“EL KIOSCO DEL MALECON...LA
MUSICA Y EL ROMANCE EN LA PAZ”.
POR MANUELIZA LIZÁRRAGA.
Es un acierto de las autoridades correspondientes el
relleno y las obras de embellecimiento del paseo costero, el tradicional
malecón...la blancura de la arena derramada a la orilla del mar, engalana la
mirada y conforta el espíritu de todo ser viviente. OJALA, QUE QUITARAN TODO LO
QUE OBSTRUYE LA BELLA IMAGEN DE LA PAZ POR EL MALECON...COMO LA CALETA, QUE
ESTORBA EL LIBRE TRAFICO DE LAS PERSONAS; ASI COMO EL KIOSCO FRENTE AL HOTEL
LOS ARCOS, Y SI SE PUEDE, POR QUE NO, HASTA PODRIAN QUITAR EL EDIFICIO VISTA
CORAL Y SE PUDIERA RELLENAR TODO ESO DE ARENA. Sería maravilloso contemplar los
atardeceres como antaño, que es lo único que podemos disfrutar los que menos
tenemos...y cómo recordar es vivir,...vienen a mi mente bellos recuerdos de
cuando el kiosco estaba a la vista de
todos y no escondido como ahora.
¡Muchachas, el domingo en la serenata del kiosco habrá un
mano a mano con las orquestas de don Rafael Castro y don Luis Gonzalez!...yo no
me lo voy a perder, en la ciudad de Viena, en La Palma, con Canseco, con la
chinita Yuen, o en casa de Ruffo, compraré una hermosa tela para que la
costurera me haga un bonito vestido para la tardeada del domingo...las
crinolinas ya las tengo almidonadas y el adorno para la cola de caballo ya
está; decían mis hermanas llenas de ilusiones en la época dorada de perlas y de
romance de La Paz que se perdió. Mientras los turistas extranjeros y del
interior de la República que nos visitaban y disfrutaban de las bellezas de La
Paz, y luego se iban, no se quedaban, y contemplaban los atardeceres meciéndose
en las poltronas del “Hotel Los Arcos”, y de la terraza del “Perla”,
disfrutando las botanas de cayo de hacha y de almeja, cortesía de los hoteleros
y restauranteros, enmarcados con las hermosas obras de los artesanos del
Esterito que vendían el “chunique”, en productos del mar, como carey,
tamborillos y pescados disecados, variedad de caracoles y conchas finamente trabajadas,
cortinas de caracolitos, y aquel estruendo musical que provenía del kiosco,
vislumbrándose en la lejanía el parpadeo de la luz del antiguo faro.
¡A que se cae, a que no se cae!...gritaba la gente cuando
los músicos subían al kiosco por la improvisada y débil escalera de madera...
¡qué tiempos!, de trenza y moños aún, me tocaba la honrosa misión de ser chaperón,
de mis hermanas. Y cuanto me gustaba acompañarlas, pues el show que hacían los
músicos al subir al kiosco del malecón por una improvisada escalera de madera,
¡era único!...cuando construyeron el kiosco, por la década de los 20, en el
Gobierno de don Manuel Ezquerro, se les olvidó ponerle escalera, y los músicos
tenían que hacer circo, maroma y teatro para subir los aparatos musicales, sobre
todo el bandolón y el Violonchelo, y la muchachada nos quedábamos en suspenso
cuando los músicos subían al kiosco con todo y aparato por aquella escalera,
para amenizar las tradicionales tardeadas. Don Rafael Castro, sus músicos, y su
orquesta eran únicos con la música romántica que tocaban...se bailaba pegadito,
de cachetito, corriditas, mambo, boleros, danzones, cumbias y hasta tangos, así
como popurrís de Agustín Lara, y la gente se quedaba resollando gordo, como
agarrando aire cuando tocaban las tandas de resistencia que duraban hasta una
hora. Después del bailongo, los muchachos contrataban la música para llevarles
serenata en los balcones a la luz de la luna, a las muchachas, ya fuera por
motivo del Día de su santo o simplemente por una reconciliación. El año nuevo y
el día de Las Madres, los músicos no dormían. En épocas de las armadas perleras
cuando regresaban buzos y pescadores después de cuatro o seis meses de trabajo,
o los de la pesca del tiburón, lo primero que hacían era contratar las orquestas
de don Rafael y Don Luis, quienes cobraban a diez pesos la hora, y los
esperaban en la orilla de la playa.
Maravillosa música arrancada con el alma de los músicos
del ayer, don Rafael Castro y su equipo a las cuerdas de los aparatos musicales
que llenaban de sana alegría y hacían vibrar de felicidad a las familias del
ayer, entre aquellos efluvios perfumados de nuestra hermosa bahía de La Paz,
bajo la lápida celeste, tachonada de refulgentes estrellas...era una bella
conjugación de risas, taconeos, murmullos de palmeras y notas musicales que
apagaban el ruido de las olas de aquellas cristalinas aguas que duplicaban el
disco plateado de la Luna y que reventaban hasta la orilla del malecón. En
aquella época romántica, desde las cuatro de la tarde el corazón de La Paz se
inundaba de alegría...era toda una fiesta...todos éramos felices...si hasta nos
andábamos riendo solos...éramos como una gran familia que disfrutábamos las
serenatas en el malecón o en la plazuela hasta las diez de la noche, y luego,
continuaba en la Mutualista. ¡Que tiempos!, regresábamos presurosas con el
corazón y las zapatillas en la mano, temerosas por aquellas leyendas que
contaban los mayores, de las casonas antiguas, de espantos y aparecidos, o si
bien nos iban no fuéramos a escuchar el lastimero grito de la llorona, o
toparse con la “taconuda”, o la mujer de blanco, o el perro prieto arrastrando
cadenas y la gallina con pollos por la 16 de Septiembre y la isla de Cuba.
Las muchachas lucían bellísimas, muy naturales, con sus
peinados de cola de caballo o permanentes olorosas a jabón Maja o maderas de
Oriente, Camay, Colgate o Palmolive, con sus perfumes “Flores del Desierto”. La
moda eran vestidos largos o rectos, y de medio paso chemis, mumus, o amplios
con crinolinas, modelos elaborados por costureras sudcalifornianas sacados de
los catálogos que vendían en la primer librería que hubo en La Paz, fundada por
Don Francisco Aramburo. Antes las amas de casa eran productoras en su propio
hogar, de esa manera apoyaban el gasto familiar y tenían especial cuidado de
sus hijos, así como de su educación y formación...en cada barrio, y a cada paso
había mujeres que se dedicaban a la costura y otras manualidades ¡y que bonitos
vestidos elaboraban!...a los jóvenes los vestían los sastres, y había algunas
mujeres muy buenas para hacer ropa para hombres. Para el baile, los muchachos también estrenaban pantalón de
casimir inglés, gabardina, mezclilla caqui o rayón, y camisas de las mejores,
cada domingo, al igual que las muchachas para asistir a las tardeadas con su
cabello muy cortado en las peluquerías de aquel ayer, y que algunas aun
perduran: con el ‘Zurdo”, con don Polito o Pablito Nuñez, o con Murillo, e iban muy perfumado con Jockey
Club u Old Spice.
El Triunfo y el Valle Perdido fueron cunas de excelentes
músicos y compositores. Doña Julia Mendoza de Aramburo fue una gran pianista y
maestra de música, surgiendo un semillero de hombres y mujeres que deleitaban
el espíritu con este arte, así como don Tereso Hernández con su violín
Stradivarius, y la escuela de música en La Paz dirigida por el señor
Sandosoqui. De las primeras orquestas de aquel ayer fueron los canarios, de don
Felipe y Manuel Muñoz, la Sinaloense de don Filomeno Mijares, la Orquesta
Castro, de Don Rafael, y la de don Luis Gonzalez y sus tigrillos quienes
tocaban para todos los niveles sociales. Los bailes populares se realizaban en
el kiosco del malecón los domingos, las tardeadas, los jueves en la plazuela.
Había bailes también en el merendero, en la Escuela 48, en los Portales, en el
Tico Tico, en la Tercera Zona Militar donde fue el primer Club Social Paceño, y
los tradicionales bailes blanco y negro efectuados en el Hotel Perla
organizados por el Club Rotario La Paz,
y por la década de los 60 en el casino Corona y la explanada del malecón
donde se inició Los Aficionados y estaban de moda los ritmos del Rock and Roll
y el Twist. Además, se hacían bailes también en los corredores cubiertos de
perfumadas enredaderas, de madreselvas y emparrados, en los hogares de algunas
familias entre ellas las muchachas Gutiérrez Marquez que fueron famosas por
esos bailes, que organizaban por el barrio El Manglito para festejar la poda de
la parra y la siembra de la calabaza así como del músico y día de la
candelaria, después de haber disfrutado de una caguamada enmarcada con la
música. Cómicas, anécdotas, sucedían en aquellos populares centros de
bailes...una que pasó en la mutualista donde rompían cancha Josefina Olmos de
Gastelum, el coco Gaona con los mambos y
danzones, así como el Machaca y Pablito Ríos, además de El Sorbete y María
Luisa Piñuelas, quien gritaba alegremente ¡Don Luis, tóqueme la almendra!, y se
soltaba la vacilada entre la palomilla. Había un muchacho que vendía exquisito
y aromático pan de huevo en una gran batea que portaba sobre su cabeza, y el
alegre pregón ¡Pan de huevo!. En una ocasión que fue al baile, solicitó una
tanda a una linda muchacha de amplios ropajes con crinolinas y peinado de cola de caballo, y le dijo
“señorita, ¿pan de huevo?”, en lugar de decirle, señorita bailamos...otro día
era la comidilla el pobre muchacho.
En la Mutualista, siempre estaba la perica lista para
cualquier eventualidad...algunos muchachos antes de llegar al baile se echaban
sus copetines con el tablitas o en la cantina de don Conrado de La Peña, donde
siempre estaba tocando la vitrola, y los músicos trovadores los que se bajaban
en esa esquina, en los primeros autobuses del pueblo, “el panochon” y “la
panochita”, entre ellos el profr. David Rolland, a quien le sacaron una
anécdota: “una vez los cuicos estaban subiendo a la Julia a unos borrachitos, y
Rolland al verlos, sin saber de que se trataba les dijo – esperen yo también
gua ir. Y los policías le patearon el trasero y va pa dentro de la perica con
todo y violín y desde entonces salió ese dicho popular “y como dijo Rolland yo
también gua ir””... Don Rafael Castro y Don Luis Gonzalez fueron muy celebres y
solicitados...en los balcones a la tenue luz de la luna y de los farolitos
coloniales les llevaban serenatas a las muchachas de aquellos tiempos...en las
bodas, así como en todos los eventos cívicos y sociales en La Paz y en todo El
Estado. En los carnavales, ¡que carnavales!, las orquestas de don Rafael y Don
Luis jalaban a todos los habitantes de La Paz, era el alma de las fiestas
carnestolendas...el gobierno traía bandas de Sinaloa y por todos lados de la
plazuela tocaba una orquesta...había muchas serpentinas, cascarones, confetis y
mascaritas...mientras que las muchachas bailaban, los padres niños y abuelitos
disfrutaban la sana convivencia con un ojo al gato y otro al garabato. En las
serenatas, don Rafael cobraba a pachuco la pieza. Cuenta don Rafael, que don
Julián Rivera tenía un carro modelo T, como el que tenía el sordo Camacho, que
siempre hacia tanto ruido y lo traía lleno de tiliches. A don Julián le gustaba
subir a los músicos a la troca, la que quedaba repleta con los aparatos
musicales y los paseaba por toda La Paz tocándole “La Pajarera”, y los músicos
lucían orgullosos además de su música, los trajes que les hacían los sastres
del pueblo, don Manuel Bond, Crespo, Moraila, y Don Julián Pérez, y los zapatos
de vaqueta de suela Viosca que le compraban a don Julio y Don Esteban Beltran a
cinco pesos el par.
Don Rafael Castro, de 86 años de edad, es un tesoro de
arte musical sudcaliforniano, uno de los 10 hijos del señor Alfredo Castro
Martínez, originario de la tierra minera San Antonio y de la Triunfeña Matiana
Manríquez de Castro...don Rafael contrajo nupcias con la señorita Adela
Hirales, procreando siete hijos: Yolanda, Alfredo, Héctor, Rubén, Roberto,
Juanita y Antonio, a quienes con el esfuerzo conjunto de su fiel y virtuosa
compañera formaron profesionistas en beneficio del desarrollo de nuestro
Estado. Don Rafael estudió música y solfeo con el profesor Gilberto Mendoza y
Luis Gonzalez...por las mañanas trabajó durante 35 años en el Centro de Salud
como inspector, por las tardes trabajaba su orquesta siendo además el fundador
del Sindicato de Músicos. Mientras doña Adelita colaba el café de grano, entre
aquellos aromas, la pequeña y antigua mansión perdida entre el huerto de
árboles frutales se cimbraba con la fuerte música que retumbaba en las tardes
de ensayo; y todo el vecindario así como la palomilla del barrio acudían
alrededor de la casa a escuchar las notas musicales y disfrutar de aquellos
estruendosos momentos que hacían vibrar a los habitantes del ayer. Los músicos
integrantes de las orquestas de antaño que nos deleitaron y que en su gran
mayoría duermen el sueño eterno son: profr. Luis Peláez Manríquez, Filomeno
Mijares, Maximiliano Ayón, Felipe Antonio Jordán Muñoz (el negro Jordán), Raúl
Carvallo Jordán, Paz Gonzalez, Martín Martínez, Felipe Muñoz Flores, Lope Hernández
López, Manuel Muñoz Flores, Expectación Martínez, Mario Cota Patiño, Rodolfo
Meza Gutiérrez, Miguel Muñoz Flores, Luis Hernández López, don Enrique Ramos y
José Martínez, además de don Rafael Castro y don Luis Gonzalez, quienes fueron
fundadores y a través de los años, muchos músicos pasaron por las orquestas de
don Rafael y don Luis, y sus tigrillos, de los canarios con la Sinaloense que
hicieron la época de romance en la paz de antaño con sus callecitas empedradas,
farolitos a media luz, gente durmiendo en las banquetas a la luz de la luna y
de las estrellas arrullados por la música y los molinos de viento.
El progreso se impuso, se acabaron las serenatas, aquel
ambiente de familia, aquella tranquilidad, y también aquel romance. En la
actualidad también lo hay, pero de diferente manera. Disfrutó alguna vez de la
inolvidable música de piano interpretada por el profr. Norberto Flores en el
bucanero a media luz?...de las prestigiadas pianistas Kichu Isais así como de
Machu...de Luis Peláez, el señor del puro, Cesar Trasviña, Alfonso Espino, y de
la melodiosa voz de las inolvidables hermanitas Flores acompañada por los
madrigales, el mariachi peninsular, que acompañaba a chayito morales, creadora
de la sentida composición “La Paz Puerto de Ilusión”, entre otras, así como de
la reconocida cantante, la Chula Angulo, Alma Vázquez, y demás trovadores que
hacían llorar sus instrumentos musicales en aquella época de ensueño de La Paz
de mis recuerdos, de mi añorada Paz romántica de ayer y de hoy.
…Por el placer
de recordar, escribir y compartir…
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Paz que se perdió.
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