viernes, 23 de junio de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO.
POTR MANUELITA LIZARRAGA.

“FUE UNA COSTUMBRE EN LA PAZ...CORTARSE EL CABELLO EL DIA DE SAN JUAN”.



            En las madrugaditas del 24 de Junio, día de San Juan Bautista...en la década de los 40...un ruidajo de rondanillas y tambos se escuchaba en La Paz antigua, al jalar agua del pozo, donde la gente acostumbraba bañarse a esa hora porque decían los mayores que Juan Bautista bendijo el agua del Río Jordán a esa hora de la mañana, y bautizaba a la gente preparando el camino para el que vendrá...y el cabello crecía abundante y hermoso, cortando sus puntas el mero 24 al despuntar el sol...luego íbamos al mar a bañarnos y a disfrutar las blancas arenas de sus playas. Esa fue una costumbre muy arraigada aquí en La Paz, y entre las generaciones nuevas ha desaparecido la tradición de cortarse el cabello el día de San Juan

            Muchas felicidades a todos los Juanitos y Juanitas, hoy en su venturoso día...que Dios y María Santísima los colme de bendiciones y alargue sus días. Mi adorada madrecita se llamaba Juanita Alcaraz Gárate, Dios la tenga en su reino. Y cada minuto de mi vida le doy gracias a Dios porque a mis padres se les ocurrió venirse a esta hermosa tierra de La Paz. ¡Que emoción y que alegría!, la víspera del 24 de junio en aquel ayer...a toda la familia la abuela les cortaba el cabello, o de lo contrario, mi madre...y hasta mi perro viejo el pachuco, lo bañaban, le cortaban las puntitas de los pelos de la cola y de las orejas, nada más por hacer el chiste, pero al perro le encantaba participar en esa bonita tradición del 24 de junio, día de San Juan, y día de cortarse el cabello. El que nacía el día de San Juan, tenía el don de curar a los niños pujones. Antes las mujeres usaban su cabellera larga, ya fueran trenzadas, en chongos, o en diferentes formas, pero el cabello en general era largo.

            La noche del 23 de junio las tijeras especiales para la ocasión ya estaban listas...las correas de gamuza con que amarraban el cabello también; porque entre tejían las gamuzas entre las trenzas. El tuétano frito con flores de rosa de castilla o de manzanilla, para untarle al cabello, a modo de brillantina, también estaban listos; así como el agua de guatamote o el agua de barro asentada para enjuagar el cabello. “para que salga abundante, crezca bonito y no se caiga”, decía muy contenta la abuela. Era todo un rito esa tradición el día de San Juan Bautista...eran aquellos tiempos en que La Paz tenía poco más de 10.400 habitantes. 1250 molinos de viento...era La Paz tranquila de ensueño...de patios y callecitas barridas y regadas, así como de floridos y perfumados jardines con pájaros cantores y emparrados cargados de frutos...eran tiempos en que el mercado Madero lo abrían a las 4 de la mañana, y se escuchaba por las empedradas callecitas los presurosos pasos de las mujeres que acudían a él a la compra diaria...fueron tiempos de que la gente estaba atenta a los pitidos de la industrial, de la tenería y de los barcos mercantes que atracaban al muelle fiscal o partían...fueron los tiempos de los pregoneros: los palanqueros, panaderos, el pan de vapor, el marchante y de fayuqueros ambulantes.

            Aquellos 24 de Junio fueron tiempos en que se inauguró el Hotel Perla y la botica del Doctor Olguín paso a ser la botica de Rubén Castro o Farmacia California...tiempos en que el Santuario de Guadalupe estaba en sus inicios con el padre Agustín Alvarez y el hermano Arsenio...y la escuela Rosendo Robles con las dinámicas profesoras Jesús Roland, Anita Valdivia, Beatriz Flores y Euximio Beltran, entre otros...y además como olvidar a con Chavalito Ibarra que vendía tantas cositas que gustaban a grandes y chicos...con él, m abuelita me compró mi inolvidable muñeca de trapo...aquellos 24 de Junio, es recordar la Torre del vigía y el campanero del pueblo, a don Lencho Sánchez y su puesto de chocomiles, al sordo Camacho y su traca traca y eran los tiempos en que se disfrutaban las anécdotas del conono, el güero de las canoas, el chunique, el popochas y Marianita, entre otros.

            Al canto del gallo, aquellos 24 de junio, día de San Juan y de cortarse el cabello, de un salto salíamos de la cama, entre aquellos olores de café de granito, jalábamos el  agua del pozo a escasos cinco metros de profundidad, y en todo el barrio se escuchaban esos ruidajos de rondanillas y tambos del jale del agua... ¡y a bañarse se ha dicho! Después del baño, nos daban la tasa de café calientito con una galleta marinero o un tostado macho y esperábamos los primero rayos solares y después de rezar el padre nuestro, y escuchar a la abuela la historia de San Juan Bautista luego luego se dejaba escuchar el tris tras de las tijeras manejada hábilmente por los mayores. Nada más dos dedos de cabellos cortaban o una cuarta.

            ¡Era una fiesta en casa el 24 de junio!...era día de San Juan, era día santo de mi madre, y por lo tanto todos estábamos muy contentos. Después de cortarnos el cabello, en el desayuno había menudo o pozolada. En la comida había caguama. ¡Qué relajo con la caguama!, era todo un festín el santo de mi madre; con el corte de cabello y la caguamada, y a veces hasta llovía a cántaros el 24 de junio. Era motivo de reunión familiar, donde todos participábamos de aquella alegría...días antes del 24, la caguama ya estaba en casa...mientras las familias se bañaban, y el cabellos los mayores cortaban, aquel viejo pescador, mi hermano de crianza, la caguama sacrificaba...éste se tomaba la sangre de la caguama con limón y sal. Luego la destazaba y colgaba en unos ganchos las partes de la misma. Cabeza, aletas, cuartos, traseros, y desde luego el pecho. Para el hígado que era el primero que se botaneaba el agua ya estaba hirviendo en una cazuela de barro en las encaladas y lumbreantes hornillas.

            Ante la rueda de muchachos, que queríamos ver como palpitaba la carne aun después de muerta la caguama, a los temblorosos pechos de la misma, lo rayaban con un cuchillo, le ponían limón, ajo machacado, orégano y pimienta. La sal se la ponían cuando este ya casi iba a salir “para que no se le salga el jugo”, decía mi madre. Y si la caguama estaba muy gorda, había también chicharrones y el aceite servía para guisar la misma caguama, y lo demás lo guardaban para curar la tos y freír el pescado.

…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…

*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*



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