martes, 30 de octubre de 2018


LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA ALCARAZ.

“LA CASA DEL PERRO PRIETO”
CON LOS PELOS DE PUNTA.




            Eran las doce del día de aquella cálida mañana en esta bella y paradisiaca ciudad de La Paz...por la calle Forjadores, pasando el arroyo, en una prestigiada negociación pintada de llamativo color, terminaba mis asuntos con el gerente, y al despedirme con la mano extendida aun, de pronto, sentí el espanto más grande de mi vida...a escasos dos metros de distancia, casi junto a mí, escuché el horrible gruñido de un enorme perro a punto de atacarme. La agilidad de la mente es asombrosa, y al instante pensé “este perro ya me mató, no voy a alcanzar la puerta”, y lo único que pude decir, fue “¡señor, se le soltó el perro!”. Y el dueño del negocio, con toda la calma del mundo, mirándome a los ojos me dijo “cálmese señora no hay ningún perro”. “¡pero como no!”, le dije asustada casi estaba junto a mi y me ataca. También yo lo escuché me dijo aquel buen hombre pero no hay ningún perro. Yo no salía de mi asombro. ¿Cree usted en los espantos?, me dijo el señor...pues....fíjese que si. – pues que bueno, me dijo, porque sé que no se reirá de mi con lo que le voy a contar.

             Muy serio, el señor me tomo de la mano y palmeándome la espalda para que se me pasara el susto, me invitó a inspeccionar el local para que me convenciera de que no era posible que allí hubiera un perro, y menos de las proporciones de acuerdo con los gruñidos que correspondían a un animal muy grande. Ya convencida, y más calmada, me dijo “yo soy de criterio abierto, y respeto todas estas cosas. Cuando iniciamos este negocio ocupamos gente diversa para la reparación del local, que como usted se da cuenta es muy chico y únicamente tiene baño y la puerta principal sin salida por otro lado. Aquella mañana de Abril, un escándalo se hizo porque la persona que andaba pintando salió despavorido hasta la carretera dejando un tiradero de pintura por todos lados y por poco lo atropellan los vehículos...gritaba aterrorizado ¡me va a atacar el perro prieto, por favor ayúdenme! y se dio dos vueltas manoteando, como que estaba luchando con el animal, y de pronto cayó al suelo, retorciéndose y haciendo ademanes como si se quitara el animal de encima.

            Desde luego, todos creímos que estaba loco o drogado, pero no, el muchacho se soltó en amargo llanto al ver que no era nada real la amarga experiencia que había pasado. Ya calmado, describió los hechos: que era un perro prieto enorme, tan negro como la noche de pelo brillante, de ojos refulgentes y hocico  babeante; andaba pintando la pared y de repente escuchó un feo gruñido acompañado de jadeos...de pronto, salió del rincón  cerca del baño aquel enorme animal y se le abalanzó de  un salto, que hasta sintió las mordeduras y su horrible jadeo sobre su cara cuando lo tenía en el suelo. El muchacho ya no volvió a trabajar en este lugar, y ni de la paga se acordó, ya no lo volvimos a ver. Continuó diciendo el señor de la casa del perro prieto, que él seguido escucha lo feos gruñidos y jadeos del animal, pero como no le demuestra miedo ni se mueve de su lugar, ni levanta la vista, no pasa a mayores y no le da importancia. Dice que él no ha visto al perro, pero siente su presencia dentro del local, que ya hasta se acostumbró a convivir con ese animal, al que si se le demuestra temor, puede verlo y lo puede atacar, aunque de una manera imaginaria.

            Sobre esta leyenda de la casa del perro prieto, cuentan los mayores, que en el siglo pasado cuando la minería y la pesquería de perlas estaban en su apogeo...una señorita de distinguida familia radicada en la tierra minera El triunfo, estaba próxima a contraer nupcias con un conocido joven de esa localidad; y que acompañada de sus tías, ya mayores, y su dama de compañía, en un carruaje negro apenas iluminado con un farol pegado al pescante jalado por cuatro briosos corceles venía a La Paz a comprar lo necesario en la Casa Ruffo para su ajuar de novia. El rápido trotar de las bestias y el traqueteo de las ruedas del carruaje se escuchaban como alegres castañuelas por brechas y polvorientos caminos. Después de largas y agotadoras jornadas, llegaron a la posta de San Pedro, amarraron las bestias en los apersogaderos para su refresco, y se hospedaron en la casa del pueblo para pasar la noche. Después de un breve descanso, al canto del gallo, muy de madrugada emprendieron el camino rumbo a La Paz...el carruaje se deslizaba a gran velocidad, pues amenazaba lluvia...negros nubarrones adornaban el cielo, tornándose más obscura la madrugada...el agua empezó a caer a cántaros apagando el chasquido de los látigos sobre las bestias y de las ruedas del carruaje negro sobre las charcas...de pronto, al pasar por el arroyo grande, donde estaba un gran mezquitón seco, el que había partido un rayo en otras épocas de lluvia,  por donde es ahora la casa color naranja del perro prieto bajo el árbol, iluminado por los relámpagos estaba un hombre muy alto pidiendo parada, vestido de catrín, de traje  color negro, de sombrero de alta copa, negro también, con unos papeles bajo el brazo, y con un rojo clavel en la solapa del saco...el rostro no se le miraba en la obscuridad del amanecer y estaba acompañado de un gran perro prieto de ojos muy brillantes al que amarraba con una cadena.

            Las damas se persignaron al tiempo que el cochero hizo la parada del carruaje para ayudar al hombre de negro bajo la lluvia, las bestias relincharon parándose en las patas traseras, el hombre del perro prieto,  el que sin decir una palabra de un salto se sentó en el pescante, y soltándole la cadena al perro, éste  se acomodó al lado de las bestias, las que se encabritaron y llevaban los pelos erizados...con gran dificultad el cochero lograba dominar los inquietos animales. El cochero iba extrañado porque no se le miraban lo pies al catrín, pero no le dio importancia, aun cuando se dio cuenta que el perro parecía que volaba al lado de los encabritados animales, bajo aquel torrencial aguacero...la tía Lorenza sintió un temor para ella desconocido...presentía algo malo...cuando iban dando vuelta por el gran árbol Palo verde en el cruce de los caminos reales, donde después fue la animita, la tía Prócula sacó discretamente el escapulario y con una fe inquebrantable se puso a orar...al momento, el hombre y el perro negro desaparecieron, ante los sorprendidos ojos del cochero,  dejando un fuerte olor a azufre, rompiendo el silencio el horripilante aullido del perro.

            El cochero, era un hombre de temple fuerte, acostumbrado a estas cosas, ya que a su paso por la piedra larga le habían sucedido cosas muy extrañas y sus mayores les contaban muchas leyendas, como era la costumbre; y para no asustar más a las damas, las que gritaban aterrorizadas, fustigó fuertemente las bestias,  y pudieron salir airosos de esos caminos y llegando felizmente a La Paz. Al regreso, después de realizar las compras, el paso obligado era por donde está ahora la casa del perro prieto, pero ya estaban prevenidos, y las mujeres iban cargadas de rosarios, de palmas y agua bendita y no volverían a levantar a nadie en el camino.  Hay quienes han pasado por la casa del perro prieto y lo ven dentro de la negociación a altas horas de la noche, aventándose sobre las vidrieras, pero piensan que es el guardián, aunque les parece muy terrorífico. Otra experiencia sobre la casa del perro prieto vivida por Doña Chuyita y su esposo; dicen que en una ocasión que venían de Los planes, como a las once de la noche, les llamó poderosamente la atención que en la casa en mención, en el marco de la puerta estaba un hombre altísimo vestido de negro con sombrero como el descrito anteriormente, con un enorme y horripilante perro prieto amarrado con una cadena, haciéndoles la parada, pero que ellos se fueron de largo porque sintieron temor y no acostumbran levantar gente, menos a esas horas de la noche. En otra ocasión, Jacinta y Pedro proyectaban poner un negocio de alimentos, y se interesaron por algunos utensilios que venden en la mencionada negociación y fueron como a las nueve de la noche a verlos a través de los cristales y se fueron despavoridos al ver el enorme perro prieto que se aventaba sobre los escaparates con los ojos muy refulgentes.

            ...Cuando pases por la calle Forjadores, por la casa del perro prieto...más vale que vayas prevenido, porque en cualquier momento, el gruñido y el jadeo del perro prieto te pueden espantar.


…por el placer de escribir…recordar…y compartir…

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