jueves, 21 de junio de 2018

LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
“DON GILBERTO LUCERO...PESCADOR RIBEREÑO DEL BARRIO EL ESTERITO...SE FORJO EN EL MAR”.
“El gran libro de ciencia es el cielo y el mar...conocimientos heredados por mis mayores...cada oleaje, cada amanecer, es diferente...a través de los años, con la práctica aprendimos a leer los misterios del cielo y del mar...arrebolado en sus atardeceres y sereno en el amanecer...a escudriñar sus placeres perleros, sus tesoros que celoso guarda y a descifrar sus mareas con la Luna en conjugación perpetua en el cielo, escrita por la mano de Dios”...suspirando con añoranza dijo el viejo lobo de mar de los Leones del Esterito, Don Gilberto Lucero, quien jugueteando el agua con sus pies y lanzando una fumarola de su grueso puro, mesándose los blancos cabellos continuó diciendo...”hacíamos 20 días de travesía a remo y vela tendida...cada quien tenía su canoa o panga...por la vela se distinguía y se distingue cada pescador, los Leones del Esterito y los Manglitenses, quienes son y fueron de los mejores pescadores de la época y de la región...arponeros de tiburones y de caguamas...Dios nos daba la fuerza y la destreza para tirar el arpón...de un solo tiro y un trancazo dábamos cuenta de los tiburones mas bravíos...es un arte arponear un tiburón y conocerle sus mañas...nada de esto esta escrito en los libros, es una ciencia que se aprende a través de generaciones. Nuestras riquezas marinas estarían mejor administradas por pescadores forjados en el mar, y no por gente que solo en los libros conocen los peces...por eso se acabó todo lo bueno que teníamos, por que gente sin consciencia ha depredado nuestros mares, tanto ruido de motores han alejado el pescado quienes buscan la soledad para multiplicarse.
El mar ha sido toda mi vida, siempre acompañado por mi fiel e inolvidable esposa, Doña Toñita Alvarez de Lucero”, continuó diciendo don Quiqui, como cariñosamente lo llaman familiares y amigos, que “desde mi tatarabuelo, hasta mi padre y ahora yo de 88 años, mis hijos y nietos hemos vivido de los productos y satisfacciones que nos da el mar. Las perlas...!ahh, las perlas!, los pescadores desde siempre hemos sido explotados...remábamos a canalete y a vela hasta Isla Tiburón, San Evaristo, Isla del Carmen, Isla Espíritu Santo, San José, La Partida, hasta las cercanías de Santa Rosalía, el cardonal, El Cordoncito, El Gallo, La Gallina, El Candelero, y El embudo, refugio de los pescadores en los malos tiempos, entre tantos parajes que existen en esta bella península, y hacíamos 20 días de travesía, rompiendo las olas a punto de canalete y vela tendida...buceábamos la madre perla sin equipo hasta doce brazas de profundidad, sacábamos la concha hasta llenar la panga, y de todas ellas, sacábamos 7 u 8 perlas en una jornada de 2 meses de trabajo...salíamos “tablas” con los gastos, apenas sacábamos para comer, los que ganaban eran quienes compraban y revendían las perlas que dieron fama mundial a Baja California Sur, y a nosotros, pobres pescadores que arriesgábamos la vida, nos pagaban una miseria”.
En ese bello atardecer, con la mirada puesta en la lejanía, aquel lobo de mar, suspirando continúo diciendo “Hace como 5 décadas, se dice que los japoneses envenenaron la madre perla, que por envidias por que aquí era el único lugar donde se daban las perlas del mejor oriente. Se acabó la perla, y nos dedicamos a la pesca del tiburón, caguama, caracol y pescado de escama. Compraban el kilo de aleta de tiburón a .50 centavos, y el hígado lo pagaban a peso el kilo. Los pescadores, no conocemos el miedo, estamos forjados en el mar.…el pescador debe ser valiente, osado, con arrojo y bravío...cuantas veces estuvimos a punto de que nos tragara un tiburón o tintorera...había ocasiones que a garrotazos los teníamos que matar alrededor de la panga...la pequeña barca parecía una hojita en el inmenso mar, rodeada de tiburones y ahí es donde se demuestra el valor y la pericia. Así como teníamos tiempos de bonanzas, había también tiempos muertos que eran de noviembre a enero. El que pesca con pistola son asesinos y depredadores... no son pescadores...el verdadero pescador es el que cuida la especie, el que teje la red y hace su vela...es el hombre que ama el mar, y el mar le corresponde en abundancia.
Con cuanta ilusión, mi esposa Toñita y Yo, preparábamos el tren de pesca...nos íbamos a las islas y nos llevábamos a los hijos, pasábamos allá meses enteros...desayunábamos langosta, comíamos caguama y cenábamos callo de hacha. Llevábamos arpones para caguamas, fidgas pescadora para jaibas y tiburoneros, anzuelos de todas medidas, cimbras y redes tejidas por nosotros mismos a la medida indicada para que la cría chica pueda escapar...y la herramienta que no debe faltar a todo pescador, el valor, la destreza, la fe en Dios y el cuchillo. De complemento alimenticio llevábamos, frijol, arroz, manteca, galleta marinera, harina, panocha, café, canela y azúcar. Las tortillas de harina las amasábamos con aceite de caguama y agua de mar y en aquella soledad sabían exquisitas. A través de todos los tiempos el mar nos ha dado su riqueza con largueza para mantener generaciones de familias del Esterito y del Manglito, con la pesca, el buceo y las artesanías...perlas, pescados de las más finas especies, callos, almejas, caracoles, conchas, tamboril los, hojarascas, pulpos, entre otros...los choros los sacábamos con el dedo gordo del pie, en la orilla...con los talones palpábamos las hachas...no se imaginan las maravillas que guarda el fondo del mar, hay caracoles y conchas gigantes y mucho risco, donde se multiplican los peces, además de una diversidad de especies. El sargazo es un árbol que está en el fondo del mar.
Para trabajar en las artesanías, el mar nos da una gran variedad de caracoles, desde los mas chicos hasta los mas grandes, burro, chino, negro, rosa, choro, pulpo, hojarasca, coral negro, morralla, concha fina, además de las perlas...hermosos botones se hacían de concha antiguamente, aquí en el esterito el “chivirito” tenia su fabrica de botones y los sudcalifornianos podíamos lucir en nuestras camisas botones de concha de nuestros mares. Se hacían también cachas de pistola y de cuchillos, dedales, entre tantas cosas y las mujeres hacen curiosidades de esas virtudes del mar apoyando su economía familiar ¡como olvidar aquellos tiempos! Durante los dos o tres meses, salábamos el pescado, el mero, garropa, pargos, tiburón, cabrilla, robalo, caguama, además de la aleta de tiburón y regresábamos con el corazón pleno de dicha y la barca atascada de aquella riqueza marina y los bolsillos repletos de dinero, por que los grandes barcos nos buscaban en los parajes pesqueros y compraban pescado de escama del mejor y lo pagaban a .50 centavos el kilo. La gente del pueblo nos esperaba a la orilla del mar, así como los comerciantes para comprar todo el producto que traíamos. Era día de fiesta en casa.
Ésta felicidad del pescador se acabó, cuando en 1954 aparecieron las cooperativas...todos ganaban desde su escritorio, menos el pescador...por la década de los 60 aparecieron los primeros motores fuera de borda, y por lo consiguiente las lanchas de turismo y todos esos ruidos y ese progreso, acabó con la bonanza del pescador ribereño y enriqueció a los tentáculos...antes, de la puerta de la casa tiraban el anzuelo al mar para pescar...con el dedo gordo del pie sacaban los choros, y con los talones palpaban las hachas... y en la panga, a vela tendida nos metíamos por el estero hasta nuestros hogares las blancas arenas estaban cubiertas con caracoles y conchitas y las familias sudcalifornianas podían disfrutar los atardeceres tirados en esas arenas como arrocitos, bañarse en las cristalinas aguas de la bahía, y si se nos pegaba la gana, dormíamos en la arena, bajo la lápida celeste arrullado por el murmullo del mar y nos despertaba el olor a brisa, el graznar de las gaviotas y el aletear de los pelicanos”. Terminó diciendo aquel león del Esterito, terror de los tiburones y lobo de los siete mares, don Gilberto Lucero.
…Y aquel viejo pescador…aguerrido y bragado lobo de mar, terror de los tiburones y de las mantarrayas gigantes… acompañado de su esposa y sus hijos, en su barca caracola a canalete y vela tendida surcaba las verde- azules aguas de la hermosa bahía de la paz. en busca del alimento diario…
…Por el placer de escribir…Recordar…Y…Compartir…
*Esta crónica fue publicada hace mas de 20 años, en los principales medios de comunicación con mayor prestigio en la paz.

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