LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“5 DE MAYO DE 1862...MEMORABLE Y GLORIOSA
BATALLA DE PUEBLA”
Habiéndose restablecido el orden en el país
con el triunfo del Partido Liberal y la entrada del Sr. Presidente Lic. Benito
Juárez a la Capital de la República en enero de 1861, el Primer Mandatario
dispuso la suspensión por dos años, de los pagos de cuantiosas deudas
contraídas con 3 países europeos, Francia, España e Inglaterra, en tanto el país
se reponía, ya que las guerras civiles y los abusos de gobiernos anteriores
habían ocasionado grandes gastos y pérdidas a la Nación. Enterados de ello, los
gobiernos de esos tres países protestaron, se unieron. Y enviaron sus escuadras
y representantes a reclamarnos y a exigir el cumplimiento de esos compromisos,
y desagravios para sus súbditos ofendidos. Al comenzar el año de 1862 llegaron
a Veracruz los ejércitos invasores apoderándose del Puerto y del Castillo de
San Juan de Ulúa. Un alevoso ataque, sin previo aviso, El General español Juan
Prlm, el inglés Sir Charles Wyke, y los franceses de Saligny y Jurien de la
Graviere se reunieron con las fuerzas de invasión Poco tiempo antes el Gobierno
de Juárez se había expresado así: "Declarada la guerra entre España y
México, sostendremos por la fuerza de las armas, el honor, la independencia y
la libertad de la Nación" El Presidente Mexicano, deseando resolver el
conflicto por medios pacíficos primero suprimió la ley que había ocasionado
tales dificultades e hizo saber a los extranjeros que entraría en arreglos si las
tropas eran reembarcadas. No obstante los invasores Para discutir sobre tan
delicado asunto el Sr. Juárez envió a su Ministro de Relaciones Exteriores. Don
Manuel Doblado quien se entrevistó con los representantes extranjeros en un
lugar de Veracruz llamado “La Soledad" y allí surgió un tratado que lleva
ese nombre. Por medio del cual se fijaba que México no necesita ayuda extraña
para organizar su gobierno; se reconocían las justas reclamaciones de pago se
permitía el acuartelamiento de las fuerzas de invasión en Córdoba y Tehuacán,
sólo durante el tiempo que duraran las negociaciones, ya que una epidemia
tropical las acosaba; y se precisaba que en caso de declararse la guerra las
tropas regresarían a Veracruz. Habiendo descubierto los verdaderos propósitos
de conquista que animaba a los franceses y comprendiendo que la justicia
amparaba a nuestro gobierno, los representantes de Inglaterra y España
resolvieron deshacer su alianza y regresar a sus respectivos países, no así
Saligny, quien rompiendo el documento del pacto dijo: "Mi firma vale tanto
como el papel en que está escrita". Con la llegada a Veracruz del General
en Jefe del Ejército Francés, Conde de Lorencez, se comprobaba la intención del
Emperador Napoleón III de apoderarse de México e imponerle un Monarca, tal como
se lo habían pedido algunos malos mexicanos. Declarada la guerra, el Lic. Don
Benito Juárez, dictó las medidas necesarias y confío la defensa nacional al
General Ignacio Zaragoza, Jefe del Ejército de Oriente, y aguerrido militar de 33
años de edad, quien por sus relevantes méritos, a pocos años de servir en el
ejército, había ascendido hasta ocupar el cargo de Ministro de Guerra. Un
alevoso ataque sin previo aviso de los
franceses a nuestros batallones mexicanos en las cumbres de Acultzingo reveló
al General Zaragoza parte de la táctica de los invasores. Las tropas francesas
avanzaban sobre Puebla y al mismo tiempo por el sur de la Ciudad se acercaban
7,500 renegados mexicanos capitaneados por el General Leonardo Márquez. Dura
lucha: contra extranjeros y contra traidores, El Jefe del Ejército de Oriente
mandó una brigada de 3,800 hombres a contener el avance de Márquez, entre ellos
iban los mejores cuerpos de caballería. Así, con un reducido ejército de 5,500
hombres, se movilizaron hasta Jalapa y Orizaba. Puso a resistir y vencer a
6,500 franceses, con armamento notablemente superior. El 4 de mayo quedó
improvisada en la ciudad una ligera fortificación y en el cerro de Guadalupe se
levantaron parapetos y abrieron fosos. El
General Zaragoza no quiso esperar el ataque dentro de la Ciudad y salió al
frente con la mayor parte de sus tropas dejando al General Santiago Tapia con
600 soldados para la defensa de la plaza. Formó 5 columnas: 4 de infantería con
1,000 hombres cada una, aproximadamente y una de caballería con 550 bajo las
ordenes de los Generales Miguel Negrete que ocupó los cerros de Guadalupe y Loreto
formando una línea de batalla entre los dos fuertes; Porfirio Díaz y Francisco
L. Madrid. A los que apostaron sus tropas en el barrio de los remedios. El
General en Jefe estaba con ellos; Antonio Álvarez que con su regimiento de caballería
se situó al pie del cerro de Loreto; Felipe Berriozábal se colocó a distancia
de la fortificación de Guadalupe, en la Plazuela de San José. Formando parte de
la brigada del General Negrete, el General Juan N. Méndez con su sexto Batallón
Guardia Nacional de Puebla, integrado por valientes indígenas de la sierra
Poblana Tetela, Xochiapulco y Zacapoaxtla, quedó en la falda del cerro a unos
600 metros fuera de los parapetos y el más próximo a las tropas enemigas
Partiendo del cerro de Amalucan, los franceses -Cazadores de Vincennes, Zuavos,
tiradores de Marina y la 99a de línea habían situado su campamento provisional
en el rancho de Rentería eran las 10:45 de la mañana del 5 de mayo de 1862,
preciso instante en que el sonoro tañer de una campana de la Catedral de Puebla
anunció la hora de combate de inmediato atronó el ámbito un cañonazo que partió
del cerro de Guadalupe; había iniciado la que sería una de las epopeyas más
gloriosas de nuestra patria. El enemigo desprendió sus columnas de ataque
lanzando la primera carga. Una Columna de 4,000 hombres avanzó hacia el fuerte
de Guadalupe y otra más reducida hacia el frente. La Guardia Nacional de Puebla
fue la primera en cruzar sus armas con los invasores. El General Zaragoza
ordenó reforzar rápidamente los dos fuertes. La artillería francesa disparaba
incesantemente. El enemigo ascendía al cerro; el General Negrete aguardaba
impasible con 3 batallones, sin disparar
solo un tiro. Una vez que tuvo a
los extranjeros a escasos cincuenta pasos, quitóse la gorra y gritó a sus huestes
henchido de fervor patrio: “¡¡Soldados en nombre de Dios y por la Patria,
cargad Sobre el enemigo!!", y un enjambre de valientes, con indomable brío
cayó sobre los franceses. Estos sufrieron enormes bajas y huyeron hacía Rentería.
Rechazado el primer ataque, intentaron el segundo; se dividieron en tres grupos
y avanzaron rápidamente, pese al nutrido fuego. Los nuestros mantuvieron a raya
a dos de las columnas fuera las
fortificaciones, pero la tercera, de Zuavos y Cazadores, llegó salvando los
fosos, a las trincheras de Guadalupe y hasta las piezas de artillería,
librándose allí cruenta lucha cuerpo a cuerpo en la que el arrojo y bravura de
los mexicanos desbarató a sangre y fuego nuevamente las columnas extranjeras.
Tres cargas intentaron los franceses y en las mismas fueron rechazados con
valor y bizarría. En la última, la caballería situada a la izquierda del fuerte
de Loreto, se lanzó contra ellos con denuedo y coraje, destrozándolos casi
totalmente. En el fragor del combate, los pendones patrios que enarbolaban los
distintos batallones mexicanos, ondearon orgullosos, entre ellos el de los
Ligeros de Toluca.
Largas horas duró la lucha, enconada y
terrible, ante los dos fuertes el General Zaragoza con valentía y gran talento
militar dirigía las operaciones. Eran las 3:30 de la tarde, y en un desesperado
intento el Conde de Lorencez ordenó la cuarta carga. Una sola columna de
3,000 hombres maltrechos, se dirigió hacia
el cerro de Guadalupe. Mientras avanzaba se desató una fuerte tempestad;
furiosas descargas recibieron a la columna; los atacantes buscaron refugio y
comprendiendo su derrota huyeron a su campamento. Allí les presentó batalla el
General Zaragoza, pero lo esquivaron. Se
retiraron después a Álamos perseguidos muy de cerca por el General Díaz. Las
armas nacionales se habían cubierto de gloria, aquel 5 de Mayo de 1862
venciendo al ejército más famoso en de aquella época.
Grandiosa victoria para México y grave
lección para quienes, guiados por los intereses mezquinos de un Emperador, intentaron
ofender la soberanía de nuestro país, amante de su independencia y baluarte de
libertad y justicia.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
compartir…
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