miércoles, 24 de octubre de 2018


LA PAZ QUE SE PERDIO

POR MANUELITA LIZARRAGA ÁLCARAZ

… CON LOS PELOS DE PUNTA…

“LA MUJER DE NEGRO...Y EL VESTIDO DE NOVIA...EN UNA NOCHE DE CARNAVAL”.


            Este tenebroso e insólito hecho sucedió en la plazuela de antaño, o Jardín Velasco...fue por la década de los 60 del siglo pasado...Febrero de 1959, para ser exactos...era aquella Paz del romance, de serenatas a la luz de la luna, y de huertos perfumados a flores y azahares...estaba en su auge el algodón y la espiga dorada del trigo en el Valle de Santo Domingo...tiempos de jauja en La Paz...hasta nos andábamos riendo solos...todavía nos conocíamos todos y era una costumbre el saludo a las personas que iban pasando por la calle...era una noche de plenilunio...fría noche de carnaval, de aquellos, en que abundaba la alegría, las mascaritas, cascarones y serpentinas...las orquestas del momento de Don Luis Gonzalez y Rafael Castro así como la Banda de Sinaloa amenizaban el gran baile frente al antiguo palacio de gobierno, en el Jardín Velasco...entre fumarolas y aromas a tabaco,  otros perfumes y los ruidos propios del carnaval, el alegre taconeo de las muchachas se escuchaba y demás gente que se divertía sanamente al compás de las notas musicales dándole vuelo a las almidonadas crinolinas y las colas de caballo, arrullados por la luz de la Luna, moda de aquellos tiempos.

            Eran las dos de la madrugada de aquella noche invernal...el joven taxista Manuel Salvador Villalobos, no se imaginaba la espeluznante experiencia que viviría esa noche de carnaval...estaba extenuado pero muy contento de tanto bailar en aquella noche maravillosa de frenesí...de pronto, sintió ganas de saborear un exquisito y calientito menudo, y entre codazos y empujones se abrió paso entre aquel gentío que gozosos bailaban y se dirigió al restaurante ‘Mi preferida”, de Doña Pachita Díaz de Espíndola, de gratos recuerdos el que estaba ubicado donde ahora es el Edificio Armenta, el joven se sentó y pidió un plato de menudo...en esas estaba, dándole gusto al paladar, cuando llegó un señor a solicitarle un “corte”, que lo llevara al mirador, donde es ahora la Colina de La Cruz. El mirador era un lugar, lo que viene siendo ahora El ranchito. Don Manuel Salvador, quien se distinguía por su profesionalismo y trato al cliente, llevó al señor al lugar que le solicitaba. Cuando venía de regreso, por donde estaba el letrero “la flecha indica”, frente al panteón, estaba haciéndole la parada una esbelta mujer ataviada toda de largos ropajes negros y se cubría el rostro  con un rebozo negro también. Eran altas horas de la madrugada...el viento helado de “febrero loco” mecía los pinos y demás árboles del panteón, perdiéndose entre los mausoleos los ruidos que parecían lamentos...

            ...Los perros aullaban lastimeramente, la Luna se ocultaba entre una nube como no queriendo ser testigo de lo que iba a suceder. El valeroso chofer, muy solícito estacionó el taxi y la mujer de negro, ocultando el rostro, subió a él...ya dentro  del vehículo, la misteriosa mujer le dio un papel escrito al chofer indicando la dirección y decía “Lléveme por favor a Escuela 27 y Aquiles Serdán” así se llamó en la antigüedad la Escuela Allende. Manuel Salvador, chiflando de contento, porque la distancia era lejos,  y sacaría un buen “jale” enfiló a la dirección mencionada...el muchacho, de vez en cuando, miraba receloso por el retrovisor tratando de ver el rostro de la muchacha...pero sus ojos se encontraban entre un envoltorio negro en la cabeza y el rostro, con una mirada cargada de tristeza que le penetraba hasta el fondo del alma...al fin llegaron a la dirección mencionada...era una casa antigua de ladrillo. La joven, con su blanca mano, le hizo señas que la esperara, luego, bajo y se metió a dicha casa...pasó un buen rato, treinta minutos, quizás más. De pronto, ante la sorpresa de Manuel Salvador, quien arrellanado  y somnoliento cómodamente se encontraba esperando en el taxi, a esas horas de la madrugada, la joven quien bajó ataviada de negro, regresó vestida de novia, con el rostro cubierto por el velo, portando su ramo, y arrastrando una larga cola...ésta se subió nuevamente al vehículo despidiendo exquisitos aromas a “huele de noche” y otras flores.

            La joven vestida de novia, ya dentro del vehículo, le dio otra vez una nota escrita indicando que la llevara “La colonia de Los San Juanes”. Aun así, esto no llamó la atención de Manuel Salvador, porque pensó que era normal que la llevara por el rumbo de donde la había levantado. En aquella madrugada carnavalera, el caserío de la Paz aquella como sombras fantasmales iban quedando atrás... el taxi de Don Manuel recorría presuroso inundado de aquel perfume a Huele de noche con su tétrica pasajera ataviada de albos ropajes por las calles de aquella Paz dormida...al fin llegaron frente al panteón, y la misteriosa novia bajó del taxi, y sin emitir una sola palabra durante todo el trayecto extendió la enguantada y fina mano, y le dio otra nota al chofer que decía “cóbrele por favor el servicio a mi padre, llévele esta nota”.; y muy campante la mujer se metió al panteón abriéndose las puertas como por arte de magia a su paso, rechinando lúgubremente los goznes de las misma.

            Ni así, Manuel Salvador sintió miedo ni recelo alguno, entre aquel aroma a barro de las ladrilleras de los industriosos yaquis del Esterito, somnoliento emprendió el camino de regreso a su hogar, pensando que más tarde pasaría cobrar su trabajo porque ya los ojos se le cerraban de sueño y no le pareció prudente levantar gente a esa hora nada más para cobrar el corte.
            Después de un reparador sueño, a buena hora, el taxista fue a la dirección indicada a llevarle el recado al papá de la mujer de negro y que luego se vistió de novia...llegó a la casa mencionada, y salió la señora diciéndole que no habían solicitado ningún servicio de taxi...ando buscando al señor fulano de tal, dijo él, le vengo a traer este recado de parte de su hija.  Salió el señor, el chofer le entregó la nota y al verla, éste palideció al tiempo que leía incrédulo aquel papel  que decía “PAPA, PAGALE AL SEÑOR EL SERVICIO POR FAVOR, GRACIAS, TU HIJA CARMEN” aquel hombre no podía creer lo que estaba leyendo, sus ojos parecía que se le iban a salir de las órbitas...temblando todo, se soltó llorando al tiempo que exclamaba “!No puede ser, no puedo creer lo que estoy leyendo, pero si es la letra y la firma de mi hija Carmen!”, “!Pero que pasa!” dijo el chofer, sin comprender todavía lo que sucedía, diciéndole a los señores todo el servicio que le dio a  la joven de negro, y que luego se vistió de novia. Al escuchar esto, la madre, como desesperada metiéndose dentro de la casa, y saliendo al instante espantada bañada en llanto, gritaba “!El vestido de novia no está en el ropero, mi hija Carmen vino por él!”. Aún así, el taxista no comprendía lo que pasaba...entonces, el padre muy compungido, quien estaba vencido por el dolor, apenas pudo musitar...”Es que mi hija Carmen murió hace quince días, estaba a punto de casarse, y una mujer le quitó el novio a ésta y la dejó plantada; ella no pudo soportar la pena, y se suicidó”. El taxista quedó clavado en el suelo de la impresión...no daba crédito a lo que estaba escuchando y a la macabra experiencia que había vivido esa noche de carnaval.

            ...por las polvorientas calles de aquella Paz dormida...noche de Carnaval...el taxi de Don Manuel Salvador transitaba con su fantasmal pasajera a altas horas de la madrugada...

…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…





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