Fue por la década de los
40...estaba en su auge la pesca del tiburón...era aquella Paz de molinos de viento
y floridos jardines. Aquélla obscura noche de invierno, en el Salón Mutualista,
rompía cancha “El pelón”, bailando alegremente con su pareja del momento, al
ritmo de la noche y de hermosas notas musicales arrancadas a los instrumentos
de las famosas orquestas de la época...de Don Rafael Castro y de Don Luis
Gonzalez...de pronto, “El pelón”, se paró en seco...no podía ser, se decía, lo
que sus sorprendidos ojos miraban...entre el bolón de gente, bailaba una
hermosa joven, que muchos años atrás había sido su novia, y quien le devolvía
la mirada y le sonreía saludándolo insinuante, como invitándolo a
acercarse...lo que ‘El pelón”, ni tardo ni perezoso, llegó de inmediato junto a
ella, y al estar frente a frente le dijo muy sorprendido “!Pero no es posible
que seas Laura!...!pero si traes puesto el mismo vestido de cuando nos
despedimos la última vez, hace ya mucho tiempo!...- ¡Claro que soy tu Laura!”,
le contestó ella, con una sonrisa seductora,
“- Pero si me dijeron que habías muerto, casi me vuelvo loco de la
desesperación, al sentir que te perdía; si hasta ya me casé hace algunos años,
dijo con tristeza – Ya ves que no he muerto, nada más me cambié de casa y de
barrio; pero ven, sigamos bailando”, dijo
ella, acariciándolo...él sintió la frialdad de sus blancas manos
recorrer su cuello...metiendo sus dedos entre su ensortijado y negro cabello,
produciéndole raras sensaciones...pero por ningún momento pensó que se tratara
de algo sobrenatural...!si hasta podía aspirar su perfume!.
Como en una ensoñación, de la que ‘El pelón”, no quería
despertar bailaron muy felices estrechamente toda la noche arrullados por la
romancera música de Don Rafael Castro...aquel inesperado encuentro había sido
sensacional para él...de pronto Ella se quitó un anillo que él le había
regalado cuando fueron novios años atrás, y se lo puso al muchacho en el dedo
meñique, mirándolo a los ojos tiernamente y donde él podía ver en los suyos el
negro abismo de la pasión. Cuentan los mayores que este caso fue muy sonado
aquí en La Paz...El pelón y Laura vivían por el Barrio El choyal, y estaban
comprometidos para casarse, pero como él era soldado, lo mandaron a una
comisión a otro lugar, prometiéndole regresar pronto para realizar su amor y
estar juntos. Al paso del tiempo, la muchacha se enfermó y languidecía de amor,
hasta que una cálida mañana de verano, falleció, siendo sepultada en el panteón
de Los San juanes.
El triste acontecimiento de la muerte de la muchacha, casi
enloquece al “pelón”, que la amaba profundamente, y perdió el interés por
volver a esta ciudad de La Paz. Pasaron los años, y el tiempo que todo lo cura,
trajo algo de tranquilidad a “El pelón”, y se casó con una buena mujer; pero en
el fondo del alma, le dolía aquella herida que nunca cicatrizó. Esa obscura
noche de baile en la Mutualista, baile del reencuentro, ‘El pelón” ni por un
momento dudó que su ex novia estaba viva, si la sentía palpitar entre sus
brazos, y aspiraba el aroma de su negra y larga cabellera que se le pegaba a su
rostro, en el que sentía su aliento, así como aspiraba la frescura de su piel,
la que sentía demasiado fría, pero él pensaba que era por el frío que hacía. Al
término del baile, pegando su cuerpo aún más al de él, ella le pidió que la
fuera a dejar a su casa, con una mirada llena de promesas; a lo que él accedió
encantado...caminaban abrazados por aquellos pedregosos caminos, de aquella Paz
de antaño...el caserío dormido iba quedando atrás, entre aquellos aromas a
barro quemado de las ladrilleras.
Y
de vez en vez se detenían bajo la fronda de algún árbol para besarse y
acariciarse furtivamente...el tiempo y la distancia ni la sentían...”es más
allá”, le decía ella...y continuaban caminando...los perros aullaban lastimeros
a su paso, que hacía que se le enchinara la piel, pero “El pelón” ni en cuenta
tomaba esos detalles, que indicaba que algo no estaba bien...y con una
sonrisita inocente, Laura lo iba conduciendo hasta donde ella quería llegar...y
entre beso y beso, le decía “Ahora es por aquí o vámonos por acá”, y así se lo
fue llevando hasta que sin darse cuenta el pobre muchacho, llegaron a la puerta
del panteón, la que se abrió misteriosamente, rechinando sus goznes...y él como
que volvió a la realidad, y temeroso le dijo “Mi amor, pero si aquí es el
panteón. – No temas cariño”, le dijo ella, y señalando con su blanca mano, apuntó a la lejanía “Allá esta mi
casa”.
A esas horas de la noche en el panteón, “El pelón”, sentía
un extraño cosquilleo en toda la piel...y al trasponer la puerta del panteón de
Los San Juanes, de pronto...entre sus
manos la hermosa y cautivadora Laura de negros y largos cabellos,
desapareció...ante sus ojos se esfumó...los pinos llorones se mecían
lúgubremente, como emitiendo murmullos...los perros aullaban, y el molino de
viento como alocado daba vueltas y vueltas aventando chorros de agua...el pobre
‘Pelón” se quedó como clavado al suelo en la puerta del panteón... estaba como
sonámbulo...reía y lloraba al mismo tiempo, decía histéricamente mirándose a las manos, “De aquí desapareció,
este anillo me lo puso anoche que bailábamos, Laura vino del más allá a
regresármelo”, y así amaneció hablando incoherencias, la gente que lo miraba no
entendía lo que pasaba, creían que el muchacho estaba enfermo. Hasta que por
fin, su familia lo localizó y se lo llevaron a su casa, y poco a poco lo
hicieron volver a la realidad. Ellos no entendían que era lo que le pasaba,
porque nomás musitaba “De mis manos desapareció”.
Pasaron los días, y ‘El pelón” ya no fue el mismo. Se
encerró en sí mismo, y no quiso platicarle a nadie lo que le había pasado,
porque pensó, sólo se reirían de él y creerían que estaba loco. Sólo a su
señora madre le escribió una carta, narrándole todo lo que le sucedió; y despidiéndose
de ella, y dejándole la sortija que Laura le dio, el Pelón entró en una
tremenda depresión, hasta que una tarde de invierno a los pocos días del macabro suceso de la
mujer que se apareció en un baile y desapareció en el panteón, tomó la decisión
de quitarse la vida de un balazo. La gente en aquel tiempo, decían que Laura
vino por ‘El pelón”, ya que tanto se amaban y para que cumpliera su promesa de
estar junto para siempre. Mucho se habló de este espeluznante suceso, y algunos
todavía lo comentan...según se dice, la madre aún vive y conserva la carta y el
anillo que el Pelón le dejó.
...Cuando vayas al baile a la Mutualista, ándate con
cuidado...no vaya a ser la de malas, que se te aparezca la mujer de largos y
negros cabellos...y desaparezca conduciéndote con sus mimos hasta el panteón.
“Este artículo fue publicado hace más de diez años en el periódico local “El Sudcaliforniano”.
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