...Nostalgia...
jueves, 30 de marzo de 2017
LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.
“LA GLORIETA DEL
COROMUEL...UN BALNEARIO DE LEYENDA”.
Aquella
cálida tarde de verano le di la vuelta al risco donde lentamente revienta su
soberbia las olas, y quedé frente al mar ¡que maravilla de la naturaleza! las
verdeazules y cristalinas aguas me hicieron recordar por un instante gratos
momentos de mi vida, de aquella feliz infancia, en esta maravillosa tierra de
Dios...me senté en el risco de cantera esculpido, y volaron mis pensamientos al
vaivén de las olas...voces del pasado...recuerdos, vivencias...la leyenda y la
historia se confunde en esta hermosa tierra peninsular...toda ella es
leyenda...es historia...!es tan bello recordar!, por la década de los 50,
aquella fresca mañana, después de tomarnos un café con pan en la lonchería de
Don Conrado de La Peña, mi abuelita dejó encargada la canasta del mandado en el
puesto de Don Lucio en el interior del Mercado Madero...el alegre pregón del
baratero cumbre se escuchaba de puerta a puerta y mi abuelita me dijo, casi
como en un susurro, te voy a dar una sorpresa.
¡Que
me vas a dar abuelita! Te voy a llevar a la piedra zurrada, pero tenemos que
apurarnos porque se nos hace tarde...mi perro viejo el pachuco, paró las orejas
y movió su colita de contento...él sabía que andando con la abuela,
aprenderíamos muchas cosas...caminamos a prisa, los largos ropajes de mi
abuelita perfumados a cernada y jabón de pan, nomás volaba con el viento por la
calle 16 de Septiembre, seguida de mi perro y yo...hacía viento aquella
madrugadita...Nanita, le dije, señalándole donde es ahora Dorian’s, que bonita
está esa casa y que hermosas flores tiene en su jardín...si hasta acá se siente
el olor...si, dijo, ahí vive la familia Sosa y Silva. Llegamos hasta el kiosco,
el que estaba sobre el malecón y 16 de Septiembre, y levantándose el sombrero
de alta copa tejido de cogollo de palma, señaló a la distancia...tenemos que
caminar todo aquello... ¡Que hermosura se ofrecía ante nuestros ojos!...el mar
estaba crecido y sobrepasaba el malecón. “Abuelita por qué nunca vamos al
Coromuel”, “Uy, esta playa es nomás para los ricos.” “Y nosotros, pues ¿que no
somos ricos?” “¡Que ricos vamos a ser muchacha simple!, te quiero decir que a
esa playa del Coromuel van los que tienen carro, porque el camino está por
encima del cerro de la calavera, y si te traigo esta mañana es para que
conozcas los esteros tan bonitos que hay por aquí, el estero del Esterito, el
estero de Palmira y la piedra cagada; pero como está tan alta la marea, a ver
si la podemos ver.”
A
esa hora de la mañana, las personas barrían los frentes de su casa desde la
calle como era la costumbre...la fronda de los árboles de la India, inundado de
pájaros canores oscurecían más el camino...las cristalinas aguas mecían a ritmo
de canalete la barca de la Francesa, la señora Hoppen, a quien acompañaba su
inseparable perra negra, quien al ver al pachuco empezó a ladrar y ella muy
amable luciendo una amplia sonrisa bajo el sombrero le ordenó al animal,
¡Quieta Vicky!, y muy obediente la perra se sentó en la punta de la canoa viendo
a la distancia...en la lejanía se divisaba la lucecita del faro, los pescadores
alistaban sus barcas para salir a la faena diaria, y el pachuco correteaba
ladrando a la gran cantidad de gaviotas y pelicanos que se echaban clavados al
mar comiendo los cardúmenes de sardinas, los que iban huyendo de los pejegallos que parecían que también
volaban. ¡Que panorama tan bonito!, había tanto pejegallos en aquel tiempo que
inundaban nuestra bahía.
Nanita
linda, parece que fuera a llover...No se ve así por la neblina o la brisa del
mar, y ya casi se presenta la alborada, parece que el sol tiene una fuerte
lucha con las nubes que no lo dejan salir. Abuelita, quiero juntar caracoles y
conchitas, No, dijo mi nanita, ahora no se puede porque la marea está crecida,
será en otra ocasión, y aprieta el paso, porque si no, no llegamos a donde
vamos. Apretamos el paso y la abuela me iba señalando el nombre las playas,
porque decía que la costumbre entre los pescadores era ponerle nombre a cada
cuadra frente a la playa según la familia; esta es, dijo, la playa de la 16. La
gente no se baña aquí porque desembocan los caños; esta otra es la playa de los
canalizos, la que sigue, es la playa del cocol, esta otra, es la de David León,
la de más allá es la de los Puppo, y esta es la de los Lizardi...y así
sucesivamente ella iba señalando; nanita, y ¿usted conoce a toda esta gente?,
No pero a las playas así les dicen, son puntos de referencia.
Al
fin llegamos al Estero del Esterito...había tanto palmar donde es ahora el
Seguro Viejo...que bonito estaba todo, pasamos por el puente de madera y por
debajo de él pasaba el agua del mar y entraba muy lejos y creo que casi hasta
el panteón. Por aquí, dijo mi abuelita, al otro ladito está el rastro y por
este puente pasan las recuas de vacas, los carros y la gente, y ese troquectio
de redilas que viene allí seguramente viene del rastro y lleva las reses
destasadas rumbo al mercado...empezaba a clarear y pasamos cerca de la piedra
cagada...era una gran piedra dentro del mar que estaba zurrada por las
gallinetas, gaviotas y pelicanos. Nanita y ¿por qué le dicen la piedra cagada?,
pues por eso, porque está cagada; mi perro viejo asintió con la mirada. Al fin
pudimos llegar al Estero de Palmira...mis ojos de niña no podían creer de tanta
hermosura...había tanto manglar y dentro de su espeso follaje matizado por los
rayos del sol que ya empezaba a salir, se escuchaba como un suave arrullo el
graznar de las aves...el agua estaba como azul marino matizadas por el sol...el
perro empezó a ladrar como loco...yo creo que de gusto porque las aves estaban
todavía entre los manglares.
Mi
abuelita cameló el gusto que yo sentía porque me quedé pasmada al ver tanta
belleza de la naturaleza...nos quedamos en silencio como en un encantamiento...
nada más se escuchaba el cucuyo de las aves, los ladridos del perro y el
reventar de las olas sobre las piedras...yo sabía que este estero te iba a
gustar, por eso es que te traje, para que no te cuenten. Dijo mi adorada
abuelita. Al fin salí de mi encantamiento
y pude balbucear; ¡Que bonito está todo esto abuelita!, ¡pero me da
tanto miedo ese cerro de la calavera!, ves, y así quieres ir al Coromuel.
Bueno, por lo menos cuénteme nanita que sabe usted del coromuel. Te contaré lo
que he escuchado, sentémonos en esa piedra a descansar un ratito para luego
emprender el regreso. El pachuco se echó a nuestros pies porque también le
gustaba escuchar “En la antigüedad los legítimos dueños de estos mares y
tierras con todas sus perlas y riquezas, fueron los californios. Eran tribus guaycura,
ichuties y pericues, eran personas muy sanas que estaban asentados en la rivera
del mar, cuentan los que saben muchos que eran magníficos pescadores, nadadores
y buzos, también cazaban y recolectaba raíces para alimentarse.
Cuentan que los peces los
sacaban con la mano de tantos que había, ellos eran libres y vivían muy
felices, hasta que llegaron los europeos con religión, cultura distinta a la de
ellos, y también enfermedades, y según cuentan que en menos de 100 años se
acabaron los californios. Estos mares estaban asolados por los piratas que
atacaban los galeones españoles y las naves que llegaban de filipinas que
llegaban por Los Cabos desde la Europa para quitarle sus riquezas, oro, perlas,
perfumes, sedas y tantas cosas preciosas, y se escondían por estos rumbos para enterrar
sus tesoros. Entre tantos piratas hubo uno muy osado que se llamo Cronwell,
este acostumbraba que después de sus ataques entraba por la bahía a vela
tendida con el viento, y se escondía por estos lugares. Los californios se
acostumbraron a verlo, y a esperar ese airecillo fresco que deslizaba el galeón
del feroz pirata, cuando entraba por las tardes ese fiero y misterioso
hombre y gritaban al verlo “ya viene el
coromuel” y se tumbaban en la arena a esperar el coromuel.
Por
eso se dice que se hizo la costumbre de generación en generación entre las
familias de La Paz, salir por las tardes a la banqueta, sacar las poltronas y
hacer tenderetes en el suelo e incluso en las mismas orillas de la playa a
esperar el coromuel. Ese pirata Cronwell dio origen a esa costumbre, y como por
la glorieta del coromuel se metía le pusieron coromuel a ese balneario. Nanita
linda ¿usted como sabe tantas cosas? no, no se tantas cosas, lo que pasa es que
se aprende con la convivencia familiar, y eso que te cuento no lo leí, lo he
escuchado en las reuniones con tu tía chuy que va esa gente culta y de todas
las clases sociales y me gusta escuchar y observar para aprender, y así como yo
te cuento a ti, mi abuela me contaba a
mi, es por eso que los conocimientos se van heredando de generación en
generación. La vida es una gran escuela, claro, por el buen camino.
…Y entre la bruma de aquel hermoso
amanecer en La Paz antigua… La abuela, la niña y su inseparable amigo el perro,
caminaban rumbo a la glorieta del Coromuel…
…Por
el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.
“UN FORJADOR EN LA PAZ...DON
RAMON BRISEÑO...FUNDO EL PRIMER MOLINO DE NIXTAMAL, LA PRIMER TORTILLERIA Y
MUCHO MAS”.
Por la década de los 30...el pequeño
buque “El Blanco” perdía su velaje en el embravecido mar, transportando a esta
ciudad de La Paz, al señor Ramón Briseño, su esposa Lupita Rodriguera y sus
hijos, procedentes de Mazatlán Sinaloa. Venia a ocupar el puesto de celador de
aduana...eran tiempos de bonanzas, de perlas, oro, plata, cobre así como la
ganadería y el comercio estaban en su apogeo. Atraídos por esta tierra de
misterio, promesas y leyendas, llegaban gentes de todas partes, principalmente
de Nayarit, Sonora y Sinaloa, a sepultar sus raíces y unirse a su desarrollo,
económico, social y cultural.
Don Ramón Briseño fue un hombre muy entusiasta y
emprendedor. Al llegar a La Paz, luego luego se dio cuenta que trabajando
también en otras cosas se podía hacer dinero y vivir mejor. Le compro la
concesión de la primer fábrica de hielo en La Paz a don Arturo C. Nalh. Puso su
negocio donde es ahora el estacionamiento de La Perla de La Paz; y como ya
tenia el hielo, también fundo la primer refresquera, “kiss” se llamó el
refresco que elaboraba, y en una carreta con la ayuda de Jesús Mendoza “el cu –
cu” vendía el hielo y el refresco de casa en casa así como en los tendajones de
la época. La caja de refrescos de sabores de fresa, naranja y piña con 25
“burritas” costaba 0.25 centavos...y cada refresco ya helado a 0.5 centavos.
Fue un alboroto en La Paz, el hielo y los refrescos...además, Briseño les dio
la idea a los carpinteros del ayer como fabricar cajones forrados con láminas
para que sirvieran como hieleras, las que retacaban de aserrín para enfriar
refrescos. Luego salió la cerveza, decreciendo la venta de “burritas y medias
de tequila” aunque en menor escala. Cuando don Ramón Briseño salía de su
trabajo de celador de la aduana, entregaba el hielo a domicilio con la ayuda de
sus hijos bajo la vigilante mirada de doña Lupita, su fiel esposa.
Debido a la demanda del hielo y refresco, el señor
Briseño compró una “troca” ya que vendía el hielo y el refresco Kiss hasta las
poblaciones aledañas, como Los Planes y Todos Santos. Las barras de hielo las
metían en costales retacadas de aserrín para conservarlas. En 1936, se inauguro
el antiguo Mercado Madero y debido a las necesidades de la época, Briseño
también fundó una fábrica de velas y veladoras...carruajes, carretas, caballos,
recuas de mulas, así como algunos troquecitos y carros modelos T, aquellos de
“cran”, circulaban por las empedradas y polvorientas calles de La Paz...y
cuando se escaseaba el hielo en La Paz, Briseño lo traía vía marítima en los
barcos mercantes de Topolobampo y Guaymas. Motivado por la segunda guerra
mundial, como en todas partes del país, había crisis en La Paz, aunado a las
enfermedades como la tuberculosis y la muerte de los placeres perleros...y era
poco el dinero circulante, pero don Ramón Briseño realizaba el comercio del
trueque. Cambiaba sus mercancías, por productos propios de la región, como
perlas, oro, plata, guacales de panocha, quesos, carne seca, bolas de cera de
panal de miel de abeja, flores, fruta y hortaliza de los huertos familiares,
bordados, canastas tejidas de palma, gallinas y pollos, chivos y hasta puercos,
los que a su vez vendía en el mercado Madero, o de casa en casa.
Luego, para sorpresa de los habitantes de La Paz, don
Ramón puso la primer paletería “Briseño” y La Paz fue creciendo...y don Ramón
también fue creciendo con sus empresas familiares...los hijos del matrimonio
Briseño Rodriguera son: Guadalupe, Ramona, José Ramón “El Chepe”, California y
Rosalba; quienes al parejo con su padre ayudaban en las labores de estas
industrias. De la ciudad de Guadalajara, Jalisco, don Ramón se surtía de materias
primas para las necesidades de sus negocios; maquinaria, colorantes, pabilo,
gas butano, corcholatas, parafina, etc.
Con gran regocijo, las mujeres sudcalifornianas de la
época recibieron la grata noticia de que don Ramón fundó el primer molino de
Nixtamal en La Paz, “El sinaloense” se llamó... ¡qué hermosos recuerdos me
traen ese molino!!...”¡nanita, nanita, dice la gente que hay molino de nixtamal con Briseño!” gritaban
mis hermanas muy contentas, pues ya no molería tres bateas de masa para las
tortillas cada una en el molino casero. Desde entonces, al morir la tarde,
sobre el pretil de la encalada hornilla quedaba el balde lleno hasta los bordes
de nixtamal tapado con una servilleta de manta, bordada de lindos arreglos
florales a punto de cruz, y bajo las cenizas en la hornilla el rescoldo de
encendidas brazas que prenderían la lumbre al amanecer del día siguiente...y a
un lado del pretil custodiando celosamente el balde de nixtamal dormía mi
inolvidable y fiel amigo, compañero de juegos de infancia, mi perro viejo “EL
PACHUCO” de gratos recuerdos y abundantes anécdotas en la familia. El canto del
gallo nos sorprendía a mi abuela, el perro y yo por aquellas empedradas
callecitas de La Paz...a esa hora de la madrugada...los techados humeaban y
entre olores a café de grano las mujeres del ayer, con las escobar elaboradas
de varejón de dátil, barrían las calles, frentes y patios de sus hogares, por
que esa era la costumbre...y el tong tong de los molinos de viento y el
chirriar de rondanillas jalando agua del pozo, apagaban el ruido de nuestros
presurosos pasos sobre la hojarasca...íbamos al mercado Madero a la compra
diaria, el que abrían a las 4 de la mañana y al novedoso molino de nixtamal El
Sinaloense; no sin antes de pasar a la lonchería de Don Conrado de La Peña a
tomar un vaso de café de talega con nata y pan calientito...entre aquellos
aromas a menudo, pozolada, tamales, machaca y empanadas, enmarcados de lindas y
modernas canciones en la rocola.
La lonchería siempre estaba abierta y con la música tocando...era
la esquina de la alegría en La Paz...tiempos que no volverán. Interminables
colas se hacían en el molino de Don Ramón Briseño...a mis escaso 5 años,
temblorosa de frío, metida entre los largos ropajes de mi abuelita, olorosos a
ceniza y tabaco, y el pachuco echado a nuestros pies, esperábamos turno...!que
tiempos tan bonitos!...toda la gente de La Paz era como una gran
familia...todos se conocían. El punto de reunión a esa hora de la mañana para
la gente de todos los estratos sociales, era el mercado Madero y el molino de
nixtamal El Sinaloense. En el marco de aquellos ruidos mañaneros propios del
mercado, el zumbar del molino, el grito del baratero cumbre que se escuchaba de
puerta a puerta del mercado... ¡pásele marchantita!... Hermosas telas a 3 pesos
el corte, tápalos y medias de canutillo a tostón, franelas, cabezas de indio y
tuzor...afiladas de cuchillos de los carniceros, golpes de machetes sobre los
huesos en un tronco, arrastre de cajones de frutas, verduras y guacales de
panocha, el zumbar de licuadoras de chocomiles del español y el cepillo de don
Trino Osuna raspando hielo...el estira y afloja de los precios, entre humos de
cigarros y olores a café de grano y pan calientito.
Don Ramón Briseño, originario de Nayarit, fundó así mismo
en La Paz la primer tortillería “Briseño”, la primer florería, la primer
vulcanizadora, el primer salón de belleza, y el primer yonque “El Chepe”...72
años tenia don Ramón Briseño cuando la madre tierra le cobro su tributo a quien
le amó tanto, dejando imborrable huella, y gratos recuerdos en los habitantes
de La Paz de ayer y de hoy.
…Por el placer de
escribir…Recordar…Y compartir…
viernes, 24 de marzo de 2017
LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA.
“LA
PAZ...PARAISO DE MIS RECUERDOS… MI ABUELA…Y EL PERRO…”
- LA FRONTERA DEL PENSAMIENTO EN LO REGIONAL.
- PONENCIA PRESENTADA EN LA TERCER JORNADA DE LITERATURA REGIONAL “LA
FRONTERA”.
Como
luciérnaga, la chispa del cigarro del “tigre” que fumaba mi abuela se perdía en
aquella oscuridad, preludio de un bello amanecer...El balde de nixtamal pesaba,
y el fiel perrito por delante guiaba nuestros pasos...Somnolienta aun y
temerosa apretujaba mi muñeca de trapo envuelta en el morral de Ixtle para el
mandado...Nos dirigíamos, como Todos los días al antiguo mercado
Madero...Corría el año del 49...Estaba en proceso de empedrado o pavimentación
la calle 5 de Mayo...vivíamos por el barrio el Choyal. – Ay Abuelita que oscuro
esta el camino que ni el perro se ve... – ¡Pos como se va a ver el “pachuco” si
es prieto como la noche! – Tengo miedo y tengo frío. – Pues aprieta el paso
para entrar en calor.
El barrido de las calles con escobas
de varejón de dátil por las mujeres de la época a esa hora de la madrugadita
ahogaba nuestros presurosos pasos... El aroma a flores y a tierra mojada
golpeaba agradablemente nuestra nariz...El chirriar de rondanillas y tambazos,
jalando agua de los pozos, así como el tong tong de los molinos de viento se
escuchaba...Pero no lograban apagar el canto de grillos y gallos que inundaba
aquel ambiente de bello amanecer otoñal. – Nanita, por estas casas dicen que
espantan. – Pues no voltees a verlas, no vaya a ser que te pegues un susto y
tenga que darte té de palo de Brasil para el mal de espanto. La tiendita de don
Chemita aun estaba cerrada, pero dentro de ella se escuchaban voces y se
percibía el aroma a café de grano a nuestro paso. –Por que huele tanto a barro
abuelita. – Es que los Yaquis del rumbo del panteón han de tener una quemazón
de ladrillo. – Y quienes son los Yaquis, nanita. – Gente grandota y prieta pero
muy trabajadora que llegaron un día de por los rumbos de Sonora con sus
costumbres y tradiciones y fundaron el Esterito, a veces bailan en la plaza muy
chistoso, que la danza del Venado, los matachines y no se que cosas mas; y ya
no le haga al preguntón por que no se mucho de los Yaquis, solo se que son
pescadores, hacen ladrillos, artesanías de carey y concha de mar. A mi corta
edad yo no entendía que era todo eso pero me parecía muy bonito la palabra
Yaqui y Carey. ¡Que madrugadora era la gente de La Paz!, al igual que nosotros,
sus pasos se empezaban a escuchar, pues el mercado Madero lo abrían a las
cuatro de la mañana. Caminábamos por la calle Independencia y al cruzar la
acera mi abuelita volteo sobre su izquierda rumbo a la calle Reforma, señalando
a la distancia: “Allá va Don Miguel Miranda, seguramente va a la tenería a su
trabajo, pues tiene un alto cargo allí”. La silueta de un alto señor con
sombrero se miraba en aquella oscuridad alumbrando con una lampara de mano, ya no
quise preguntar que era tenería por que empece a sentir miedo.
La
mañana seguía oscura, íbamos llegando por la casona de mis temores
frente a la huerta de dona Elena Verdugo, aquella dulce viejecita que una vez
nos reprendió a mi hermanita y a mi dándonos una buena lección cuando saltamos
a su huerta y cortamos naranjas amargas. La blanca casona con escalinata en el
portal sostenido con hermosas columnas, causaba miedo los huecos de las
ventanas y de la puerta, y flameadas de tizne sus paredes parecían cuevas
oscuras...Por muchos años la casona estuvo abandonada la gente decía que
espantaban, y hasta la fecha según
espantan, que las almas andaban en pena por toda la casa...Y en esas
condiciones la gente de aquel tiempo sacaba la vuelta el pasar por allí; fueron
varios los asustados que los espantaron. Mi
abuela fue una de ellas. En una ocasión jugaba yo con mi muñeca de trapo
y mi perro viejo tras el pretil de la encalada hornilla de lumbreantes tizones
y escuche que mi abuelita le decía a mi madre: “Juanita, no quiero que oiga la
niña lo que voy a decirte, por que se va a asustar y no me va acompañar al
mercado. No vuelvas a pasar de noche por la casona, por que acabo de ver en el
portal una mujer grandota vestida con
ropajes largos y negros, el pelo brillante ondulado cayéndole hasta los hombros,
no le vi el rostro pero cosa buena no es por que vestía de negro.” Pero el
perro y yo ya habíamos escuchado aquello
y al pasar por la casona a esa hora de la madrugadita y recordar la platica con
mi madre, sentí miedo. – No voltees para allá, mejor voltea para la huerta de
doña Elena que esta dando vueltas el molino y saca grandes chorros de agua...El
aire helado de los dos tiempos que corría pegaba en nuestros rostros...Y
deshojaba los arboles poco a poco. – Nanita y ¿por qué están tiznadas las
paredes de la casona del portal y toda por dentro? – Es que la quemaron por que
murieron varias familias enfermas de tiz. – Y ¿qué es tiz?, abuelita. – Pues
estaban tísicos o tuberculosos, una enfermedad muy mala que ha matado mucha
gente en todo el mundo y aquí no se han escapado, por eso hay varias casas
quemadas en La Paz, y luego las encalaban pintándolas de blanco. “La ciudad
blanca” le decían a La Paz antes, por
los años de los 30’s y 40’s por que sus casas en su gran mayoría estaban
pintadas de blanco, y la “pelona”, o “la muerte siriquisiaca” tenia mucho
trabajo a causa de esa maligna enfermedad. – ¿Es cierto que espantan aquí
abuelita? - ¡mjj! El pachuco atento camelaba para la casona como presintiendo
que algo iba a ver y yo miraba de reojo apresurando mas el paso recordando las
grandes llamaradas que se hacían cuando quemaron las casas a los alrededores de
la casa de piedra donde vivíamos y pensando que si mi madre se daba cuenta de
que mi hermanita y yo sacamos de entre las cenizas y escombros con un palito
unos juguetes y los enterramos entre los laureles, la pela que nos iba a poner
y hasta al perro le iba a tocar la zurra, desde luego nos iban a dar un vaso de
agua endulzada para el susto después de la cintariza.
De pronto, al llegar al preventorio
donde fue antes la casa de gobierno, y ahora es un jardín de niños y el centro
de salud, una refusilata de chicotes se escuchaba y el presuroso trotar de
caballos jalando un carretón negro que nos lleno de espanto al perro y a mí. –
No te asustes, dijo mi abuelita, es la carroza que se lleva los difuntos al
panteón, ¡qué raro que ande a esta hora de la mañana! – ¡Mire nanita allá se
divisa la “perica” en el sobarzo! Eran un carro rojo como ambulancia que le
decían la “julia”, también, y en ella se llevaba a los borrachitos al “tanque”,
“tambo” o “al bote”, le decían a la cárcel. Lo que mi abuelita no sabía que en
el corral de la cárcel mi hermanita y yo camelábamos por un agujero del cerco
por que nos encantaba ver a los toros cebús que allí había y encaramarnos a las
matas de zarzamora a cortar las moras. Y esa casa tan grande ¿qué es? Abuelita. – Es el
preventorio donde asisten a los niños de los padres que están enfermos de tiz,
los alimentan, los curan y los enseñan a labrar la tierra, así como les dan
educación y sobre todo cariño. Esa huerta que ves allí son verduras y
hortalizas que siembran ellos mismos para su alimento, y están aquí hasta los
doce años, y esta es la huerta de los Flores, y esa casa de cucurucho, de
ladrillo allí viven el profesor Domingo Carballo y su familia, también tienen
huerta. El molino daba vueltas y en la huerta de los Flores donde ahora esta la
fabrica de hielo de la “monarca” había yo escuchado a mi Tío Lao que también
espantaban así como en las huertas de los Isais y en la casa de porche de
piedra gris en la esquina de Guillermo Prieto e Independencia pero me quede
callada con mis temores, porque además
había escuchado que por donde esta la librería y papelería Agruel todo
eso había sido panteón y por eso espantaba por todo aquello. En realidad íbamos
caminando por donde todo eso asustaba. Ya íbamos pasando por con don Chavalito
Ibarra, aquel tierno viejecito de sombrero y dulce mirar quien al ver pasar a
las muchachas les tocaba bonitas canciones con su música de boca, que vendía
santitos, también muñecas de trapo y muchas cositas mas que tanto gustan a los
niños y al dar vuelta por la estrella
polar la que fue casa Cunningham, después fue Importaciones Mary, y
ahora es monte de piedad, mi abuelita dijo “ ya párele de preguntar por que de
aquí hasta la lonchería de don Conrado de la Peña ya no quiero hablar, me voy a
chupar otro cigarro.” Y Diciendo y haciendo encendió otro cigarro del “tigre” y
continuamos caminando en silencio por la empedrada calle Revolución. ¡Cuántos
molinos de viento había en el corazón de La Paz! 1,250 molinos había, y le
decían “LA CIUDAD DE LOS MOLINOS DE VIENTO”. Todas las casas tenían su molino y
su huerta, y la que no tenía molino, tenía su pozo de agua con rondanilla o
cigüeña.
El canto de los gallos empezaba a
morir rompiendo aquel silencio el trinar de los pájaros...columnas de humo
arropaban los techados, y una tronazón de talones se escuchaba a nuestro paso
acompañado del alegre pregón de los
palanqueros gritando y tocando puertas “¡pescado fresco y barato a 75 la
sarta!; ¡caguama a tostón el cuarto y a
pachuco el pecho!; ¡lisas tatemadas a dos por 25 centavos! Y ¡callo de hacha a
3 por 10!”. El pescador con su paliacate amarrado en la frente vestido
pulcramente de blanco, el pantalón cortado debajo de la rodilla, con la camisa
amarrada a nudo en la cintura, con sus partidos pies recorría las polvorientas
y algunas empedradas callecitas de La Paz con su palanca de raíz de mezquite al
hombro donde pendían las sartas de pescado fresco colgados en cogollos de palma
y en su mano llevaba una canasta tejida de palma también atascada de enormes
callos de hacha que inundaban la orilla de nuestra hermosa bahía de La Paz,
donde abundaba el alimento diario. – Son los palanqueros del Esterito, dijo mi
adorada y sabia abuelita, sacándose el cigarro de la boca, y continúo diciendo,
señalando a la distancia “y aquel señor que ves en la otra acera con palanca al hombro y dos canastones llenos
de verduras y frutas es el “marchante”. – ¿Y que es el marchante, nanita? – Es
el señor Santana que vende la fruta y la verdura de las huertas tocando de casa
en casa, hay dos marchantes en La Paz, EL, y el señor José Briseño”. Mejor me
quede calladita por que ya íbamos llegando a la lonchería de don Conrado de la
Peña, la que nunca cerraba y siempre tocaba la música, donde nos tomamos una
taza de café de grano con nata y pan calientito y mi perro se comió una
empanadita como todos los días, entre aquellos olores a menudo, pozolada,
empanadas, y tamales enmarcados con el toque de la guerrera por los soldados en
el cuartel donde ahora es el nuevo mercado Madero.
Mi abuela dejó el balde en el primer
molino de nixtamal que hubo en La Paz fundado por don Ramón Briseño, para que
fueran moliendo el nixtamal mientras hacia la compra en el antiguo mercado
Madero fundado en 1932 por el General Ruperto García de Alba y el que estaba
ubicado donde ahora es el pasaje Madero. El eterno pregón del baratero cumbre
que se escuchaba de puerta a puerta del mercado, y que no lograban apagar el
pitido de los barcos de cabotaje atracando en el muelle fiscal ni el zumbar de
las licuadoras del puesto de chocomiles del español, así como ni el raspador de
hielo del puesto de los raspados de don Trino Osuna, nos recibió a la entrada con
el perrito por delante deleitando nuestros oídos todos aquellos ruidos propios
del amanecer en el mercado. “¡Pásele marchantita tenemos hermosas telas a
tostón el metro!, ¡cortes de casimir ingles, gabardinas y mezclilla a tres
pesos!, ¡afelpados, cobijas y camisas para caballero!, ¡paliacates y medias de
popotillo!, ¡tápalos, sombreros de ala ancha y pañueletas floreadas de seda,
botones e hilos a precios de rajatablas!”...Gritaba durante todo el día el
baratero cumbre acompañado de su mujer doña Auxilio. Afiladas de cuchillos de
los carniceros...El golpe del machete sobre los huesos y las colas de gentes en
las carnicerías... de Juan Osuna, José Amao, Santo Nuñez, Julio Álbañez, Severo
Gómez, Lorenzo Lizardi, Gilito Arreola y Felix Peralta Osuna...El arrastrar de
cajones de la fruta y la verdura que traían de las huertas del japonés Juan
Kakowi y del señor Tamaki...El estira y afloja de los precios por la gente del
pueblo llenando sus canastos y morrales del alimento diario que pagaban en
monedas de plata Ley 0720 de aquellas...Aromas que se percibían a café de grano
y pan calientito de la panadería Lilia, así como a menudo, pozolada, machaca,
cocido y arroz colorado de los puestos de comida de doña Cuca Tamayo, Victoria
Villalejo y Tomasa Talamantes quienes palmeaban las tortillas de maíz y de
harina hechas a mano. Un alboroto traían en el mercado aquella mañana por que
Gollito Chávez, según decían, había sacado un tesoro en su casa.
Aquel hermoso amanecer de otoño
perfumado a brisa del mar en el mercado Madero, metida entre los largos ropajes
de mi abuela quien escogía la verdura a placer
mis ojos se llenaron de alegría al contemplar a mi padre, don Bernardo
Lizárraga Tiznado, un hombre a toda ley, muy honrado y trabajador en plena
juventud de bondadoso rostro y franca sonrisa con sus rizados cabellos negros
aun, con su cajón en el hombro surtía de frutas y verduras que se producían en
la región los puestos, así como de pacas de pescado seco de pura calidad:
garropa, cabrilla y mero, a los señores comerciantes que algunos recuerdo, y
Todos ellos fueron pioneros fundadores del antiguo mercado Madero: Don Bebo
Cota, Romualdo Hirales, Isaac Geraldo, José Castro “el guayabero”, Enrique
Nava, Esperanza Cota, Arturo León, Miguel Romero “El Miguelón” como le decían
cariñosamente y quien vendía la leche de doña Talpa Olachea, Santiago Jiménez,
Don Luis Hirales, Lucio Sánchez, Ramoncito Navarro, Doña Chepita, Doña María
Wong, Don Benigno Meza, Carlos Cota, Manuel Sliman y Reyes Rodríguez Casillas,
entre otros que escapan a la memoria y que con su empeño y esfuerzo apoyaban la
economía familiar e impulsaron el comercio de los productos de la región en su
época, contribuyendo al engrandecimiento de Nuestra Entidad.
El perro, se puso muy contento al
ver a mi padre, y como era su compañero de andanzas aquella mañana en el
mercado Madero se quedo con el. Que feliz me puse por que mi padre me dio una
peseta de .25 centavos una jolita de dos centavos así como un cinco del monito,
los que mi abuelita me guardó metiéndolos en su seno en su pañuelo hecho
nudito, “para que vayas al matiné el domingo al cine Juarez con tu hermana
Concha”. Salimos del mercado con la canasta y el morral llenos de mandado, y
una sarta de huesos amarrados con cogollos de palma. “Conseguí hueso de cuadril
y de tuétano para el cocido” así como manteca de pella de res para las
gorditas, ahora, dijo mi nanita hay que recoger la masa en el molino, y luego
vamos a la botica de Castro a comprar Belladona y alcalfor para untarle manteca alcalforada en la barriga
a tu hermanita por que esta hinchada”. Mientras Carmelita la boticaria
despachaba a mi abuela quien pedía también “hojasen” para lo estreñido y los
cólicos, yo me senté en la banca verde con el mandado a mis pies a esperarla. –
Nanita vámonos por la tienda de Don Salomón Díaz para que me compres salates de
la sierra y bellotas para tatemarlas en las brazas, o sino, por con el gavilán
o el chamaco. – Otro día te llevo por la “isla de Cuba” por que ya se hizo
tarde, ya andan los panaderos ofreciendo el pan en las casas con sus canastones
en las cabezas sobre el yagual, eso quiere decir que ya pasan de las seis de la
mañana y no tardan en pitar en la industrial dando la hora. Me quede frustrada
en realidad quería pasar por las tiendas de don Pepe Brooks y de don Placido
Cota donde siempre tocaba el “barzón”, porque me encantaba ver las carretas
tiradas por mulas, a los señores sombrerudos que venían de los ranchos a
intercambiar productos, y las vacas en los corrales.
Al regreso, con la claridad de la
mañana se miraban muy hermosas las callecitas de La Paz. Lucían barridas y regadas, perfumadas
a flores, albahaca, yerbabuena y poleo. Al llegar a la casa, las barricas ya
estaban llenas de agua jalada del pozo, ¡que cacareos de gallinas se
escuchaba!, ¡y que aromas salían de la cocina!, a machaca, tortillas de harina
y frijoles refritos. “El desayuno ya esta listo” dijo mi madre, vislumbrándose
entre humos el bello rostro detrás de las lumbreantes llamas de los tizones
mientras raspaba el queso para bañar el frijol, y molía en el molcajete los
tomates y los chiles güeritos para la salsa los que había tatemado en las
brazas. Pusimos el mandado sobre el pretil de la encalada hornilla a un lado
del apaste de barro de la avena olorosa a hoja de naranjo y de pronto mi madre
exclamo alarmada “¡El pachuco no viene con ustedes!”. – Se quedo con Bernardo
en el mercado, dijo la abuela tranquilizándola. Mi madre sabia que el perro
regresaría con mi padre hasta en la tarde, y no llegarían con las manos vacías;
un costillar, una cabeza de res, una sarta de chorizo, o un queso o quizá una
tira de carne seca ya fuera de vaca, burro, venado, caguama o pescado pero algo
traería seguramente. “Desayúnate y alístate para que te peine tu nanita y te
vayas al parvulito”, ordeno mi madre. Me puse muy contenta por que después de
aquel fin de semana vería a mi querida e inolvidable señorita, la profesora
Estela Santana de Pineda y Eva Juárez en el kínder en la escuela Choyal.
Mientras mi abuela tejía mis
cabellos embarrados de brillantina de la que ella preparaba, de tuétanos fritos
con flores aromáticas y le ponía la correa de gamuza y los moños a mis trenzas,
un largo pitido se escuchó.
¡Nanita está pitando la industrial!
– No, ese es el de la tenería Suela Viosca. – ¿Y eso que es abuelita?- Después
te cuento, dijo, señalando a la distancia las fumarolas que salían de la larga
chimenea de la tenería suela Viosca y que inundaban el cielo.
...Antaño, En las madrugaditas...Por
las empedradas callecitas de La Paz, paraíso de mis recuerdos...la niña temerosa
caminaba de la mano de su sabia y comunicativa abuelita acompañada del perro y
de su muñeca de trapo, iluminada apenas por la chispa del cigarro del tigre...
…Por
el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
viernes, 17 de marzo de 2017
POR MANUELITA LIZARRAGA
“DON JESUS MICHEL
SALAS….DE LOS FUNDADORES DEL PUERTO ADOLFO LOPEZ MATEOS Y LA PLANTA EMPACADORA ”.
“Los que piden de un
pensador a toda costa un libro compaginado, no reflexionan en que los
fundadores de una época nueva, los grandes apóstoles de una idea, no escriben
jamás libros, se ven obligados a mezclar la acción a la palabra”. Ignacio Manuel
Altamirano.
·
Como
un homenaje en su tercer aniversario que nació a la vida eterna el 21 de Marzo
en la primavera del 2014.
El Ingeniero Don Jesús Michel Salas, visionario y
emprendedor hombre de nuestro México y de nuestro tiempo, llegó a Matancitas,
B.C.S., por la década de los sesenta acompañado de un grupo de profesionistas
con los mismos atributos que él, con la encomienda de fundar un pueblo y una
congeladora y empacadora más, de productos del mar….luego se llamaría “PUERTO
ADOLFO LOPEZ MATEOS”.
Su mirada se perdía contemplativa admirando la
belleza que les rodeaba……su primera impresión era de asombro
deslumbrante…presentábase ante su vista una naturaleza extraña……el viento
fresco perfumado a brisa marina les golpeaba el rostro, poniendo pinceladas
melancólicas se extendían sobre la inmensidad del cielo y del mar……serpientes y
otros animales huyendo de los ardientes rayos del sol, se amparaban a las
débiles sombras que proyectaban los implorantes cardones y las ralas pestañas
del escaso follaje…todo aquello era una maravillosa soledad, roto el silencio
solo por el graznar de gaviotas y otras aves del cielo, así como por el
murmurante mar.
Y en ese marco suspirando los ingenieros Don
Jesús Michel y Pagán, escogieron aquel
lugar para proyectar un pueblo, y construir una congeladora y empacadora de
productos del mar, y como muy conocedor en la materia así como por su amplia
experiencia y trayectoria en la construcción de congeladoras y empacadoras, el lugar le
pareció perfecto para este proyecto, por su amplia y hermosa bahía, muy
protegida con entradas para barco de gran calado, por la abundancia de especies
marinas, especialmente la sardina y las ballenas; así como por la abundante
agua dulce.
Fue así como nació el que se llamó después de
terminada la obra, Puerto Adolfo López Mateos, donde antes se llamó Matancitas,
y por haber sido inaugurada por el presidente de México del mismo nombre, en el
último año de su gobierno en 1963. después de casi cinco décadas, al contemplar
el muellecito, la planta empacadora, y aquel pueblo de risueños pescadores y de
gente trabajadora que aun prevalece, y que fue diseñada por el ingeniero Pagán
y él, y llevada a cabo con el invaluable apoyo del biólogo marino Julio Verdegueé
Aznar, y los ingenieros Morel, Mariano Ruíz Junes y Rafael Lacambra Rollo, Don
Jesús con profunda satisfacción y merecido orgullo dice que fue toda una odisea
el logro de esta empresa; ya que el diseño y las piezas de la planta las
hicieron en Culiacán, Sinaloa y fueron trasladadas por vía marítima a La Paz en barcos pesqueros de
aquella época, y luego por polvorientos y pedregosos caminos hasta Matancitas,
entre grandes extensiones de sembradíos que se perdían a la distancia ante la
asombrada mirada.
Era el auge en el Valle de Santo Domingo, con la
producción agrícola, de la espiga dorada y de los copos de nieve del algodón y
el trigo, tiempos de juaja para todos, grandes extensiones de tierras baratas
se vendían a montón…después de terminada la obra, en la que se empacaría y
congelaría camarón, langosta, abulón, así como fábrica de 50 ton. Diarias de
hielo, se inició la proyección del pueblo alrededor del pozo de abundante agua
dulce proveniente de la sierra, que se encontró con el invaluable apoyo de
Petróleos Mexicanos a 500
metros de la costa, y 150 metros de
profundidad.
La brisa marina le pegaba en el rostro y Don
Jesús Michel, perdía la mirada contemplativa dejando vagar su pensamiento y los
recuerdos…primero dice, programaron la iglesia, luego la plaza y el kiosco… ¡tenían
tantas esperanzas y mucho entusiasmo!, le ponían el corazón a cada acción que
realizaban……y las primeras familias del pueblo fueron, el contador de la
planta, Rico Castell, los hermanos Eduardo y Room hampp, entre otros que
escapan a la memoria. Y así fue creciendo el pueblo con esa fuente de trabajo
más, financiada por el gran economista y dueño de más de 80 empacadoras y
congeladoras que fundó en toda la costa del pacífico, el doctor Sacristán, a
través de la Financiera Mexicana
y Crédito Industrial, que él mismo formó en México, y en la que nombró a Don
Jesús Michel Ingeniero en Mantenimiento de las 80 empacadoras en toda la República y a quien Don
Jesús con las pestañas húmedas, profunda admiración, respeto y agradecimiento
lo recuerda con inmenso cariño, así como de manera muy especial al biólogo
marino Julio Verdegueé Aznar, ahora un prominente empresario en la rama
hotelera, que con su amplia experiencia y trayectoria contribuyen de gran
manera al desarrollo de nuestro país; así como demás compañeros pioneros que le
acompañaron en esta titánica empresa de fundar un pueblo, Puerto Adolfo López
Mateos, con su fuente de trabajo; la empacadora y congeladora Matancitas.
El ingeniero Jesús Michel Salas nació en
Guadalajara, Jalisco el 24 de Octubre de 1924, siendo sus padres, el
revolucionario y patriota y quien murió defendiendo la causa, el capitán Odilón
Michel Méndez, originario de Autlán Jalisco y Doña Isabel Salas Romero, nativa
de Escuinapa. Su única hermana, Estela, falleció a temprana edad, quedando hijo
único.
Tres añitos tenía Jesús, cuando la familia se
trasladó a Hermosillo Sonora, donde cursó la escuela primaria y las vacaciones
las pasaba felizmente en Bahía de Kino y Puerto Libertad, lugares, dice, donde
se pescaba la totoaba y la enviaban a mercados americanos. Él recuerda que era
un pescado que medía un metro y medio de largo y llegaba a pesar 120 kilos. Don
Jesús descabezaba y descolaba totoabas a
cambio de los hígados y buches y los vendía a peso el kilo, y sacaba en esas
vacaciones hasta ¡102 pesos!, de aquellos de plata 0720.
Su señora madre, una mujer, ejemplar, de lucha,
acostumbrada a vencer retos. Jesús estudió la primaria y primero de secundaria
en Guaymas Sonora, y luego se trasladaron a Topolobampo en el barco de Don
Héctor Ferreira quien pescaba camarón y lo enviaban por ferrocarril enhielado
en furgones a Estados Unidos. La pesca del camarón la inició dice, una compañía
llamada Pan américa y fue desplazada por compañías japonesas quienes lo
capturaban con redes de arrastres y usaban barcos de 20 a 40 ton, y contrataban a
pescadores mexicanos solamente para seleccionar y lavar el camarón y lo
entregaban a un barco planta congelador llamado Mirato Maru. Después el General
Abelardo Rodríguez desplazó a los barcos japoneses con permiso del gobierno, y
montó plantas congeladoras: en Guaymas, Yavaros, Mazatlán, Escuinapa y
Topolobampo, donde Jesús trabajó cuando tenía 15 años.
Doña Isabel puso su tienda y comedor donde
abastecía a los pescadores y demás gentes del pueblo, y Jesús la ayudaba, al
mismo tiempo que trabajaba y estudiaba por correspondencia en la escuela
Nacional de Los Ángeles la carrera de ingeniero en fuerza motriz donde se tituló
con altas calificaciones.
El joven Michel fue de los iniciadores de la
pesquera de Topolobampo gracias a sus estudios y la experiencia que adquiría en
el mismo trabajo, de patrón motorista; venían ingenieros navales de otras
partes a enseñar a las gentes de los puertos de la costa del pacifico, y Don
Jesús a los 18 años, ya tenia su titulo de motorista de tercera de la marina
mercante nacional.
Señala, el que vendría a regalarnos un puerto y
un pueblo así como una fuente de trabajo, López Mateos, que para recibir este
título de la marina mercante, tuvo que decir que tenía 20 años, porque sólo a
esa edad podía obtenerse, pero debido a su amplia capacidad y su experiencia en
la materia, pudo obtenerla. ¡Había tanto pescado en ese tiempo!...dice con
nostalgia Don Jesús Michel Salas, recordando que entre otros barco en los que
navegó por tres años como jefe de máquinas es el San Genaro y el Guaymas I, y
que cuando terminó el auge de la totoaba, continuó la pesca del camarón, y él
era ayudante de soldador en la construcción de la congeladora Topolobampo.
Durante el gobierno de Abelardo L. Rodríguez se
hicieron congeladoras en la que fue pionero, y después el general Lázaro
Cárdenas ex presidente de México le dio refugio a los españoles y entre ellos
venia niño el empresario de gran prestigio Don Julio Verdegueé Aznar y el
doctor Sacristán, un gran visionario y economista que le dio fuerte impulso a
la industria en el país, y compró todas las compañías congeladoras que había en
ese entonces y fusionó en la Mexicana
Crédito Industrial, llegando a fundar 80 en toda la costa
pacífico, y al ingeniero Michel lo nombró Ingeniero Supervisor. Puede afirmar
sin error a equivocarse que durante el gobierno de Lázaro Cárdenas fue la era
del desarrollo en la industria en México, en la que contribuyó en gran manera
la llegada de los españoles, a quien con gran acierto, el presidente Lázaro
Cárdenas les dio refugio.
Don Jesús Michel Salas, surcaba los cielos y
mares de un lugar a otro, fundando y supervisando congeladoras, y en Topolobampo,
llegó el amor a su vida, conoció a la señorita Beatriz Jacobo Mendoza con quien
después de un breve noviazgo, apegado a las costumbres de la época, contrajo
matrimonio, 17 años tenía él y ella 14 y Dios bendijo esa unión con once hijos:
Jesús (q.e.p.d.), Olivia, Octavio (q.e.p.d.), Josefina, Estela, Carlos, Isabel,
Lidia, José, Carmen y Patricia Beatriz, a quienes con el esfuerzo mutuo e
inmenso amor educaron y formaron profesionistas, y quienes han coronado sus
plateadas sienes con 34 nietos y 16 bisnietos además de sus hijos políticos
nueras y yernos, formando todos una familia muy unida.
Después de un largo periodo de vida, en Topolobampo,
se fueron a radicar a Guasave, donde trabajaba en equipo de bombeo para
agricultura, y el doctor Sacristán lo mandó a fundar la congeladora a Guaymas
Sonora, y la primera que fundó fue en Topolobampo, así como también le dio la
encomienda, de fundar un pueblo y su congeladora en Matancitas, la que como ya
se dijo, se llamó cuando fue inaugurada, Puerto Adolfo López Mateos, y la
planta empacadora se llama en la actualidad “Productos Pesqueros Matancitas,
S.A de C.V.”
Por su honestidad y buen desempeño en su trabajo, por tantos años de entrega y lealtad, sus
jefes le prestaron capital para que iniciara su propio negocio y fue así como
el ingeniero Michel Salas formó su propia empresa, es fabricante de maquinaria
agrícola y acuacultura la que inicio como constructora de equipo y maquinaria,
y después se llamo Implementos Agrícolas Culiacán, y ahora es Industrias
Terramar del Noroeste, S.A. de C.V. de gran prestigio en Culiacán Sinaloa….
………y el ingeniero Jesús Michel Salas, perdía su
mirada contemplativa en Matancitas, proyectando lo que luego nos regalaría, la
fundación de una planta empacadora y un pueblo, Puerto Adolfo López Mateos.
…Por el placer de
escribir…Recordar…Y compartir…
LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“...SALUD SEÑOR
PRESIDENTE...BENEMERITO DE LAS AMERICAS...LIC. PABLO BENITO JUAREZ GARCIA”.
·
21 de Marzo… 211 aniversario del natalicio del
hombre más gigantesco que produjo nuestra historia de México…y que aún
prevalecen sus beneficios.
Don Benito Juarez, con su gobierno contribuyó a formar el
espíritu de la nación mexicana. Es el símbolo de las leyes de reforma de 1857,
y el alma de la resistencia durante la intervención francesa en México,
logrando la victoria definitiva de los republicanos contra los imperialistas,
conjurando todo peligro de amenaza europea. Don Benito Juarez García fue toda
una institución de las leyes. El hombre de las luchas y las tempestades
políticas, el hombre cumbre, que produjo el mundo después de nuestro señor
Jesucristo, nació el 21 de marzo de 1806...exactamente durante el equinoccio de
primavera, en el pueblo de Guelatao Oaxaca. Benito fue un humilde pastorcito
que mientras cuidaba el rebaño hacía vibrar su flauta de carrizo inundando de
notas musicales, montes y serranías de la Mixteca , templando su espíritu...debido a un
incidente con las ovejas que estaban a su cuidado, se dirigió a Guanajuato y
gracias y a la nobleza y apoyo de Don Antonio Zalanueva, a los doce años empezó
a conocer el alfabeto. Su esfuerzo fructificó hasta recibirse como
abogado...debido a su dedicación llegó a ser presidente del Tribunal Superior
de Justicia de su Estado...posteriormente, fue gobernador, y luego presidente
de la República. Su
honestidad se comprobó, pues su fortuna consistía en 2,500 pesos. en una
ocasión, durante una visita que hizo Benito Juarez al gobernador de Guanajuato,
al otro día, muy temprano, solicitó a una sirvienta que le alcanzara un
recipiente con agua para asearse la cara, y como ésta lo vio prietito de color
firme y humilde, le contestó majaderamente voz tronante, ¡si quiere agua vaya y
sáquela usted del pozo!...el presidente Benito Juarez se dirigió a donde se le
mandó, sacó agua del pozo y se fue a su recamara y se aseó. Ya en la mesa, a la
hora del desayuno, debido a su alta investidura le cedieron la cabecera de la
mesa, y la sorpresa de la sirvienta fue mayúscula cuando el gobernador le
ordenó que le sirviera primero al señor presidente. Ésta se soltó llorando pidiéndole disculpas y Juarez con la
sencillez que le caracterizaba le dijo que no tuviera cuidado.
Don Benito Juarez
falleció el 18 de julio de 1872. Ante la tumba que se acababa de abrir todas
las pasiones enmudecieron. El Ayuntamiento decretó un luto de siete días, la
prensa guardó silencio. Al fondo del salón de embajadores, en un catafalco con
su frac inevitable y la banda tricolor en el pecho, colocaron el cadáver del
indio incansable que luchó por dejarnos las leyes de reforma, y reconstruyó el
país poco a poco. La personalidad política del señor Juarez pertenece a la
historia cuyo buril severo le asignará el lugar que de derecho le corresponde,
siendo incuestionable que su recuerdo vivirá siempre en todos los mexicanos,
por hallarse ligado con los de las épocas más importante de nuestra vida
pública. No se vale que gente ignorante de nuestra historia de México, que van
llegando al poder traten de manchar su memoria. Como buenos mexicanos, para
gobernar el país se necesita tenerle mucho amor a la patria, para no dar pesos
por centavos.
POR MANUELITA LIZARRAGA.
- 1806 - 2017, AÑO DE JUAREZ… 211 AÑOS DE SU
NATALICIO.
Poema escrito al festejar el
bicentenario de su natalicio. Se respeta el texto original.
Por: Alfredo Cardona Peña.
Excelentísimo Señor Presidente,
Del carácter insobornable, de la fuerza en el día,
Prefecto del rigor, edecán de los limpios,
Gran caballero de la orden de los humildes;
Condecorado por el sol, que dio a tus facciones,
Una adusta grandeza de piedra resurgida.
Excelentísimo señor embajador,
Del espíritu de las leyes,
Que entregaste tus credenciales en las manos del pueblo
Y vigilaste el cumplimiento de lo que parecía intocable
Por los decretos que firmó la consciencia,
Por los mandatos que inspiró la mañana
SEÑOR MINISTRO DE LA RESTITUCION PÚBLICA,
Que pusiste en tu pecho la lágrima del pobre
Y no medallas fundidas en latín y amuletos marchitos.
Rector de la universidad de los dignos,
Que desconoces los nombramientos honoríficos
Cuando estos se fabrican de espaldas al decoro.
HONORABLE CUERPO DEMOCRATICO,
Señoras y señores en la fe de la historia:
Henos aquí celebrando el nacimiento
De quien no tiene muerte,
A los 200 años exactos
De su producción en la primavera,
Por que, señor presidente, según lo han confirmado
Horóscopos maduros y pájaros triunfales,
Naciste con la maduración de los frutos, y es simbólico
Tal advenimiento en la estación de las flores,
Cuando la tierra derrama su corazón a los humanos.
Haz que cierta poesía solitaria,
Maestra en la oscuridad,
Experta en el sutil enredo de la frase,
Abandone sus trajes de sombra,
Sus voces como gotas fríamente perfectas,
Y poniéndose el casco reservado a los himnos,
Cante llena de sol en el estadio
Donde la juventud eleva a tu memoria
Su competencia musical.
Naciste, como he dicho, en el día de primavera,
Más fue tu infancia un triste invierno sin vestido
En donde muchas veces, para subsistir en el cuerpo
Tuviste que llamar a las puertas más altas
Como los ciervos hacen con las últimas ramas.
De niño recibiste el beso de los crepúsculos
El orto fue tu ayo, tu madrina la tarde,
Pues como algunos reyes, que aparecen en el amarillo testamento,
Iniciados en las fuerzas Purísima de la soledad, fuiste pastor en los
días risueños de la infancia,
Y es la primera imagen de tu historia una égloga
Que guarda entre la brisa su armonía inicial.
Como una comida que han enfriado las penas,
Fue tu primera juventud, a la sombra de la perseverancia.
Repetiste el drama del estudiante misérrimo,
Santificaste la voluntad cuando en la noche
Leías quemándote los ojos,
Leías buscando una luz que la vela te hurtaba,
Leías mientras otros compraban o reían.
Ah, señor presidente, nosotros no podemos olvidar
Aquellas horas de estudio sin fiesta,
En las que poco a poco fuiste viendo a tu patria
Como un dolor tendido extensamente,
O acaso como una doncella amenazada,
O un lindo cuento solo para algunos.
Te preocupaban los libros caros y la mesa,
La novia te dolía,
Por que eras una raíz envuelta en polvo
Y muchos años de desprecio subían como hiedras,
Por los duros reinados de tu sangre.
Eras el último de la calle,
Un indio, un gran silencio hecho de llama.
Pero,
Fuiste preparando con lentitud de alfarero una idea,
Fuiste profundizando en hombres y palabras
Y te casaste venciendo murallas,
Dejaste la provincia, madre caudal y sola
Y un día ciudadano, un día altivo,
Un día en un gran árbol transformado se abrió tu obra, al fin como una
puerta,
De justicia labrada. Por ella entró la luz
Y la tiniebla huyó con su murciélago.
¿Cuál fue tu arma, padre desarmado?
Una más grande que la luz del día,
Más poderosa que las acechanzas,
A cuyo nombre tiemblan los culpables,
Enmudecen puñales, torna el fiel a su punto:
El pueblo que fue escudo de tu brazo,
Rosa en tu fe sembrada.
Apretada en el puño, como un látigo de fulgores
La ley viajó contigo,
Ardió, fue construyendo su reforma,
Y a tal punto se hizo sustancial a tu alma
Que era tu ser, oh Juarez, LA LEY MISMA ,
Vestida severísima y actuante.
En esa ley -o roca- en que vivías
Fue a estrellarse el imperio: sus espumas
Salpicaron las páginas de Europa.
Pero había pequeñas miserias,
Conspiraban hisopos y sortijas,
Y se lanzaron, Juarez incorrupto,
Sobre tu ideal innovador. No pudo
Aquella tempestad herir tu frente,
Por que eras un producto de muchos siglos,
Un fuego que apagado quemaba tu silencio.
El suelo estaba lleno de hojas podridas, de basuras crueles,
Y había que barrer el ancho piso
De tierra de tu patria,
Limpiar los miedos, pintar las
paredes,
Con un color que ya no fuera el negro;
Había que escribir constituciones,
Frases con sellos de águila, anti dogmas,
Y sobre todo, no cejar: herir el rayo y dominar la hora.
Entonces comenzó aquel largo viaje
De tu celo, y rodaste en un carruaje
Del que tiraba la jurisprudencia.
Atravesaste la noche de México,
Fuiste vigilia, gestión, esperanza
Y cuando el invasor se derrumbó, cuando tus normas
Fueron decoro público y las flores
Habitaron de nuevo las escuelas,
Surgió tu nombre como una alta cumbre,
Se hizo muchedumbre tu soledad
Y para siempre quedaste viviendo
En las festividades de tu pueblo.
Oh roca apasionada, estatua viva.
Oh impasibilidad sobre los montes.
Así te vemos hoy, y mientras pasa, la hora fugitiva, permaneces,
Y arde el silencio como un ángel puro,
En tu silla de bronce.
Desde esa silla, Juarez inmutable, vences, caminas, logras y
construyes.
¡Salud excelentísimo señor!
Al pie de tu onomástico
Mares y lejanías te contemplan
Viendo como has crecido y cuanto has hecho. Te entregamos las llaves de
América.
Te nombramos
Huésped de honor de las auroras libres.
Ven y preside el fallo de la historia
Como una encina un bosque de laureles.
Respetaremos como mexicanos,
La histórica y celebre frase que
nos legaste
“QUE EL PUEBLO Y EL GOBIERNO RESPETEN LOS DERECHOS DE TODOS. ENTRE LOS
INDIVIDUOS, COMO ENTRE LAS NACIONES, EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ.” .
¡Salud señor presidente!...benemérito de las Américas.
…Por el placer de
escribir…Recordar…Y compartir…
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