LA PAZ QUE SE PERDIO
“DON GILBERTO LUCERO...BUZO
Y PESCADOR DEL ESTERITO LAMENTABA LA DEPREDACION DE LA BAHIA DE LA PAZ.”
·
AQUEL VIEJO PESCADOR ESTABA MUY URGIDO POR HACER
ESTA DENUNCIA DOS DIAS ANTES DE SU PARTIDA...TAL PARECIERA QUE PRESENTIA QUE YA
SE IBA HACIA EL MAS ALLA, EN SU BARCA CARACOLA
·
PERO NUNA SE IMAGINO QUE UNA MENTE MAQUIAVELICA
PROPONDRIA LA NOM 029...QUE ES UN ATENTADO CONTRA LA NATURALEZA Y A LA VIDA
MISMA
POR MANUELITA LIZARRAGA
“! No tienen consciencia los
pescadores, furtivos y guateros, están depredando las aguas de la bahía de La
Paz, ya no hay pescado; todas las especies están desapareciendo, dijo muy
apesadumbrado don Gilberto Lucero, pescador por tradición del barrio El
Esterito, y añadió...nomás ven un manchón de peces, tiran la red de arrastre,
lo encierran y con la planta de buceo la echan a andar y se llevan todo. No
respetan las especies pequeñas que no alcanzan a llegar a reproducirse. Las
autoridades de pesca tienen la culpa de tanta depredación en los mares de
sudcalifornia, por conceder permisos para la pesca con estas artes prohibidas.
Es lamentable comprobar, que en la Isla Espíritu Santo y las demás que le
rodean ya no hay pescado. Vienen grandes embarcaciones de otras partes, y se lo
llevan con redes de arrastre y con arpón, con permisos o sin permisos. Falta más
vigilancia y control en este aspecto, tal vez estemos a tiempo de que algo nos
dejen. ¡Pobre Don Kiki!, se hubiera infartado dos veces con la polémica NOM 029
que es un atentado a la vida misma.
Y
Continuó diciendo aquel viejo lobo de mar ¿Qué está quedando para las
generaciones venideras? Es tanta la ambición del hombre y la urgencia por
enriquecerse, que no piensan que no tienen derecho a tomar todo, lo que es de
todos los que estamos y los que vendrán. No respetan la ley de la naturaleza, y
sobre todo a Dios, que nos prestó todo lo que hay en el universo, pero con el
compromiso de que debemos dejarlo mejor de cómo lo recibimos. ¿y que estamos
dejando?. Guateros, Compañeros pescadores, tengan más consciencia, no utilicen
redes de arrastres ni artes prohibidas,
es un pecado lo que están haciendo. ¿Dónde están las autoridades
correspondientes?
En otras épocas antes había mucha
producción de variadas especies, principalmente en lenguado, sierra, mero, pargo,
tiburón, chopa, lisas, etc., y todo ha ido desapareciendo. Después vamos a
estar como mujeres plañideras llorando por no haber sido previsores y de no
cuidar lo que tenemos prestado. Esta depredación y escasez de peces me hace
recordar aquellos relatos que nos hacían los mayores para hacernos tener
consciencia, y decían, que hubo una vez EL ULTIMO PEZ. La naturaleza era muy
pródiga con los habitantes de La Paz. Las aguas de sus mares rebozaban de peces
robustos, suculentos, los pescadores se andaban riendo solos de felices que
eran; pues traían las pangas repletas hasta los bordes de las mejores especies
que el mar producía. Había también hermosos huertos poblados de frondosos
árboles frutales, olorosos a mango, a limonero y naranjales, que la gente se hartaba...y
cuyo fruto extrañamente hasta se podría, porque no lo aprovechaban.
Decían
los mayores que estas tierras de ensueño habían sido pobladas por seres que
solo tenían un trabajo: estirar las manos para ser dueños de los frutos de los
árboles enchidos, y los peces los sacaban a puños. Decían también los antiguos,
que los seres primogénitos que habitaron el paraíso de ésta península sufrieron
penuria y muerte, porque en una época de hambruna eran esclavos de la molicie y
no supieron que hacer en tiempo de las carencias. Volvió la riqueza a este
paraíso y las nuevas generaciones escuchaban con espanto los relatos, unos de
abundancia y otros de carencias. No obstante, con el paso del tiempo, veían
pasar la vida en el umbral de sus mansiones y de la abundancia. Los peces de
los mares, volvieron a ser suculentos, robustos y bellos...la bahía de La Paz
se llenaba de caguamas, ballenas, toninas y pez mascarillo entre tantas
especies, y que abundaba el alimento. Que los barriletes nomás brincaban
varados en las orillas del mar, y los tiburones en su tiempo venían a la bahía
al desove de sus crías. Ante tanta riqueza alguien propuso: “hay que enseñar a
los jóvenes a ser pescadores. Se puso una escuela donde no se fomentaba la
consciencia, los jóvenes en la escuela aprendieron otras artes y no escucharon
la voz de los mayores. Se dieron gusto, hubo un dispendio criminal. Las redes
cargadas de peces eran volcadas sobre las playas. Nadie aprovechaba las
especies marinas capturadas, se pudrían al sol. Ante tanta depredación, los
peces huyeron y vino la tragedia.
Otra época de hambre. Las redes de
los pescadores y de los aprendices regresaban vacías. El verde jade de la bahía
de La Paz era bellísimo, pero parecía estéril. Los habitantes enflaquecieron y
enfermaron. Los niños más débiles murieron. Las mujeres lloraban, y el pescador
deambulaba por las orillas de las playas cargado de miserias lamentándose y
arrepentido por no haber sido previsor. Un día, en la lejanía, se vio brillar
en el mar un hermoso pez; era de plata con escamas de púrpura. Allí estaba como
la presa largamente soñada, como la gran esperanza, todos los hambrientos
pescadores anhelaban capturarlo, pues sus hijos languidecían de hambre. Los
pescadores se lanzaron tras el pez, pero el hambre les había acabado las
fuerzas. El hermoso pez, se fue lentamente señorial y magnífico a vivir en la
majestuosidad del océano. Otro ejemplo que contaban los mayores, pescadores por
tradición, continua diciendo don Quiqui Lucero, con gran tristeza, al ver los
pelicanos muertos a las orillas de las playas recordaba este otro relato.
Por las marinas se escuchaban
murmullos...la voz del pelicano se confundían con la coruscante del mar. – Hace
tiempo don pelicano que no siento su pico penetrar en mis entrañas, decía el
mar.- el pelicano se campaneaba elegantemente entre las olas y respondía al
señor océano.- ohhh, don mar, el tiempo no pasas en balde. Mis habilidades y
mis facultades físicas no son las mismas. El mar parecía sonreír ante la
actitud meditabunda del pelicano.- rondan por aquí señor pelicano dos gordos
peces plateados hacia allá, señalaba el océano levantando una ola. Se encuentra
un pez de carne dulce, también hay un cardumen que es un banquete. Don pelicano
estaba indeciso y más que eso desconfiado. ¡Venga un elegante clavado, ave
magnifica!, solicitaba el océano. – no señor, hay dentro de mí una gran
desconfianza; decía el plumífero de largo pico. ¿Y de donde ha nacido esa
desconfianza?, inquiría el señor de las aguas opalinas.
Es una larga historia señor mar,
resulta que un día, me adentré hacia la tierra; veía las copas frondosas de los
árboles y soñaba en refugios magníficos.
De pronto, descubrí un claro. Allí debajo estaban unos seres redondos de
trompas gruesas y colas retorcidas. Escuché que los humanos decían. “a darles
de comer a los marranos”. Quise compartir del supuesto banquete y descendí.
Nunca señor océano había percibido tal pestilencia, no mar amigo. Había sentido
sobre mis patas una sustancia tan viscosa. Jamás se habían clavado en mi cuerpo
esos puñales filosos de cristal abundante, el que los hombres llamaban
estercolero. Fue una experiencia triste. ¿Y eso que tiene que ver conmigo?,
preguntó el mar maravillosamente verde. Oh señor de todas las latitudes, tienes
tu ahora una visión para mí, eres semejante al estercolero de la tierra; los
humanos ten han dañado; contestó el pelicano con gran tristeza. El mar sintió
gran pena y lanzo un bramido que bien pudo ser una queja o el llanto
incontenido del gran señor del océano. Terminó diciendo don Gilberto Lucero,
añadiendo que ojalá que su queja no sea un grito en el desierto, y que logre
despertar la consciencia de las autoridades de pesca y lo piensen dos veces
antes de conceder permisos para las artes prohibidas, así como despertar la
consciencia también de los pescadores ribereños, para que pesquen como les
enseñaron los mayores, con anzuelos, tejiendo sus propias redes, con la medida
precisa para que puedan escapar las
crías de peces chicos.
Sólo su panga sabía
Lo que miraba en el mar
Sólo su Dios lo llevaba
A donde iba a pescar
Era un domingo cualquiera
Gilberto salió a pescar
¡Válgame mi Dios Querido!
Ya no volvió a regresar
Gilberto lo presentía
Al trovar una canción
Al terminar de cantar
Sólo lloró de emoción
El Esterito te lloró
Porque eras hombre cabal
Toda la gente está triste
Porque ya no te verán
El Malecón no te olvida
Las palmeras y el oleaje
Las gaviotas y pelícanos
Eras parte del paisaje
Todos tus hijos te lloran
Te llevaron para el San Juan
Ellos se encuentran tranquilos
Porque a su madre hallarás
Vuela gaviota del puerto
Ve al Esterito a avisar
Que Don Gilberto Lucero
En el cielo va a pescar
El Esterito te llora
Porque eras hombre cabal
Toda la gente está triste
Porque ya no te verán.
Boga...marinero boga...
En tu barca caracola
Entre la brisa del mar,
Y las brumas del tiempo
Hacía el más allá
…Por
el placer de recordar, escribir y compartir…
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La Paz que se perdió.
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