LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“VIERNES SANTO…VIERNES DE
SILENCIO.”
El
domingo de Ramos antecede a la semana santa...es la conmemoración de la entrada
triunfal en Jerusalén de nuestro señor Jesucristo montado en un burrito blanco entre aclamaciones
y palmas de la multitud...fue el sexto domingo de cuaresma, cumpliéndose así lo
anunciado siglos antes, por el profeta Isaías...hoy empieza la semana Santa, la
semana mayor, última de la cuaresma que precede a la Pascua. Es la más
importante, porque es cuando tuvieron lugar los misterios más grandes de la
redención del hombre: la última cena, en que el señor Jesús instituyó la
sagrada eucaristía y el sacerdocio; su pasión y muerte sobre la cruz y su
resurrección después de la muerte.
Recordando
aquellos viernes santos, viernes de silencio de La Paz de antaño y aquella
costumbre, entre exquisitos aromas a capirotada, torrejas y otros platillos
elaborados a base de productos del mar, mi madre decía: “Que la carne que no se
debía de comer es la humana, o sea, hablar de mal de nuestro prójimo; y que
hace más de 1900 años hubo un hombre que nació contrario a las leyes naturales
de la vida. Este hombre vivió en la pobreza y fue criado en la oscuridad; no
viajó extensamente, solamente una vez cruzó las fronteras del país en que
vivía; eso fue cuando siendo niño, estuvo un tiempo exiliado de Egipto. No
poseía ni influencia ni dinero. Sus familiares no eran prominentes y carecían
de todo entrenamiento y de educación formal. Durante su infancia atemorizó a un
rey; durante su niñez impresionó a los doctores; ya siendo hombre dominó la
naturaleza, camino sobre las olas como si fuese el suelo y silenció los vientos
y la mar. Sanó a las multitudes sin medicina y no cobró por sus servicios.
Nunca escribió un libro; sin embargo, los libros que han escrito sobre él
podrían llenar bibliotecas enormes. Nunca escribió un canto, sin embargo se ha
provisto tema para más cantos que los que han producido todos los compositores
juntos nunca fundó una universidad, pero todas las universidades y escuelas
juntas no tienen mas discípulos que él. Nunca dirigió un ejército, o enlistó a
un soldado, o disparó un arma de fuego; sin embargo, ningún líder ha tenido mas
voluntarios a sus órdenes que hayan hecho que tantos rebeldes entreguen sus
armas y se rindan sin disparar un solo tiro.
Nunca practicó la
medicina, pero ha sanado mayor número de corazones quebrantados que todos los
doctores juntos.
Cada séptimo día la actividad humana cesa, y las
multitudes van a adorarle. Los nombres de los grandes estadistas de Grecia y
Roma florecieron y han quedado relegados al olvido. Pero aunque el tiempo ha
colocado más de 1900 años entre este hombre y nuestros días, EL SIEMPRE VIVE.
Herodes no le pudo destruir, y el sepulcro no le pudo retener EL está sobre el
mayor pináculo de la gloria celestial, proclamado por Dios, reconocido por los
ángeles, adorados por santos y temido por demonios, como el viviente personal
Cristo, nuestro señor y salvador.
De acuerdo con la liturgia el próximo viernes es el día
de Dolores, se dice que en punto de las 3 de la tarde, el hijo de Dios redimió
a los hombres con su sangre, después del viacrucis durante el cual fue azotado,
escarnecido, por una clase social, explotadora de una fe de siglos hasta que el
redentor había de venir a trazar caminos diferentes. El viernes santo, es
viernes de silencio, es el día más grande de la liturgia, es el día que un velo
negro cubre por minutos la faz de la humanidad porque dicen los entendidos que
en ese momento quedó inerme el mundo y se desatan las fuerzas del mal. Su
estoicismo, la aceptación del cáliz de la amargura, la plena consciencia de la
traición de Iscariote, no lo hicieron desistir para proseguir con su doctrina
de amor y de igualdad. Madre, preguntó mi hermanita mayor, cuéntenos otra vez
la del pez que no tiene un lado y por qué se llama Cuaresma. Mi madre preparaba
el agua fresca de lechuga, y continuó diciendo que “andando Jesús en la barca
con sus discípulos, uno de ellos dijo que tenía hambre, y el señor metió sus
manos al mar y sacó un pescado, le cortó un lado y comieron todos de él, luego,
vivo aún el pez lo echo al agua nuevamente. Según dicen los mayores que es el
lenguado, y que quizás por eso es la costumbre de comer pescado en cuaresma.
La cuaresma se conmemora la muerte y resurrección de
Jesús y tiene su origen desde tiempos inmemoriales, el número 40 tiene mucho
significado en la historia de Israel.
Cuarenta años duró la peregrinación de los israelitas por el desierto
purificándose, escuchando a Dios por medio de Moisés y luchando contra sus
enemigos sólo entonces pudieron entrar a la tierra prometida. 40 días estuvo
Moisés en el Monte Sinaí para hablar con Dios y recibir las tablas de la ley.
40 días caminó el Profeta Elías por el desierto sin probar alimento hasta el
monte Oreb, donde pudo vislumbrar a Dios. 40 días estuvo orando en ayuno Jesús
en el desierto, donde venció las tentaciones del placer, del poder, del
aparecer y de la autonomía frente a Dios, sólo entonces pudo hacer el bien a
todos. Dijo mi adorada madre, empezando a batir huevo nuevamente, para capear
las semitas previamente tostadas y rebanadas a la mitad, y echarlas al jarro de
miel hirviente preparada con panocha, canela, y clavo, las exquisitas torrejas.
El viernes santo...era viernes de silencio...era luto
para toda la humanidad... sólo se escuchaba el rumor del viento, y el canto de
los pájaros rompiendo el silencio...mujeres de rostros condolidos, con ropajes
y tápalos negros...silencio en todos los hogares...ni radio, ni cine y
televisión no había...sólo se escuchaba el cacareo de gallinas, y se percibían
los aromas que salían de la cocina...y hasta el perico que pendía su jaula en
el emparrado el flor, estaba en silencio...el hacha en los leñeros, cuchillos y
machetes quedaban en silencio...imágenes y espejos cubiertos de crespones
púrpura o negros. No se decían malas palabras. Mi madre, con una mirada de
aquellas que enchinaban la piel, nos guardaban las travesuras para el sábado de
gloria y nos levantaban con una cintariza “para que crezcan derechitos” nos decía,
y luego nos daban un vaso de agua endulzada para el susto.
Aquellos viernes santos, las mujeres en la cocina andaban
en silencio, hablaban lo indispensable; y los niños en los rincones jugaban en
silencio, escuchando a los mayores las cosas de otros tiempos...prohibido
bañarse en la playa, porque decían que se convertirían en sirenas; y las
embarcaciones de los pescadores quedaban inactivas y en silencio...era viernes
santo, viernes de guardar, viernes de silencio....sólo se escuchaba el canto de
los pájaros y el rumor del viento...después de escuchar las siete palabras, y
adorar al señor, todo mundo estaba en
casa...y en silencio… Eran otras costumbres y otros tiempos.
Por el placer de
escribir…Recordar...Y compartir…
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