LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZÁRRAGA
“LOS
CARNAVALES DE ANTAÑO...CASCARONES CONFETIS Y SERPENTINAS”.
El carnaval, es uno de los festejos
tradicionales más antiguos con raíces en Europa medieval. Fiesta pagana que
antecede a la cuaresma. Aparece este festejo según crónicas europeas a partir
del siglo XVI, como la adoración de la carne y el licor; también conocida como
“carnestolendas”. Estas fiestas fueron celebradas en la antigüedad en las
mansiones de las altas esferas sociales, que así se preparaban para la ausencia
de la carne de toda clase en la semana mayor. En el estado de Baja California
Sur los carnavales lo instituyeron los franceses a su llegada a Santa Rosalía
desde 1885, cuando llegaron a la explotación de sus minas en el boleo, toda una
época de historia en la península.
Y en La Paz se tiene memoria del
primer carnaval que inicio el 14 de Febrero de 1904 con el programa escrito por
el poeta sudcaliforniano don Filemón C. Pineda; siendo el primer numero el
domingo 14 a las cuatro y media de la tarde con la llegada de “Torote Ciruelo”
rey del carnaval, y la reina, la hermosísima señorita María Labastida,
acompañada de su corte real formada por la señoritas Jesús Moreno, Margarita
Silver y María del Carmen Sánchez Ordaz, así como de los jóvenes Gilberto Isais,
Reynaldo Ojeda, y Lucio Salgado. El acto se verifico en la escalinata del
muelle fiscal donde descendieron de la carroza real, la que fue adornada por el
capitán de la marina mercante don Adolfo Labastida, y remolcada por el barco el
“París”. Según el periódico semanario, la baja California del 20 de febrero de
1904. Desde entonces esta costumbre de las fiestas carnestolendas se arraigo en
la paz. Y cuentan los antiguos, que los festejos del carnaval de la reina y su
gran comitiva llegaba por el mar, y luego Y según cuentan los mayores, los
festejos de carnaval se realizaban siempre en la plazuela o Jardín Velasco; era
y es la fiesta más importante del año en La Paz, donde todo era sana alegría,
no había tiempo de dar cabida a la tristeza...la música y las mascaritas
inundaba todo el pueblo desde temprana hora. En mis tiempos, época dorada de la
década de los 50, de romance, de serenatas, de barcos mercantes, molinos de
viento y tantas cosas bellas, en la mayoría de los hogares había gallineros
repletos de gallinas ponedoras...gallinas contentas cortejadas y pisadas por el
gallo, que dormían tranquilas, y desde luego el huevo era muy sano, lo que era
el desayuno diario de las familias sudcalifornianas, y el cascarón era
celosamente cuidado para las tradicionales fiestas carnestolendas, y en la gran
canasta tejida de cogollo de palma colgada estratégicamente en la viga del
techo del corredor arropado de perfumadas enredaderas y emparrados, lucía
atascada de cascarones durante todo el año...los que serían preparados por toda
la familia en vísperas del carnaval...!y que carnavales señores!...tan sanos,
tan alegres que se realizaban en la plazuela o jardín Velasco.
En los carnavales del ayer era una
tradición que en la mayoría de los hogares se arreglaban los cascarones
pintándolos con palo de Brasil y cascaras de granada, lo que era motivo de
convivencia familiar, era muy divertido, participaban en este tradicional
arreglo de cascarones desde la abuelita hasta el perro que se echaba a sus pies
a observar la labor que se realizaba. Los adultos preparaban la tinta de palo
de brasil, y el engrudo; y los niños se encargaban de retacar los cascarones de
confeti y cubrirlo con un pedazo de papel de china pegándolo con engrudo.
Cuando las cajas de cascarones estaban repletas, se repartían entre los
miembros de la familia y generalmente les tocaba a cada quien una gran bolsa de
papel estraza llena de cascarones, los que debían alcanzar para todos los días
de carnaval, de aquellos añorados tiempos carnavaleros que los chamacos no
entendían por qué eran estas fiestas tan bonitas de sano disfrute familiar, el
que empezaba con elegir las candidatas a reinas y el rey feo.
Conseguir el permiso de los padres
de la candidata a reina era todo un reto. Generalmente eran dos candidatas, una
jovencita de la alta sociedad y otra de clase media, porque antes no había
gente tan pobre en La Paz, una quedaba de reina y la otra era su princesa.
Mediante colecta de dinero en toda la ciudadanía, comerciantes y clubes de
servicios, como Los 20-30 y Cámara Junior, los que se esforzaban en presentar
los más bonitos carros alegóricos y comparsas...algunas que se recuerdan “Las
bastoneras”, “biruta y capulina”, “Blanca nieves y los siete enanitos”, y “La
tremenda corte”. Cada semana Se hacían
el conteo de los votos, el que empezaba un mes antes del carnaval. Bonitos
bailes se organizaban cada semana en el palacio de gobierno frente a la
plazuela amenizado con las bandas de don Rafael Castro y Don Luis Gonzalez y
demás músicos del ayer, donde presentaban a las candidatas con el fin de
recabar votos, ya que se organizaban concursos de baile, y canto y acudía toda
la gente del pueblo a esta fiesta de sana diversión hasta que el cuerpo
aguantara, y al final, hacían el conteo de votos y eso era lo emocionante para
la próxima semana y la que recaudara más
dinero, era la que salía de reina y princesa electas.
El sábado de mal humor era fiesta en
toda La Paz. Desde temprana hora paseaban el mal humor con estruendosa música
carnavalera por todos los barrios, seguidos de mascaritas, chamacos, las bandas
de música y hasta los perros y se les iba uniendo la gente hasta llegar al
palacio de Gobierno donde lo colgaban en el balcón y el que era quemado después
que la máxima autoridad daba lectura al cómico testamento, el que era publicado
en los diarios locales. La plazuela lucía atascada de gente, las calles 16 de
Septiembre, Madero y Revolución eran cerradas hasta la 5 de Mayo, luego
empezaba el baile, el que se ponía a todo dar, amenizado por las famosas
orquestas de Mariano Mercerón y Ramón Márquez así como las ya mencionadas de
Don Rafael Castro y de Don Luis González y la música se escuchaba por toda La
Paz...hubo ocasiones en que presentaron artistas de renombre como Amalia
Mendoza, Lola Beltran, José Alfredo Jiménez y los Tres ases, entre otros de
gran prestigio. Las fiestas de carnaval eran un sano esparcimiento familiar. No
se vendían bebidas alcohólicas. Frente a la plaza había un restaurantito, “Mi
preferida”, de doña Pachita Díaz de Espíndola, madre de los tres reyes magos,
Gaspar, Melchor y Baltazar, respetable señora muy estimada por la sociedad
porteña y famosa por el exquisito menudo que vendía. Estaba también el güero
Wilson con sus sabrosas tortas y taquitos dorados y enmarcaba aquella alegría
la romancera y tradicional nevería Flor de La Paz, de gratos recuerdos. ¡Que
carnavales señores! El domingo por la mañana era coronada la reina electa, en
el Teatro Juarez, así como sus princesas. Y desde el domingo, lunes y martes,
era alegría total en todas las familias de La Paz. Todos andábamos muy felices.
Venían gentes de los ranchos y demás poblados aledaños a disfrutar el carnaval.
Todo mundo estrenaba ropa nueva.
Sastres y
costureras tenían mucho trabajo. Por lo menos un vestido diferente para cada día
de carnaval se estrenaba toda la familia. En casa vendían hasta las gallinas
para la compra de telas y moños y otras cosas para esas fiestas carnavaleras,
que no se necesitaba mucho dinero para divertirse sanamente ya que no había
vendimia de tanta cosa, se acostumbraba que al salir a cualquier baile, la
gente se iba con la barriga llena. En la Nevería La Flor de La Paz, se
compraban exquisitas nieves si acaso, se iba a bailar y a divertirse, no a
comer.
A las cuatro de la tarde paseaban la
reina y su corte por toda La Paz, en hermosas carrozas adornadas con flores
naturales de buganvilia, cinias y sempazuches así como papel de china y crepé,
y la gente sacaba a las banquetas las rechinadoras poltronas para verlos pasar.
Había verdaderos artistas que arreglaban los carros alegóricos bellamente,
entre ellos, la inolvidable Doña Nachita Estrada y el mazatleco Don Alfonso
Cornejo...carros que iban seguidos a pie de la cochi, orquestas, comparsas,
mascaritas, uniéndose la gente hasta llegar a la plazuela donde se daban cita
toda la gran familia sudcaliforniana y empezaba el baile por los cuatro lados
de la plazuela con sus debidas orquestas; y mientras que los abuelitos y los
padres estaban en las bancas con un ojo al gato y otro al garabato, las
muchachas daban la vuelta en el jardín por el lado izquierdo y por el derecho
los varones quebrándose cascarones mutuamente y tirándose serpentinas y confeti
entre coqueteo y coqueteo, quedando el piso como colorida alfombra de
serpentina y confeti, mientras que los niños hacían su agosto con su bolsa de
cascarones. Había un señor llamado don Basilio, que era sordo y rentaba sillas
de extensión a 20 centavos la hora, así como vendía cascarones a 3 por diez,
serpentinas y espanta suegras. La mujer de lunitas y la señora Flores, rentaban
disfraces. También se jugaba a la
lotería y había puestos de pan, gorritos, y mascaras. Recuerdo una leyenda que
decía en un gorrito que traía una muchacha “para todos hay, pero se pide”.
Su majestad la reina estaba sentada
en el trono aventando serpentinas con toda su corte, mientras la gente bailaba.
Había concursos de bailes y de disfraces; las mascaritas bailaban en grupos, y
a las doce de la noche se quitaban el disfraz. Desde las calles 16 de
Septiembre, Madero y Belizario Domínguez, hasta la plazuela, estaban inundados
de gente esas arterias de La Paz. En aquellos días de carnaval, se escuchaba la
tambora y la cochi por todos lados, así como dentro de los primeros autobuses
del pueblo, la panochita y el panochón iban los músicos tocando; y por la tarde
era costumbre que los grupos de mascaritas andaban por los barrios y hasta las
hornillas de las cocinas se metían y decían “no me conoces mascarita?” y era un
corredero de chamacos que a modo de juego, los asustaban. En el Carnaval del
Ayer, no venían vendedores de otras partes, no había limosneros en La Paz, no
había borrachera ni fritanga, ni drogadicción mucho menos. No se conocía esa
palabra. La palabra droga era cuando estaban endrogados, o sea, que pedían
fiado, tenían una deuda, eso era lo que la gente conocía por droga.
Los carnavales de antaño eran para
divertirse no para negocio y borrachera, y gracias a algunos coordinadores de
comités de carnaval, que se recuerda, se pudo gozar de ese sano esparcimiento,
los señores: Jesús Gibert, Enrique Cunninghan Gastelum, Rogelio Olachea Arriola
y Jesús Murillo Aguilar entre otros; y la chispa de alegría la ponían
personajes como Don Manuel Toledo, Pedrito Mercado Romero, Manuel Amarillas,
Jaime Tuchman, Ruben Castro, Víctor Zazuela, Hugo Taylor, Don Anselmo Romero,
Ricardo y Beto Yuen así como Francisco Yee entre otros que escapan al recuerdo.
El martes de carnaval, hasta las 11 de la noche nada mas era el permiso, porque
a las doce y un segundo el miércoles
iniciaba la cuaresma con el miércoles de ceniza, y el domingo chiquito era
carnaval para los niños. También había reina infantil con su corte, pero como
estábamos en cuaresma, a ese carnavalito no nos daban permiso de asistir. Eran
otros tiempos....Cascarones, confetis y serpentinas.
…Por
el placer de escribir…Recordar…Y compartir…
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