LA PAZ QUE
SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“AULAS FRIAS, Y ASIENTOS
DUROS...PERO LLENOS DE CALOR HUMANO, RESPETO Y SABIDURIA”.
Esa
cálida mañana que viajaba en un pesero, llamó mi atención la plática de dos
jóvenes señoras... “figúrese comadre”, le dijo una a la otra, mientras
amamantaba un lindo bebé... “que dice mi niño, que el profesor lo regaña mucho,
que porque no aprende y está muy atrasado, el pobre chamaco ya ni quiere ir a
la escuela, mejor lo dejo viendo a gusto
su programa de televisión. – Pues no se apure comadre”, le contesta la otra
señora, “nomás usted dice y nos juntamos un grupo de madre de familia y unas
cuantas firmas y sacamos al profesor”.
¡Pues que nos pasa!
Me quedé perpleja al escuchar aquella plática en uno de
tantos peseros a esa hora de aquella calurosa mañana...íbamos todos
apretujados...jovencitas y personas mayores con sus cabezas plateadas, haciendo
circo, maroma y teatro para no caerse, y los jóvenes y demás señores venían
cómodamente sentados a dos ..., ¡que vergüenza!, cuantos valores se han
perdido. No pude evitarlo, me puse a comparar el ayer y el presente...se
agolparon en mi mente los recuerdos...regresé al pasado a aquella escuelita
Rosendo Robles, la “Chango Robles”, logro de la inolvidable profesora Jesús
Rolland y un grupo de entusiastas personas que la apoyaron. Escuela que dirigió
hasta su jubilación. Con añoranza recuerdo los dos frondosos árboles al frente
de la misma, a cuya sombra cobijaron los actos
cívicos, los juegos, rondas infantiles y tantas inquietudes y gozos de
generaciones de niños, que algunos ya duermen el sueño eterno y otros peinamos
canas y somos felices abuelos...hasta parece que escucho el alegre tintineo de
la campana llamando a recreo, y aquella multitud de voces...aún retumban en mi
oídos como notas musicales las fuertes voces llenas de sabiduría de los
venerados y nunca olvidados maestros: Beatriz y Pilar Flores, Anita Valdivia,
Luisita Angulo, Aurora y Agueda Meza, Manuel y Euximio Beltran, entre otros
distinguidos maestros que algunos ya emprendieron el camino sin retorno, y a
otros, el invierno plateó sus cabezas y sus pasos son ya lentos.
Antaño, ¡que esperanza que permitieran los señores o
jóvenes y aún niños que las damas estuvieran paradas!, muy atentos les daban el
asiento o su lugar...mucho menos los ancianos, los ayudaban a cruzar la calle y
a cargar paquetes, bolsas, canastos, etc., en aquellos tiempos eran más
acomedidos. Había respeto por guardar esas formas de la educación, la que se
mamaba de los mayores, generación tras generación en los hogares y era
reforzada en la escuela por los maestros. ¡Tan queridos y nunca olvidados!,
quienes merecían y merecen todo respeto y veneración, eran y deben de ser como
nuestros segundos padres. Ellos tenían toda la confianza y autoridad de los
mayores para reprendernos con energía porque lo hacían por nuestro bien y para
nuestra formación...aún recuerdo aquellas frases que decían “¡aquí le traigo a mi hijo profesor...se lo entrego
con todo y todo!”.
Cómo olvidar aquella ocasión en que mi hermana mayor
quiso dar una queja en contra del maestro...”Mamá fíjese que la señorita me
regañó y me..!” mi madre no la dejó terminar de hablar...con la mirada de
aquellas que ella daba, que hacía que se le enchinara a uno la piel, la calló en
el acto. Al día siguiente, sin que la chamaca supiera, mi madre fue a la
escuela para entrevistarse con la maestra y enterarse cómo andaba la niña.
Cuando regresamos de la escuela, estaba en la mesa un vaso de agua endulzada,
ya sabíamos que quería decir eso... a alguien le iban a arrimar una zurra, y el
vaso con agua endulzada era para el susto. Muy seriecitas, con el alma en un
hilo, en suspenso guardamos los cuadernos en su lugar, y nos sentamos
espichaditas a quitarnos los zapatos para que se enfriaran los pies, y a
esperar a ver a quien le tocaba la cueriza. Después de hablar mi madre con la
maestra, a mi hermana le pusieron una cintariza marca diablo, y claro, se bebió
su vaso de agua endulzada después de que le dieron un baño.
En aquellos salones fríos, de asientos duros pero
inundados de calor humano, de respeto y de sabiduría, a la hora de clases, nada
más la voz del maestro se escuchaba...!que maestros!, y que manera de explicar
la clase, con aquella paciencia tan de ellos...luego dictaban un resumen,
después los alumnos tenían que explicar ante todo el grupo lo que habían
aprendido. Las clases de historia, ¡que clases!...tenían una narrativa que
transportaba al alumno y lo hacían vivir aquellos momentos históricos, y
sentirse los personajes que se narraban y que nos hacían palpitar el corazón y
sentir nuestra identidad nacional. Las clases de urbanidad y civismo las hacían
como obras de teatro, donde los propios alumnos escenificaban los personajes. El Himno Nacional se entonaba
completo con todas sus estrofas. Ahora creo que ya casi nadie lo sabe completo.
Se fomentaba el honrar a nuestros héroes que nos dieron patria y libertad, así
como a nuestro lábaro patrio, a nuestros mayores, y a nuestros gobernantes y
tantas otras cosas que hacían consolidar el sentimiento nacional.
Como olvidar aquellos ejercicios acompañados de
caligrafía que hacíamos una y otra vez desde segundo año de primaria.
“AMA Y RESPETA TU BANDERA COMO A TUS PADRES”
“EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”
“SI QUIERES SER, CUANDO GRANDE, BUEN CIUADADANO, DESDE
PEQUEÑO PORTATE BIEN CON TUS MAYORES”.
“SI QUIERES SER BUEN NIÑO Y BUEN MEXICANO SE OBEDIENTE
CON TUS MAYORES Y HONRA TU BANDERA”.
“LA DISCIPLINA Y OBEDIENCIA ES LA BASE DEL TRIUNFO EN LA
VIDA”.
Palabras que repetíamos una y otra vez y que se ponían en
práctica y se quedaron grabadas para siempre. Venerados maestros que nos dieron
tanto a cambio de sentir la satisfacción de que la semillita del conocimiento
que sembraron en nuestro cerebro era tierra fértil y germinó...el esfuerzo no
fue en vano. Pero aquella valiosa enseñanza que desprendieron de su propio ser,
poniendo el alma y que no está escrito en los libros, se guarda como en una
joya muy valiosa en el corazón. En aquel tiempo los maestros no andaban con
huelgas ni en plantones, no se usaba eso. Ahora, sus razones tendrán y se les
respeta. El sueldo de los maestros quizá era decoroso y le alcanzaba para vivir
dignamente. El ser maestro aquí en La Paz, era de lo más grandioso y respetado,
como debe serlo ahora. En la mañana, y por la tarde, un mismo maestro lidiaba
con 50 niños. Cinco cuadernos y el libro de lectura era todo lo que
necesitábamos. Los niños escribían del pizarrón al cuaderno, y aprendían a
memorizar y a sacar cuentas en el aire para ejercitar la mente. Ahora, si no
tienen calculadora a la mano no pueden sacar una cuenta. Eran otros
tiempos...tal vez era porque no había televisión ni radio y los niños tenían
que desarrollar su creatividad, elaboraban sus propios juguetes, como baleros,
barquitos, aviones, troquecitos, tiradores, papalotes y traían sus catotas
metidas en un calcetín colgando de bolsa del pantalón, y que orgullosos se
sentían con las canicas especiales de tiro y los catotones. Iban a la escuela
mañana y tarde llevando las tareas resueltas las dos veces, y todavía había
tiempo para que escucharan las interesantes y amenas narrativas de los mayores,
porque algunas mamás no trabajaban fuera del hogar, eran productoras allí mismo
y de esa manera ayudaban aún más al gasto familiar y estaban al pendiente de
sus hijos; no miraban novelas, y los maestros no tenían que salir corriendo
desesperados a otro trabajo. Claro que es por el progreso, que debe ser muy
bueno, los resultados están a la vista. No había niños ni jóvenes vagos, ni
delincuentes, quizá era porque mamá estaba en casa preparando ricos guisados
para la hora de salida de la escuela de sus hijos, y el papá en el trabajo
tenía la preocupación de estar a tiempo en su casa donde lo esperaban su esposa
y sus hijos, y comerían todos juntos, como era la costumbre. Ahora, unos andan
para allá y otros para acá.
¿No sería bueno volver atrás y tratar de rescatar de los
escombros del pasado costumbres que se perdieron, sobre todo en lo que se
refiere a valores, educación escolar y en el hogar? Tal vez si se le otorgara
más confianza a los maestros, y le enseñamos más respeto a nuestros hijos para
con ellos, y que algunas mamás que trabajan, reflexionaran si vale la pena lo
que ganan, comparado con los valores que se pierden con sus hijos y pudieran
volver al hogar...las nuevas generaciones pudieran ser mejores, se evitaría un
poco la delincuencia, la desintegración familiar y la crisis de valores que hoy padecemos, pero
creo que es un esfuerzo conjunto de gobierno, padres de familia, religión e instancias
educativas.
...Aulas frías y asientos duros...pero inundados de amor,
de calor humano, respeto y sabiduría.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
compartir…
*Esta crónica fue publicada
hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el
programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*
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