LA PAZ QUE
SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“LA VELADA DEL AÑO
NUEVO...ROBO DE GALLINAS, Y LA PARTIDA DEL HUEVO...UNA COSTUMBRE QUE SE PERDIO.
“
Antaño, en La Paz... la noche del 31 de Diciembre, las
familias del ayer, en algunos barrios dormían con la preocupación de ver sus
gallineros vacíos el primero de enero, ya que la costumbre era entre algunos
jóvenes que formaban grupos y se dedicaban a robar gallinas el fin de año, como
un sano esparcimiento, el que era solapado por los mayores. Aunque había casos
violentos, y en otros casos algunos muchachos muy formales acudían al día
siguiente a disculparse y a pagar las gallinas que se habían llevado, lo que no
hacían por necesidad, ni por maldad, sino por divertirse, y algunas personas
hasta se hacían de la vista gorda cuando camelaban a los jóvenes en el momento
que a hurtadillas llegaban a los gallineros, o se subían arriba de los
mezquites a bajar las gordas y cachetonas gallinas y meterlas a los costales,
los que cargaban en hombros.
Los 31 de Diciembre...en el ayer, en la espera del año
nuevo el aroma a buñuelos, tamales y pozolada, inundaban las casas, mientras
que los niños, jóvenes y adultos jugaban a la lotería, la oca o la baraja entre
anécdotas, chistes y leyendas, a la luz
de los faroles, o a la pálida luz del foco. En el marco de hermosas melodías
arrancadas a un viejo tocadiscos, las familias estaban a la espera del tañer de
las campanas en la iglesia y santuario, anunciando las doce de la noche del año
que moría, y del inicio del nuevo año. O cuando don Francisco King fundó la
radio pionera de los Sudcalifornianos, la XENT RADIO LA PAZ y que tan
dignamente dirige la señora Lupita Lucero como hasta la fecha lo ha hecho,
esperar hasta las doce de la noche del 31 de diciembre, quien con gran emoción
anuncian el año que termina y el inicio del año nuevo. Y la costumbre era,
también a esa hora de las doce de la noche la quiebra del huevo. En un
determinado lugar de la casa, en una rinconera muy adornada y sobre de ella
ponían un vaso de cristal hasta la mitad de agua, y en una cestita especial
ponían un huevo, el que se quebraba a las doce en punto haciéndole rueda las
muchachas solteras muy emocionadas, quienes al vaciar el huevo en el vaso con
agua, formaba figuras, y creían ver unas torres de iglesia, y si era así,
quería decir que pronto habría boda. ¡Y saltaban de gusto!. Si el huevo
figuraba una tumba, quería decir que habría muerte, y si figuraba un barco, es
que habría viaje. Una vez, a mi abuelita le salió en la quiebra del huevo una
tumba, y mi hermana mayor saltaba de gusto gritando “! Abuelita, abuelita a
usted le salió una tumba!”...cuánto se enojó mi abuelita esa vez.
Esa era la emoción del 31 de diciembre para las
jovencitas casaderas. Una costumbre tan sencilla pero que las hacían pasar
momentos muy agradables, mientras que los jóvenes hacían de las suyas vaciando
los gallineros y en los llanos, encendían lumbradas y en unos tambos
ponían a cocer las aves, y se daban sus buenos atracones de caldo de
gallinas desveladas, alrededor de las fogatas entre sanas anécdotas y chistes
de travesuras pasadas. Para esto, había señoras que estaban de acuerdo y les
hacían el caldo para curarse la cruda. Don Alejandro Murillo Cadena, respetable
muchacho antiguo del barrio Pueblo Nuevo, cuenta que en sus tiempos, se
formaban grupos de muchachos roba gallinas con sus cabecillas, recuerda una
curiosa anécdota. Don Aparicio Yepis, dijo,
tenía el gallinero repleto de aves, y cansado de que durante varios años
le robaban las gallinas este grupo de traviesos muchachos, esa noche del 31 de
diciembre, se propuso camelarlos, escopeta en mano. Cuando los jóvenes estaban
en mera faena echando las gallinas a un costal, de pronto se les apareció el
Diablo, era don Aparicio muy enojado, quien les soltó una balacera que los
muchachos no lo pudieron creer...con el rostro desencajado aventaron el costal
repleto de gallinas, y se fueron reculando,
brincaron la cerca de dos zancadas y ni de las gallinas se acordaron,
las dejaron encostaladas. El cabecilla de este grupo era Cornelio Espinoza
Geraldo, muy temido en el barrio por su especialidad en el robo de gallinas los
31 de diciembre, vísperas de año nuevo,
y algunos que recuerda que lo acompañaban son: El Mimi Angulo, Celestino
y Salomón así como el Tito Geraldo, entre otros.
Otra anécdota de ésta costumbre que se perdió del robo de
gallinas de fin de año, desde luego porque ya no se crían gallinas en los
hogares, y que cuenta doña Ramona Rochin Heras, nativa de San Bartolo Baja
California Sur, y que habita hace varias décadas en el barrio el “Choyal” dijo
que “En San Bartolo aquel 31 de diciembre de aquellos años una familia enterró
al pie de una mata de zalate una cabeza de res con gogote y todos sus guegueres
para festejar el año nuevo. Esa vez los roba gallinas cambiaron el menú.
Decidieron robarse la cabeza enterrada. Al otro día encontraron el hueco vacío
y huellas de huaraches y de zapatos. Por las huellas de los huraches, dijeron
que fue don ‘Leopoldo’, un señor a toda ley muy respetado en San Bartolo. Los dueños
de la cabeza lo denunciaron ante las autoridades, y muy seguros fueron a
decirle en su cara ‘don Leopoldo vinimos a que nos regrese la cabeza que
teníamos enterrada al pie del salate y que usted se robó por que allí estaban
las huellas de sus huaraches’, y el viejito de un salto se levantó sorprendido
e indignado diciendo ‘!pos cual cabeza muchacha, si anoche me robaron los
huaraches!’, era cierto, Alberto y pepe le robaron los huaraches a don Leopoldo
para robarse la cabeza enterrada, y es una curiosa anécdota que todavía
recuerdan entre los rancheros entre sorbo y sorbo de té de damiana”.
En el barrio El Esterito, también asolaban los gallineros
los roba gallinas el fin de año, doña Carmelita Geraldo, estimada señora con
amplios conocimientos de la medicina herbolaria, cuenta otra anécdota; “Los
gallineros en el Esterito, dijo,
amanecían vacíos en el año nuevo, por mucho tiempo los leones del
legendario Esterito, creían que, el “teyete” era el causante, pero no lo podían
comprobar. Hasta que cansados de que les robaran sus gallinas lámpara en mano
decidieron camelarlo. Se unieron varios vecinos, y cuando el “teyete” estaba
emocionado en mera faena, echando las gordas gallinas al costal, los vecinos lo
agarraron con las manos en la masa, alumbrándole la cara con lámparas de mano,
y su sorpresa fue muy grande cuando se dieron cuenta, que el que robaba
gallinas no era el “teyete” sino el “chelino”.
Los manglitenses, del barrio El Manglito, no se quedaban
atrás, con el robo de las gallinas. También hacían de las suyas, había grupo de
muchachos que no se aguantaban la tentación de robarle las gallinas hasta a los
suegros, y mientras estaban en la visita con la novia, con un ojo al gato y otro al garabato camelaban los gallineros.
Y por la noche en grupos furtivamente
venían por las gallinas, y algunos tenían el descaro de invitar al suegro un
sabroso caldo de gallina para la cruda. Todavía por la década de los 70, mi
gallinero no se escapó de los roba gallinas, tenía 19 gallinas y 3 hermosos
gallos, muy cantadores. Aquella noche del 31 de diciembre, nos fuimos a la
velada a casa de mi cuñado don Vicente Dominguez Jordán. Al día siguiente, ya
en casa, como era mi costumbre, fui al gallinero a llevarles alimento a los
animales, ¡y cual sería mi sorpresa!, ¡estaban los gallos solos muy tristes!,
los traviesos muchachos se tomaron la molestia de dejar una nota en el
gallinero, que decía: “A las doce de la noche quedaron viudos los gallos”,
firmaron la nota los roba gallinas del barrio el Manglito. Fue la última vez
que tuve gallinas. Costumbres muy sanas que se perdieron al paso del tiempo y
del progreso, y que unían a las familias. Quizás recuerden con añoranza algunas
personas que ahora ya peinan canas y que participaron en su juventud en el robo
de gallinas, o que al igual que a mi le vaciaron el gallinero.
Mi perro viejo el pachuco, a la hora que quebraban el
huevo, tenía la mala costumbre de ponerse a aullar lastimeramente anunciando el
año que moría...y mi abuelita decía: “!Ave María Purísima...el perro está
viendo la pelona...quítense las chancletas y póngalas boca a bajo, encontradas,
para que el perro se calle el hocico, y si resultaba, el perro se callaba como
si le pegaran una guantada en el hocico.
¡Feliz
Año Nuevo a la gran familia de Sudcalifornia y de todo el mundo!
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
compartir…