domingo, 17 de diciembre de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“EL CARNERO...FUE UN ANECDOTICO ANDARIN ENVUELTO EN LA LEYENDA...DE  LA PAZ DE ANTAÑO”



            Jesús García fue su nombre...”El carnero”, le decían por su afición a comer carne...caminaba grandes distancias de La Paz a San Pedro y poblados aledaños...en las tertulias familiares, entre pescadores, en las cantinas y en todas las esferas sociales, entre fumarolas, a la luz de los faroles, el comentario obligado eran las cómicas anécdotas de “El carnero”.

            El amplio sombrero de palma de alta copa que cubría su cabeza, no le alcanzaba a disimular la nube en un ojo que le cegaba la visión, lo que a los niños causaba horror...y al grito de “¡allí viene el carnero!”...corrían despavoridos...vestía amplio pantalón de mezclilla que se lo volaba el viento, y camisa de percal fajada, amarrada una riata a la cintura a modo de cinturón...calzaba sus pies con huaraches de llanta... los que arrastraba al caminar a causa de una fea yaga en la pierna... colgaba de sus hombros un costal de ixtle lleno de cosas que se agenciaba de algunos vecinos descuidados. Antiguamente, había mucho ganado en el territorio, y por consiguiente la carne era muy barata y sabrosa, la que vendían en las pocas carnicerías del pueblo. Por 20 o 30 pesos daban un montón de carne y huesos; que como no había refrigeradores, la gente la ponía a secar al sol en los patios sobre unos mecates, de mezquite a mezquite o de palo verde a palo verde...y es donde El carnero hacía su agosto...pasaba con su costal en el hombro y les pegaba un “bajón”.

            La gente ya le conocía las mañas... y hasta le parecía en gracia lo que El carnero hacía...a veces hasta se hacían de la vista gorda...podía decirse que les gustaba ser el centro de las anécdotas de El carnero. Contaban los mayores que  una ocasión, llegó El carnero y pidió posada para pasar la noche; le indicaron donde podía acostarse, y el carnero muy mortificado les dijo “¡ay qué pena señora! No les vaya yo a asustar las gallinas” y la inocente señora le contestó “no se preocupe carnero, el gallinero está por este lado”, haciendo un ademán señalando el lugar para donde estaban las gallinas, iluminándole el único ojo al carnero. A la mañana siguiente, ni señas de las gallinas ni del carnero, se las llevó en un costal. A Don Antonio Martínez, estimado joven de la tercera edad, dice que también le voló un queso macho de treinta kilos, una vez que le dio posada en su rancho... y cuentan que en otra ocasión donde le dieron posada, había un tendal de huesos y carne; y el carnero dijo muy apesumbrado, sobándose el cuerpo, “pobres huesitos míos donde irán amanecer mañana”, y dicho y hecho, al canto del gallo, desapareció y desde luego se llevó los huesos en el famoso costal que siempre traía bajo el brazo.

            Contaba Don Quiqui Lucero, con una sonrisa maliciosa, que en gloria esté. Que una vez estaba él hachando leña y que cuando ya llevaba un buen tercio cortado, dejó el hacha clavada en un tronco para tomarse un descanso, y fue a su casa a comerse un taco; cuando de repente tocaron a la puerta y con sorpresa vio que era El carnero con su costal en el hombro y su pierna enferma “pues ¿qué andas haciendo carnero?”, le dijo, “ando vendiendo esta hacha, porque ando en un apuro”; y diciendo y haciendo El carnero sacó el hacha del costal y pues a Don Quiqui le gustó mucho el hacha, la acarició, le vio el filo y se la compró en 5 pesos. Muy contento El carnero puso pies en polvorosa y Don Quiqui también con su hacha en el hombro se fue a continuar su labor, pero cual sería su sorpresa, que el hacha que le vendió El carnero, era la de él mismo; éste se la robó y la metió en el costal...le tomó el pelo a Don Quiqui.

            Cuentan que una noche, El carnero caminaba furtivamente por aquellas callecitas de La Paz con un catre encajado en el hombro que seguramente a alguien le había volado; de pronto, los policías que hacían su ronda farola en mano, le salieron al paso diciéndole “Carnero ¿qué andas haciendo tan tarde con ese catre en el hombro?” y cínicamente el carnero les contestó “pues mire señor polecía, ¿pues que no puede cambiarse uno de noche?” y ante la respuesta del carnero, los gendarmes rascándose la cabeza se quedaron parpadeando y El carnero siguió su camino perdiéndose entre las sombras de la noche con el catre en el hombro.

            Jesús García, El Carnero, era muy buen andarín a pesar de la fea fístula que padecía en su pierna. Caminaba grandes distancias...tocaba de puerta en puerta con sus costal en el hombro buscando trabajo; ya fuera de mandadero con la escoba o con la azada...y al ver los tendales de carne oreada en los patios, estaba con un ojo al gato y otro al garabato, de repente desaparecía junto con la carne, por eso le pusieron El Carnero...y lo curioso de esto, es que la gente ni se molestaba. Se dice que no tenía hogar...era un andarín, un hombre de la calle arrastrando su pierna y con el costal al hombro que donde le oscurecía allí dormía...otros cuentan que vivía bajo la sombra de un gran mezquite en un terreno baldío por las calles Ramírez y Ocampo....lo cierto es que El carnero era un mano larga con gracia, y a la gente le caía bien, hasta le festejaban los pequeños hurtos que El carnero hacía...era parte de nuestra tradición pueblerina

            Cuenta la voz de los ancianos, que Jesús García El carnero fue un gran ranchero de gran arrojo, y que se vino a menos...era simpatizante del idealismo del ilustre General Don Felix Ortega Aguilar, revolucionario sudcaliforniano, cuando se levantó en armas con “El Plan de las Playitas” y armó la revolución a mediados de la segunda década del presente siglo. Y que al carnero lo acusaban de espía hasta que lo enviaron en las famosas “cuerdas” en el barco El bonita. Cuentan una anécdota revolucionaria: que un comandante de los federales, sacó de su casa con lujo de detalles a Don Vicente Ortega que estaba enfermo de paludismo y que lo llevaban en medio de un pelotón de soldados rumbo al panteón de Los San Juanes para fusilarlo. Iba pasando el pelotón de la muerte por las calles Aquiles Serdán y 16 de Septiembre y la gente sorprendida miraba el injusto cortejo, y de entre la bola de curiosos gritó Jesús García “¡viva mi general Ortega!” al escuchar esto, el comandante se paró en seco junto con el reo y el pelotón y le ordenó a El carnero que se formara  a la comitiva porque lo iban a fusilar.

            Cuando el pelotón y los sentenciados llegaron al panteón para el fusilamiento, le dijo el comandante a Don Vicente Ortega apuntándole con el fusil, que pidiera su última voluntad y éste pidió que le perdonara la vida a Jesús García era simpatizante con los ideales revolucionarios del general Felix Ortega Aguilar. Fue así como se salvó El carnero, pero no Don Vicente quien si fue fusilado.

...El carnero fue un celebre personaje del paisaje sudcaliforniano...todavía se recuerdan sus andanzas y anécdotas...


…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…




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