miércoles, 19 de febrero de 2014

“LA PANOCHITA Y EL PANOCHON FUERON LOS PRIMEROS AUTOBUSES DEL PUEBLO”.




            La “Chachita” Mendoza, Alicia y Anita Lizárraga, fueron las boleteras de los primeros y populares autobuses de La Paz que se Perdió...”La Panochita” y “El Panochon”.....20 centavos cobraban...sus choferes, Jesús Toledo, Don Alfredo Fisher y Matteoti, manejaban la “Panochita”, la cual era redonda y chiquita...la que tenía una cadena junto al chofer y de acuerdo a la distancia recorrida...a la cadena le tenían que dar vuelta. El eterno letrero que decía “No Distraiga al conductor”, pero lo curioso era que ellos se distraían solos, pues eran muy parlanchines con la gente que abordaba los camiones, ya que todo el pueblo se conocía. Junto al chofer, la Panochita tenía un depósito y ahí se echaban las monedas del pago del pasaje...los niños pagaban .10 centavos y los adultos .20 centavos, por lo tanto, la Panochita no necesitaba boletera, pues con el aparato ese tenían.

            Las guapas y simpáticas boleteras del panochon, un autobús chato y grandote, casi cuadrado que fue la novedad en este risueño y pintoresco pueblo de La Paz, siempre tenían sobre sus piernas la cajita con el dinero...apiladas las monedas de .20 centavos y el talonario de boletos...”el campamocha”, y “Polín”, así le decían a sus choferes que se caracterizaban por el trato amable con la poca gente de aquella época. Un triste recuerdo me trae “Polín”, como cariñosamente le llamábamos los niños y el público en general...años después, conducía un taxi de sitio...y una oscura noche de invierno, cuando en espera de un posible cliente se encontraba, en la calle Marquez de León y Abasolo, donde estaba el sitio,  casi junto a “los Alamos”, una mano asesina truncó su vida para siempre...lo apuñalaron por la espalda. Decían en aquel tiempo, que una empleada que trabajaba en el Hotel Perla y que pasaba por ahí, vio cuando los asesinos mataban al pobre “Polín”. Los hombres no la vieron a ella, y como el miedo no anda en burro, la señora con gran rapidez como pudo se trepó a los árboles de la India que aún están ahí.  Siempre que paso por ese rumbo del malecón, al ver los árboles, viene a mi mente aquel triste recuerdo, y me pregunto ¿Cómo le haría la señora para treparse en el árbol?, por que decían que era gordita.

            Subirse a los autobuses “la Panochita” y el “panochon” era toda una fiesta...por las mañanas, las mujeres al mercado, “vamos pan’que Ruffo”, decían, pa’ la botica de Ruffo, pa’ bajo, pal’ correo, pa’l  telégrafo, la iglesia, al matiné, al cine Juarez a ver de aquellas películas que son una joya, de Pedro Infante, Rosita Quintana, Toña La Negra, Jorge Negrete, de Tarzan, de Mantequilla, El Gordo y el Flaco, Chicote, Cantinflas, Tin Tan, en fin películas que por su contenido y mensaje eran motivo de unión familiar y ahora que diferentes películas ven los niños. Subirse a los primeros autobuses del pueblo, era toda una experiencia...la gente por gusto, por pasearse pagaban vuelta redonda generalmente por las tardes se subían los músicos del ayer e iban tocando casi siempre e interpretando hermosas melodías, una que se me quedo muy grabada es “Dos seres que se aman”, por que a diario la tocaban, y medio “panochon” se llenaba con el montón de músicos y sus instrumentos, el bandolón, la cochi, el acordeón, saxofón, un violoncelo que me parecía enorme, el tololoche, y el inolvidable profesor David Rolland con su violín que hasta lo hacía llorar de lo hermoso que lo tocaba. Los músicos se bajaban en la esquina de la alegría, en Revolución y 16 de Septiembre con Don Conrado de la Peña. En esa esquina siempre estaban alegres, tocaban los músicos, la rocola, o vitrola, y la “julia” o “perica”, siempre estaba en la puerta a la espera de cualquier incidente que se presentara con los borrachitos del ayer.

            En aquella Paz Romántica, de huertos perfumados a flores y azahares, de serenatas y molinos de viento era toda una odisea cuando el autobús pasaba por la calle 5 de febrero, la que no estaba pavimentada todavía y era un arenal...cuando pasaban manadas de ganado y bestias arriadas por los rancheros de la época que las llevaban a embarcar, ¡que polvareda y que emoción!, el “panochon” se detenía en medio de aquel animalero, hasta que pasaba el último animal, pero al pasaje ni cuidado le daba por que entre aquella polvareda la música tocaba a todo dar dentro del camión ¡era toda una alegría!...la ruta que hacían los camiones...salían de la tienda El Ancla, ¿La recuerda?, el mercado Madero, estaba en el Pasaje Madero y el camión se llenaba con las gentes que iban a sus trabajos y amas de casa con canasta tejida de palma y morrales de ixtle llenos de mandado, así como sartas de carne, el pescado lo compraban en la playa, pues todo se compraba al diario, era la costumbre, bajaba la ruta por la calle 16 de Septiembre, por todo el malecón, hasta los 8 grandes Alamos que estaban frente al paredón del pirata, y que derribó el ciclón del 59 luego llegaba hasta “la voz del manglito”, ahora Mercado Polanco, pasaba por la calle 5 de Febrero y subía nuevamente rumbo al centro por la calle Revolución, para pasar por el cuartel, que es ahora el nuevo mercado Madero...luego el autobús subía hasta el Hospital Salvatierra que es ahora el Hospital Militar y bajaba por la calle Madero y hacía la parada nuevamente en El Ancla.


            La “Panochita y el Panochon”,  siempre iban llenos de gente, quienes comentaban el acontecer diario, que se murió fulano, que se casó zutano, se hija de fulanita se “juyó”, que el “Viosca” y el “arturo” no han llegado, en fin, entre otros temas...!que tiempos aquellos, todos nos conocíamos! Después ampliaron la ruta de los autobuses por la calle Jalisco, eran las afueras de la Ciudad, puro monte, y bajaban por el “campo de los burros”, y hacían la parada frente a mi casa, precisamente, vivíamos donde actualmente vive el doctor Varela...había una casa de ladrillo antigua en la que espantaban bastante, siempre se ardía en la cocina y se escuchaban lamentos, ruidos de cadenas y llanto de niño chiquito, pero eso ya es otra historia. Era todo un espectáculo ver a los señores con los cachetes hinchados por el esfuerzo y pujando cuando la “Panochita” daba vuelta por el arroyo de la 16 de Septiembre y Gómez Farías...cómo esa calle era un arenal, el autobús se volteaba al dar la vuelta, y la gente se tenía que bajar media cuadra antes, para levantarla...la “Panochita” y el “panochon”...bellos recuerdos.

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