viernes, 23 de marzo de 2018

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA
“VIERNES SANTO…VIERNES DE SILENCIO.”
El domingo de Ramos antecede a la semana santa...es la conmemoración de la entrada triunfal en Jerusalén de nuestro señor Jesucristo montado en un burrito blanco entre aclamaciones y palmas de la multitud...fue el sexto domingo de cuaresma, cumpliéndose así lo anunciado siglos antes, por el profeta Isaías...hoy empieza la semana Santa, la semana mayor, última de la cuaresma que precede a la Pascua. Es la más importante, porque es cuando tuvieron lugar los misterios más grandes de la redención del hombre: la última cena, en que el señor Jesús instituyó la sagrada eucaristía y el sacerdocio; su pasión y muerte sobre la cruz y su resurrección después de la muerte.
Recordando aquellos viernes santos, viernes de silencio de La Paz de antaño y aquella costumbre, entre exquisitos aromas a capirotada, torrejas y otros platillos elaborados a base de productos del mar, mi madre decía: “Que la carne que no se debía de comer es la humana, o sea, hablar de mal de nuestro prójimo; y que hace más de 2000 años hubo un hombre que nació contrario a las leyes naturales de la vida. Este hombre vivió en la pobreza y fue criado en la oscuridad; no viajó extensamente, solamente una vez cruzó las fronteras del país en que vivía; eso fue cuando siendo niño, estuvo un tiempo exiliado de Egipto. No poseía ni influencia ni dinero. Sus familiares no eran prominentes y carecían de todo entrenamiento y de educación formal. Durante su infancia atemorizó a un rey; durante su niñez impresionó a los doctores; ya siendo hombre dominó la naturaleza, camino sobre las olas como si fuese el suelo y silenció los vientos y la mar. Sanó a las multitudes sin medicina y no cobró por sus servicios. Nunca escribió un libro; sin embargo, los libros que han escrito sobre él podrían llenar bibliotecas enormes. Nunca escribió un canto, sin embargo se ha provisto tema para más cantos que los que han producido todos los compositores juntos nunca fundó una universidad, pero todas las universidades y escuelas juntas no tienen mas discípulos que él. Nunca dirigió un ejército, o enlistó a un soldado, o disparó un arma de fuego; sin embargo, ningún líder ha tenido mas voluntarios a sus órdenes que hayan hecho que tantos rebeldes entreguen sus armas y se rindan sin disparar un solo tiro.
Nunca practicó la medicina, pero ha sanado mayor número de corazones quebrantados que todos los doctores juntos.
Cada séptimo día la actividad humana cesa, y las multitudes van a adorarle. Los nombres de los grandes estadistas de Grecia y Roma florecieron y han quedado relegados al olvido. Pero aunque el tiempo ha colocado más de 2000 años entre este hombre y nuestros días, EL SIEMPRE VIVE. Herodes no le pudo destruir, y el sepulcro no le pudo retener EL está sobre el mayor pináculo de la gloria celestial, proclamado por Dios, reconocido por los ángeles, adorados por santos y temido por demonios, como el viviente personal Cristo, nuestro señor y salvador.
De acuerdo con la liturgia el próximo viernes es el día de Dolores, se dice que en punto de las 3 de la tarde, el hijo de Dios redimió a los hombres con su sangre, después del viacrucis durante el cual fue azotado, escarnecido, por una clase social, explotadora de una fe de siglos hasta que el redentor había de venir a trazar caminos diferentes. El viernes santo, es viernes de silencio, es el día más grande de la liturgia, es el día que un velo negro cubre por minutos la faz de la humanidad porque dicen los entendidos que en ese momento quedó inerme el mundo y se desatan las fuerzas del mal. Su estoicismo, la aceptación del cáliz de la amargura, la plena consciencia de la traición de Iscariote, no lo hicieron desistir para proseguir con su doctrina de amor y de igualdad. Madre, preguntó mi hermanita mayor, cuéntenos otra vez la del pez que no tiene un lado y por qué se llama Cuaresma. Mi madre preparaba el agua fresca de lechuga, y continuó diciendo que “andando Jesús en la barca con sus discípulos, uno de ellos dijo que tenía hambre, y el señor metió sus manos al mar y sacó un pescado, le cortó un lado y comieron todos de él, luego, vivo aún el pez lo echo al agua nuevamente. Según dicen los mayores que es el lenguado, y que quizás por eso es la costumbre de comer pescado en cuaresma.
La cuaresma se conmemora la muerte y resurrección de Jesús y tiene su origen desde tiempos inmemoriales, el número 40 tiene mucho significado en la historia de Israel. Cuarenta años duró la peregrinación de los israelitas por el desierto purificándose, escuchando a Dios por medio de Moisés y luchando contra sus enemigos sólo entonces pudieron entrar a la tierra prometida. 40 días estuvo Moisés en el Monte Sinaí para hablar con Dios y recibir las tablas de la ley. 40 días caminó el Profeta Elías por el desierto sin probar alimento hasta el monte Oreb, donde pudo vislumbrar a Dios. 40 días estuvo orando en ayuno Jesús en el desierto, donde venció las tentaciones del placer, del poder, del aparecer y de la autonomía frente a Dios, sólo entonces pudo hacer el bien a todos. Dijo mi adorada madre, empezando a batir huevo nuevamente, para capear las semitas previamente tostadas y rebanadas a la mitad, y echarlas al jarro de miel hirviente preparada con panocha, canela, y clavo, las exquisitas torrejas.
El viernes santo...era viernes de silencio...era luto para toda la humanidad... sólo se escuchaba el rumor del viento, y el canto de los pájaros rompiendo el silencio...mujeres de rostros condolidos, con ropajes y tápalos negros...silencio en todos los hogares...ni radio, ni cine y televisión no había...sólo se escuchaba el cacareo de gallinas, y se percibían los aromas que salían de la cocina...y hasta el perico que pendía su jaula en el emparrado el flor, estaba en silencio...el hacha en los leñeros, cuchillos y machetes quedaban en silencio...imágenes y espejos cubiertos de crespones púrpura o negros. No se decían malas palabras. Mi madre, con una mirada de aquellas que enchinaban la piel, nos guardaban las travesuras para el sábado de gloria y nos levantaban con una cintariza “para que crezcan derechitos” nos decía, y luego nos daban un vaso de agua endulzada para el susto.
Aquellos viernes santos, las mujeres en la cocina andaban en silencio, hablaban lo indispensable; y los niños en los rincones jugaban en silencio, escuchando a los mayores las cosas de otros tiempos...prohibido bañarse en la playa, porque decían que se convertirían en sirenas; y las embarcaciones de los pescadores quedaban inactivas y en silencio...era viernes santo, viernes de guardar, viernes de silencio....sólo se escuchaba el canto de los pájaros y el rumor del viento...después de escuchar las siete palabras, y adorar al señor, todo mundo estaba en casa...y en silencio… Eran otras costumbres y otros tiempos.
Por el placer de escribir…Recordar...Y compartir…

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