LA PAZ
QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“LA MUJER DE NEGRO...Y EL VESTIDO DE
NOVIA...EN UNA NOCHE DE CARNAVAL”.
Este
tenebroso e insólito hecho sucedió en la plazuela de antaño, o Jardín
Velasco...fue por la década de los 60 del siglo pasado...Febrero de 1959, para
ser exactos...era aquella Paz del romance, de serenatas a la luz de la luna, y
de huertos perfumados a flores y azahares...estaba en su auge el algodón y la
espiga dorada del trigo en el Valle de Santo Domingo...tiempos de jauja en La Paz...hasta
nos andábamos riendo solos...todavía nos conocíamos todos y era una costumbre
el saludo a las personas que iban pasando por la calle...era una noche de
plenilunio...fría noche de carnaval, de aquellos, en que abundaba la alegría,
las mascaritas, cascarones y serpentinas...las orquestas del momento de Don
Luis Gonzalez y Rafael Castro así como la Banda de Sinaloa amenizaban el gran
baile frente al antiguo palacio de gobierno, en el Jardín Velasco...entre
fumarolas y aromas a tabaco, otros
perfumes y los ruidos propios del carnaval, el alegre taconeo se escuchaba de
la gente que se divertía sanamente al compás de las notas musicales dándole
vuelo a las almidonadas crinolinas y las colas de caballo, arrullados por la
luz de la Luna, moda de aquellos tiempos.
Eran las dos de la madrugada de aquella noche
invernal...el joven taxista Manuel Salvador Villalobos, no se imaginaba la
espeluznante experiencia que viviría esa noche de carnaval...estaba extenuado
pero muy contento de tanto bailar en aquella noche maravillosa de frenesí...de
pronto, sintió ganas de saborear un exquisito y calientito menudo, y entre
codazos y empujones se abrió paso entre aquel gentío que gozosos bailaban y se
dirigió al restaurante ‘Mi preferida”, de Doña Pachita Díaz de Espíndola, de
gratos recuerdos el que estaba ubicado donde ahora es el Edificio Armenta, el
joven se sentó y pidió un plato de menudo...en esas estaba, dándole gusto al
paladar, cuando llegó un señor a solicitarle un “corte”, que lo llevara al
mirador, donde es ahora la Colina de La Cruz. El mirador era un lugar, lo que
viene siendo ahora El ranchito. Don Manuel Salvador, quien se distinguía por su
profesionalismo y trato al cliente, llevó al señor al lugar que le solicitaba.
Cuando venía de regreso, por donde estaba el letrero “la flecha indica”, frente
al panteón, estaba haciéndole la parada una esbelta mujer ataviada toda de
largos ropajes negros y se cubría el rostro
con un rebozo negro también. Eran altas horas de la madrugada...el
viento helado de “febrero loco” mecía los pinos y demás árboles del panteón
perdiéndose entre los mausoleos los ruidos que parecían lamentos...
...Los perros aullaban lastimeramente, la Luna se
ocultaba entre una nube como no queriendo ser testigo de lo que iba a suceder.
El valeroso chofer, muy solícito estacionó el taxi y la mujer de negro,
ocultando el rostro, subió a él...ya dentro
del vehículo, la misteriosa mujer le dio un papel escrito al chofer
indicando la dirección y decía “Lléveme por favor a Escuela 27 y Aquiles Serdán”
así se llamó en la antigüedad la Escuela Allende. Manuel Salvador, chiflando de
contento, porque la distancia era lejos,
y sacaría un buen “jale” enfiló a la dirección mencionada...el muchacho,
de vez en cuando, miraba receloso por el retrovisor tratando de ver el rostro
de la muchacha...pero sus ojos se encontraban entre un envoltorio negro en la
cabeza y el rostro, con una mirada cargada de tristeza que le penetraba hasta
el fondo del alma...al fin llegaron a la dirección mencionada...era una casa antigua
de ladrillo. La joven, con su blanca mano, le hizo señas que la esperara,
luego, bajo y se metió a dicha casa...pasó un buen rato, treinta minutos,
quizás más. De pronto, ante la sorpresa de Manuel Salvador, quien arrellanado y somnoliento cómodamente se encontraba
esperando en el taxi, a esas horas de la madrugada, la joven quien bajó
ataviada de negro, regresó vestida de novia, con el rostro cubierto por el
velo, portando su ramo, y arrastrando una larga cola...ésta se subió nuevamente
al vehículo despidiendo exquisitos aromas a “huele de noche” y otras flores.
La joven vestida de novia, ya dentro del vehículo, le dio
otra vez una nota escrita indicando que la llevara “La colonia de Los San
Juanes”. Aun así, esto no llamó la atención de Manuel Salvador, porque pensó
que era normal que la llevara por el rumbo de donde la había levantado. En
aquella madrugada carnavalera, el caserío
como sombras fantasmales iban quedando atrás... el taxi de Don Manuel
recorría presuroso inundado de aquel perfume a Huele de noche con su tétrica
pasajera ataviada de albos ropajes por las calles de aquella Paz dormida...al
fin llegaron frente al panteón, y la misteriosa novia bajó del taxi, y sin
emitir una sola palabra durante todo el trayecto extendió la enguantada y fina
mano, y le dio otra noche al chofer que decía “cóbrele por favor el servicio a
mi padre, llévele esta nota”.; y muy campante la mujer se metió al panteón
abriéndose las puertas como por arte de magia a su paso, rechinando
lúgubremente los goznes de las misma.
Ni así, Manuel Salvador sintió miedo ni recelo alguno,
entre aquel aroma a barro de las ladrilleras de los industriosos yaquis del
Esterito, somnoliento emprendió el camino de regreso a su hogar, pensando que
más tarde pasaría cobrar su trabajo porque ya los ojos se le cerraban de sueño
y no le pareció prudente levantar gente a esa hora nada más para cobrar el
corte.
Después de un reparador sueño, a buena hora, el taxista
fue a la dirección indicada a llevarle el recado al papá de la mujer de negro y
que luego se vistió de novia...llegó a la casa mencionada, y salió la señora
diciéndole que no habían solicitado ningún servicio de taxi...ando buscando al
señor fulano de tal, dijo él, le vengo a traer este recado de parte de su hija. Salió el señor, el chofer le entregó la nota
y al verla, éste palideció al tiempo que leía incrédulo aquel papel que decía “PAPA, PAGALE AL SEÑOR EL SERVICIO
POR FAVOR, GRACIAS, TU HIJA CARMEN” aquel hombre no podía creer lo que estaba
leyendo, sus ojos parecía que se le iban a salir de las órbitas...temblando
todo, se soltó llorando al tiempo que exclamaba “!No puede ser, no puedo creer
lo que estoy leyendo, pero si es la letra y la firma de mi hija Carmen!”,
“!Pero que pasa!” dijo el chofer, sin comprender todavía lo que sucedía,
diciéndole a los señores todo el servicio que le dio a la joven de negro, y que luego se vistió de
novia. Al escuchar esto, la madre, como desesperada metiéndose dentro de la
casa, y saliendo al instante espantada bañada en llanto, gritaba “!El vestido
de novia no está en el ropero, mi hija Carmen vino por él!”. Aún así, el
taxista no comprendía lo que pasaba...entonces, el padre muy compungido, quien
estaba vencido por el dolor, apenas pudo musitar...”Es que mi hija Carmen murió
hace quince días, estaba a punto de casarse, y una mujer le quitó el novio a
ésta y la dejó plantada; ella no pudo soportar la pena, y se suicidó”. El
taxista quedó clavado en el suelo de la impresión...no daba crédito a lo que
estaba escuchando y a la macabra experiencia que había vivido esa noche de
carnaval.
...por las polvorientas calles de aquella Paz
dormida...noche de Carnaval...el taxi de Don Manuel Salvador transitaba con su
fantasmal pasajera a altas horas de la madrugada...
Este macabro suceso lo vivió el señor mencionado, quien
vive en Ciudad Insurgentes, Municipio de Comondú, y se lo narró al señor Manuel
Hoyo Arana.
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