“UN FORJADOR EN LA PAZ...DON
RAMON BRISEÑO...FUNDO EL PRIMER MOLINO DE NIXTAMAL, LA PRIMER TORTILLERIA Y
MUCHO MAS”.
Por la década de los 30...el pequeño
buque “El Blanco” perdía su velaje en el embravecido mar, transportando a esta
ciudad de La Paz, al señor Ramón Briseño, su esposa Lupita Rodriguera y sus
hijos, procedentes de Mazatlán Sinaloa. Venia a ocupar el puesto de celador de
aduana...eran tiempos de bonanzas, de perlas, oro, plata, cobre así como la
ganadería y el comercio estaban en su apogeo. Atraídos por esta tierra de
misterio, promesas y leyendas, llegaban gentes de todas partes, principalmente
de Nayarit, Sonora y Sinaloa, a sepultar sus raíces y unirse a su desarrollo,
económico, social y cultural.
Don Ramón Briseño fue un hombre muy entusiasta y
emprendedor. Al llegar a La Paz, luego luego se dio cuenta que trabajando
también en otras cosas se podía hacer dinero y vivir mejor. Le compro la
concesión de la primera fábrica de hielo en La Paz a don Arturo C. Nalh. Puso
su negocio donde es ahora el estacionamiento de La Perla de La Paz; y como ya
tenia el hielo, también fundo la primer refresquera, “Kiss” se llamó el
refresco que elaboraba, y en una carreta con la ayuda de Jesús Mendoza “el cu –
cu” vendía el hielo y el refresco de casa en casa así como en los tendajones de
la época. La caja de refrescos de sabores de fresa, naranja y piña con 25
“burritas” costaba 0.25 centavos...y cada refresco ya helado a 0.5 centavos.
Fue un alboroto en La Paz, el hielo y los refrescos...además, Briseño les dio
la idea a los carpinteros del ayer como fabricar cajones forrados con láminas
para que sirvieran como hieleras, las que retacaban de aserrín para enfriar
refrescos. Luego salió la cerveza, decreciendo la venta de “burritas y medias
de tequila” aunque en menor escala. Cuando don Ramón Briseño salía de su
trabajo de celador de la aduana, entregaba el hielo a domicilio con la ayuda de
sus hijos bajo la vigilante mirada de doña Lupita, su fiel esposa.
Debido a la demanda del hielo y refresco, el señor
Briseño compró una “troca” ya que vendía el hielo y el refresco Kiss hasta las
poblaciones aledañas, como Los Planes y Todos Santos. Las barras de hielo las
metían en costales retacadas de aserrín para conservarlas. En 1936, se inauguro
el antiguo Mercado Madero y debido a las necesidades de la época, Briseño
también fundó una fábrica de velas y veladoras...carruajes, carretas, caballos,
recuas de mulas, así como algunos troquecitos y carros modelos T, aquellos de
“cran”, circulaban por las empedradas y polvorientas calles de La Paz...y
cuando se escaseaba el hielo en La Paz, Briseño lo traía vía marítima en los
barcos mercantes de Topolobampo y Guaymas. Motivado por la segunda guerra
mundial, como en todas partes del país, había crisis en La Paz, aunado a las
enfermedades como la tuberculosis y la muerte de los placeres perleros...y era
poco el dinero circulante, pero don Ramón Briseño realizaba el comercio del
trueque. Cambiaba sus mercancías, por productos propios de la región, como
perlas, oro, plata, guacales de panocha, quesos, carne seca, bolas de cera de
panal de miel de abeja, flores, fruta y hortaliza de los huertos familiares,
bordados, canastas tejidas de palma, gallinas y pollos, chivos y hasta puercos,
los que a su vez vendía en el mercado Madero, o de casa en casa.
Luego, para sorpresa de los habitantes de La Paz, don
Ramón puso la primer paletería “Briseño” y La Paz fue creciendo...y don Ramón
también fue creciendo con sus empresas familiares...los hijos del matrimonio
Briseño Rodriguera son: Guadalupe, Ramona, José Ramón “El Chepe”, California y
Rosalba; quienes al parejo con su padre ayudaban en las labores de estas
industrias. De la ciudad de Guadalajara, Jalisco, don Ramón se surtía de materias
primas para las necesidades de sus negocios; maquinaria, colorantes, pabilo,
gas butano, corcholatas, parafina, etc.
Con gran regocijo, las mujeres sudcalifornianas de la
época recibieron la grata noticia de que don Ramón fundó el primer molino de
Nixtamal en La Paz, “El sinaloense” se llamó...!que hermosos recuerdos me traen
ese molino!!...”!nanita, nanita, dice la gente que hay molino de nixtamal con Briseño!” gritaban
mis hermanas muy contentas, pues ya no molería tres bateas de masa para las
tortillas cada una en el molino casero. Desde entonces, al morir la tarde,
sobre el pretil de la encalada hornilla quedaba el balde lleno hasta los bordes
de nixtamal tapado con una servilleta de manta, bordada de lindos arreglos
florales a punto de cruz, y bajo las cenizas en la hornilla el rescoldo de
encendidas brazas que prenderían la lumbre al amanecer del día siguiente...y a
un lado del pretil custodiando celosamente el balde de nixtamal dormía mi
inolvidable y fiel amigo, compañero de juegos de infancia, mi perro viejo “EL
PACHUCO” de gratos recuerdos y abundantes anécdotas en la familia. El canto del
gallo nos sorprendía a mi abuela, el perro y yo por aquellas empedradas
callecitas de La Paz...a esa hora de la madrugada...los techados humeaban y
entre olores a café de grano las mujeres del ayer, con las escobar elaboradas
de varejón de dátil, barrían las calles, frentes y patios de sus hogares, por
que esa era la costumbre...y el tong tong de los molinos de viento y el
chirriar de rondanillas jalando agua del pozo, apagaban el ruido de nuestros
presurosos pasos sobre la hojarasca...íbamos al mercado Madero a la compra
diaria, el que abrían a las 4 de la mañana y al novedoso molino de nixtamal El
Sinaloense; no sin antes de pasar a la lonchería de Don Conrado de La Peña a
tomar un vaso de café de talega con nata y pan calientito...entre aquellos
aromas a menudo, pozolada, tamales, machaca y empanadas, enmarcados de lindas y
modernas canciones en la rocola.
La lonchería siempre estaba abierta y con la música tocando...era
la esquina de la alegría en La Paz...tiempos que no volverán. Interminables
colas se hacían en el molino de Don Ramón Briseño...a mis escaso 5 años,
temblorosa de frío, metida entre los largos ropajes de mi abuelita, olorosos a
ceniza y tabaco, y el pachuco echado a nuestros pies, esperábamos turno...!que
tiempos tan bonitos!...toda la gente de La Paz era como una gran
familia...todos se conocían. El punto de reunión a esa hora de la mañana para
la gente de todos los estratos sociales, era el mercado Madero y el molino de
nixtamal El Sinaloense. En el marco de aquellos ruidos mañaneros propios del
mercado, el zumbar del molino, el grito del baratero cumbre que se escuchaba de
puerta a puerta del mercado...!pásele marchantita!..hermosas telas a 3 pesos el
corte, tápalos y medias de canutillo a tostón, franelas, cabezas de indio y
tuzor...afiladas de cuchillos de los carniceros, golpes de machetes sobre los
huesos en un tronco, arrastre de cajones de frutas, verduras y guacales de
panocha, el zumbar de licuadoras de chocomiles del español y el cepillo de don
Trino Osuna raspando hielo...el estira y afloja de los precios, entre humos de
cigarros y olores a café de grano y pan calientito.
Don Ramón Briseño, originario de Nayarit, fundó así mismo
en La Paz la primer tortillería “Briseño”, la primer florería, la primer
vulcanizadora, el primer salón de belleza, y el primer yonque “El Chepe”...72
años tenia don Ramón Briseño cuando la madre tierra le cobro su tributo a quien
le amó tanto, dejando imborrable huella, y gratos recuerdos en los habitantes
de La Paz de ayer y de hoy.