miércoles, 25 de junio de 2014

“LOS CUATRO MOLINOS...MI ABUELA...Y LA LLUVIA”.


POR MANUELITA LIZARRAGA.

¡Abuelita...abuelita, ya está chispeando y tronando! – si, parece que va caer un aguacero...- ay nanita no vamos a alcanzar a llegar a los mangos a los cuatro molinos...al escuchar esto, mi perro viejo el pachuco, se metió bajo la carretilla que mi abuelita empujaba...nanita nanita, don Gilito y doña Chepita Arreola van a espantar la lluvia. - ¿por qué dices eso muchacha?. – Porque allá andan a la carrera en el patio recogiendo la ropa en el tendedero, y usted ha dicho que así se espanta la lluvia. – si, pero a esta lluvia ya no la espantan porque ya la tenemos encima. ¡y se soltó el aguacero!, que hermosura!...mire abuelita el molino de la huerta de Don Luis Diebene, parece que se va caer con el viento. – si, se les olvidó “manearlo”, ¡corre muchacha, hay que refugiarnos en esa barda, bajos las ramas de esa mata de mango que salen por ella!. Dijo mi abuelita atascándose el sombrero hasta las orejas...que lindo lucían los verdes ojos y las rubias trenzas de mi abuelita bajo el sombrero!, abuelita, ahí es con el Mayor Torres y tiene un perro prieto muy bravo y grandote.- No le hace, correremos el riesgo, porque si nos regresamos, capaz de que te da el patatús, allí esperaremos a que amaine la lluvia. Me metí bajo los largos ropajes de mi abuela con aquel perro que temblaba echado a nuestros pies. – nanita, se me antoja una taza de café de grano con galleta marinera o birote de la tienda de don Luis Dibene. - ¡ahora se aguanta!, quería comer mangos y aquí estamos bajo la lluvia, muchacha antojadiza.
            Los racimos de mangos sazones de con el Mayor Torres...tocaban nuestras cabezas...ni se te ocurra pellizcar esos mangos, porque entonces si que nos echan el perro, además dañarías la mata cortando la fruta verde. – si no más alce la mano para rascarme la cabeza.- mjj....mientras llovía, bajo aquellos ramajos una humareda salía...mi abuelita, a la luz de los relámpagos se fumaba su cigarro del tigre, acallando los ladridos del perro, tras aquella barda el estruendo de los truenos en el cielo. Parece que aun percibo aquel calorcito humano y aquel aroma a limpio, a ceniza y tabaco que despedía el cuerpo de mi nanita. (Porque mi abuelita lavaba sus refajos y la ropa blanca con cenizas, o cernada). Cuando la lluvia cesó, el perro se sacudió, y todas empapadas pero felices, continuamos el camino rumbo a los cuatro molinos. Los sapos y ranas croaban a nuestro paso...parecían crisálidas las gotas de lluvia en las hojas de los árboles iluminadas por el sol que empezó a salir para más tarde ocultarse. Me entretenía viendo la rodada de la llanta de madera de la carretilla, y las pequeñas huellas del pachuco, las de mis pies descalzos, así como a las de la abuela que iban dejando plasmadas en el lodo. ¡Muchacha camina con cuidado que te vas a chalpear de lodo las canillas!
            ¡Que bella lucía La Paz en el ayer!, más aun en aquella tarde de lluvia. Había más de 1250 molinos de viento y huertas por todos lados. Los molinos los había de lámina y de madera especial con las que los construyó el señor Borrego, quien vivía en Serdán y Ocampo, así como también construía carretas y carretones; bueno, eso decía mi tía Chuy. Las familias antiguas en su gran mayoría tenían sus huertos familiares plantados de frondosos árboles frutales, yerbas medicinales, flores y hortalizas, un hermoso molino de viento y su pila y acequias de riego. Las tierras eran fértiles y generosas y redundaban en abundantes cosechas de aquellos frutos de la región.
            Los cuatro molinos con sus cuatro pozos de 20 metros de profundidad, su pila de 15 metros con capacidad de 60.000 litros cúbicos de agua, fueron las huertas mas populares y de mayor importancia en La Paz, plantadas de árboles frutales donde la gente del pueblo podía consumir la fruta, hasta regalada, y en los hogares, los floreros y fruteros en los centros de la mesa del comedor, lucían hermosos mangos, aguacates, guayabas buchonas, rosas y blancas, granadas, limones, limones reales, naranjas, naranja lima, lima chichona, guajilote, guanábanas, etc. Para los niños de aquella época y también para las familias era un espectáculo maravilloso ver los cuatro molinos, y todos los molinos de La Paz, girando a un solo tiempo, dando vueltas con el viento, principalmente con las ráfagas del tradicional coromuel, escuchar el tong tong de la bomba de pichancha que jalaba el agua por tubería de 3  pulgadas, y caer el chorro a la pila; luego el agua salía por las acequias de riego para las otras huertas.
            Después de aquella hermosa lluvia, al fin llegamos a los cuatro molinos. Mientras la abuela y el huertero cortaban la fruta y llenaban la carretilla, el perro y yo chapoteábamos el agua y me trepaba a los árboles entre los pájaros, a comer frutos a placer; mientras el perro camelaba unas tusas en los troncos de los árboles. “Ojalá que el pachuco logre pillar esos animales que tanto daño hacen”, dijo el huertero con la carretilla hasta el tope de preciados frutos bajo los árboles. Después de un rato, mi abuela, el perro y yo descansábamos chapoteando el agua en las acequias. – oiga abuelita, usted que tiene tanto conocimiento, sabe de casualidad a quien se le ocurrió poner estas huertas tan bonitas que además que a los niños hacen felices a tanta gente?  La dulce ancianita no esperaba la pregunta, y con la boca toda embijada de mango, ya que el jugo de éste le escurría hasta por los codos, y yo pues no se diga, ésta se quedó pensativa mientras pelaba una roja y jugosa granada, y luego dijo – pues me la pusiste dura muchacha, pues yo no conocí  a quien sembró estas tierras, pero en una de las reuniones en casa de tu tía Chuy, escuché que tu tío Billi platicaba con unos señores acerca de los cuatro molinos, y según decían que un ingeniero nacido en Alemania llamado Maximilain Hash Willy, siendo muy joven llegó a esta hermosa tierra de La Paz en la primera década del siglo pasado, a trabajar en la administración de la tenería Suela Viosca.- a esa que entran muchas carretas cargadas de leña, suelta feos olores y echa tanto humo día y noche por esa gran chimenea?.- eguale, la misma, allí trabajan mas de 200 gentes, que ganan el sustento para sus familias, curten y arreglan mas de 300 pieles diarias para la fabricación de calzado y otras cosas, y hasta la mandan para los Estados Unidos y Japón, bueno eso es lo que dicen.
            Bajo los árboles frutales, enmarcado con el girar de los molinos de papalotes, trinar de pájaros cantores, croar de sapos, ranas, y aquel ambiente perfumado a tierra mojada, flores y frutas, escuchaba emocionada, aquella plática de mi sabia abuelita. – decían que el señor Hash fue un hombre muy emprendedor y se enamoró de estas tierras. Según la plática que escuché, compró estas cuatro manzanas que en aquel tiempo eran puro monte, con el fin de sembrarlas como lo estas viendo. -¿ Nanita, y había coyotes, indígenas y animales salvajes aquí?. – antiguamente si los hubo, ya que de los californios fueron estas tierras. Pero en el tiempo en que compró este señor Hash, debió haber habido sólo liebres, chacuacas, víboras, iguanas y cachorones además de la vegetación propia de la región. La gente que trabajaba en la tenería le ayudó al señor Hash  a desmontar los solares, luego éste mandó perforar estos cuatro pozos de  agua que estás viendo ademados de ladrillo, además de estos cuatro grandes molinos de viento que sacan el agua y va a caer a la pila  para que a través del sistema de riego a estas huertas dan vida y verdor, y nosotros, así como las familias sudcalifornianas nos llena el estomago a bajo costo y nos regocija el alma.
            Aquella tarde, los cuatro molinos giraban y giraban y en ese momento se escuchaba una gritería por el arroyo de la calle 5 de Febrero, mugir de animales y una gran tropelía que levantaban una polvareda muy grande. ¡Nanita que ese estruendo!, son recuas de  ganado que los rancheros van arriando rumbo al muelle fiscal para ser embarcado y llevados a otra parte.- ¿y eso por qué abuelita? – es que el ganado de Baja California Sur tiene gran demanda y preferencia por la sabrosura y calidad de su carne. Ya que este se alimenta además de la pastura propia de la región, con orégano y damiana. Mi perro viejo el pachuco, también tenía su  juego; estaba con un ojo al gato y otro al garabato, escuchaba atento aquella plática, y después de haber matado la tusa, andaba correteando mariposas y cigarrones en las acequias, y demás charcas que había dejado la lluvia.- te estaba contando “coyote” (así me decía mi abuelita de cariño), lo que este gran señor hizo en estas tierras. Cuando don Maximiliano inauguró estos cuatro molinos dio una gran fiesta a la que asistió toda la población de La Paz, distinguiéndose el Gobernador de aquel entonces Coronel Agustín Sanjinés y el Presidente Municipal de La Paz un señor Ruffo. ¡Qué bonita estaría esa fiesta abuelita!, me hubiera gustado estar allí. – eso fue hace muchos años, tu madre no nacía todavía.
            Los señores que estaban comiendo caguama con tu tío Billi bajo las bougambilias, uno de ellos terció en la plática y quitándose el sombrero dijo, “cuenta mi tío Salomón que cuando él estaba chico conoció a ese extranjero, y era reguena gente que además e sembrar estos cuatro molinos de árboles frutales fue el primero que trajo cerveza a La Paz. se la mandaban de su tierra en barricas de madera en los buques de vela, los que tardaban mucho tiempo en hacer la travesía y el señor Hash regalaba la cerveza entre sus amigos. – hay abuelita, deveras que tiene usted fino el oído y buena la memoria, pues nada se le olvida, por eso es que tanto me gusta platicar con usted. ¿Será que tiene buena memoria porque le da el golpe al cigarro del tigre? – ¡que cigarros del tigre ni que ocho cuartos!...decía e Billi que este señor Maximiliano se vio en aprietos cuando trajo la cerveza pues no había hielo aquí en La Paz. tuvo que fabricar el hielo encargando el equipo a su tierra natal, y también regalaban el hielo, siendo él el primero en fabricar hielo en La Paz. – puchi nanita, entonces este señor además de bueno, trabajador e inteligente era muy rico, éste si que no era cicatero. – si, era muy rico y no era muerto de hambre pero su mayor riqueza la llevaba por dentro. - ¿Cómo está eso abuelita? – son valores que ahorita tu no vas a entender, pero que algún día comprenderás. Además de la riqueza de alma de este señor, llegó a tener ranchos con grandes extensiones de tierra donde pastaban alegremente más de 2000 cabezas de ganado. Fue exportador de perlas y trabajó la minería, dándole trabajo a mucha gente. – mi abuelita, ya se había comido más de cinco mangos y tenía lavadas un puño de guayabas buchonas, para darles mate, luego dijo. ¿Te acuerdas de la hermosa casona gris, frente al kiosco, donde tanto te gusta jugar en las resbaladillas y en las blancas arenas buscando caracoles? ¡Claro que me acuerdo! Pues esa casa, dijo tu tía Chuy que fue una de las primeras que construyeron aquí en La Paz y el que las mandó hacer fue nada más y nada menos que el señor Hash. En esa casona ha vivido gente muy importante del territorio.
            La tarde empezó a morir...ya teníamos un barrigón de mangos, guayabas y otras frutas...jugueteábamos los pies dentro del agua que generosa caía a chorros en la pila y corría por las acequias...a la distancia se divisaba el huertero que no recuerdo su nombre pero si su noble sonrisa y tierno mirar bajo el sombrero de palma de alta copa...éste venía cargado de guajilotes pasaditos y otros frutos. Moviendo la cola, el pachuco salió a su encuentro ¡córrele abuelita acábeme de contar que pasó con este señor que nos dejó tantos árboles frutales e hizo tantas cosas buenas en estas tierras!, ¿se murió o qué? – pues eso si que no lo sé, porque decían que le dio el mal de amores, se enamoró de una mazatleca y nada se supo de él. ¿Y qué es el mal de amores? – ya muchacha preguntona!, no esta usted para saberlo, todo a su tiempo. – abuelita, se acuerda que cuando fuimos a las verduras, a las huertas de don José Briseño, para allá por el rumbo del arroyo del palo, también estaba lloviendo mucho y me contaba cosas muy bonitas?. – si, si me acuerdo, por cierto que llevamos canastos y no llevamos la carretilla porque se atasca en las arenas del gran arroyo del palo, pero cuando fuimos con don Jesucito, el Sinarquista, a las flores y a la alfalfa para las gallinas, ahí si llevamos la carretilla ¡y cuántas chacuacas y liebres nos salieron al paso entre los romerillales!
            Que hermosas flores había con el sinarquista...y que chulos claveles y azucenas se daban, pero a mi mamá le encanta poner en los floreros: sempazuches, margaritas, rosas, cineas, cucarachas, y muchachas viejas. ¿Cuándo vamos a volver a las huertas de don Julián Rivera a las sandias y los melones abuelita?- ya habrá tiempo, cuando vuelva a llover tan bonito como este día y que nos pueda acompañar tu mamá porque nomás se la lleva en la casa trafiqueando todo el día.
            Aquel bello crepúsculo después de una tarde de lluvia se empezó a sentir...el huertero no estaba ya...y la penumbra entre los árboles ya se miraban en aquellas huertas de los cuatro molinos...el perro estaba inquieto cansado de tanto jugar, y los molinos giraban y giraban aventando chorros de agua. – abuelita, ya se está haciendo oscuro y dicen que aquí espantan. – a ver como está eso. El perro paró las orejas pelando grandes los ojos. Dice mi papá que aquí sale un hombre sin cabeza y un perro prieto arrastrando cadenas. - ¡que hombre sin cabeza ni que ocho cuartos!, ya párele de preguntar que tarde se nos hace y tu madre está esperando la fruta.
            Empujando la carretilla cargada de frutas emprendimos el regreso. Sapos y ranas entre las charcas croaban, y hasta los grillos cantaban...los cuatro molinos, bellos recuerdos...ahora, esos cuatro molinos son como fieles centinelas, cuidan y arrullan el sueño eterno de sudcalifornianos ilustres que descansan en la rotonda y a los viejos pergaminos que guardan gran parte de nuestra historia regional, desde los inicios de la conquista en el archivo histórico de La Paz que tan digna y merecidamente lleva el nombre de uno de los más brillantes historiadores de esta bella península...Profesor Pablo L. Martínez.
            La Paz fue la ciudad de los molinos de viento.

…Por el placer de recordar, escribir y compartir.
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