martes, 10 de junio de 2014

LA PAZ QUE SE PERDIO

“DON GILBERTO LUCERO...BUZO Y PESCADOR DEL ESTERITO LAMENTABA LA DEPREDACION DE LA BAHIA DE LA PAZ.”

·         AQUEL VIEJO PESCADOR ESTABA MUY URGIDO POR HACER ESTA DENUNCIA DOS DIAS ANTES DE SU PARTIDA...TAL PARECIERA QUE PRESENTIA QUE YA SE IBA HACIA EL MAS ALLA, EN SU BARCA CARACOLA
·         PERO NUNA SE IMAGINO QUE UNA MENTE MAQUIAVELICA PROPONDRIA LA NOM 029...QUE ES UN ATENTADO CONTRA LA NATURALEZA Y A LA VIDA MISMA

POR MANUELITA LIZARRAGA


            “! No tienen consciencia los pescadores, furtivos y guateros, están depredando las aguas de la bahía de La Paz, ya no hay pescado; todas las especies están desapareciendo, dijo muy apesadumbrado don Gilberto Lucero, pescador por tradición del barrio El Esterito, y añadió...nomás ven un manchón de peces, tiran la red de arrastre, lo encierran y con la planta de buceo la echan a andar y se llevan todo. No respetan las especies pequeñas que no alcanzan a llegar a reproducirse. Las autoridades de pesca tienen la culpa de tanta depredación en los mares de sudcalifornia, por conceder permisos para la pesca con estas artes prohibidas. Es lamentable comprobar, que en la Isla Espíritu Santo y las demás que le rodean ya no hay pescado. Vienen grandes embarcaciones de otras partes, y se lo llevan con redes de arrastre y con arpón, con permisos o sin permisos. Falta más vigilancia y control en este aspecto, tal vez estemos a tiempo de que algo nos dejen. ¡Pobre Don Kiki!, se hubiera infartado dos veces con la polémica NOM 029 que es un atentado a la vida misma.
            Y Continuó diciendo aquel viejo lobo de mar ¿Qué está quedando para las generaciones venideras? Es tanta la ambición del hombre y la urgencia por enriquecerse, que no piensan que no tienen derecho a tomar todo, lo que es de todos los que estamos y los que vendrán. No respetan la ley de la naturaleza, y sobre todo a Dios, que nos prestó todo lo que hay en el universo, pero con el compromiso de que debemos dejarlo mejor de cómo lo recibimos. ¿y que estamos dejando?. Guateros, Compañeros pescadores, tengan más consciencia, no utilicen redes de arrastres ni artes prohibidas,  es un pecado lo que están haciendo. ¿Dónde están las autoridades correspondientes?

            En otras épocas antes había mucha producción de variadas especies, principalmente en lenguado, sierra, mero, pargo, tiburón, chopa, lisas, etc., y todo ha ido desapareciendo. Después vamos a estar como mujeres plañideras llorando por no haber sido previsores y de no cuidar lo que tenemos prestado. Esta depredación y escasez de peces me hace recordar aquellos relatos que nos hacían los mayores para hacernos tener consciencia, y decían, que hubo una vez EL ULTIMO PEZ. La naturaleza era muy pródiga con los habitantes de La Paz. Las aguas de sus mares rebozaban de peces robustos, suculentos, los pescadores se andaban riendo solos de felices que eran; pues traían las pangas repletas hasta los bordes de las mejores especies que el mar producía. Había también hermosos huertos poblados de frondosos árboles frutales, olorosos a mango, a limonero y naranjales, que la gente se hartaba...y cuyo fruto extrañamente hasta se podría, porque no lo aprovechaban.
            Decían los mayores que estas tierras de ensueño habían sido pobladas por seres que solo tenían un trabajo: estirar las manos para ser dueños de los frutos de los árboles enchidos, y los peces los sacaban a puños. Decían también los antiguos, que los seres primogénitos que habitaron el paraíso de ésta península sufrieron penuria y muerte, porque en una época de hambruna eran esclavos de la molicie y no supieron que hacer en tiempo de las carencias. Volvió la riqueza a este paraíso y las nuevas generaciones escuchaban con espanto los relatos, unos de abundancia y otros de carencias. No obstante, con el paso del tiempo, veían pasar la vida en el umbral de sus mansiones y de la abundancia. Los peces de los mares, volvieron a ser suculentos, robustos y bellos...la bahía de La Paz se llenaba de caguamas, ballenas, toninas y pez mascarillo entre tantas especies, y que abundaba el alimento. Que los barriletes nomás brincaban varados en las orillas del mar, y los tiburones en su tiempo venían a la bahía al desove de sus crías. Ante tanta riqueza alguien propuso: “hay que enseñar a los jóvenes a ser pescadores. Se puso una escuela donde no se fomentaba la consciencia, los jóvenes en la escuela aprendieron otras artes y no escucharon la voz de los mayores. Se dieron gusto, hubo un dispendio criminal. Las redes cargadas de peces eran volcadas sobre las playas. Nadie aprovechaba las especies marinas capturadas, se pudrían al sol. Ante tanta depredación, los peces huyeron y vino la tragedia.
            Otra época de hambre. Las redes de los pescadores y de los aprendices regresaban vacías. El verde jade de la bahía de La Paz era bellísimo, pero parecía estéril. Los habitantes enflaquecieron y enfermaron. Los niños más débiles murieron. Las mujeres lloraban, y el pescador deambulaba por las orillas de las playas cargado de miserias lamentándose y arrepentido por no haber sido previsor. Un día, en la lejanía, se vio brillar en el mar un hermoso pez; era de plata con escamas de púrpura. Allí estaba como la presa largamente soñada, como la gran esperanza, todos los hambrientos pescadores anhelaban capturarlo, pues sus hijos languidecían de hambre. Los pescadores se lanzaron tras el pez, pero el hambre les había acabado las fuerzas. El hermoso pez, se fue lentamente señorial y magnífico a vivir en la majestuosidad del océano. Otro ejemplo que contaban los mayores, pescadores por tradición, continua diciendo don Quiqui Lucero, con gran tristeza, al ver los pelicanos muertos a las orillas de las playas recordaba este otro relato.
            Por las marinas se escuchaban murmullos...la voz del pelicano se confundían con la coruscante del mar. – Hace tiempo don pelicano que no siento su pico penetrar en mis entrañas, decía el mar.- el pelicano se campaneaba elegantemente entre las olas y respondía al señor océano.- ohhh, don mar, el tiempo no pasas en balde. Mis habilidades y mis facultades físicas no son las mismas. El mar parecía sonreír ante la actitud meditabunda del pelicano.- rondan por aquí señor pelicano dos gordos peces plateados hacia allá, señalaba el océano levantando una ola. Se encuentra un pez de carne dulce, también hay un cardumen que es un banquete. Don pelicano estaba indeciso y más que eso desconfiado. ¡Venga un elegante clavado, ave magnifica!, solicitaba el océano. – no señor, hay dentro de mí una gran desconfianza; decía el plumífero de largo pico. ¿Y de donde ha nacido esa desconfianza?, inquiría el señor de las aguas opalinas.
            Es una larga historia señor mar, resulta que un día, me adentré hacia la tierra; veía las copas frondosas de los árboles y soñaba en refugios  magníficos. De pronto, descubrí un claro. Allí debajo estaban unos seres redondos de trompas gruesas y colas retorcidas. Escuché que los humanos decían. “a darles de comer a los marranos”. Quise compartir del supuesto banquete y descendí. Nunca señor océano había percibido tal pestilencia, no mar amigo. Había sentido sobre mis patas una sustancia tan viscosa. Jamás se habían clavado en mi cuerpo esos puñales filosos de cristal abundante, el que los hombres llamaban estercolero. Fue una experiencia triste. ¿Y eso que tiene que ver conmigo?, preguntó el mar maravillosamente verde. Oh señor de todas las latitudes, tienes tu ahora una visión para mí, eres semejante al estercolero de la tierra; los humanos ten han dañado; contestó el pelicano con gran tristeza. El mar sintió gran pena y lanzo un bramido que bien pudo ser una queja o el llanto incontenido del gran señor del océano. Terminó diciendo don Gilberto Lucero, añadiendo que ojalá que su queja no sea un grito en el desierto, y que logre despertar la consciencia de las autoridades de pesca y lo piensen dos veces antes de conceder permisos para las artes prohibidas, así como despertar la consciencia también de los pescadores ribereños, para que pesquen como les enseñaron los mayores, con anzuelos, tejiendo sus propias redes, con la medida precisa para  que puedan escapar las crías de peces chicos.





Sólo su panga sabía
Lo que miraba en el mar
Sólo su Dios lo llevaba
A donde iba a pescar

Era un domingo cualquiera
Gilberto salió a pescar
¡Válgame mi Dios Querido!
Ya no volvió a regresar

Gilberto lo presentía
Al trovar una canción
Al terminar de cantar
Sólo lloró de emoción

El Esterito te lloró
Porque eras hombre cabal
Toda la gente está triste
Porque ya no te verán

El Malecón no te olvida
Las palmeras y el oleaje
Las gaviotas y pelícanos
Eras parte del paisaje

Todos tus hijos te lloran
Te llevaron para el San Juan
Ellos se encuentran tranquilos
Porque a su madre hallarás

Vuela gaviota del puerto
Ve al Esterito a avisar
Que Don Gilberto Lucero
En el cielo va a pescar

El Esterito te llora
Porque eras hombre cabal
Toda la gente está triste
Porque ya no te verán.

Boga...marinero boga...
En tu barca caracola
Entre la brisa del mar,
Y las brumas del tiempo
Hacía el más allá




…Por el placer de recordar, escribir y compartir…
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