“CON CAGUAMADA...SE
FESTEJABA EL DIA DE SAN JUAN, Y CORTARSE EL CABELLO FUE UNA TRADICION”.
POR MANUELITA LIZARRAGA
¡Era
un alboroto en aquel hogar, el día de San Juan!...aquel viejo pescador,
saliéndoles los negros cabellos aún bajo el paliacate atado a su frente...el
holgado pantalón enrollado a media pierna, preparaba el terreno bajo los
árboles para asar el pecho de caguama, previamente condimentado, así como el
carapacho. Luego clavaba dos varillas o fierros en el suelo, hacía un pequeño
hueco, le prendía fuego, y cuando estaban las brazas en su punto ponía el
enorme pecho a asar así como el carapacho asentándolo en una lámina para que
cayera el aceite, y con éste, lo iba bañando hasta que doraba...!eran unos
olores en todo el barrio!...y la familia le hacía rueda a aquel exquisito
pecho, tortilla en mano cortándole los azotillos doraditos, y tronando los
chicharrones.
Mientras el pecho
al aire libre se asaba, inundando de aromas los alrededores, los cuartos y el
trasero de la caguama los ponían a cocer en poco agua con sus olores: ajo,
orégano y sal...”que no se recueza mucho”, decía mi madre, y en poquita agua
para que quede concentrado su sabor. Los chamacos más grandes ya estábamos
ayudando a picar menudita la abundante verdura...tomate, cebolla y chile
verde...los ajos se pelaban y se picaban finitos...los condimentos como
pimienta, orégano y laurel ya estaban listos, también las latas de chícharos,
ejotes y chiles jalapeños, así como los limones, y desde luego en la cocina
nomás les volaban las manos a las mujeres echando tortillas de masa de
nixtamal.
Con la alegría del día de San Juan y del corte de cabello
las niñas andábamos bien trenzadas y con coloridos moños nuevos...y las mujeres
mayores también se trenzaban...cuanto me gustaban las peinetas de carey de la
abuela!, de las que hacía “el chunique”, del Esterito, encajadas en sus trenzas artísticamente
acomodadas. Mientras toda la verdura era guisada con aceite de caguama en una
olla grande, la carne de los traseros y cuartos que se cocieron a fuego lento
eran desmenuzadas en grueso y picada en cuadrito...para esto, la carne del
pecho también se picaba junto con los azotillos y gordura del carapacho, y se
revolvía toda la carne. Cuando la verdura soltaba el primer hervor, se le
agregaban los olores, los chícharos, ejotes, orégano, pimienta y chiles
jalapeños...y si había, se le ponía un poquito de salsa ranchera “para que
agarre sabor”, decía mi madre...también le ponían un chorro de cerveza o vino
blanco, y luego se vaciaba toda la carne revolviéndola con la verdura,
agregándole poco a poco del caldo concentrado donde se coció la caguama “nomás
que suelte el hervor”, decía mi madre, y ese era el punto. Esa si era caguama!,
hasta parece que siento su sabor en la boca, quedaba jugosita y grasosita, no
caldo de caguama.
¡Luego, era un gran fandango!...bajo los mismos árboles
estaba una mesa previamente arreglada cubierta con hule floreado de
aquellos...y sobre la mesa limones partidos, chiles jalapeños, saleros y un
cerro de tortillas de maíz hechas a mano...ponían allí el carapacho en el
centro de aquella mesa, y le vaciaban la caguama ya guisada...y alrededor era
un verdadero festín...la familia y comadres y demás invitados taqueaban a
placer, después de haber botaneado el consomé donde se coció la caguama, el
hígado y los chicharrones...a los chamacos nos servían en platos y nos
sentábamos en troncos bajo los árboles y la comíamos hasta hartarnos con
cucharitas de tortillas, a lo tahualila, era raro, pero en aquel hogar la
caguama no era motivo de borrachera, no se acostumbraba la cerveza, hacían agua de arroz, tamarindo, naranjita o
limonada.
Tampoco había pasteles en los onomásticos o cumpleaños de la familia...se festejaba con
mole de gallina, barbacoa, cabeza enterrada con todo y cogote o con caguamadas...o no se usaba el pastel o
nada más en mi casa no lo había...pero yo no los recuerdo...es más, creo que no
se acostumbraban los pasteles en los festejos, generalmente eran para las
novias cuando éstas se casaban, o para las quinceañeras cuando empezó la
costumbre del festejo de la quinceañera. También es porque eran pocas las
personas que se dedicaban a la repostería, de las que recuerdo es la señora de
Susarrey (Doña Chimanita), como cariñosamente se le decía y la señora Canseco.
En cuanto a las aletas y cabeza del queloneo, si no la revolvían en el asado,
al día siguiente hacían una exquisita sopa de aleta en chilito colorado,
acompañado de arroz blanco. Para el preparado de la sopa de aleta, mi madre las
metía y sacaba rapidito en agua caliente y les quitaba el cuerito que las cubre y que hace que se
pongan tiesas. Luego las ponía a cocer hasta que soltaban el huesito y las
preparaba igual que la caguama, con todos sus ingredientes, agregándole además
chile colorado y aceitunas quedaban para chuparse los dedos. En ese entonces no
se conocía el empanizado.
¡que tiempos aquellos, días de San Juan!...era aquella
Paz tranquila, era un paraíso...tiempos en que la tenería Suela Viosca tenía
más de doscientos empleados y no se apagaban sus calderas ni de día ni de
noche, ya que producían más de 300 pieles de vaqueta para exportación
diarias...y las fumarolas de la alta chimenea inundaba el cielo. Su presencia,
nos recuerda aquel promisorio pasado, fue la primer industria de gran
importancia que impulsó el desarrollo económico en La Paz...eran tiempos en que
las familias acudían al Cine Juarez, y que nada más había 3 taxis, de Ramón y
Vicente García y el de Morita...la julia o perica tenía poco trabajo porque no había
delincuentes para llevarlos al tambo, aunque eran pocos los borrachitos que recogían
de la esquina de la alegría...de la cantina y billares de don Conrado de La
Peña...eran tiempos en que se dormían tranquilamente en tenderetes en las
banquetas contando las estrellas, y la gente que pasaba nomás alzaba los pies
por encima del dormido. Eran tiempos en que los pescadores regresaban con las
pangas hasta los bordes de aquellos productos del mar.
Aquellos 24 de Junio, después de la comilona de caguama,
el pachuco ruñía el carapacho, el que servía para jugar en él y además para
tirar la basura...y mi madre tenía preparado atole de ciruelas amarillas o
coloradas, o leche cocida, tejuino de olla...la gente de Sinaloa sabe que es
esto. Así que la ciudad de La Paz era serena y bellas a todas horas...aunque
aún lo es, pero de diferente manera...después del fandango, seguía el desempance,
aquellos 24 de Junio esperábamos los momentos mágicos de las 6 de la tarde
saboreando el café deleitando los sentidos...repicaban las campanas llamando al
Rosario...entraba el esperado y tradicional viento del coromuel, que hacían
girar como locos los más de 1250 molinos de viento...los grito s de los
pavorreales y el alegre trinar de los pájaros...el toque de la banda de guerra para
el arreamiento de bandera cuando estaba el cuartel general donde es ahora el
mercado Madero...y aquellos aromas que golpeaban nuestra nariz a café de grano
tostado en apaste de barro meneado con cuchara de palo y colado en talega de
manta...y los panaderos...todo lo que me hizo recordar aquella tradición del 24
de junio de cortar el cabello el día de
San Juan, que se perdió junto con las caguamas ¡había tantas!, fue el platillo
regional.
...y en aquel ayer...las madrugaditas del 24 de Junio, la
gente se bañaba y un ruidajo de rondanillas y tambos que jalaban agua del pozo
se escuchaba y el tris tras de las tijeras que cortaban el cabello a niñas y
adultos, y hasta el perro.
…Por el placer
de recordar, escribir y compartir…
Facebook: La
Paz que se perdió.
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