“DON GILBERTO
LUCERO...PESCADOR RIBEREÑO DEL BARRIO EL ESTERITO...SE FORJO EN EL MAR”.
POR MANUELITA LIZARRAGA
“El
gran libro de ciencia es el cielo y el mar...conocimientos heredados por mis
mayores...cada oleaje, cada amanecer, es diferente...a través de los años, con
la práctica aprendimos a leer los misterios del cielo y del mar...arrebolado en
sus atardeceres y sereno en el amanecer...a escudriñar sus placeres perleros,
sus tesoros que celoso guarda y a descifrar sus mareas con la Luna en
conjugación perpetua en el cielo, escrita por la mano de Dios”...suspirando con
añoranza dijo el viejo lobo de mar de los Leones del Esterito, Don Gilberto
Lucero, quien jugueteando el agua con sus pies y lanzando una fumarola de su
grueso puro, mesándose los blancos cabellos continuó diciendo...”hacíamos 20
días de travesía a remo y vela tendida...cada quien tenía su canoa o
panga...por la vela se distinguía y se distingue cada pescador, los Leones del
Esterito y los Manglitenses, quienes son y fueron de los mejores pescadores de
la época y de la región...arponeros de tiburones y de caguamas...Dios nos daba
la fuerza y la destreza para tirar el arpón...de un solo tiro y un trancazo
dábamos cuenta de los tiburones mas bravíos...es un arte arponear un tiburón y
conocerle sus mañas...nada de esto esta escrito en los libros, es una ciencia
que se aprende a través de generaciones. Nuestras riquezas marinas estarían
mejor administradas por pescadores forjados en el mar, y no por gente que solo
en los libros conocen los peces...por eso se acabó todo lo bueno que teníamos,
por que gente sin consciencia ha depredado nuestros mares, tanto ruido de
motores han alejado el pescado quienes buscan la soledad para multiplicarse.
El mar ha sido toda mi vida, siempre acompañado por mi
fiel e inolvidable esposa, Doña Toñita Alvarez de Lucero”, continuó diciendo
don Quiqui, como cariñosamente lo llaman familiares y amigos, que “desde mi tatarabuelo, hasta mi padre y
ahora yo de 88 años, mis hijos y nietos hemos vivido de los productos y
satisfacciones que nos da el mar. Las perlas...!ahh, las perlas!, los
pescadores desde siempre hemos sido explotados...remábamos a canalete y a vela
hasta Isla Tiburón, San Evaristo, Isla del Carmen, Isla Espíritu Santo, San
José, La Partida, hasta las cercanías de Santa Rosalia, el cardonal, El
Cardoncito, El Gallo, La Gallina, El Candelero, entre tantos parajes que
existen en esta bella península, y hacíamos 20 días de travesía a puro
canalete...buceábamos la madre perla sin equipo hasta doce brazas de
profundidad, sacábamos la concha hasta llenar la panga, y de todas ellas,
sacábamos 7 u 8 perlas en una jornada de 2 meses de trabajo...salíamos “tablas”
con los gastos, apenas sacábamos para comer, los que ganaban eran quienes compraban y revendían las perlas que dieron fama
mundial a Baja California Sur, y a
nosotros, pobres pescadores que arriesgábamos la vida, nos pagaban una
miseria”.
En ese bello atardecer, con la mirada puesta en la
lejanía, aquel lobo de mar, suspirando continuo diciendo “Hace como 5 décadas,
se dice que los japoneses envenenaron la madre perla, que por envidias por que
aquí era el único lugar donde se daban las perlas del mejor oriente. Se acabó
la perla, y nos dedicamos a la pesca del tiburón, caguama, caracol y pescado de
escama. Compraban el kilo de aleta de tiburón a .50 centavos, y el hígado lo
pagaban a peso el kilo. Los pescadores, no conocemos el miedo, estamos forjados
en el mar...el pescador debe ser valiente, osado, con arrojo y bravío...cuantas
veces estuvimos a punto de que nos tragara un tiburón o tintorera...había
ocasiones que a garrotazos los teníamos que matar alrededor de la panga...la
pequeña barca parecía una hojita en el inmenso mar, rodeada de tiburones y ahí
es donde se demuestra el valor y la pericia. Así como teníamos tiempos de
bonanzas, había también tiempos muertos que eran de Noviembre a Enero. El que
pesca con pistola son asesinos y depredadores... no son pescadores...el
verdadero pescador es el que cuida la especie, el que teje la red y hace su
vela...es el hombre que ama el mar , y el mar le corresponde en abundancia.
Con cuanta ilusión, mi esposa Toñita y Yo, preparábamos
el tren de pesca...nos íbamos a las islas y nos llevábamos a los hijos,
pasábamos allá meses enteros...desayunábamos langosta, comíamos caguama y
cenábamos callo de hacha. Llevábamos arpones para caguamas, fidga pescadora
para jaibas y tiburonera, anzuelos de todas medidas, cimbras y redes tejidas
por nosotros mismos a la medida indicada para que la cría chica pueda
escapar...y la herramienta que no debe faltar a todo pescador, el valor, la
destreza, la fe en Dios y el cuchillo. De complemento alimenticio llevábamos,
frijol, arroz, manteca, galleta marinera, harina, panocha, café, canela y
azúcar. Las tortillas de harina las amasábamos con aceite de caguama y agua de
mar y en aquella soledad sabían exquisitas. A través de todos los tiempos el
mar nos ha dado su riqueza con largueza para mantener generaciones de familias
del Esterito y del Manglito, con la pesca, el buceo y las artesanías...perlas,
pescados de los mejores, callos, almejas, caracoles, conchas, tamborillos,
hojarascas, pulpos, entre otros...los choros los sacábamos con el dedo gordo
del pie, en la orilla...con los talones palpábamos las hachas...no se imaginan
las maravillas que guarda el fondo del mar, hay caracoles y conchas gigantes y
mucho risco, donde se multiplican los peces, además de una diversidad de
especies. El sargazo es un árbol que está en el fondo del mar.
Para trabajar en las artesanías, el mar nos da una gran
variedad de caracoles, desde los mas chicos hasta los mas grandes, burro,
chino, negro, rosa, choro, pulpo, hojarasca, coral negro, morralla, concha
fina, además de las perlas...hermosos botones se hacían de concha antiguamente,
aquí en el esterito el “chivirito” tenia su fabrica de botones y los
sudcalifornianos podíamos lucir en nuestras camisas botones de concha de
nuestros mares. Se hacían también cachas de pistola y de cuchillos, dedales,
entre tantas cosas y las mujeres hacen curiosidades de esas virtudes del mar
apoyando su economía familiar ¡como olvidar aquellos tiempos! Durante los dos o
tres meses, salábamos el pescado, el mero, garropa, pargos, tiburón, cabrilla,
robalo, caguama, además de la aleta de tiburón y regresábamos con el corazón
pleno de dicha y la barca atascada de aquella riqueza marina y los bolsillos
repletos de dinero, por que los grandes barcos nos buscaban en los parajes
pesqueros y compraban pescado de escama del mejor y lo pagaban a .50 centavos el
kilo. La gente del pueblo nos esperaban a la orilla del mar, así como los
comerciantes para comprar todo el producto que traíamos. Era día de fiesta en
casa.
Ésta felicidad del pescador se acabó, cuando en 1954
aparecieron las cooperativas...todos ganaban desde su escritorio, menos el
pescador...por la década de los 60 aparecieron los primeros motores fuera de
borda, y por lo consiguiente las lanchas de turismo y todos esos ruidos y ese
progreso, acabó con la bonanza del pescador ribereño y enriqueció a los
tentáculos...antes, de la puerta de la casa tiraban el anzuelo al mar para
pescar...con el dedo gordo del pie sacaban los choros, y con los talones
palpaban las hachas... y en la panga, a vela tendida nos metíamos por el estero
hasta nuestros hogares las blancas arenas estaban cubiertas con caracoles y
conchitas y las familias sducalifornianas podían disfrutar los atardeceres
tirados en esas arenas como arrocitos, bañarse en las cristalinas aguas de la
bahía, y si se nos pegaba la gana, dormíamos en la arena, bajo la lápida
celeste arrullado por el murmullo del mar y nos despertaba el olor a brisa, el
graznar de las gaviotas y el aletear de los pelicanos”. Terminó diciendo aquel
león del Esterito, terror de los tiburones y lobo de los siete mares, don Gilberto
Lucero.
…Por el placer
de recordar, escribir y compartir.
Facebook: La
Paz que se perdió.
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