LA PAZ QUE
SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“MUJERES DE NIVEOS ROPAJES,
DE PASOS SILENCIOSOS...DE AYER...Y DE HOY”.
Las
mujeres californianas parían sus hijos solas en el monte, colgándose de un
árbol y en cuclillas, solo con la bendición de Dios. En el siglo antepasado, se
inauguró el Hospital Salvatierra, antes, había instalaciones modestas que
hacían la función de hospital, donde es ahora el Palacio Municipal, y los
heridos o enfermos los trasladaban en carretones que la hacían de ambulancia, y
eran atendidos con la invaluable ayuda de la enfermera empírica. En épocas
pasadas, los mayores por tradición de familia dominaban el conocimiento de la
medicina herbolaria. En cada pueblo, ranchería o barrio había la curandera, y
la partera o comadrona...pocos médicos se conocían, y los que había,
diagnosticaban con exactitud por el iris del ojo, y recetaban medicamento
herbolario, cucharadas, preparadas con polvos, y pomadas, después recetaban las
cafiaspirina y la zulfadiacina. De las enfermeras mas antiguas que se recuerdan
y que sin duda antes que ella hubo muchas, con la misma entrega y calidad
humana, doña DIONICIA VILLARINO ESPINOZA, “la coronela”, mujer heroica que
prestó valiosos servicios de inteligencia a la patria en épocas de la
Revolución Mexicana. Doña Nicha, como cariñosamente se le llamaba, es sin duda
alguna la exponente de la mujer sudcaliforniana, y tal vez fue la primer
enfermera y partera empírica en la península que obtuvo un reconocimiento
oficial, lo que viene a ser un título de enfermera, difícil de obtener en
aquella época.
La patriótica Doña Nicha, ayudaba y curaba a los heridos
en batalla, era la partera de las soldaderas durante la revolución de los
Orteguistas en 1913. En 1932, el Delegado de Santa Rosalía le extendió un
certificado de conocimientos prácticos de obstetricia.
Mujeres de blanco, de pasos silenciosos, de dulce mirar,
de ayer y de hoy, las que cuando salió al mercado la penicilina por primera vez
por la década de los 40 recorrían de casa en casa inyectando enfermos cada tres
horas con su cajita de inyectar con jeringas de vidrio, las que previamente
hervían en encaladas hornillas entre humos de tizones, por que no había la
comodidad de la estufa de gas, ni jeringas desechables. Mujeres de blanco, por
dentro y por fuera, quienes con sus atenciones y palabras de aliento arrancaban
vida de las garras de la muerte, o como los mismos ángeles los reconfortaban a
bien morir. Lo mismo era en lujosas mansiones como en humildes chozas o en el
campo, que al rasgar el vientre de aquellas valientes mujeres, el dolor quedaba
acallado por el llanto del niño que rompía el silencio naciendo a la vida,
quedando plasmado para siempre en el corazón de la madre, que con la ayuda de
las morenas y hábiles manos de la partera o comadrona estaban prestas a
recibirlo; quienes después de un recorrido de grandes distancias con la sonrisa
a flor de labios para cumplir con la noble vocación de servir recibiendo
gozosas a cambio de sus valiosos servicios alguna moneda, un guajolote, pollos
y demás productos propios de la región...y si la ocasión lo ameritaba
simplemente se conformaban con recibir la gratitud de la madre.
La yaquecita Doña María Ignacia Chávez de Cienfuegos, fue
la primera partera del barrio El Esterito, así como de los fundadores del mismo barrio, quien trajo
incontables niños al mundo. Doña Lucrecia Amador, Chayito y doña Natalia
Beltran, las comadronas que vienen a mi mente de la época de oro de
Sudcalifornia, cuando las mujeres parían en la comodidad de su hogar. Mujeres de níveos ropajes de silenciosos
pasos, que con su sonrisa y palabras de aliento hacían sentir seguridad al
enfermo...mujeres que con sus finas manos y atenciones salvaron vidas o en su
caso cerraron los ojos de quienes llegaban al final de su destino en la vida...ángeles
en la tierra a través de la mano de Dios. Por la década de los 20, la
tuberculosis se enseñoreaba en la península, principalmente en esta ciudad de
La Paz...por esos mismos años, el hermoso edificio de piedra donde antes fue el
sobarzo, luego Delegación, después estación de bomberos y en la actualidad es
Biblioteca, fue construido por esos años, por el general Mezta, y sirvió de
hospital para atender a los enfermos de tuberculosis de la época,
posteriormente, se construyó el preventorio antituberculoso donde se atendía a
los hijos de quienes padecían este terrible mal, luego se fundó el hospital
Blanco Roberto Coch, donde actualmente está el Hospital Salvatierra, y los
enfermos también, eran atendidos por las abnegadas enfermeras empíricas que a riesgo de su vida les
prodigaban amor. Vienen a mi mente aquellas mujeres de blanco, tan queridas y
respetadas por todo el pueblo: Magdalena Verdugo, Toñita Meza, Enriqueta
Cardoza, Encarnación Ojeda, María Luisa Cabrera, Esperanza Rivera, las madres
carmelitas, Lucia Angulo, Leonarda Larios, María Mercedes Victoria, María
Gómez, recientemente fallecida, María Piñuelas, Carmelita Sandoval, Alejandrina
Lizardi, quien fue la partera de las mujeres de los trabajadores de la Tenería
Suela Viosca, en aquella época al lado del doctor Augusto Olguín Emilia
Geraldo, Adelina Flores y Anita Ruibal Cosca, quienes adquirieron sus
conocimientos prácticos de los doctores: Pedro Dominguez, Corsen, De Los Cobos,
Federico Cota, Armando Serrano, Rodríguez Cota, Enrique VonBorstel, Ajuria,
Francisco Cardoza Carballo, Romeo Gamboa y Vallarino Kelly, entre otros
ameritados médicos.
Nuestra bella tierra peninsular es cuna de luchadoras e
incontables mujeres con un valor moral, bondad y espíritu de lucha inquebrantable
a toda prueba, quienes por diferentes caminos han desempeñado un papel
importante y trascendente en beneficio de quienes mas lo necesitan; pero la que
abraza la sacrificada y noble profesión de enfermera, son como los mismo
ángeles en la tierra guiadas por la mano de Dios quien plasma en su corazón la
bondad y en su mente el entendimiento. Debido a las necesidades y crecimiento
de la población, se fundó en esta ciudad capital el 12 de noviembre de 1958,
“LA UNION MEDICA” por el rumbo de donde es la chilera, y ahora es un hotel,
iniciando con 19 camas, 6 cuneros y 6 camitas, dirigida ésta unión médica por
el doctor Enrique Vonborstel Labastida. Así nació el Instituto Mexicano del
Seguro Social en La Paz, al frente de éste prestigiado instituto el mencionado
doctor Vonborstel y la siguiente plantilla de médicos, enfermeras y demás
personal que fueron los fundadores: Francisco Cardoza Carballo, Eduardo Ajuria,
Romeo Gamboa Navarro, Carmelita Rodríguez, Guillermo Vallarino, quien estuvo
poco tiempo; Armando Serrano, Juan Manuel Ansaldo Oliva. Como anestesiólogo
Juan Angel Cordero, químico laboratorista Manuel Siurob; primer médico interno
Carlos Cornejo Luna. Como secretarias Gloria Moreno Romero, quien tenía 14
años. Como Almacenista, Cecilia Ramírez Gastelum. Farmacia, Rosalba Díaz, la
popular “chata”, y Socorro Angulo Hirales. Las cocineras: Alta Gracia y tula
Orozco, así como Socorro Ortega.
La primera ambulancia del Instituto Mexicano del Seguro
Social era una antigua Willi y sus choferes fueron Ricardo Valadéz y Humberto
Zárate; en mantenimiento eran José Flores y Refugio Hirales “El Curucho”.
Mujeres de blanco, de pasos silenciosos de tierno mirar, que hicieron sus
prácticas en el Hospital Salvatierra, excelentes enfermeras fundadoras del
IMSS, con amor y calor humano al servicio de los demás: Adelita Gutiérrez
Marquez, Lucia, Rosario y Amalia Angulo Hirales, Marta García Collins
(partera), Gloria Alfaro, Tomasita Orozco Agúndez, Cecilia Angulo, Cecilia
Hinojosa y la inolvidable Olga Rochin. El Supervisor lo fue el Doctor Corsen
Luna y el administrador Miguel Galvan de la Mora. En el archivo, el eficiente e
inolvidable Manuel Taylor “Manelichi”. Importante era también la limpieza del
naciente instituto y los activos muchachos que realizaban esta noble función
fueron Berta Arreola, Cecilia Murillo, Gabina y Ramona Carballo, Angelita Avilés,
y Francisco Martinez, así como en Lavandería estaba Juan Alvarez. Adelita
Gutiérrez, enfermera jubilada fundadora del IMSS recuerda que la primer
paciente de la UNION MÉDICA fue una señora con achaques que estaba embarazada.
Cuantas anécdotas y experiencia se han vivido a través de
los años en las diversas instituciones de salud, donde la enfermera es el punto
clave para el trabajo efectivo del medico...mujeres de blanco, de silenciosos
pasos que inundan los pasillos de hospitales y clínicas, que son un bálsamo
para el sufrimiento del ser humano.
Muchas felicidades a la licenciada Silvia Salazar Salazar
quien recientemente acudió al llamado del Señor, fundadora de la Escuela de
Enfermería en La Paz. Felicidades asimismo a todas las enfermeras, y enfermeros
de todo el Estado de Baja California Sur y de todo el mundo.
...mujeres de blanco...de
pasos silenciosos... y tierno mirar…
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
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