domingo, 31 de diciembre de 2017

LA PAZ QUE SE PERDIO
POR MANUELITA LIZARRAGA

“LA VELADA DEL AÑO NUEVO...ROBO DE GALLINAS, Y LA PARTIDA DEL HUEVO...UNA COSTUMBRE QUE SE PERDIO. “


            Antaño, en La Paz... la noche del 31 de Diciembre, las familias del ayer, en algunos barrios dormían con la preocupación de ver sus gallineros vacíos el primero de enero, ya que la costumbre era entre algunos jóvenes que formaban grupos y se dedicaban a robar gallinas el fin de año, como un sano esparcimiento, el que era solapado por los mayores. Aunque había casos violentos, y en otros casos algunos muchachos muy formales acudían al día siguiente a disculparse y a pagar las gallinas que se habían llevado, lo que no hacían por necesidad, ni por maldad, sino por divertirse, y algunas personas hasta se hacían de la vista gorda cuando camelaban a los jóvenes en el momento que a hurtadillas llegaban a los gallineros, o se subían arriba de los mezquites a bajar las gordas y cachetonas gallinas y meterlas a los costales, los que cargaban en hombros.

            Los 31 de Diciembre...en el ayer, en la espera del año nuevo el aroma a buñuelos, tamales y pozolada, inundaban las casas, mientras que los niños, jóvenes y adultos jugaban a la lotería, la oca o la baraja entre anécdotas, chistes  y leyendas, a la luz de los faroles, o a la pálida luz del foco. En el marco de hermosas melodías arrancadas a un viejo tocadiscos, las familias estaban a la espera del tañer de las campanas en la iglesia y santuario, anunciando las doce de la noche del año que moría, y del inicio del nuevo año. O cuando don Francisco King fundó la radio pionera de los Sudcalifornianos, la XENT RADIO LA PAZ y que tan dignamente dirige la señora Lupita Lucero como hasta la fecha lo ha hecho, esperar hasta las doce de la noche del 31 de diciembre, quien con gran emoción anuncian el año que termina y el inicio del año nuevo. Y la costumbre era, también a esa hora de las doce de la noche la quiebra del huevo. En un determinado lugar de la casa, en una rinconera muy adornada y sobre de ella ponían un vaso de cristal hasta la mitad de agua, y en una cestita especial ponían un huevo, el que se quebraba a las doce en punto haciéndole rueda las muchachas solteras muy emocionadas, quienes al vaciar el huevo en el vaso con agua, formaba figuras, y creían ver unas torres de iglesia, y si era así, quería decir que pronto habría boda. ¡Y saltaban de gusto!. Si el huevo figuraba una tumba, quería decir que habría muerte, y si figuraba un barco, es que habría viaje. Una vez, a mi abuelita le salió en la quiebra del huevo una tumba, y mi hermana mayor saltaba de gusto gritando “! Abuelita, abuelita a usted le salió una tumba!”...cuánto se enojó mi abuelita esa vez.

            Esa era la emoción del 31 de diciembre para las jovencitas casaderas. Una costumbre tan sencilla pero que las hacían pasar momentos muy agradables, mientras que los jóvenes hacían de las suyas vaciando los gallineros y en los llanos, encendían lumbradas y en  unos tambos  ponían a cocer las aves, y se daban sus buenos atracones de caldo de gallinas desveladas, alrededor de las fogatas entre sanas anécdotas y chistes de travesuras pasadas. Para esto, había señoras que estaban de acuerdo y les hacían el caldo para curarse la cruda. Don Alejandro Murillo Cadena, respetable muchacho antiguo del barrio Pueblo Nuevo, cuenta que en sus tiempos, se formaban grupos de muchachos roba gallinas con sus cabecillas, recuerda una curiosa anécdota. Don Aparicio Yépiz, dijo,  tenía el gallinero repleto de aves, y cansado de que durante varios años le robaban las gallinas este grupo de traviesos muchachos, esa noche del 31 de diciembre, se propuso camelarlos, escopeta en mano. Cuando los jóvenes estaban en mera faena echando las gallinas a un costal, de pronto se les apareció el Diablo, era don Aparicio muy enojado, quien les soltó una balacera que los muchachos no lo pudieron creer...con el rostro desencajado aventaron el costal repleto de gallinas, y se fueron reculando,  brincaron la cerca de dos zancadas y ni de las gallinas se acordaron, las dejaron encostaladas. El cabecilla de este grupo era Cornelio Espinoza Geraldo, muy temido en el barrio por su especialidad en el robo de gallinas los 31 de diciembre, vísperas de año nuevo,  y algunos que recuerda que lo acompañaban son: El Mimi Angulo, Celestino y Salomón así como el Tito Geraldo, entre otros.

            Otra anécdota de ésta costumbre que se perdió del robo de gallinas de fin de año, desde luego porque ya no se crían gallinas en los hogares, y que cuenta doña Ramona Rochin Heras, nativa de San Bartolo Baja California Sur, y que habita hace varias décadas en el barrio el “Choyal” dijo que “En San Bartolo aquel 31 de diciembre de aquellos años una familia enterró al pie de una mata de zalate una cabeza de res con gogote y todos sus guegueres para festejar el año nuevo. Esa vez los roba gallinas cambiaron el menú. Decidieron robarse la cabeza enterrada. Al otro día encontraron el hueco vacío y huellas de huaraches y de zapatos. Por las huellas de los huaraches, dijeron que fue don ‘Leopoldo’, un señor a toda ley muy respetado en San Bartolo. Los dueños de la cabeza lo denunciaron ante las autoridades, y muy seguros fueron a decirle en su cara ‘don Leopoldo vinimos a que nos regrese la cabeza que teníamos enterrada al pie del salate y que usted se robó por que allí estaban las huellas de sus huaraches’, y el viejito de un salto se levantó sorprendido e indignado diciendo ‘!pos cual cabeza muchacha, si anoche me robaron los huaraches!’, era cierto, Alberto y pepe le robaron los huaraches a don Leopoldo para robarse la cabeza enterrada, y es una curiosa anécdota que todavía recuerdan entre los rancheros entre sorbo y sorbo de té de damiana”.

            En el barrio El Esterito, también asolaban los gallineros los roba gallinas el fin de año, doña Carmelita Geraldo, estimada señora con amplios conocimientos de la medicina herbolaria, cuenta otra anécdota; “Los gallineros en el Esterito, dijo,  amanecían vacíos en el año nuevo, por mucho tiempo los leones del legendario Esterito, creían que, el “teyete” era el causante, pero no lo podían comprobar. Hasta que cansados de que les robaran sus gallinas lámpara en mano decidieron camelarlo. Se unieron varios vecinos, y cuando el “teyete” estaba emocionado en mera faena, echando las gordas gallinas al costal, los vecinos lo agarraron con las manos en la masa, alumbrándole la cara con lámparas de mano, y su sorpresa fue muy grande cuando se dieron cuenta, que el que robaba gallinas no era el “teyete” sino el “chelino”.

            Los manglitenses, del barrio El Manglito, no se quedaban atrás, con el robo de las gallinas. También hacían de las suyas, había grupo de muchachos que no se aguantaban la tentación de robarle las gallinas hasta a los suegros, y mientras estaban en la visita con la novia, con un ojo al gato  y otro al garabato camelaban los gallineros. Y por la noche en grupos  furtivamente venían por las gallinas, y algunos tenían el descaro de invitar al suegro un sabroso caldo de gallina para la cruda. Todavía por la década de los 70, mi gallinero no se escapó de los roba gallinas, tenía 19 gallinas y 3 hermosos gallos, muy cantadores. Aquella noche del 31 de diciembre, nos fuimos a la velada a casa de mi cuñado don Vicente Dominguez Jordán. Al día siguiente, ya en casa, como era mi costumbre, fui al gallinero a llevarles alimento a los animales, ¡y cual sería mi sorpresa!, ¡estaban los gallos solos muy tristes!, los traviesos muchachos se tomaron la molestia de dejar una nota en el gallinero, que decía: “A las doce de la noche quedaron viudos los gallos”, firmaron la nota los roba gallinas del barrio el Manglito. Fue la última vez que tuve gallinas. Costumbres muy sanas que se perdieron al paso del tiempo y del progreso, y que unían a las familias. Quizás recuerden con añoranza algunas personas que ahora ya peinan canas y que participaron en su juventud en el robo de gallinas, o que al igual que a mi le vaciaron el gallinero.

            Mi perro viejo el pachuco, a la hora que quebraban el huevo, tenía la mala costumbre de ponerse a aullar lastimeramente anunciando el año que moría...y mi abuelita decía: “¡Ave María Purísima...el perro está viendo la pelona...quítense las chancletas y póngalas boca a bajo, encontradas, para que el perro se calle el hocico, y si resultaba, el perro se callaba como si le pegaran una guantada en el hocico.

                        ¡Feliz Año Nuevo a la gran familia de Sudcalifornia y de todo el mundo!

…Por el placer de escribir…Recordar…Y compartir…






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