LA PAZ QUE SE PERDIO.
POR MANUELITA LIZARRAGA
“SAN ANTONIO DE
PADUA...ABOGADO DE LOS ENAMORADOS...EN LA CAPILLA DEL ZACATAL”.
• DON JULIAN RIVERA, DE
GRATOS RECUERDOS, QUIEN FUE DE LOS DORADOS DE FRANCISCO VILLA.... FUE UNO ENTRE
OTROS, DE SUS CELOSOS Y FIELES
GUARDIANES.
Por aquellos tiempos...en los barrios el Manglito, Pueblo
Nuevo, el Chamizal, la Inalámbrica y Chametla, entre otros, se escuchaban voces
del pueblo que decían “ya anda don Julián Rivera buscando de casa en casa, con
seguro ya se robaron el niño de San Antonio otra vez”...a la luz de los
candiles contaban los mayores que el santo del Zacatal, San Antonio, era el
abogado de los enamorados...que a veces, las muchachas o muchachos se robaban
el santo, lo robaban el niño, otros decían que lo ponían boca a bajo y lo
castigaban pegándole una cintariza si no les concedía los favores solicitados,
generalmente era en amores, o principalmente era la salud a los enfermos, entre
otros beneficios...y la gente fervorosa acudía a la capillita de San Antonio
del Zacatal a pagar sus mandas. También en la antigüedad, cuando había pocos
médicos, llevaban al santo a la casa del enfermo, para que lo curara, y éste
sanaba.
En aquella época, podía verse al santo en su capillita
entre decenas de veladoras encendidas, y muy arreglado, cubierto de milagros de
oro y plata en diferentes figuras, como manitas, ojos, brazos, piernas, cuerpos
enteros, entre otras figuritas...así como a sus pies se miraban también ramos
de novias, lazos de matrimonio, arras, cartitas de peticiones, etc., y desde
luego. La gente devota se encargaba de cuidar y darle mantenimiento a la
capillita. Había quienes entre los arbustos vigilaban quien entraba y salía de
ella. Por aquellos años...los únicos templos en el pueblo de La Paz era la
parroquia de Nuestra Señora de La Paz, la capillita del Zacatal, y la
animita...donde desfilaban hombres, mujeres y niños de todos los estratos
sociales en busca de consuelo refugiándose en la fe. En el siglo antepasado,
don Rosario Sandoval y su esposa doña Josefa Carlón de Sandoval, fundaron el
Zacatal...eran grandes extensiones de tierra donde pastaba alegremente el
ganado, con una gran casona construida con materiales de la región, sembrados
sus alrededores de una diversidad de frutas, granos y semillas, verduras y
legumbres. Como todo hacendado, don Rosario tenía su propio panteón y su
capillita; además de varios ranchos en sus alrededores como: la floresta, Santa
Cruz, El Progreso, Chametla, entro otros....
Cuentan los mayores, que don Chayo le puso por nombre San
Antonio del Zacatal, porque decía que el zacate crecía muy grande hasta la
altura de un hombre...y como era devoto de San Antonio, su hermana le regaló el
santo; y él le mandó hacer una capilla para que protegiera a la población, y le
arrancó la promesa a sus hijos de que cuando Dios se acordara de él y su
esposa, los enterraran al pie del santo en la capilla. Así fue, sus hijos
Rafela, Laura, Victoriano, Fortunato, Alejandro y Rodolfo, se lo
cumplieron...sus restos descansan en la capilla del Santo Varón...Cuentan que,
Alejandro tuvo un mal final, lo asesinaron en Estados Unidos por asaltarlo,
cuentan que traía mucho dinero...varias generaciones de la familia Sandoval Carlón,
Sandoval Sosa y Silva y Beltran entre otras familias, descansan en ese panteón
del Zacatal. Por tradición y por motivo del día de San Antonio, grandes fiestas
y misas se celebraban el 13 de junio en el Zacatal y se siguen celebrando..... Dice
Doña Trini Beltrán encantadora muchacha antigua de cabellos plateados del barrio
el Choyal, que antiguamente se celebraban matrimonios primeras comuniones y
bautizos en el Zacatal; y que se daban cita la gente del pueblo de todos los
estratos sociales así como de las rancherías aledañas para disfrutar de la
convivencia, la misa, venerar al santo, y pagarle sus mandas prometidas, cada
año, el día de San Antonio, por los favores recibidos.... Contaba Dona Estercita
Flores de Abaroa (+) que ella tenía ciento dos años, y que desde que estaba en
el vientre de su madre, visitaba el Zacatal, año con año cada 13 de Junio... y
que sus antepasados todos han cumplido con esta costumbre de fe, así como las
nuevas generaciones.
Antaño en los portales de la mansión, así como de los
patios de los Sandoval se celebraba el baile después de la misa entre las palmeras y mezquitales...había barbacoa
para todo el pueblo, y bonitas carreras de caballo se hacían...Rafaela y Laura
organizaban los bailes donde acudían la muchachada de la época...en un carretón
tirado por cuatro mulas llevaban a las jóvenes de los barrios el Manglito y el
Esterito, quienes eran famosas entre las familias, y sobre todo entre los
muchachos, por su simpatía y por lo bailadoras...eran las que daban el punto de
alegría a esas tradicionales fiestas de San Antonio, las que eran esperadas con
ansiedad durante todo el año...destacando muchachas de reconocidas
familias...las Gutiérrez Marquez, Jordanes, Abaroas, Velis, Villalbas, Beltran,
Martínez, Rodríguez, Winkler, Romero, Soriano, Carballos, Geraldo, Alvarez,
Domínguez, Angulo, Gonzalez, Sosa y Silva, Camacho, Verdugo y Tapiz, entre
muchas más de los otros barrios; y la mujer de “ramonillo”, doña Luisa Marquez
de Gutiérrez, Chepita Peña, doña Quicko Abaroa, eran las chaperonas quienes en
carretones tirados por briosos corceles pasaban de casa en casa recogiendo a
las jóvenes para llevarla a bailar al zacatal.
Después de la misa de las 5 de la mañana, continuaba el
baile amenizado con violines y guitarras, y doña Lupe Sandoval tocaba el
acordeón...las muchachas se bañaban entre las palmeras y matorrales con agua
del pozo, el que dicen lo construyó el padre Juan de Ugarte, y que se
arreglaban para después de la comida, estar listas para la otra misa de las 5
de la tarde, y el baile seguía, inundándose de notas musicales y risas cantarinas
entre los matorrales en el zacatal, así como las carreras de caballo,
organizada por Fortunato Sandoval y sus hermanos. El quico Talamantes, entre
las palmeras tocaba su guitarra con gran
melancolía. Generalmente terminaba en pleitos las fiestas...pero de aquellos
pleitos sanos, en que terminaban dándose la mano...el Gil y el Güero Méndez
eran los caponeros que nomás tantito querían para entrarle a los moquetes con
los leones del Esterito...pero don Fortunato los ponía quieto soltando al aire
una balacera con el rifle, y se hacía el
alboroto perdiéndose toda la palomilla entre el monte, así terminaban las
tradicionales fiestas de San Antonio por aquellos años.
Alrededor de las hornillas, y a la luz de los candiles,
contaba la abuela que el general Manuel Marquez de León se refugiaba en el
Zacatal con sus valientes para enfrentar la pelea con los “pelones”, y también
orteguistas y federales.... había un viejo y grande mezquitón, donde colgaban a
los que infringían la ley...la gente le decía el mezquite de los ahorcados o el
de los ajusticiados. Las fiestas de San Antonio, que a veces se prolongaban
hasta por tres días, tenían que terminarse temprano antes de que
anocheciera...decían que espantaban...nadie se quedaba por la noche en aquel
bosque, donde había venados, liebres y de los más bellos ejemplares de
pájaros...había hasta enormes tarántulas...el mar se filtraba hasta las
palmeras rebasando lo que es ahora la carretera...a la vera del camino, había
un ojo de agua dulce donde bajaban los leones a beber agua, por eso le decían
el agua de león y por donde fue una importante radiodifusora, había una gran
casona construida de madera, bajo la sombra de un frondoso pino el que en su
rama colgaba una jaula con un hermoso y rojo cadernal, y junto a la jaula había
un tinajero de palo de horqueta, de aquellos tradicionales, con una tinaja de
piedra cantera, llena de agua, donde el caminante podía disfrutar de su
frescura y escuchar el cautivante canto del cadernal.
En ese bosque de el Zacatal, donde cualquiera se
convertía en lechuza o cachorón, decía la gente, vivió una estimada señora que
dominaba la ciencia de la medicina herbaria, quien también tiene su leyenda,
pero esa es otra historia y no quiero meterme en camisa de once
varas...contaban los mayores, que las muchachas le pedían novio a San Antonio,
y si se los concedían le pagaban el milagro, y si no lo concedía lo volteaban
boca a bajo y le pegaban una cintariza, o le robaban el niño y se lo escondían,
hasta que lograban lo que querían, en fin tantas cositas que se escuchaban que
no conviene contarlas todas...leyendas, puras leyendas...el viernes santo, se
acostumbraba que después de escuchar las siete palabras, la gente del pueblo
iba al zacatal a matar víboras y cachorones, pues creían que al hacer esto se
salvaba una alma...y otros cuentan que donde estuvo el mezquitón de ahorcado,
son muchos los que se han espantado al escuchar rechinar la cuerda, que se mece
en un suave vaivén...hay quienes han visto a la mujer de blanco y el relicario
en la cola de la ballena...y son muchos los que han buscado el tesoro del toro
prieto de los Sandoval, que dio paso a la leyenda.
…Por el placer de escribir…Recordar…Y
compartir…
*Esta crónica fue publicada
hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el
programa de radio contacto directo XENT radio La Paz*
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