viernes, 23 de junio de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“MI ABUELA, Y EL GUACO...YERBA MEDICINAL QUE SE EXTINGUE”.


·         EL GUACO CURA EL DENGUE: EN UN LITRO DE AGUA PONGA A COCER UN PUÑO DE GUACO, UN PUÑO DE RAIZ DE CHOYA Y UN PUÑO DE CILANTRO DE BOLA....SE TOMA UNA TAZA TRES VECES AL DIA, HASTA QUE SANE.
·         CON REPOSO Y BUENA ALIMENTACION, SIN GRASAS NI PICANTES, ES PRONTA LA RECUPERACION.
·         PONENCIA PRESENTADA EN LA SEPTIMA JORNADA DE LITERATURA REGIONAL EN LA UABCS.


            Antiguamente, cuando la gente acostumbraba curarse las pocas enfermedades que había aquí en La Paz, con hierbas medicinales...el Guaco, era y es utilizado para ponzoña de animal venenoso, dolores de reumas o huesos, hongos en los pies, el trancazo, o el abrazo chino...el dengue no se conocía, pero debió ser el trancazo o el abrazo chino ya mencionado porque los síntomas eran parecidos...también el guaco era parte de la receta para curar la rabia, entre otras enfermedades. Por falta de conocimiento de la utilidad de esta maravillosa planta, ¡cuántas plantas medicinales se han depredado con la invasión de tierras y arroyos!...!había tanto guaco por el arroyo del palo, rumbo al mar y por las orillas de las playas de blancas arenas! Viene a mi mente como si lo estuviera viviendo aquella calurosa mañana cuando vivíamos en la casa de piedra en el barrio de El choya, precisamente frente a la escuela del mismo nombre.
         Eran los añorados tiempos aquellos...fue a finales de la década de los  cuarenta....me encontraba acompañada de mi perro, El pachuco, muy entretenida...mirábamos cómo jalaban los mayores el agua del pozo con una cigüeña...cuando de repente mi adorada e inolvidable abuelita llegó muy apresurada ataviada de sus acostumbrados ropajes largos y su sombrero tejido de cogoyo de palma, atascado hasta las orejas, con su canasta bajo el brazo, y dentro de la misma un cuchillo, y me dijo: “ándele mija, póngase los huaraches y tráigase al perro porque nos vamos al monte a buscar unas yerbas medicinales que necesito, para que se cure su Tío Lao, porque amaneció enfermo”. El pachuco al escuchar aquello, se puso tan contento que hasta se paraba en las patas traseras moviendo la colita...y continuó diciendo mi nanita “No vamos a ir rumbo a la vaquilla porque para allá hay muchas ciruelas y pitahayas en esta época y nada más nos entretendríamos y una planta que necesito no la hay por ese rumbo que es el Guaco y la higuerilla...creo que solamente se da en los arroyos en tierra salitrosa y frente al mar...mejor nos vamos a ir para el barrio de El Manglito, rumbo a la playa”.
         “... ¿Y para donde es eso abuelita?- Es un barrio de leyendas, barrio de aguerridos hombres, pescadores por tradición, es la primera vez que vamos para ese rumbo”... ¡que día tan maravilloso fue aquél!...era la primera vez que conocía las playas del barrio El manglito...la marea estaba alta...inundado de pangas con sus velas y de pelícanos...tijeretas y gaviotas se reflejaban en las cristalinas aguas, saltaban los pejegallos...había tantos!...el kiosco sobre el malecón se miraba muy bonito sin escalera...las aguas eran tan cristalinas que se miraban los cardúmenes de infinidad de pececitos multicolores con los reflejos del sol en el mar...grandes jaibas y cangrejos corrían por la arena, y por las orillas había muchas palmeras...pero al pasar por el muelle fiscal, mis ojos brillaron de júbilo ante el espectáculo que se miraba, como era la costumbre, había un gran embarque de ganado...centenares de vacas estaban metidas en el mar...esperando turno porque las estaban embarcado agarrándolas con el wincher de los cuernos, y se miraban muy bonitas enganchadas, colgadas de la grúa del barco... ¡había mucho ganado en La Paz! y de la mejor calidad, si hasta lo exportaban!.
         ¡ Que bonito se miraba el malecón con sus palmeras susurrantes y toda la bahía...este es el muellecito de madera , dijo mi abuelita, cuando llegamos por la bajadita de la bravo, y continuó diciendo...cuentan que aquí atracan los pangos cargados de cuero, cascalote y otros productos...el perro iba recontento y se aventó al agua pasando por debajo del muellecito hasta el otro lado...este es el parquecito Cuauhtémoc, y aquel es el Hotel Los Arcos; antes vivía allí Don Salomón Flores y había un venero de agua dulce y la gente decía “vamos al agua al chorrito con Don Salomón Flores”  y se abastecían de agua potable...también decían los mayores que en ese chorrito tomó agua Hernán Cortés y su gente aquel 3 de mayo de 1535...yo estaba fascinada escuchando a la abuela todo aquello... “no se entretenga juntando caracoles porque se nos hace tarde y su tío necesita la medicina...después la traigo y hasta se puede meter a bañar si usted quiere”... dijo mi abuelita...Nanita ¿y que enfermedad tiene mi tío Lao?
         Le duele mucho la cabeza, que parece que le va a reventar...también le duelen los huesos y tiene mucha temblorina por la calentura... ¿y que ramas vamos a buscar abuelita?...una que se llama guaco, su rama es verde, suave y por su flor amarilla siempre merodean las mariposas negras, es buena para curar la ponzoña como piquete de bitaches, alacrán, hormigas coloradas, uvar, zancudos, y tarántulas entre otros animales; también sirve para las reumas y dolor de hueso cociéndola con raíz de choya y bolas de cilantro. Y eso es lo que necesita tu tío ahorita.
         Pasamos por con El tanayo, ¡cuantas embarcaciones con su velamen se mecían en la bahía frente a su casa y los grandes álamos que tumbó el ciclón del 59 nomás le plateaban las hojas con el sol!...pasamos por el otro estero con el agua  arriba de las rodillas, y nos fuimos metiendo por entre los palmares del Bucanero, los de Abaroa, y el Manglito por donde estaba la palma doblada sobre el mar... ¡que hermosura! La marea estaba alta y el agua como un espejo. Al fin llegamos a la mojonera y de ahí se divisaba donde nomás blanqueaban y brillaban con el sol las arenas bordadas de matas de camotes, tripas de aura, de hielo, además de chamizales, así como de infinidad de amorcitos de muchos colores y por las orillas de los montes y los arroyos, amarillaba la flor de las matas de guaco. “aquí desemboca el arroyo del palo”, dijo mi nanita fijando su vista rumbo al cerro, ¡ cuantas plantas medicinales debe haber por este arroyo y que la gente desconoce!, no cabe duda que Dios padre al hacer la creación y poner al hombre en la tierra nos dio todo...libertad, alimento, vestido y medicina, entre tantas otras cosas...allá diviso matas de juncos, palos verdes, palo adán, levántate San Juan, vinoramas, malvas, toloaches, higuerillas, choyas ¡y cuanto guaco y  romerillo así como yerba del pasmo! hay en este arroyo...luego vamos a venir con más calma para conocer todo esto, dijo muy encantada mi abuela.
         Oiga nanita,  ¿qué es ese galerón y que hacen esos señores en esas mesas?, - es la canería y esos señores están examinando la ley del hígado de tiburón, vienen a avionetas acuáticas y se lo llevan para otras partes, así como la langosta porque lo venden en el extranjero. Nomás me quedé pensando llamando mi atención los ladridos del perro que correteaba unos burros que habían escarbado en las orillas del gran estero, a poca distancia y de donde habían sacado agua dulce, la que bebía. Luego, a mi abuelita nomás le brillaban como ascuas sus verdes ojos bajo el sombrero,  cuando cortaba el guaco, las raíces de choya y las hojas de higuerilla. “fíjate bien muchacha”, dijo ella, “esta planta de higuerilla, su hoja es muy buena para el dolor de cabeza y sacar la calentura, pero su semilla es muy venenosa, no debe de comerse, eso es lo que han enseñado los mayores y yo nunca la utilizo, ni los animales la comen, porque también ellos saben que es dañina”. Nanita, y ¿quién le enseñó a usted para que sirven las matas? Es conocimiento que se aprende de los mayores generación tras generación y que no está escrito en los libros...a mis escasos años yo no comprendía que quería decir eso, ni el pachuco tampoco, nada más la escuchábamos. Mi abuela terminó de llenar su canasta de aquellas plantas, y aun bajo el brazo traía un tercio de ramas y con la promesa de volver con más tiempo, al fin llegamos a nuestro hogar.
Mi Tío Lao brincaba en la cama como pollo, de tanta calentura que tenía...y luego luego, en la encalada hornilla de lumbreantes tizones el jarro de barro donde cocía mi sabia abuela sus remedios, empezó a humear y a soltar aquellos olores que inundaban la casa con el preparado de ella. coció un puño de huaco, le puso la raíz de choya, unas hojas de yerbas del manso y un puño de bolas de cilantro, por diez minutos, y le dio aquel preparado a mi tío Lao diciéndole “este té levanta hasta a un muerto, te lo vas a tomar tres veces al día por tres días y quedará como nuevo”...luego, mi nanita le embarro manteca alcanforada a las hojas de higuerilla previamente calentadas y le envolvió la cabeza con ellas, amarrándoselas con un paño colorado, y también le puso en la barriga y le dijo “con esto se te va a quitar el dolor de cabeza y vas a sudar la calentura”....se miraba tan chistoso mi tío con esas ramas en la cabeza; pero a los tres días éste ya estaba curado y hasta andaba tarareando la canción de las isabeles.
         Desde entonces, siempre había en la repisa de mi casa una botella llena de alcohol retacada de hojas de guaco fermentándose, y con un algodoncito nos aplicaban en los piquetes de alacrán y de otros  animales y también se frotaban el cuerpo para las dolencias de los huesos. Es una lástima que el guaco entre otras tantas plantas medicinales de nuestra región ya se estén extinguiendo. Tal vez esta planta sea útil para otras enfermedades. La poca planta de guaco que aun queda debería de conservarse y cuidarse o quizás entre las gentes más entendidas en la materia así como autoridades pudiera formarse un comité de protección de estas especies medicinales con que contamos,  porque al acabar con ellas, acabamos con nuestra salud y la vida misma.
...El guaco, cura el dengue, cocido por cinco minutos, con raíz de choya y bolas de cilantro...se toma una taza de té tres veces al día por una semana...bellos recuerdos.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…

*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*


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