabel el carismático don Chabelo. En aquel tiempo, don Alejandro compró aquí en La Paz, todo un solar para construir su casa familiar. Eran puros paredones y palmeras que daban, y dan, un bellísimo espectáculo con los mágicos crepúsculos, engalanando la mirada contemplativa, y fortaleciendo el espíritu con ese mar bermejo de abundante alimento marino, que se metía hasta dentro del solar, casi hasta llegar adonde ahora es carretera, y don Alejandro y sus hijos tumbaron los paredones hasta aplanar el terreno ganándole tierra al mar. Luego la fatalidad le llegó a don Alejandro, su primera esposa doña Angelita Verdugo, falleció. Posteriormente contrajo nupcias con la señorita María León, quien le dió otros 10 hijos de los cuales fallecieron 3. Creciendo el semillero Abaroa, con Juan José, Divina, Josefa, Mariana, Andrés, José Jesús y Juana. En total fueron 14 hijos quienes crecieron juntos bajo el amparo amoroso de doña María León.
Una tarde lluviosa de invierno, de 1948 don Alejandro emprendió el camino sin retorno, durmiendo el sueño eterno dejando en sus descendientes, “ESTE ASUNTO DE FAMILIA”, como una tradición, el Varadero Abaroa, para la reparación y construcción de barcos. Don José Abaroa Verdugo, apoyado por sus hermanos continuó con la tradición, hombre osado y de mano callosa, casado con doña Pilar Martínez quien le dio siete hijos, Alejandro, Alberto, Agustín, Estela, María de Los Angeles, José y Abraham. Además de fundar el Astillero Abaroa, fuente de trabajo para decenas de familias a través de los años, contribuyó al desarrollo de La Paz cuando empezaba su crecimiento, don José Abaroa junto con su padre abrieron a pico y pala las brechas de la carretera Transpeninsular al norte hasta Santo Domingo, y la del malecón, en el gobierno de don Agustín Arreola, primer gobernador, por plebiscito en la península de 1920 a 1924, y las que posteriormente el Ingeniero Sebastián Díaz Encinas perfeccionó los trazos y continuó con el encarpetado. Cada vez que don José Abaroa botaba un barco al agua, traía de Sinaloa las famosas orquestas de los “Mavaris” y los “Andes Famanía”. Mataba hasta cinco reses para la barbacoa, e invitaba a toda la gente del pueblo a disfrutar de aquella alegría, la que acompañada de la música, los palmares del barrio el Manglito se cimbraban haciendo latir de gozo los corazones de los pescadores con sus familias, y demás invitados de don José.
En el día de la marina, era una tradición los festejos en el palmar de Abaroa, con música, barbacoa y todo, así como el Día del Trabajo. La inolvidable profesora Jesús Rolland, vestía de marineras a las alumnas más destacadas de la escuela Rosendo Robles, y las llevaban a pasear por la bahía en los barcos de Abaroa, como premio a su dedicación. Las canoas de los pescadores lucían en el mar repleto de cerveza con hielo, eran las hieleras y los ribereños pescadores, libres y dueños absolutos de los productos del mar y de su esfuerzo, lucían amplia sonrisa de oreja a oreja. Los Abaroa, hombres de limpia trayectoria en La Paz, fabricantes de barcos de merecido renombre, construyeron los barcos Don Alejandro I y II, así como don José I y II y El Amigo, el que quedó inconcluso. A la fecha, son incontables las embarcaciones construidas por ellos. Además de los trabajos de vallado, realizaban y realizan trabajos de herrería en la fragua, como anclas y utensilios propios de su rama. De los trabajadores fundadores del varadero de Abaroa, algunos viven todavía, otros ya se adelantaron al viaje sin retorno. Don Apolonio Domínguez de 96 años, llamado cariñosamente por familiares y amigos “Don Ponayo” quien se especializaba en calafateo y de todo lo que se ofreciera en la rama de las embarcaciones, fue de las confianzas de don José, y hasta un verso le escribió:
“Estaba José Abaroa
Calafateando la proa
Cuando se escucha un ruidito, y dijo
Es una canoa.
En la época misional, en el siglo XVII, el industrioso Padre Juan de Ugarte, proyectó y dirigió la construcción del primer barco de vela en la península, con maderas de la región. Concretamente en la heroica Mulegé, Baja California Sur, el que fue botado al agua el 14 de Septiembre de 1720 con el nombre de “EL TRIUNFO DE LA CRUZ”. Durante la estancia de los jesuitas en la península, de 70 años, hasta su expulsión en 1768, construyeron 4 barcos más, los que dejaron al marcharse aquel 3 de febrero de 1768 para el servicio de las misiones.
Y los primeros barcos de vapor fueron construidos en la península por don Alejandro Abaroa Gil,, “EL PRECURSOR” y “EL MAVARI”, con una capacidad de 200 toneladas y encendidas sus calderas con leña y carbón...con rutas a Santa Rosalía, ejido San Lucas, Manzanillo, Guaymas, Topolobampo, Mazatlán y La Paz; llevando y trayendo productos propios de la región, principalmente la orchilla, planta tintórea que crece en el monte cerca de la costa, y la que era muy apreciada y explotada en aquella época. De ésta planta sacaban tinta para pintura, principalmente para pintar las telas. Don Porfirio Díaz, de tristes recuerdos, fue invitado por don Alejandro Abaroa para la inauguración de éstos barcos, orgullo nacional, y existe una carta de reconocimiento y agradecimiento por el histórico mandatario mexicano. Estos barcos, participaron en la época revolucionaria en sudcalifornia de 1910 a 1914, así como en el traslado de pasaje y todo tipo de las mercancías de las poblaciones aledañas a esta ciudad Capital, antes territorio del Distrito Sur.
Después de la lamentable extinción de los californios, legítimos propietarios de estas tierras, Baja California Sur se ha ido poblando por gente que ha venido de otras partes, con una amalgama de conocimientos prácticos en todas sus ramas, costumbres y tradiciones. Y don Alejandro Abaroa Gil, puso la muestra de que cuando se quiere se puede, ya que la práctica es la madre de la ciencia, y aplicó sus bastos conocimientos con largueza en la construcción y creación de embarcaciones, desde un vallado hasta una panga, un velero, y hasta barcos de vapor y diesel, siendo fuente de trabajo para varias decenas de familias por generaciones. Aquella virgen y pródiga tierra de sudcalifornia, con aroma a brisa y sabor a mar, le dio abrigo, y don Alejandro respondió con aquel tesoro de conocimientos prácticos y buena voluntad para su desarrollo y progreso, dejando para la posteridad el SELLO ABAROA, sinónimo en México de construcción de barcos. Después de un tiempo, don Alejandro dejó San Lucas y se trasladó con su familia a esta ciudad de La Paz, donde sepultó su corazón y sus raíces, surgiendo un semillero de constructores de barcos.
Una cálida tarde de verano de 1913, entre sobresaltos y tiros, debido a la Revolución que se vivía en el Distrito Sur, enmarcado con una tarde crepuscular de leyenda de La Paz que se perdió, el graznar de gaviotas y murmullos del mar, dieron la bienvenida a don Alejandro Abaroa Gil, a su esposa Angela Verdugo e hijos, quienes llegaron a esta ciudad al palmar del barrio El Manglito, para fundar el tradicional Varadero de Abaroa. De su primer matrimonio, le nacieron 2 hijos más: Angela e Isabel el carismático don Chabelo. En aquel tiempo, don Alejandro compró aquí en La Paz, todo un solar para construir su casa familiar. Eran puros paredones y palmeras que daban, y dan, un bellísimo espectáculo con los mágicos crepúsculos, engalanando la mirada contemplativa, y fortaleciendo el espíritu con ese mar bermejo de abundante alimento marino, que se metía hasta dentro del solar, casi hasta llegar adonde ahora es carretera, y don Alejandro y sus hijos tumbaron los paredones hasta aplanar el terreno ganándole tierra al mar. Luego la fatalidad le llegó a don Alejandro, su primera esposa doña Angelita Verdugo, falleció. Posteriormente contrajo nupcias con la señorita María León, quien le dió otros 10 hijos de los cuales fallecieron 3. Creciendo el semillero Abaroa, con Juan José, Divina, Josefa, Mariana, Andrés, José Jesús y Juana. En total fueron 14 hijos quienes crecieron juntos bajo el amparo amoroso de doña María León.
Una tarde lluviosa de invierno, de 1948 don Alejandro emprendió el camino sin retorno, durmiendo el sueño eterno dejando en sus descendientes, “ESTE ASUNTO DE FAMILIA”, como una tradición, el Varadero Abaroa, para la reparación y construcción de barcos. Don José Abaroa Verdugo, apoyado por sus hermanos continuó con la tradición, hombre osado y de mano callosa, casado con doña Pilar Martínez quien le dio siete hijos, Alejandro, Alberto, Agustín, Estela, María de Los Angeles, José y Abraham. Además de fundar el Astillero Abaroa, fuente de trabajo para decenas de familias a través de los años, contribuyó al desarrollo de La Paz cuando empezaba su crecimiento, don José Abaroa junto con su padre abrieron a pico y pala las brechas de la carretera Transpeninsular al norte hasta Santo Domingo, y la del malecón, en el gobierno de don Agustín Arreola, primer gobernador, por plebiscito en la península de 1920 a 1924, y las que posteriormente el Ingeniero Sebastián Díaz Encinas perfeccionó los trazos y continuó con el encarpetado. Cada vez que don José Abaroa botaba un barco al agua, traía de Sinaloa las famosas orquestas de los “Mavaris” y los “Andes Famanía”. Mataba hasta cinco reses para la barbacoa, e invitaba a toda la gente del pueblo a disfrutar de aquella alegría, la que acompañada de la música, los palmares del barrio el Manglito se cimbraban haciendo latir de gozo los corazones de los pescadores con sus familias, y demás invitados de don José.
En el día de la marina, era una tradición los festejos en el palmar de Abaroa, con música, barbacoa y todo, así como el Día del Trabajo. La inolvidable profesora Jesús Rolland, vestía de marineras a las alumnas más destacadas de la escuela Rosendo Robles, y las llevaban a pasear por la bahía en los barcos de Abaroa, como premio a su dedicación. Las canoas de los pescadores lucían en el mar repleto de cerveza con hielo, eran las hieleras y los ribereños pescadores, libres y dueños absolutos de los productos del mar y de su esfuerzo, lucían amplia sonrisa de oreja a oreja. Los Abaroa, hombres de limpia trayectoria en La Paz, fabricantes de barcos de merecido renombre, construyeron los barcos Don Alejandro I y II, así como don José I y II y El Amigo, el que quedó inconcluso. A la fecha, son incontables las embarcaciones construidas por ellos. Además de los trabajos de vallado, realizaban y realizan trabajos de herrería en la fragua, como anclas y utensilios propios de su rama. De los trabajadores fundadores del varadero de Abaroa, algunos viven todavía, otros ya se adelantaron al viaje sin retorno. Don Apolonio Domínguez de 96 años, llamado cariñosamente por familiares y amigos “Don Ponayo” quien se especializaba en calafateo y de todo lo que se ofreciera en la rama de las embarcaciones, fue de las confianzas de don José, y hasta un verso le escribió:
“Estaba José Abaroa
Calafateando la proa
Cuando se escucha un ruidito, y dijo
Es una canoa.
Y le contestó Ponayo
Con su risita inocente
Le dice, viene Manuel Moreno
A alborotar la gente.
Con su risita inocente
Le dice, viene Manuel Moreno
A alborotar la gente.
Le contesta don José
No le aflojes la chamarra
No sea que venga saliendo
Con una puta guitarra.
No le aflojes la chamarra
No sea que venga saliendo
Con una puta guitarra.
Decía José Abaroa
Yo voy a calar
Porque ahí viene uno de palabra
Y es del Seguro Social”.
Yo voy a calar
Porque ahí viene uno de palabra
Y es del Seguro Social”.
Lamentablemente, el autor de este verso, el anterior sábado 14 de Enero del año 2000 falleció a los 96 años de edad. La familia Abaroa, así como amigos del barrio el Manglito le rindieron un homenaje al último de los trabajadores fundadores del Varadero Abaroa. El cortejo fúnebre los trasladó al varadero y don José Abaroa le dirigió un emotivo mensaje de agradecimiento, al tiempo que arrojó arreglos florales al mar.
Otros de los pioneros fueron El “Peludo”, don Celestino Orantes, Tevano Tapiz Carballo, Florencio Espinoza (el legendario Polencho), Luis Escobar, Martín, Inés y Andrés Domínguez, Manuel Ruiz, Reyes Talamantes, Manuel Meza y Fidencio García, entre tantos otros bragados hombres que no se les ataban las manos para resolver cualquier situación que surgiera en la rama de su trabajo para la reparación de grandes barcos de vapor que traían todo tipo de carga para surtir el comercio de La Paz, principalmente a los chinos quienes impulsaron su desarrollo, y eran los principales comerciantes aquí en La Paz, además de los señores Ruffo. Don José Abaroa, con el divino tesoro de la práctica, nadie entendía como le hacia para invadir la “3 14 16”, complicada fórmula de navegación y calcular la contracción del fierro y la madera en movimiento, así como la perfección en la construcción de todas las piezas del barco, engranes, quilla, la proa, la popa, espejo de la embarcación, pro pelas, timón de mando, y tantas cosas que componían el barco, y surcaba los mares de California guiados solamente por la brújula y las estrellas.
Otros de los pioneros fueron El “Peludo”, don Celestino Orantes, Tevano Tapiz Carballo, Florencio Espinoza (el legendario Polencho), Luis Escobar, Martín, Inés y Andrés Domínguez, Manuel Ruiz, Reyes Talamantes, Manuel Meza y Fidencio García, entre tantos otros bragados hombres que no se les ataban las manos para resolver cualquier situación que surgiera en la rama de su trabajo para la reparación de grandes barcos de vapor que traían todo tipo de carga para surtir el comercio de La Paz, principalmente a los chinos quienes impulsaron su desarrollo, y eran los principales comerciantes aquí en La Paz, además de los señores Ruffo. Don José Abaroa, con el divino tesoro de la práctica, nadie entendía como le hacia para invadir la “3 14 16”, complicada fórmula de navegación y calcular la contracción del fierro y la madera en movimiento, así como la perfección en la construcción de todas las piezas del barco, engranes, quilla, la proa, la popa, espejo de la embarcación, pro pelas, timón de mando, y tantas cosas que componían el barco, y surcaba los mares de California guiados solamente por la brújula y las estrellas.
En 1942, recientemente extinguidas las perlas en La Paz, bellos recuerdos...dando inicio a la explotación y exportación del tiburón, apreciado por su hígado y su aleta. Las embarcaciones inundaban los mares embelleciendo la bahía con sus velajes...y por esos años don José Abaroa construyó el varadero en Topolobampo, Sinaloa. En Cabo San Lucas, inundan los mares una flota de lanchas deportivas Juanita, construidas por Juan José Abaroa, “JuanChe” y su descendencia. Los Abaroa, hombres de gruesos perfiles en el progreso naval mexicano, de inigualable experiencia, aplicada a la construcción de naves que ostentan orgullosos las rutas marítimas del país, el sello y el banderín de quien las construyó y las botó al mar ABAROA. Hace 16 años don José emprendió el camino sin retorno dejando huella profunda, y un sinónimo de progreso en Baja California Sur. El apellido Abaroa está fundido con el mar, en puertos, barcos, astilleros y construcciones navales para comercio de ultramar o cabotaje. Actualmente continua con la tradición familiar don Alejandro Abaroa Martínez, “Don Cano”, quien con el apoyo de sus hijos, nietos y bisnietos, dirige dignamente ésta gran nave: EL VARADERO ALEJANDRO ABAROA GIL, engalanando la marina con incontables embarcaciones turísticas, que cual Venecia duplican las figuras con gallardía en las cristalinas aguas de La Paz, y quien siempre está a la vanguardia en la tecnología de punta para ofrecer un mejor servicio. Los primeros vallados fueron de cuna, para varar barcos. Después cunas de metal que corrían sobre vías y actualmente, cuenta con nuevo sistema de bandas para levantar, y llantas de hule sin mojarse la cuna. Don Alejandro Abaroa Martínez contrajo matrimonio con Doña Rosa María de Abaroa, procreando 11 hijos: José Luis, Alejandro, Rosa, Guadalupe, Víctor, Francisco, Martín, Aurelia, Enrique, Humberto y Yolanda , y quienes continúan respetando la voluntad de don Alejandro y don José el de apoyar con sus barcos toda labor de beneficio social, principalmente enfocado a la educación y a la cultura, así como a la religión, ya que es tradición desde hace cinco décadas, que el día del Señor San José pasean el santo en las embarcaciones del varadero Abaroa por toda la bahía de La Paz, entre otros eventos importantes. Don Cano Abaroa, con justa satisfacción y orgullo dice que, desde la llegada de su tatarabuelo a la península de Baja California Sur, la familia asciende a más de 2,000 almas en estas tierras sudcalifornianas. ABAROA, UNA TRADICION EN LA PAZ EN CONSTRUCCION Y REPARACION DE EMBARCACIONES.
….Por El Placer De Escribir…Recordar…Y Compartir….
• ESTA CRÓNICA FUE PUBLICADA HACE MAS DE 15 AÑOS, EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN MASIVOS, DE MAYOR PRESTIGIO EN LA PAZ.
viernes, 13 de abril de 2018
LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
“DON GUILLERMO ARRAMBIDEZ ARELLANO...FUE UN GRAN ESCRITOR QUE LE CANTO A SUDCALIFORNIA... SE PIERDE EN EL TIEMPO EL OLVIDO”.
Su obra literaria “ UN ROMANCE, CUENTOS Y NARRACIONES DE BAJA CALIFORNIA”, no debe perderse en el polvo y el olvido...pudiera volver a editarse para que las generaciones nuevas conocieran su valioso contenido de este magnifico libro, que escribió Don Guillermo Arrambidez Arellano, de bonitos cuentos y narraciones apegados a la realidad, todos ellos de característico ambiente regional que demuestra su profundo amor a esta tierra que lo recibió con los brazos abiertos la tarde de otoño de 1949, cuando La Paz, era aquella Paz paradisíaca, de ensueño, de susurrantes palmeras, de molinos de viento y de barcos mercantes; así como de tantas cosas bellas que se perdieron, pero que no por eso deja de ser hermosa y tranquila todavía.
Este libro, “UN ROMANCE, CUENTOS Y NARRACIONES DE BAJA CALIFORNIA SUR”, escrito con el corazón como un canto poético a esta tierra bendita de Dios, por Don Guillermo Arrambidez Arellano y que como un tesoro tengo en mis manos, me ha transportado a aquella Paz de antaño cuando alguna vez, también yo fui niña haciéndome recordar aquellos momentos maravillosos de la vida que yo viví. El libro se editó con el propio esfuerzo de don Guillermo con un tiraje de 2000 ejemplares en Septiembre de 1976, y en su deleitante contenido de una riqueza cultural inigualable, con fluida y amena prosa, además del prólogo escrito por el desaparecido lamentablemente, el reconocido cronista, escritor y periodista, profesor Carlos Domínguez Tapia, y por el desaparecido también Doctor Francisco Carballo Lucero.
Los cuentos y narraciones del libro son: “Polvo del camino andado”; es un retrato de su vida plagada de sufrimientos y también de gratas experiencias.
“El ultimo guaycura”; es una hermosa leyenda de la sierra de la Laguna.
“Lugarda”; describe el temple y arrojo de la mujer sudcaliforniana.
“Kitu Li gua”.
“Un romance a Baja California” (poema).
“ Se los tragó el desierto”.
“Baldomero y su perro”.
“El guardabosque”.
“ Un viaje a Vizcaino”.
“Las ballenas”.
“La isla de Santa cruz”.
“Un viaje a la Giganta”.
“La ultima pesca”.
“Cuando las lluvias vienen”.
“La chela” y;
“Del diablo el espinazo”. Obras que la pródiga pluma de Don Guillermo les dio vida basados sobre hechos y vivencias reales; para deleite del lector, identificándose como poeta, cuentista y hacedor de historias, y que lo hicieron merecedor del triunfo en el concurso literario de la XX Vigésima Olimpiada Territorial celebrada en La Paz el 20 de noviembre de 1967, con el cuento “Isla de Santa cruz”; y en la misma fecha y género, volvió a triunfar en Santa Rosalía con el cuento “Baldomero y su perro”. También el municipio de Tijuana lo premió con un galardón nacional en un concurso de ensayo histórico con un trabajo monográfico “Breves apuntes sobre Baja California Sur”, así como también obtuvo el primer lugar en la “entrevista inconclusa a Don Guillermo Escudero”. Durante cinco años consecutivos obtuvo los primeros lugares en las olimpiadas territoriales.
“Lugarda”; describe el temple y arrojo de la mujer sudcaliforniana.
“Kitu Li gua”.
“Un romance a Baja California” (poema).
“ Se los tragó el desierto”.
“Baldomero y su perro”.
“El guardabosque”.
“ Un viaje a Vizcaino”.
“Las ballenas”.
“La isla de Santa cruz”.
“Un viaje a la Giganta”.
“La ultima pesca”.
“Cuando las lluvias vienen”.
“La chela” y;
“Del diablo el espinazo”. Obras que la pródiga pluma de Don Guillermo les dio vida basados sobre hechos y vivencias reales; para deleite del lector, identificándose como poeta, cuentista y hacedor de historias, y que lo hicieron merecedor del triunfo en el concurso literario de la XX Vigésima Olimpiada Territorial celebrada en La Paz el 20 de noviembre de 1967, con el cuento “Isla de Santa cruz”; y en la misma fecha y género, volvió a triunfar en Santa Rosalía con el cuento “Baldomero y su perro”. También el municipio de Tijuana lo premió con un galardón nacional en un concurso de ensayo histórico con un trabajo monográfico “Breves apuntes sobre Baja California Sur”, así como también obtuvo el primer lugar en la “entrevista inconclusa a Don Guillermo Escudero”. Durante cinco años consecutivos obtuvo los primeros lugares en las olimpiadas territoriales.
Don Guillermo Arrambidez Arellano nació el doce de marzo de 1919, en San Pedro de las Colonias Coahuila, estudió ingeniería civil y periodismo en la Ciudad de México, así como el idioma inglés en esta ciudad de La Paz, con Anita Walkers. Llegó a esta tierra el 29 de noviembre de 1949, y se desempeñó en las funciones técnicas dentro de la gerencia de la Secretaría de Recursos Hidráulicos. Era aficionado a la fotografía, escribía en los diarios locales, y en la revista “Proa”. En la ciudad de Zamora, Michoacán Don Guillermo fue maestro y daba clases de fotografía y dibujo constructivo en la secundaria. Conoció palmo a palmo toda la península de sudcalifornia, cuando eran pedregosas brechas, en su famoso e histórico comando, que anduvo que la Segunda Guerra Mundial y el que se encuentra en un museo en Estados Unidos, y le escribió una monografía, la que quedó inédita. El señor Arrambidez se distinguió además de escritor, poeta y periodista como una persona caritativa y humanitaria con un alto espíritu de servicio.
COMO UNA PROPUESTA, LA PROXIMA JORNADA DE LITERATURA REGIONAL QUE ORGANIZA LA UABCS, PUDIERA LLEVAR SU NOMBRE COMO UN MERECIDO HOMENAJE.
Don Guillermo, en 1950, contrajo matrimonio con la señorita Micaela Vargas Castro, quien le dio 9 hijos: Rosa Inés, Guillermo, Marta Beatriz, María del Carmen, Carmen Guillermina, Lilia y Delia, Marco Antonio y Rene de Jesús. Una aciaga tarde de otoño, 11 de noviembre de 1994, la madre tierra cobró su tributo. Don Guillermo se fue a dormir el sueño de los justos. El 29 de noviembre de 1949, en otoño llegó a La Paz, y el once de noviembre de 1994, en otoño dejó de existir, dejando un gran legado literario en Baja California Sur.
“ KITEY – LIGUA”.
Por Don Guillermo Arrambidez Arellano.
Por Don Guillermo Arrambidez Arellano.
Los escudriñan tés ojos de aquel hombre, largamente quedaron prendidos con la vista en aquella azulada forma, que brumosamente y apenas perceptible, destacaba hacia el Noroeste en la inmensidad del mar.
Tal vez hacia a la fecha mil lunas o más, no sabríamos decirlo; desde cuando él y parte de su tribu, dejaron las playas de sus islas en busca de nuevas tierras, que según las tradiciones de sus antepasados se localizaban a incontables jornadas rumbo hacía donde el astro rey asoma diariamente.
Así fue, Kitei Ligua y su gente, un buen día se embarcaron en sus balsas de madera fofa y siguiendo las corrientes marítimas del Océano Pacífico e impelidos por los vientos alisios, una docena o más de embarcaciones se hizo a la vela en aquella aventura que los llevaría a las costas de una América que aún no tenía nombre y que permanecía sumida en la noche de los tiempos ignotos, esperando cual virgen núbil la conquista de los seres racionales.
Kitei Ligua, era casi un niño cuando emprendieron el viaje: su padre el cacique Kasi-Ligua había decidido emigrar de sus nativas islas en busca de la supervivencia; le siguieron sus guerreros, las mujeres, adolescentes y niños. Ellos, principalmente los hombres, eran expertos marinos y frecuentemente hacían prolongadas incursiones en las vastedades del mar. Curtidos por las inclemencias y privaciones, con entereza y naturalidad afrontaban las tempestades que en forma de huracanes, propias del trópico azotaban en sus mares.
Las embarcaciones, construida con madera de balsa sorteaban los embates del mar remontando las grandes olas sin oponer resistencia, y espertos al fin, los navegantes se aventuraron a la conquista del océano. Durante el prolongado viaje muchos habían muerto, entre ellos el propio Kasi-Ligua que no pudo resistir para llegar al final de la jornada. Pero así como murieron, también nacieron en el viaje muchos infantes. Las embarcaciones en forma de balsa de gruesos troncos del mismo material fofo y de gran flotabilidad, se fueron convirtiendo en pequeñas islas flotantes pues el follaje de los cocoteros y plantas tropicales que habían llevado en la travesía, cubrían de maleza a las balsas. Las fuertes precipitaciones pluviales los favorecían, y la exuberancia de las zonas tórridas se manifestaba en medio de aquella naturaleza germinante.
El sustento lo sacaban del mar; grandes pescadores como eran, se proveían del alimento que el océano inagotablemente les brindaba. Para estos tiempos y después de la muerte de Kasi-Ligua vino a sucederle Kitei Ligua, a estas fechas ya un hombre, forjado en la lucha por la vida ruda y curtiente. Su tribu un pueblo de origen melanesio o tal vez polinesio de los mares de Oceanía, tras de miles de lunas habían traspuesto las enormes distancias oceánicas, hasta llegar a estas costas de Baja California en esas épocas recién salida de las profundidades de un mar del pleistoceno. Tal vez hacía ya un millón de años en que las prominencias montañosas habían sido islas, ahora tierra firme y maciza de una península habitable, más la fauna y la flora aún pertenecía a la era de lo antediluviano. Aún se escuchaba el berritido del mamut y en el espacio se contemplaba el majestuoso vuelo del Ptero Dáctilo. La región con un tema completamente tropical, propiciado por las abundantes lluvias, tenía una naturaleza virgen con sus diversas manifestaciones de exuberancia que florecía en todos los aspectos.
Kitei Ligua hizo sombra con sus manos a los ojos y con alegría comunicó a los suyos la presencia de tierra en lontananza. Poco a poco aquellas diminutas islas flotantes se fueron acercando a la costa, una costa de hermosas playas y frondosos bosques que esperaban al viajero para ser holladas por su planta ofreciendo su virginidad sin restricciones al osado aventurero que llegaba. Desembarcaron y se uncieron a la tierra, a sabiendas de que una vez en ella, jamás saldrían del país de misterioso encanto que ata y aprisiona dulcemente al emigrante. Así fue, aquella tribu, desembarco en el extremo meridional de la península y se fue poblando esa tierra antes inhabitada. Tribu nómada al fin, se fue adentrando en el continente descubierto, en el que encontraron abundante caza y frutas silvestres para el sustento diario. Transcurrieron los siglos, muchas lunas, Kieti Ligua se fue a reunir con su padre Kasi Ligua y en la misma forma vinieron y se fueron más y más caciques. Se multiplicó la tribu olvidándose en la bruma de los tiempos sus hábitos antepasados, y ahora siendo pericues, eran nómadas, cazadores, pescadores y recolectores de frutas. La tierra siguió siendo pródiga, las lluvias abundaban y las frutas silvestres y animales montaraces estaban al alcance de la mano de aquellos hombres. Mas he aquí, que un día, al explorar hacía el norte, se encontraron con otros hombres que al igual que ellos habitan estas tierras. El recelo recíproco les hizo contender y se suscitaron las guerras, guerras primitivas de la edad de piedra, del paleolítico, en las cuales no por ser primitivas, dejaban de ser salvajes y sangrientas. El sacrificio humano, por la condición del hombre, es decir, salvaje y guerrero, regaba los campos con su sangre dolorosamente.
Los encuentros bélicos se sucedían en la disputa por la posesión de la tierra y de sus frutos. Una contienda interminable en la que tan luego se ganaba como luego se perdía, más las derrotas no arredraban a los contendientes y tras las treguas venían nuevamente las batallas.
Los pericues en esta forma se vieron obligados a vivir enclaustrados en la parte sur de la península. No podían salir por el mar pues sus artes de navegantes se habían quedado en el olvido, y tierra adentro, no podían seguir, pues los guaycuras y demás tribus les cerraban el paso. Así vivieron al amparo de la naturaleza. Tal vez adoraban a un Dios o a varios, no se sabe, pues su mensaje pintado en las rocas no se ha podido descifrar y aun los petrográficos ha guardado permanentemente ese mensaje en el misterio...indudablemente que aquellos pericues así como guaycuras, cochimies y demás tribus han dejado en esas pinturas la historia de sus antepasados, de sus derrotas y triunfos en la guerra o sencillamente hechos de su vida cotidiana.
Los descendientes de Kitei Ligua asombrados vieron un día, la llegada de los hombres blancos y barbados que dominaban el fuego y las bestias. Tras de luchar con denuedo sucumbieron con el avasallador avance de la civilización y a estas alturas de la época presente, no queda ni tan solo el deluido vestigio de lo que fueron aquellas razas, es decir en el aspecto humano. De aquellas razas que tuvieron la dicha de contemplar los albores de esta Baja California domeñada por la nueva sangre de sus hijos, los nuevos californios que abriéndose paso, gallardos van al ritmo veloz de las épocas modernas.
Kitei Ligua, tal vez yace en el reino eterno del más allá, extasiado en la contemplación del nuevo panorama desafiante y bravío de estas tierras de Ibó en que reinara Calafía.
….Esta crónica fue publicada hace más de 15 años, en los principales medios de comunicación masiva, y por su contenido histórico y cultural se repite….
…..POR EL PLACER DE ESCRIBIR…RECORDAR…Y…COMPARTIR….
LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLACARAZ
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLACARAZ
“LA SUDCALIFORNIANA DOÑA MARIA ISABEL LUCERO LUCERO VIUDA DE MURILLO...Y SUS GRATOS RECUERDOS”.
Doña Chavelita, encantadora muchacha de la tercera edad de ojitos malicioso y tierna sonrisa juguetona, mientras paladeaba exquisito café de grano en la tranquilidad de su hogar aquella tarde de invierno dijo, que ella es muy afortunada porque además de gozar de cabal salud y guardar en su memoria tantos bellos recuerdos y narrativas de sus mayores, Dios le concedió la fortuna de contar con una numerosa y unida familia, y ser nativa de esta tierra bendita por la mano de Dios...que ella desciende de gente valerosa e intrépida...los Murillo, dijo, proceden de Norteamérica, son de las familias más antiguas que se asentaron en estas tierras después de la expulsión de los padres jesuitas.
La narrativa, era una tradición familiar, a falta de maestros los mayores transmitían sus conocimientos de generación en generación, y los tatarabuelos contaban que eran los tiempos aquellos en que quedaron en decadencia las misiones, y los indios californios se iban extinguiendo a causa de las epidemias según se dijo, y al cambio de cultura, entre otras cosas. El padre Junípero Serra iba abriendo brecha de Baja California Sur rumbo a la Alta California desde luego, según contaban los mayores después de haber saqueado lo que quedaba en las misiones y también algunos indios californios. Y que sus antepasados, los primeros que llegaron a Sudcalifornia, los señores Justo y Josefa Murillo decidieron a aventurarse en busca de una mejor vida.
Sus tatarabuelos, dice, venían de Norteamérica cargados además de sus esperanzas, y su inquebrantable fe por conquistar estas tierras que según se decían eran hostiles y áridas, traían los utensilios necesarios propios de la época para cubrir las mínimas necesidades para la supervivencia...algunos cambios de ropa, un par de mulas, el metate, un comal, semillas, algún dinero y trastes entre otras cosas ya que no podían traer mucho porque la jornada era larga y aventurada y venían a la buena de Dios...sin ninguna prisa...donde caía la noche, ahí parajeaban...así pasaron muchas lunas y soles, y ellos venían un rato caminando y otro rato al trote de las bestias...les tocó ver muchas cosas e injusticias en su camino...varios enfrentamientos de gringos e indios por defender sus tierras, así como vieron cómo los extranjeros los mataban.
La intrépida pareja Murillo Murillo lograron sobrevivir de milagro escondiéndose aquí y allá sorteando mil peligros así, después de muchos meses de camino Don Justo y Josefa Murillo quienes dejaron hijos y bienes en Norteamérica, llegaron a finales del siglo XVIII, a estas tierras, a un hermoso lugar al que bautizaron como el rancho El Agua Escondida donde se asentaron y es la cuna del apellido Murillo en Sudcalifornia...dice Doña Chavelita que ella guarda todavía el vasito de peltre que trajo de Norteamérica su bisabuela Magdalena Murillo Vejar...continua diciendo Doña Isabel que su bisabuela Magdalena enviudó en Norteamérica, y se vino a estas tierras en busca de sus padres Justo y Josefina, dejando enterrado en el tronco de un árbol, un jarro con monedas de oro, que eran sus bienes, porque supuestamente, se iban a regresar, lo que nunca pudieron hacer....
Le acompañaron en este viaje sus hijos Guadalupe y Melenciana Véjar Murillo, de 15 años de edad, quién venía de novia con Tomás Murillo quién también les acompañaba. Al igual que sus padres, sufrieron mucho durante el largo viaje. En el rancho El Agua Escondida, se inundó de alegría con la llegada de la familia de Los Murillo Murillo quienes se tuvieron que quedar, porque simplemente no pudieron regresar, y sus abuelos, Melenciana y Tomás se casaron y se fueron a vivir al rancho El Cantil, donde tuvieron varios hijos entre ellos, de donde desciende Doña Chabelita y su esposo y todos los Murillo que habitan estas tierras.
Sus antepasados, dice, eran unos maestros, enseñaban todas las artes y las buenas costumbres. La gente ni se enfermaba y si acaso era del estómago o cualquier resfriado los que curaban con plantas medicinales del campo, ya que dominaban este conocimiento. Las mujeres trabajaban el rancho y las tierras al igual que el hombre. El rancho, dice, era una escuela de las artes manuales...se hacía hasta el hilo para coser las prendas de vestir, las que también se hacían a mano, mientras que salió la primera máquina de coser al mercado, también se hacían además de sembrar la tierra y todas las labores propias del rancho, curtir cueros, fabricaban calzado hacían jabón, vino, cueras, suaderos, trabajos de herrería, y todos los implementos que el ranchero necesitaba para la supervivencia.
Fue una infancia muy hermosa la que vivió ella llena de anécdotas y narrativas que hacían la vida del campo muy sana y tranquila. También le contaban sus mayores que el aquel tiempo todavía quedaban indios californios y que en la tinaja de la vieja agarraron a una india la que iba acompañada de una niña pero la mujer murió de coraje y ahí mismo la sepultaron y a la niña india la criaron sus antepasados los Murillo Murillo. Continua diciendo Doña Chabelita que antes llovía mucho y había bastante ganado pero que a partir de la gran sequía de 1933, la que duró siete años, la ganadería y el campo, ha venido a menos, que ella es la menor de doce hermanos, que nació el cuatro de noviembre de 1927, en el rancho La Huertita, que su padre gracias a Dios aún vive y tiene 105 años, se llama Don Epifanio Lucero Murillo y su mamá se llamó Juanita Lucero Arce. Otro de sus gratos recuerdos es que sus abuelos hacían trastes de barro para el servicio de la casa, era todo un arte este trabajo, y mientras los hacían, les contaban que era la abuela Magdalena le tocó ver cómo se casaban los indios Californios y que lo hacían de esta manera: que hacían un hoyo en la tierra y lo medio calentaban con ramas, metían a la novia cubriéndola de flores silvestres de la cintura para abajo y el novio parado a un lado, y luego bailaban alrededor las tribus y familiares, tocando con cuernos, caracoles, carrizos y tamboriles de cuero y así quedaban casados los antiguos californios quienes eran gentes pacíficas....y así Doña Isabel Lucero pasó de su feliz infancia a su juventud y contrajo matrimonio con el joven Nicanor Murillo Velez, especialista además de todas las labores del rancho en curtir pieles y en preparar gamusas, tejían reatas y hacían bozales, así como suaderos de la estopa del dátil, que fue un hombre muy trabajador y honrado, buen esposo y padre de familia, de quien guarda muy gratos recuerdos y que Dios bendijo su hogar con nueve hijos, Maria de Jesús, Antonio Mario, María, Isidro, Josefina, Eulalia, Maximino, Juan Manuel y Ramona quienes la han inundado de dicha y de muchos descendientes, terminó diciendo la encantadora muchacha de la tercera edad Doña Chabelita Lucero añadiendo que recuerda con cariño al zapatero del Rancho El Pilar, a Don Alberto Gómez, quien hacía bonitos zapatos rechinadores y relucientes en aquella época.
Con esa mirada y dulce sonrisa que la caracteriza Doña Chabelita continuó diciendo que ella vive muy feliz desde que se casó en el Rancho San Fermín desde donde les manda un saludo a la gran familia de Sudcalifornia especialmente a la juventud, que le echen muchas ganas y que no pierdan el ánimo y el buen camino sobre todo los valores morales; que la vida es muy bonita y que hay que vivirla, pero bien, con la familia y con los amigos.
…Y por aquellos pedregosos y polvorientos caminos de la recién abierta, hasta la alta california…. Aquella intrépida pareja Josefina, y Justo, a trote de mula hollaban el camino plasmando sus huellas a ratos caminando y a ratos sobre la bestia, parajeando donde caía la noche, a través de incontables soles y lunas…
….Por el placer de escribir….recordar..y..compartir….
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