La
“Chachita” Mendoza, Alicia y Anita Lizárraga, fueron las boleteras de los
primeros y populares autobuses de La Paz que se Perdió...”La Panochita” y “El
Panochon”.....20 centavos cobraban...sus choferes, Jesús Toledo, Don Alfredo
Fisher y Matteoti, manejaban la “Panochita”, la cual era redonda y
chiquita...la que tenía una cadena junto al chofer y de acuerdo a la distancia
recorrida...a la cadena le tenían que dar vuelta. El eterno letrero que decía
“No Distraiga al conductor”, pero lo curioso era que ellos se distraían solos,
pues eran muy parlanchines con la gente que abordaba los camiones, ya que todo
el pueblo se conocía. Junto al chofer, la Panochita tenía un depósito y ahí se
echaban las monedas del pago del pasaje...los niños pagaban .10 centavos y los
adultos .20 centavos, por lo tanto, la Panochita no necesitaba boletera, pues
con el aparato ese tenían.
Las
guapas y simpáticas boleteras del panochon, un autobús chato y grandote, casi
cuadrado que fue la novedad en este risueño y pintoresco pueblo de La Paz,
siempre tenían sobre sus piernas la cajita con el dinero...apiladas las monedas
de .20 centavos y el talonario de boletos...”el campamocha”, y “Polín”, así le
decían a sus choferes que se caracterizaban por el trato amable con la poca
gente de aquella época. Un triste recuerdo me trae “Polín”, como cariñosamente
le llamábamos los niños y el público en general...años después, conducía un
taxi de sitio...y una oscura noche de invierno, cuando en espera de un posible
cliente se encontraba, en la calle Marquez de León y Abasolo, donde estaba el
sitio, casi junto a “los Alamos”, una
mano asesina truncó su vida para siempre...lo apuñalaron por la espalda. Decían
en aquel tiempo, que una empleada que trabajaba en el Hotel Perla y que pasaba
por ahí, vio cuando los asesinos mataban al pobre “Polín”. Los hombres no la
vieron a ella, y como el miedo no anda en burro, la señora con gran rapidez
como pudo se trepó a los árboles de la India que aún están ahí. Siempre que paso por ese rumbo del malecón,
al ver los árboles, viene a mi mente aquel triste recuerdo, y me pregunto ¿Cómo
le haría la señora para treparse en el árbol?, por que decían que era gordita.
Subirse
a los autobuses “la Panochita” y el “panochon” era toda una fiesta...por las
mañanas, las mujeres al mercado, “vamos pan’que Ruffo”, decían, pa’ la botica
de Ruffo, pa’ bajo, pal’ correo, pa’l telégrafo,
la iglesia, al matiné, al cine Juarez a ver de aquellas películas que son una
joya, de Pedro Infante, Rosita Quintana, Toña La Negra, Jorge Negrete, de
Tarzan, de Mantequilla, El Gordo y el Flaco, Chicote, Cantinflas, Tin Tan, en
fin películas que por su contenido y mensaje eran motivo de unión familiar y
ahora que diferentes películas ven los niños. Subirse a los primeros autobuses
del pueblo, era toda una experiencia...la gente por gusto, por pasearse pagaban
vuelta redonda generalmente por las tardes se subían los músicos del ayer e
iban tocando casi siempre e interpretando hermosas melodías, una que se me
quedo muy grabada es “Dos seres que se aman”, por que a diario la tocaban, y
medio “panochon” se llenaba con el montón de músicos y sus instrumentos, el
bandolón, la cochi, el acordeón, saxofón, un violoncelo que me parecía enorme,
el tololoche, y el inolvidable profesor David Rolland con su violín que hasta
lo hacía llorar de lo hermoso que lo tocaba. Los músicos se bajaban en la
esquina de la alegría, en Revolución y 16 de Septiembre con Don Conrado de la
Peña. En esa esquina siempre estaban alegres, tocaban los músicos, la rocola, o
vitrola, y la “julia” o “perica”, siempre estaba en la puerta a la espera de
cualquier incidente que se presentara con los borrachitos del ayer.
En
aquella Paz Romántica, de huertos perfumados a flores y azahares, de serenatas
y molinos de viento era toda una odisea cuando el autobús pasaba por la calle 5
de febrero, la que no estaba pavimentada todavía y era un arenal...cuando
pasaban manadas de ganado y bestias arriadas por los rancheros de la época que
las llevaban a embarcar, ¡que polvareda y que emoción!, el “panochon” se
detenía en medio de aquel animalero, hasta que pasaba el último animal, pero al
pasaje ni cuidado le daba por que entre aquella polvareda la música tocaba a
todo dar dentro del camión ¡era toda una alegría!...la ruta que hacían los
camiones...salían de la tienda El Ancla, ¿La recuerda?, el mercado Madero,
estaba en el Pasaje Madero y el camión se llenaba con las gentes que iban a sus
trabajos y amas de casa con canasta tejida de palma y morrales de ixtle llenos
de mandado, así como sartas de carne, el pescado lo compraban en la playa, pues
todo se compraba al diario, era la costumbre, bajaba la ruta por la calle 16 de
Septiembre, por todo el malecón, hasta los 8 grandes Alamos que estaban frente
al paredón del pirata, y que derribó el ciclón del 59 luego llegaba hasta “la
voz del manglito”, ahora Mercado Polanco, pasaba por la calle 5 de Febrero y
subía nuevamente rumbo al centro por la calle Revolución, para pasar por el
cuartel, que es ahora el nuevo mercado Madero...luego el autobús subía hasta el
Hospital Salvatierra que es ahora el Hospital Militar y bajaba por la calle
Madero y hacía la parada nuevamente en El Ancla.
La
“Panochita y el Panochon”, siempre iban
llenos de gente, quienes comentaban el acontecer diario, que se murió fulano,
que se casó zutano, se hija de fulanita se “juyó”, que el “Viosca” y el
“arturo” no han llegado, en fin, entre otros temas...!que tiempos aquellos,
todos nos conocíamos! Después ampliaron la ruta de los autobuses por la calle
Jalisco, eran las afueras de la Ciudad, puro monte, y bajaban por el “campo de
los burros”, y hacían la parada frente a mi casa, precisamente, vivíamos donde
actualmente vive el doctor Varela...había una casa de ladrillo antigua en la
que espantaban bastante, siempre se ardía en la cocina y se escuchaban
lamentos, ruidos de cadenas y llanto de niño chiquito, pero eso ya es otra
historia. Era todo un espectáculo ver a los señores con los cachetes hinchados
por el esfuerzo y pujando cuando la “Panochita” daba vuelta por el arroyo de la
16 de Septiembre y Gómez Farías...cómo esa calle era un arenal, el autobús se
volteaba al dar la vuelta, y la gente se tenía que bajar media cuadra antes,
para levantarla...la “Panochita” y el “panochon”...bellos recuerdos.
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