lunes, 4 de junio de 2018

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ
“EN SAN PEDRO DE LA PRESA...HUBO UNA VEZ EL TESORO DE LA HACIENDA DE LOS DE LA TOBA”.
• YA ERA UNA COSTUMBRE QUE DES´PUES DE LAS LLUVIAS....GRANDES LLLAMARADAS AZULOSAS Y NARANJAS SE ALZABAN AL CIELO, ENTRE MEZQUITALES CARDONES Y VISNAGAS EN SAN PEDRO DE LA PRESA... ¡AHÍ ESTA EL TESORO!, GRITABA LA GENTE ESPANDA.
• CONTABA LA LEYENDA DE UN TESORO SEPULTADO POR LOS ANTIGUOS...PERO ERAN POCOS LOS QUE SE ANIMABAN A SACARLO...SABIAN A LO QUE SE ENFRENTABAN
• ERAN POCOS LOS QUE DOMINABAN LA CIENCIA DE ECHAR LAS VARILLAS BENDITAS....SOLO HABIA UNA PERSONA CAPAZ DE ENFRETARSE A TODO LO QUE PASABA CUANDO SE ESCARBABA UN ENTIERRO...DOÑA MARIA LUISA TALAMANTES.
• LA FLAMA ARDIENTE COMO UNA LAMPARA ENCENDIDA QUE SALIO DEL FONDO DE AQUEL POZO...ILUMINO TODO AQUEL AMBIENTE CAMPIRANO CEGANDO LA VISION DE QUIENES ESCARBABAN BUSCANDO EL FAMOSO TESORO....
...Entre jadeos y suspiros por la emoción del momento, los hermanos De La Toba, Ricardo, Rodolfo y Alfonso pegaban barrosos y más barrosos...y las paladas de víboras volaban al viento desapareciendo al caer a tierra, iluminados con la vela del santísimo, y amparados por los rezos y agua bendita que roseaba Doña María Luisa Talamantes experta en echar las varillas para buscar los tesoros, mientras las varillas benditas de olivo seguían apuntando donde los hombres sudorosos escarbaban...y a los alrededores se escuchaban lastimeros lamentos, maullidos y una tropelía de caballos como si ya les fueran a caer encima, ante los asombrados ojos de la niña Vicenta Vargas Higuera, quien bajo los largos ropajes de su adorada y sabia abuelita, Doña Luisa, aterrada sostenía las otras dos varillas chicas de olivo, las que con insistencia apuntaban hacia donde los hombres afanosos escarbaban.... eran muy terroríficas las lamentaciones y los gruñidos que se escuchaban....la piel y cabellos se erizaban por el terror.
....Y de pronto la barra pegó en algo muy duro, y los lamentos ruidos y gruñidos se escuchaban más fuertes...y la abuela conocedora de que esto pasaría más fuerte rezaba y roseaba agua bendita...ya llevaban dos metros escarbados a la intemperie entre cardonales, biznagas y mezquitales, donde constantemente miraban arder, especialmente cuando llovía....la barra pegó a una capa de tepetate amarillo y los ambiciosos hombres a marrazos la tumbaron, y no había nada aún... y las varillas seguían empecinadas apuntando más abajo, decía...y los hermanos De La Toba escarbaron otros dos metros hasta llegar a una capa de tepetate colorado y entonces si parecía que el mundo se venía encima...era una noche de terror para aquella niña de escasos doce años que temerosa contemplaba todo aquello a la luz de la vela del santísimo.
De pronto, las varillas se alocaron aún más...y las lamentaciones y mugidos eran más lastimeros....hasta parecía que el viento lloraba....se miraban montones de sombras fantasmales en las penumbras a los alrededores de aquella excavación...su abuela Luisa quien dominaba la ciencia de las varillas les infundía valor con sus rezos y la vela del bendito...y entonces sucedió lo que tanto buscaban...al pegar la barra con el tesoro, salió una flama como una lámpara encendida que iluminó todo aquel ambiente cegándoles la visión momentáneamente...y los lamentos y todo lo que se escuchaba se fueron apagando poco a poco, como cediendo la lucha, y la abuela fue bajándole al rezo, y aquella flama que salió del pozo se fue apagando lentamente...y ante los asombrados ojos de los allí presentes bajo aquel tepetate colorado estaba envuelto en cueros un gran cántaro de barro bellamente labrado en aleaciones de oro; la tapadera era de oro también; aquellos hombres destaparon el cántaro quedando maravillados con la refulgencia de su contenido... ¡estaba repletos de canicas de oro y de palitos de oro como del tamaño de los palos de las paletas!, muchas bolitas de oro!....había en aquel cántaro tan afanosamente buscado.
Y sucedió lo que siempre pasa en estos casos, uno de los hermanos al ver tanto oro le entró la envidia y se volvieron a escuchar lamentaciones y maullidos...y sucedió lo inevitable...el tesoro se volvió carbón, todo el oro era carbón!...y la abuela reza y reza y roseaba agua bendita porque decía que con la envidia había atraído otra vez las fuerzas del mal...cuando volvió la calma y el ambicioso recapacitó y se pusieron de acuerdo, dejó de escucharse todo aquello que hacía que se erizara la piel....y aquella pobre niña enmudecida de terror contemplaba la escena....los hermanos se repartieron el tesoro, más bien el carbón a la abuela le dieron varias puñadas de carbón las que amarro hechas ñudo en un paño colorado, uno de los hermanos guardó su parte de carbón en un baúl; el otro lo echó en una lona y lo envolvió y lo llevó a su cuarto y el otro lo echó en frascos de vidrio para esperar a que pasar el encantamiento....pues ya tenían conocimiento que esto sucedía cuando había envidia.
A los pocos días, el joven De La Toba que había echado su carbón en botellas de vidrio, vino a un tendejón de La Paz a comprar unas cargas de provisiones, y pagó poniendo una botella llena de carbón en el mostrador, y sucedió que cuando el tendero la tomó en sus manos, asombrado, vio que contenía pepitas de oro y sorprendido preguntó que como le habían hecho para meter ese bolerío de oro a la botella. Total que quebraron la botella y así pudieron disponer del oro...entonces a los demás se les convirtió en oro aquel carbón del tesoro de la hacienda de los De La Toba en la presa de San Pedro.
Doña María Luisa Talamantes abuela de Doña Vicenta, dominaba además del arte de la alfarería y tantas otras cosas que las mujeres de antes sabían hacer, esta ciencia de echar las varillas para buscar tesoros, un conocimiento celosamente guardado por los mayores heredado a través de generaciones. Las varillas debían de ser cuatro, de árbol de olivo cortadas en una creciente con orquesta benditas y además de las dos grandes dos más chicas; las grandes debían de ser sostenidas por la persona que echa las varillas de corazón limpio y sin ambiciones mientras que reza y rocía agua bendita alumbrada por la vela del santísimo y las varillas más chicas deben ser sostenidas por una doncella.
Doña María Luisa Talamantes sabía por sus antepasados que todas estas cosas a las que se enfrentan cuando se buscan tesoros iban a pasar...son almas en pena, buenas y malas, que custodian el dinero que sostienen luchas entre ellas, unas que evitan que se lo lleven y las otras que quieren que se lo lleven para que estas almas que andan sufriendo puedan descansar; es por eso que ella no demostró miedo alguno. También Doña María Luisa sabía que cuando hay envidias el tesoro se convierte en carbón, que es como un encantamiento; pero que si la persona recapacita a tiempo éste se vuelve oro otra vez.
Doña María Luisa fue una persona muy estimada por esta virtud, por esta ciencia de echar las varillas y muchas más que le adornaban...fue una persona muy solicitada para echar las varillas y fueron varios los tesoros que se encontraron a través de sus conocimientos con las varillas, las que cada semana santas las llevaba a bendecir.
...Al golpe de la barra sobre el tesoro, volaban las paladas de víboras al viento, las que al caer a la tierra, desaparecían, pero sólo eran visiones. Iluminados por la flama ardiente del bendito...el viento parecía que lloraba y los lamentos y sombras fantasmales merodeaban en aquel ambiente campirano....mientras que Doña María Luisa rezaba y rezaba y roseaba con agua bendita, ante la mirada contemplativa de la niña que en su manita sostenía las varillas de olivo.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*

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