LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.
“BODAS DE ORO DE CONCEPCION
LIZARRAGA DE NOVELO Y LUIS LAZARO BENITO NOVELO PANTOJA”.
·
FUE LA PRIMERA BODA CELEBRADA
EN EL SANTUARIO DE GUADALUPE COMO PARROQUIA, EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1952.
- Amada hermana, Conchita, un día como hoy 5 de
Diciembre de 1935 mi madre Doña Juanita Álcaraz Garate de Lizárraga te
trajo al mundo entre las morenas manos de la excelente partera nuestra
bisabuela, “ama Chona”… allá al otro lado del río “la peña hueca” en aquel
añorado y pintoresco pueblito, Siqueros Sinaloa, inundando de alegría y
colmado de felicidad todo los corazones que formaban aquel hogar… eras la primogénita,
mi hermanita mayor… y yo todavía no existía. Espero en Dios que te
recuperes pronto…eres una guerrera, mujer luchadora de todos los tiempos…
Dios y nuestra madre purísima Santa María de Guadalupe tenga misericordia
de ti, e inunde de fortaleza y salud a tus hijos y demás familia.
Cincuenta aniversario de bodas cumplieron los señores
Doña Concepción Lizárraga y Don Luis Novelo Pantoja, motivo por el cual sus
nueve hijos, nietos y demás familiares, festejaron acontecimiento tan grande
mediante solemne misa de acción de gracias ofrecida en la parroquia de Nuestra
Señora de Guadalupe por el Reverendo padre
El anterior sábado 28 de septiembre del 2002,
en la que Doña Conchita y Don Luis refrendaron sus votos matrimoniales y de
profundo amor, el que ha prevalecido por tantos años, y dieron gracias al
creador por permitirles dicha tan grande, en la que ha habido de todo un poco,
y con su ayuda han salido fortalecidos y por la familia tan bonita con la que
bendijo su hogar; plegarias en la que se unieron familiares y amigos muy
allegados.
Al término de la celebración religiosa, sus hijos,
Cristina, Fidelia, Luis, Blanca Luz, Anita, Octavio, Jorge, Juanita y Wilbert,
les ofrecieron un banquete de bodas en grata convivencia familiar en la que
estuvo presente además de todos sus hijos, nietos y bisnietos, su hija Blanca
Luz, quien viajo desde Tucson Arizona, a esta ciudad capital para celebrar a
sus padres en este día tan grande; le acompañó su esposo Ernesto Ortega Silva y
sus hijos Ernesto y Charly.
Durante la emotiva ceremonia religiosa, no pude evitarlo,
y mi mente voló al pasado al recordar aquel día como hoy, la boda de mi hermana
mayor, Conchita y Luis, hace 50 años, y el anillo dentro del pastel de bodas la
que era una costumbre. Aquella otoñal mañana, la linda novia de 17 años, lucía
radiante, y el santuario el que era muy pequeño todavía estaba bellísimo con la morenita muy adornada en el
altar y hermosos arreglos florales en las bancas, los que las hermanitas González
Verdugo realizaron en apoyo a mi hermana Conchita. Todos estábamos muy
arreglados sentados muy solemnes, mis padres Don Bernardo Lizárraga Tiznado y
Doña Juanita Alcaraz de Lizárraga; así como mis tíos María de Jesús, María y
Estanislao Lizárraga, además de mis hermanos, Anita, Carlos, María de Jesús y
quien escribe; la niña más chica, Pacita, había quedado en casa al cuidado de
mi abuelita, quien atizaba la lumbre al pendiente de las ollas del chocolate y
del cocimiento de las gallinas para el mole...hasta el perro, el pachuco se
quedó en casa aquella mañana pero lo tuvieron que amarrar. Es evocador
verdaderamente recordar la boda de mi hermana mayor, Conchita; en aquella Paz
de antaño de los molinos de viento, barcos mercantes y tantas otras cosas
bellas.
A quien le tocaba la argolla
que estaba dentro del pastel de bodas, según se creía que sería la que se
casaría enseguida. Aquella mañana de otoño, después de la ceremonia de
esponsales, de Conchita y Luis,
celebrada por el padre Carlitos Tousini, jubilosa la novia repartía el
enorme y sabroso pastel con espumoso chocolate entre familiares e invitados.
! Le tocó la argolla a Juanita!...se casará
enseguida...decían con gran alborozo y sorpresa las muchachas invitadas a la
boda de Conchita, mi hermana mayor. Los
dos pasteles de boda los había elaborado la excelente artista de alta
repostería la señora Doña Chenchita... fue por los primeros años de la década de los 60. Y si se casó al tiempo
Juanita...conchita aventó el ramo de flores frescas que le arreglaron con
esparraguillos y encajes las muchachas González Verdugo, que también le tocó a
una de las madrinas y desde luego se casó enseguida. Era todo un arte arreglar
el ramo de novia de flores frescas y esparraguillos cultivados en los
jardines...por que ¡había tantas y variadas flores en La Paz y no había
florerías todavía!, la mayoría de las familias vendían flores cultivadas en sus
propios jardines como era la costumbre, que se usaban para todas las ocasiones
y necesidades.
Al contemplar el
retrato de bodas de mi hermana conchita con su albo ajuar sin escotes,
encargado por catálogo, el que se pidió a una prestigiada tienda de
Guadalajara; recordé aquellas bonitas costumbres y tradiciones que se han
perdido al paso del tiempo, y que eran tan bonitas pero que no por eso las
costumbres de ahora dejan de ser bellas y valiosas también. Después de un
bonito y tradicional noviazgo, donde mi cuñado llegaba a nuestro hogar a la
visita con las manos llenas ante la alegría de los niños, apegado a las buenas costumbres, mi hermana
Conchita y Luis Novelo Pantoja decidieron casarse aquella tarde de primavera de
1952, mis aún jóvenes padres, Don Bernardo Lizárraga Tiznado y Juanita Alcaraz
de Lizárraga tenían fiesta en casa...mediante cena muy formal, aquel tímido
joven telegrafista, pidió la mano de mi hermana fijando la fecha de la boda, y
sus padres la pidieron mediante una carta enviada desde la Ciudad de México. Un
alboroto teníamos los hermanos menores por el lunar rojo en la nuca de mi
cuñado que lo distinguía.
Fue el primer matrimonio celebrado en el santuario de
nuestra señora de Guadalupe como parroquia, cuando estaba en sus inicios.
Aquella fresca madrugadita del 28 de septiembre de 1952 día de san Estanislao,
cayó un aguacero y un alboroto había en casa entre aquellos olores a café de grano,
ingredientes y un montón de cosas para el mole de gallina, la barbacoa y la
sopa fresca natural que mi madre y su amiga Doña Rafaela Verdugo de González elaboraron un día antes. Las mesas con
manteles blancos lucían en el patio llenas de sopa cortadas en tallarines
secándose al sol para su preparado. Aquella noche antes de la boda mi abuelita
le dijo a mi hermana “ Ves hija, por qué desde pequeña les dice uno cuidas el
tesorito que traes allí, que nadie lo tiente, ni lo mire siquiera, porque es tu
virtud, es el candado de lo que será tu familia, es por lo que vale la mujer
ante el hombre y la sociedad” y continuó diciendo, “Debes acostarte temprano para que luzcas
fresca y radiante mañana día de tu boda; te pones la ropa interior usada de las
mas viejita, para que tenga buena suerte; y nunca plantes una bugambilia en el
frente de tu casa por que habrá viudo, y al tomarte el retrato del recuerdo
procura que estén parados o sentados los dos, porque decían los mayores que el
que se retrate sentado, se muere primero, creencias de la gente, pero por las
dudas tu no lo hagas; debes respetar y amar a tu esposo, ser limpia y asendosa
para que no te expongas a que te pegue tu marido y lo bueno es que eres una
magnífica cocinera y por el gusto y el estomago se gana al marido”.
Todas estas cositas y muchos consejos más le decía mi
nanita con mi inolvidable perro el pachuco a sus pies, aquella madrugadita, día
de la boda. Mientras la vestía de novia
la que fue su madrina de velación la
señorita Teresita Ochoa, por que esa era la costumbre. Su padrino fue Ramón
Ochoa, y sus madrinas de lazo la chachita y la nani Gonzalez; los pajecitos que
llevaron la cola fueron el lamentablemente fallecido Edmundo Andrade Lizarraga
y María Geraldo (la meri). No se acostumbraba el cortejo tan grande; los mismos
padrinos de velación llevaban las arras y los anillos. ¡Qué fiestón fue aquella
boda!, y que bonito toco la orquesta y la cochi de don Rafael Castro desde la 9
am hasta las 12 de la noche. Vivíamos en la esquina de Ramírez y Sonora, donde
ahora es la mansión del doctor Alejandro Varela; claro que antes era una casona
de ladrillo antiguo y espantaba bastante, pero esa es otra historia.
Al tercer día después de la boda, entregaron a mi hermana
como era la costumbre...mis padres tendieron en el piso una sabana blanca, y se
postraron de hinojos los nuevos esposos conchita y Luis. Mis padres muy
ceremoniosos les dieron la bendición y lo que llamo mi atención y que nunca se
me olvido fue que mi cuñado se metió la mano a la bolsa de su pantalón y saco
un fajo de billetes y se los dio a mi madre, también esa era una costumbre.
¡Que tiempos aquellos!...que bonito seria que se retomara la costumbre y le
pusieran el anillo al pastel de boda. En la actualidad gracias a Dios, después
de cincuenta años de matrimonio, mi
hermana y su esposo viven muy felices, sencillamente, rodeados de sus 9 hijos:
Cristina, Fidelia, Blanca, Luis, Jorge, Octavio, Anita, Juanita y Wilbert así
como de mas de 20 nietos y varios bisnietos.
...El anillo de oro dentro del pastel de bodas fue una
costumbre que se perdió al paso del tiempo…
…Por el placer de escribir…
Recordar… Y compartir…
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